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¿Sexo antes de pelear?

NUEVA YORK (ESPNdeportes.com) -- Recientemente, una locutora de televisión hispana le preguntó al gran pugilista profesional puertorriqueño Félix "Tito" Trinidad sobre sus costumbres sexuales en relación al boxeo. Un poco asombrado, el campeón de los pesos Welters le contestó con timidez: "Nada por un mes antes del combate."

Esa es la contestación clásica del buen boxeador. Yo siempre he oído "un mes" como la defensa principal en esa eterna disputa. Sin embargo, la realidad es otra.

Hace unos años, Jake LaMotta, Rocky Graziano, Floyd Patterson y su servidor, estábamos en una entrevista televisiva y el anfitrión del programa, de momento, hace la pregunta cumbre.

¿Cómo uds. bregan con el sexo y su profesión?

LaMotta toció y se sonrió maliciosamente; Floyd bajó la vista como avergonzado; Graziano miró hacia el techo por varios segundos; yo me alegré porque era un tema que ya lo había discutido con mi gran manejador, Cus D'Amato y consecuentemente me sentí como el único experto de ese tema entre nosotros.

"Si cualquiera envuelto en pugilismo quiere saber o averiguar sobre el tema," vaya donde un médico y pregúntele cómo es que el sexo afecta al boxeador.

"Yo no tengo que ir donde ningún médico," dijo Patterson, "lo digo por experiencia propia. Yo he tenido sexo uno o dos días antes de un combate y he peleado con un cansancio irresistible en las rodillas", agregó. "Bueno," interrumpió el anfitrión, "yo creo que Floyd tiene un buen punto basado en experiencia propia."

"Lo que él ha hecho es complicar lo que se está discutiendo aquí," yo dije con confianza. "Floyd pudo haber estado afectado por una condición mental mejor conocida como psicosomática. Si uno se convence de que bañarse el día de la pelea puede afectarlo en el ring, pues mejor es que no se bañe el día de la pelea. Si lo hace, le está adjudicando una ventaja enorme a su rival".

D'Amato me convenció de lo correcto de este tema porque junto a un experto médico, me explicaron a mí y a otros boxeadores, que la falla primordial sobre el mito del sexo y el boxeo no es el sexo, sino su perseguimiento.

Gracias a El Señor, yo me casé antes de ser campeón y por consecuencia no tenía que "perseguir" el sexo. Pero siendo el boxeo profesional de gente joven y soltera, las ramificaciones sexuales pueden ser desvastadora para el boxeador.

Perseguir a una mujer en un bar, donde uno se tiene que dar "un par de cervecitas" o cualquier otra bebida para después estar con ella un par de horas… eso le afecta su carrera al boxeador.

No entrenar debidamente por estar muy enamorado y darle más prioridad al sexo que a su entrenamiento, eso también le puede destruir las posibilidades a un boxeador.

Sin embargo, el acto sexual, de hecho, le puede hacer más bien que mal al boxeador si no interfiere ni con su descanso, ni con su entrenamiento regular.

La desesperación sexual también puede interferir con el relajamiento que se necesita para todo triunfo seguro. De hecho, boxeadores de primera clase, desde Joe Louis hasta Muhammad Ali, nunca permitieron ser influídos por los mitos sexuales que rondean los círculos atléticos, especialmente en el boxeo.

Las historias son muchas, las verdades muy pocas. Cuando escuché a Tito Trinidad decir "un mes" sin sexo antes de cada pelea, le miré los ojos y francamente le creí.

Recordé mis comienzos y mis hábitos cuando me convertí en profesional. En mis días de aficionado yo respeté el mito sexual con gran exactitud, y como cuestión de magia, descubrí que era una invención de un entrenador inteligentísimo de boxeadores que entendió la situación del "perseguidor" del sexo y creó el mito de no mezclar sexo con entrenamiento de boxeo. De momento, muchos boxeadores creímos que la reducción del sexo, nos acercaba más al triunfo.

En mi caso, mi propio apoderado me aclaró sobre mi vida sexual. Y francamente, nunca me sentí tan relajado en mis combates despues de sus aclaraciones.

Mi esposa Ramona iba con más ánimo y fuerza a mis peleas para gritarme advertencias, sentada cómoda en la primera fila al lado de D'Amato. Fueron instrucciones que eran absolutamente correctas.