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Un Barça gris alcanza a rescatar el empate ante el Athletic

El Barcelona sumó un punto más al frente de la clasificación, pero dejó buena parte de su prestigio en San Mamés, al ceder un simple empate ante un Athletic que, tras un atropellado inicio, acabó por perdonar al final al conjunto azulgrana, .

Salvado el equipo de Ernesto Valverde por Marc-André ter Stegen, el Barça perdió una oportunidad enorme de dar un golpe de efecto en la Liga.

Un 0-0 con sabor extraño consumó el Barcelona en Bilbao, incapaz de mostrar sus argumentos futbolísticos durante muchos, muchísimos minutos, y limitado a la magia de Messi, disminuido físicamente, pero quien fue el mejor de su equipo en ataque.

Una primera mitad tan mediocre como casi indigna del Barça y una segunda en la que quiso, pero ya no pudo. Un empate a nada. Una igualada con sabor a tristeza.

Al líder se le vino encima el reloj, poco a poco, en una segunda parte que siguió a un primer acto de pesadilla. Lento, falto de intensidad, en ocasiones descolocado y a menudo atropellado por el ímpetu del Athletic, el Barça apenas si creó peligro por medio de un Messi que se pasó los 45 minutos casi caminando y a pesar de ello, se bastó y sobró para ser el mejor argumento ofensivo de los suyos.

Enfrente, el Athletic no se guardó nada. Apareció en el campo como un torbellino, dispuesto no sólo a plantar cara al campeón sino a atropellarle a base de atrevimiento, verticalidad y fuerza y tardó lo justo en asustar a un Barça somnoliento y al que Ter Stegen salvó en dos ocasiones con magníficos reflejos a los remates de Markel Susaeta y Raúl García que encendieron el ánimo local, pero que no despertaban a los de Valverde.

Con Sergio Busquets muy bien controlado, Arturo Vidal fallón, Ivan Rakitic demasiado estirado y Philippe Coutinho perdido, al Barça le costaba tanto crear en ataque como frenar en defensa y se vio fuera de plano y con un juego que transitó entre lo ramplón y lo mediocre, tanto, que agradeció, a gritos, la llegada del descanso.

Cambio de actitud
El discurso y la autocrítica en el vestuario debieron ser evidentes, porque el cambio de escenario en la continuación fue absoluto. El Barça dio un paso adelante y pasó de dominado a dominador, comenzando a arrinconar a un Athletic cansado y consciente de la diferencia que sería esa segunda mitad.

De entrada, protestó un brazo clamoroso de Óscar de Marcos en el área que el árbitro debió interpretar como involuntario para no señalar penalti y a partir de ahí, rápido en el pase e intenso en el juego, le fue comiendo el terreno al equipo de Gaizka Garitano, quien reaccionó al meter al campo, primero, a Mikel San José y después a Iker Muniain, pero al entender la nueva realidad de un partido que buscó ya revolucionar definitivamente Valverde.

Entró primero Carles Aleñá y lo hizo después Ousmane Dembélé para redoblar el dominio y sacar el premio del gol, pero, curiosamente, cuando más debía esperarse del Barça en la recta final del partido, revivió el Athletic de manera enorme, impulsado por la electricidad de Muniain y el nervio de Iñaki Williams para convertir el desemboque de la noche en una especie de cara o cruz.

En estas volvió a aparecer una mano salvadora de Ter Stegen al remate envenenado y con sabor a gol de Williams para demostrarle al Barça que, a fin de cuentas, debía pagar por su dimisión en la primera parte y que el punto, el empate, aún tenía que considerarlo suficiente botín.