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El gigante imaginario

BUENOS AIRES -- Que Independiente del Valle, un modesto club ecuatoriano, haya eliminado a los máximos tanques de la Argentina (River y Boca, en ese orden) acaso nos obligue a pensar de nuevo ciertos mitos que creíamos consolidados y dábamos por verdaderos.

Todos, salvo los futbolistas de IDV, creían que la revancha en La Bombonera era poco más que un mandado para los dirigidos por Guillermo Barros Schelotto.

Algunas máximas de dominio público así lo hacían prever: Boca es un grande, si algo le sobra es tradición copera y en el banco está uno de los emblemas de esa tradición victoriosa.

Para más datos, el partido tenía como sede La Bombonera, templo inspirador de miedo en los visitantes y de fuerza titánica en los dueños de casa. La Bombonera tiembla, ya sabemos.

Por la tranquilidad con que jugaron los ecuatorianos, quedó claro que sólo creen en la verdad del fútbol. Y por mucho que respetaran a sus oponentes, no se iban a achicar por un relato que poco tiene que ver con los méritos deportivos.

Con más voluntarismo que sensatez, algunos intentaron revestir al equipo del Mellizo con cierta mística ganadora. Simplemente porque la Libertadores parecía accesible debido a los azares de la llave.

Pero a Boca las ambiciones le quedaron grandes. No sólo no demostró mística para surgir en compromisos exigentes (la mística no es otra cosa que grandeza), sino que ni siquiera tuvo la personalidad para mantener el pulso en los momentos favorables, cuando debía asegurar el resultado.

Boca es capaz de desarrollar buen fútbol, como ha dicho Pablo Pérez al buscarle un consuelo a la eliminación. Pero se trata de un juego ornamental, que no lastima ni define partidos, que apenas decora la tibieza general.

Quizá Tevez sea una referencia perfecta de este equipo que debe empezar de cero. Su rendimiento ha sido una suma de decepciones. Y en La Bombonera llegó al colmo. Fue una sombra, otro mito en entredicho por impericia y, sobre todo, por apatía.

Se comenta en su descargo que atraviesa un momento anímico difícil y que en una de esas se aleja del club. Nunca se sabe: en ocasiones tan tristes siempre se barajan desenlaces apocalípticos. Habrá que ver.

Por el momento, el público sigue esperando a ese futbolista corajudo y desequilibrante que, hasta acá, es uno del montón sólo que con un cartel descomunal.

Boca parece pura ilusión, un gigante imaginario que debe revisar cada una de las certezas aparentes en las que se apoya.

Cuando el Mellizo dijo que su equipo no tenía obligación de ganar la Copa (mientras todos suponían lo contrario) quizá vislumbraba, antes del fracaso, este escenario sólido por fuera y enclenque en su interior.

El destino esplendoroso de obtener la Libertadores y viajar a Japón para verle la cara al Real Madrid hay que cambiarlo por ponerse las pilas para enfrentar al ganador de Nueva Chicago-Santamarina de Tandil por la Copa Argentina. Una meta que suena más acorde a las últimas imágenes de Boca.