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Andrés Escobar, 23 años después: Una carrera brillante y un legado indeleble

Una vida puede salir mal, un disparo puede acabar con una promesa, pero un autogol no debería definir a una trayectoria entera.

Hace 23 años, la vida de una estrella ascendente del fútbol como Andrés Escobar llegó a un repentino y triste final en el estacionamiento de una discoteca en Medellín. Seis balazos, una vida tomada a la fuerza por la violencia generada tras un autogol tan controversial que este terminaría por ser autor involuntario de un legado que debería ir mucho más allá.

Ya todos conocen la historia de ese gol en contra, pero vale la pena repetirla. No por morbo, sino que nunca se debe olvidar que la memoria es lo más fuerte que sostiene al recuerdo de alguien, aun cuando esa persona tan querida ya no está con nosotros.

La Selección de Colombia llegaba al Mundial de 1994 con chapa de candidata tras golear a Argentina de visitante por 5-0 en las Eliminatorias nueve meses antes. Escobar no había disputado ese choque épico por una lesión que había sufrido en marzo de 1993 y lo marginó de las canchas por ocho meses, pero ya recuperado era parte de una columna vertebral temible con Óscar Córdoba en el arco, él de defensor central, Leonel Álvarez de volante de contención, Carlos “El Pibe” Valderrama de enganche, y Faustino Asprilla como goleador.

Quizás el documental de ESPN llamado “30 for 30: The Two Escobars (Los Dos Escobar)” describió al clima futbolístico y político de Colombia de aquel entonces a la perfección en pocas palabras: “En esa época, el fútbol se convirtió en un tire y afloje entre los narcotraficantes”.

Primero llegó una derrota por 3-1 ante Rumania, y luego, a los 35 minutos del primer tiempo del segundo partido contra Estados Unidos, Andrés Escobar intentó interceptar un centro que dejó descolocado a Córdoba y se metió mansamente en la red precipitando sin saberlo una cadena de eventos impensados tras la eliminación prematura de su país en primera ronda.

La barrida, y el recuerdo indeleble de Escobar con los brazos en jarra mirando a todos y a nada a la misma vez…Pensando como todo se descarriló tan rápido, acarreando la carga de sentir que decepcionó a su gente cuando en realidad seguía siendo ídolo de multitudes. Porque su trayectoria fue mucho más que un gol en contra. Fue una carrera de campeón.

ESTIRPE DE CAUDILLO

Nos remontamos en el tiempo a seis años antes y nos encontramos en Wembley, donde Escobar anotó su primer y único gol con la selección colombiana en el templo del fútbol durante un amistoso contra Inglaterra el 24 de mayo de 1988. Ningún escenario o momento le quedaba grande, esa era la estampa de un crack.

Pasamos a un año después en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín el 31 de mayo de 1989. Partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores, la más preciada del continente, contra Olimpia de Paraguay. Escobar apenas tenía 22 años, pero ya era el ancla de la defensa del Atlético Nacional de Medellín desde 1986, y como referente era el encargado de patear el primer penal de su equipo en la definición que decidiría al campeón.

Era defensor, medía 1,84 y contaba con un porte intimidante para cualquier delantero, pero también era fino con el balón en sus pies, un gran cabeceador y muy querido tanto por sus compañeros como por su técnico, Francisco Maturana, quien posteriormente lo vería jugar por última vez desde la banca dirigiéndolo en Estados Unidos.

Maturana siempre creyó en él. Aún después del autogol, Escobar volvió a estar desde el arranque en la despedida mundialista contra Suiza cuatro días más tarde. Le tenía tanta fe en aquel entonces como en aquella final tan recordada.

Tras ayudar a mantener a su valla en cero y remontar el 0-2 de la ida, Escobar enfilaba hacia el punto penal sabiendo que su remate podía ser vital después de que el conjunto guaraní arrancó la serie con un penal fallido. Piensen en como cracks de la talla de Messi sucumbieron ante aquella responsabilidad, pero Escobar no.

Su remate fue templado, de sangre fría al palo izquierdo y con el arquero yendo hacia el otro lado para comenzar a construir la proeza del Nacional campeón de América por primera vez en su historia.

A partir de allí, él dejaría su huella en el Young Boys de Suiza llevando al talento de Colombia a Europa como parte de una generación dorada y se convertiría en titular inamovible de la selección que disputó el Mundial de Italia ’90.

Además, Escobar fue uno de los pocos elegidos que disputó los 90 minutos de cada partido en los Mundiales de 1990 y ’94.

¿Ya ven? Una historia no se puede resumir en una jugada, por más trágica que esta sea y ayude a resumir un momento que no se puede revertir.

El legado del “Caballero del Fútbol” va mucho más allá de un gol en contra, porque las alegrías que él le supo dar a su gente ahogan a las tristezas.