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Aquí no hay derrotados

Ahí iba, el viejo caminante rumbo a la gloria suprema. Tras, dos tiros de su incomparable estilo en las 461 yardas del fairways del hoyo 18 de la última vuelta del 138ª British Open, marchaba hacia la preciada The Claret Jug, con un golpe de ventaja.

Lo hacía arropado por el concierto de aplausos y ovaciones de la multitud, que cariñosamente saludaban la excelente demostración de calidad que el golfista próximo a cumplir 60 años había concretado durante los cuatro días en el inhóspito link escocés.

La imagen de Tom Watson en ese hoyo final, con su rostro arrugado a punto de romper en lágrimas, resultaba conmovedora. La emoción embriagaba a los presentes en la cancha y a los millones de quienes lo seguían por televisión.

Pero el encanto de la varita mágica desapareció de pronto. Falló el putt final de dos metros. El cristal del ensueño se quebró. Y el deporte mundial debe contentarse con decir que estuvo a punto de asistir a uno de los más bellos relatos de vida jamás contados. Tom Watson, una gloria viviente del golf, el paciente hombre veterano de mil batallas, capaz de transitar Turnberry con la paz de un abuelo, quedó a un putt de la inmortalidad, destinada de escaparse de las manos en el último suspiro.

Había aguantado todo el torneo como un faro en medio de la tormenta, genial desde el tee, sin perder ni un fairway, salvando con el putt las situaciones más complicadas, siempre un maestro en los links que tan bien conoce.

Al desempate con Steward Cink llegó Watson con la misma paz de los cuatro días. Vestía de azul, como en sus anteriores victorias en el Open. Siempre sonriendo, paseando con las manos a la espalda o en los bolsillos, como en una tarde junto a la playa con sus nietos. Su juego en el playoff sin embargo no se pareció en nada al del resto del torneo, como si hubiera llegado al final sin una gota de golf más. Perdió los fairways, se fue a los bunkers y dejó que las cosas siguieran su ritmo natural, o sea, la victoria del más joven, alto y fuerte.

Esos cuatro hoyos extras eran demasiado peso para su edad. "Mis piernas no daban mas en los hoyos finales. En el desempate fui un desastre", comentó Watson, quien agregó: "Hubiera sido maravilloso ganar, pero no lo fue. Por supuesto es una decepción gigantesca que no es fácil de soportar. Pero aquí no murió nadie, no es ningún velorio".

UNA VUELTA FINAL PLENA DE VARIANTES
La vuelta final se asemejó a una ruleta, en la que la bola del posible ganador saltaba de un lado a otro en una vertiginosa trayectoria de variantes. De entrada nomás, el inglés Ross Fisher hizo birdies en los primeros dos hoyos y tomó una ventaja de dos golpes. Hasta que cayó en el pasto alto de ambos lados del fairway en el hoyo cinco y firmó un cuadruple bogey. Fisher no volvió a hacer otro birdie en el resto del día y terminó en 13º lugar.

De ahí en más los cambios fueron constantes Tres apellidos con W se hallaban emparentados en la lucha. Los ingleses Lee Westwood y Chris Word, estaban unidos a Watson, quien jugaba con el australiano Mathew Goggin.

Watson no fue el único decepcionado. Los otros tres jugadores tuvieron una porción del campeonato en cierto momento. Goggin estaba igualado en el primer lugar y falló malamente un putt de menos de un metro para birdie en el 13. Tres bogeys en los siguientes tres hoyos lo condenaron a terminar quinto a dos golpes detrás de los líderes.

El mayor drama fue el de Westwood. Tenía ventaja de un golpe con cuatro hoyos por jugar antes de hacer dos bogeys consecutivos. Sin embargo, el birdie del 17 le permitió batallar hasta el final. En el 18 falló u putt corto para par y ese bogey le costó no formar parte del desempate. Cuando vio que Watson subía en el 18, el inglés expresó: "Pasé de la frustración a la enfermedad".

Chris Word, de 21 años vino de atrás. Estaba para hacer 68 y ponerse -2 en total. Pero cometió bogey en el 18. Terminó casi dos antes y su -1 se mantuvo como mejor score de los jugadores que estaban en el Club House hasta que Cink sacó de la galera el birdie que apagó la lámpara mágica del veterano gladiador.

