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Messi y un doblete para la eternidad ante Osasuna

Getty Images

BARCELONA -- Cerró la cuenta con un gol estratosférico, sensacional y construido a solas de principio a fin. Lo hizo, Messi, para marcar el 3-0 de un partido que devolvió al escenario un Barcelona distinto y olvidado por muchos en el tiempo. Y lo hizo para marcar dos goles que elevaron su cuenta hasta los 323 ligueros, una cifra que no es cualquier cosa.

Máximo anotador histórico del campeonato, Messi por si mismo ya suma tantos como la suma de los dos siguientes en la historia del Barcelona. Esos 323 son los 191 que marcó César y los 132 que anotó Kubala, que se mantienen como segundo y tercer máximo realizador del Barça en la Liga.

Cifras mayúsculas en el partido 550 de Leo con la camiseta del club, el número 360 en el campeonato de Liga en un sábado que devolvió al escenario a un equipo diferente en su personalidad futbolística.

SIN PRISA PERO SIN PAUSA

El Barça sin Neymar, sin la MSN al completo, es un equipo distinto. Ni mejor ¿ni peor? Pero sí diferente porque recupera tics del pasado en que las prisas por llegar al área rival, por acabar las jugadas por la vía rápida, dejan lugar a la combinación más pausada. Y ahí, en compañía del líder Messi, emerge la figura soberbia y clarividente de Iniesta por delante del ancla que supone el incio de Busquets.

Se diría que es la intimidad de la personalidad que guía al mejor Barcelona de la historia en la última década y que tiene en Piqué, en la zaga, a su cuarto mosquetero. Son los supervivientes del equipo que nació a los mandos de Guardiola y que siguen guiando, con otros acompañantes, a un Barcelona que demostró este sábado en Pamplona su facilidad para cambiar de registros cuando es menester.

Se quejó amargamente en la víspera Luis Enrique, en la rueda de prensa, cuando se le habló del estilo, en una discusión que rodea al barcelonismo y aburre al entrenador asturiano por las connotaciones que debe entender negativas. Y quizá por ello, o quizá no, el Barça cambió automáticamente su registro.

Ausente Neymar tomó Arda Turan otra vez su puesto en la izquierda y lo que perdió en velocidad y desborde el equipo lo ganó de manera absoluta en toque y paciencia. Emergió como por arte de magia ese Barça que no pierde la paciencia y que se busca con largas posesiones ante un rival encerrado, esperando el momento oportuno para darle la puntilla y que no se desespera a pesar de poder encadenar errores en el remate final.

Porque eso es lo que ocurrió en El Sadar. Acumuló durante la primera mitad hasta seis buenas ocasiones para marcar y no lo hizo. Se fue al descanso con un 0-0 extraño y llegó a sufrir al comienzo del segundo tiempo… Pero mantuvo la compostura y acabó por lograr un triunfo indiscutible.

Lo hizo con su juego de antaño y, claro, con Messi, con Leo, al frente de las operaciones. Autor de dos goles, el crack argentino intervino de forma directa en el que abrió el marcador y volvió a ser ese futbolista que no tiene quien le haga sombra.

Desde la eternidad de sus cifras, desde una posición infinita en el impacto que supone su presencia en el Barcelona, Messi dio a entender que este equipo, como tantas veces ha reclamado Luis Enrique, se ha ganado el derecho a que se crea en él. En cualquier circunstancia.