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Árbitro Hernández pasó de agresión a soledad

Mexsport

MÉXICO -- El árbitro es el personaje más solitario del mundo durante 90 minutos. Decisión que toma es comprendida por unos y repudiada por otros. En cuestión de segundos, esos que aceptaron su juicio, de repente lo cuestionan, mientras los otros lo asumen, mientras las aficiones, sin importar los colores, lo abuchean y silban por igual.

Fernando Hernández, uno de los árbitros agredidos hace unos días en la Copa, deambuló solo con su silbato por la cancha del Estadio Azul. Su misión, como lo indica su labor, es impartir justicia en la cancha, aunque a muchos no les parezca.

Hernández sufrió de tanta soledad que hasta cuando sus asistentes lo intentaron auxiliar, a quien terminaron recriminando fue al central, por tomar la decisión de marcar una falta, un saque de banda o un fuera de lugar.

Al inicio del encuentro, cordialidad pura. Ya con el partido comenzado y las revoluciones al mil, los jugadores se transforman con lo que son habituales los reclamos, las charlas, algún grito, los ademanes y hasta un corte de manga, realizado por Martín Rodríguez en el primer tiempo, que no tuvo sanción alguna. El chileno, después de lo hecho, reparó y bajó su tono.

En la mira de muchos estaba André-Pierre Gignac. El francés, reconocido también por sus constantes reclamos y gritos hacia los árbitros estaba bajo la lupa y su actitud fue distinta. Si alguna marcación no le parecía, se guardaba sus comentarios y dialogaba con tranquilidad con el juez. Incluso, en más de una ocasión, calmó a sus compañeros y evitó que recriminaran una decisión. El cambio fue notable.

Los minutos transcurrían y Hernández se mantenía en forma, siempre cerca de cada jugada. En un segundo estaba del lado de la portería de Corona y apenas en un parpadeo ya estaba del otro lado. Nadie corrió más que él. Además de juez, también fue mediador, y cuando hubo alguna discusión entre futbolistas, estuvo ahí para separar, pedir prudencia y advertir de palabra por si se habían pasado de tono.

El cero en el marcador poco a poco impacientó a los aficionados, que con el paso del tiempo y el correr de las marcaciones, el culpable era el árbitro. No importaba si era a favor de Tigres o Cruz Azul. Los reclamos bajaban por igual desde las gradas hasta el hombre más solitario del mundo durante 90 minutos en una cancha de futbol.