LOS LATINOAMERICANOS
Si bien no fueron actores principales de la gloria y el drama que ofreció el torneo, el balance para los latinoamericanos fue positivo. El tucumano Andrés Romero logró el mejor score del día (67, -3, con dos águilas, tres birdies y cuatro bogeys) y escaló hasta el puesto 13° con otros 10 jugadores. Una lástima: de haber descontado un golpe más, finalizaba octavo y se ganaba el derecho de jugar el Abierto Británico de 2010.

Uno de los empatados fue el colombiano Camilo Villegas, quien mejoró su 39º lugar del año pasado pero no pudo llegar a pelear entre los líderes. El "hombre araña" hizo cuatro birdies, dos bogeys y un doble bogey para terminar en par de cancha y cerrar una tarjeta de 282 golpes (+2), con problemas en sus piernas.

Angel Cabrera, que había comenzado el día a cinco golpes de la punta, no pudo meterse en la lucha fuerte y terminó 24°, después de un último giro de 72 (+2). "Fallé en el green, sobre todo en los últimos diez hoyos. Pero me queda la tranquilidad de que pegué bien", comentó el ganador de dos Majors.

OPINIONES PARA TENER EN CUENTA
El sábado, Jack Nicklaus volvió a prender la televisión y dijo a través de un vocero: "Como todo el mundo -incluido Tom- tuve lágrimas en mis ojos". Todo esto motivó a Nicklaus, de 69 años, a enviar su primer mensaje de texto, algo que su esposa Barbara, había empezado a hacer antes del torneo, deseándole lo mejor a Watson.

Después del desempate, el Oso Dorado comentó: "A todos nos hubiese encantado ver ganar a Tom, pero lo que ha logrado es algo fenomenal. Es histórico. Estar en la definición de un Open, a los 59 años, pegando swings como los que él pega es único. Siempre ha tenido un hermoso swing, con un giro completo y no ha cambiado. Estoy maravillado con su notable actuación".

No existen ganadores morales, es cierto. "Para mí, el vencedor moral de este Open es Tom Watson", expresó a viva voz Severiano Ballesteros en Pedreña, a la vez que no pudo reprimir el impulso de, al acabar la transmisión, salir a jugar unos hoyos. "Watson me metió el gusanillo y tenía que sacármelo como fuera".

Seve, le enviará una carta a Watson agradeciéndole los buenos días que le ha hecho pasar en esta semana, le emplaza para verse el año que viene en St. Andrews. "Yo voy a estar allí seguro", dijo entusiasmado.

Roberto De Vicenzo, ganador del Open a los 44 años, fue realista en su columna: "Para él fue una consagración absoluta, un triunfo sin medalla. La imagen que dejó fue muy buena para los que lo vieron, en el lugar o por la TV. Inclusive, entre los extranjeros, creo que no hubo nadie que no quisiera que ganara Watson. Y que haya perdido en el epílogo y por un putt de un metro, no cambia esa imagen".

La historia la escriben también los perdedores, a veces con letras mayúsculas, con más gloria incluso que quien se lleva la fama. En las estadísticas aparecerá el nombre de Stewart Cink, un estadounidense de 36 años, como el ganador del 138ª British Open. Pero para los amantes del golf éste será para siempre el torneo de Tom Watson, el jugador que, a punto de cumplir los 60 años, falló un último putt de dos metros en el hoyo 18 que le privó de la inmortalidad.

Todo lo que pudo haber logrado Watson con un triunfo y que, al cabo, no concretó, obligara cada vez que se menciones a Turnberry 2009 a mencionar. "Con 59 años, iba a convertirse en el más veterano en obtener en un certamen Major. Además, Tom se perdió de agregar su sexto open británico a los de 1975, 1977, 1980, 1982 y 1983 para igualar la marca de Harry Vardon, séxtuple triunfador pero en la prehistoria del certamen, entre 1896 y 1911. Y hubiese tenido la mayor diferencia entre una y otra victoria (26 años), por culpa de un putt".

A Watson le queda grabado en su mente ese interminable reconocimiento que le brindaron los aficionados y sus colegas plenos de admiración en el link y fuera de él. Todavía estoy viendo su mirada a su público con su rostro arrugado y sus ojos celestes al borde de las lágrimas. Acababa de brindar una notable lección de vigencia y revitalizaba la idea de que el golf es un deporte para todas las edades.

Sabe amigo, todavía me cuesta creer que Tom no haya ganado.

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