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Lionel Messi sale de la banca para salvar el empate y La Liga se le rinde

Messi entró de cambio y con un zurdazo magistral, consiguió el 2-2 y el Barça salvó el invicto. Getty Images

BARCELONA -- Messi es esto. Se vio en Madrid, por ausencia, y se confirmó en el Sánchez Pizjuán por duplicado: por ausencia y por presencia. Por prestancia y por magnificencia. Sin Messi al Barça le atropelló el Sevilla; con Leo, el Barça fue otro. No mejor porque la última media hora de partido fue un correcalles… Pero sí enorme por cuanto convirtió una derrota segura en un empate milagroso. Apenas después de que marcase el 2-1 Luis Suárez, apareció Messi. Y con un zurdazo magistral consiguió el 2-2. Se salvó el invicto y se dio otro paso hacia el título.

Perder, a efectos del campeonato, no habría sido terrible. Pero habría significado dejarse a dos partidos un record histórico. Lo de más sería eso… Y lo más es, era y será, comprobar que el Barça vive entregado, como Argentina, a la figura de su líder. El equipo no pudo asestar ese golpe definitivo a la Liga pero salvó los papeles. Por encima de todo, sin embargo, demostró hasta qué punto es trascendental su número 10.

El descanso que convinieron entre Messi y Valverde resultó fatal para el líder, que sin pretenderlo mostró tales carencias que llegaron a asustar pensando en que si la Albiceleste es un equipo del montón sin el ‘10’, el Barça es, igualmente, un ejército sin líder e incapaz de mostrar sus credenciales colectivas.

Deambuló sin alma y alejado de lo que se le debe suponer el conjunto azulgrana durante 57 minutos en los que pasó de dominar sin aspavientos el juego a verse sometido por la ferocidad creciente de un Sevilla que fue abandonando el respeto para entregarse a la algarabía ofensiva, convirtiendo un choque igualado en una carga cada vez más acentuada sobre la meta de Ter Stegen, quien se entregó impotente al remate del Mudo Vázquez a los 37 minutos para provocar con el 1-0 las primeras señales de alarma.

Perdido en el centro del campo e incapaz de perfilarse en ataque, con Iniesta demasiado solo por la posición más retrasada de Rakitic, la delantera del Barça se mantuvo entre invisible y mediocre mientras en defensa sufría un calvario, que condujo al derrumbe apenas comenzar el segundo tiempo, cuando Muriel se aprovechó de un terrible despiste en los rechaces para lograr el 2-0.

CAMBIO

Duró 57 minutos el desastre, hasta que Messi entró en acción. El argentino fue llamado para conquistar un imposible a la vista de lo que sucedía en el terreno de juego, donde se contemplaba más cerca el 3-0 que el descuento en el marcador… Pero su aparición significó un cambio de escenario evidente.

En cuatro minutos escasos apareció tres veces en acción el crack argentino y como por arte de magia se revolucionó Luis Suárez, despertó Coutinho y respiró Iniesta. El Barça, contra las cuerdas, se fue con todo a salvar los muebles y convirtió su zona defensiva en un desierto por el que aparecían como velocistas los jugadores locales, sumándose ocasiones tanto en una como en la otra portería. Y sospechándose que ese 2-0 no duraría hasta el final.

El partido acabó por convertirse en un correcalles y en él la fortuna sonrió al equipo que tiene en sus filas al inconfundible líder del fútbol mundial. Descontó en el marcador Luis Suárez cuando ya parecía demasiado tarde para salvar el resultado. El 2-1 se entendía, incluso, un mal menor. Imposible, sin embargo, pensar en que nada pudiera aún pasar.

Messi estaba ahí y no debió estar dispuesto a que se escapase un record histórico así como así… De forma que apenas un minuto después del gol de Luis Suárez recogió un balón en la frontal y lo convirtió en un obús insalvable.

Gol. 2-2, salvado el invicto y a pensar en la Roma. La frustración evidente del Sevilla fue el alivio incontrolable del Barcelona. Y más allá de alcanzar los 37 partidos de Liga sin conocer la derrota demostró al mundo del fútbol la grandeza de quien le lleva en volandas.

La Liga se rindió a Messi. El mundo del fútbol se descubrió ante otra noche para recordar.