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Nicolás Burgos: "Cuando tengo dudas sobre todo lo que hice, llega un resultado y me dice que estoy haciendo las cosas bien"

Burgos escaló 85 puestos en el ranking mundial. ITTF Americas

En su día a día no ha cambiado nada, asegura, sobrio y sonrisa mediante, Nicolás Burgos, a partir de esta semana el segundo mejor tenismesista de América, después de haberse convertido en la gran figura del Campeonato Panamericano de Tenis de Mesa de La Habana, en diálogo con ESPN.cl.

El chileno de 21 años encabezó, en la capital cubana, un certamen histórico para el tenis de mesa chileno, con cuatro medallas –la delegación acumuló cinco–, dos de ellas doradas y una plateada en individuales, un registro sin precedentes para el país.

Todavía no lo asimilé al 100%. En el primer Panamericano que jugué, en 2019, antes de la pandemia, no tuve ninguna medalla, nada. Fui, jugué y perdí en todas las competencias. En el segundo, el año pasado, tuvimos plata en dobles varones y bronce en dobles mixtos. Y ahora, de un año para el otro, tener las cuatro medallas, dos de oro, en singles la plata y en equipos quedar terceros, a un paso de la clasificación olímpica… fue un salto muy grande”, reconoce Nico, ya instalado en Europa tras una semana tan inédita como desgastante.

Gustavo Gómez y Paulina Vega fueron sus coequipers en dobles, modalidad en la que se subió dos veces a lo más alto del podio, mientras que Alfonso Olave y Felipe Olivares completaron el equipo masculino, que quedó a las puertas de conseguir el cupo para París 2024.

Pero quizás la actuación más destacada del oriundo de Maipú tuvo lugar en individuales, donde superó al paraguayo Axel Bertolo (4-0), al estadounidense Darryl Tsao (4-1), al brasileño Vitor Ishiy (4-2), al ecuatoriano Alberto Miño (4-2) y al argentino Santiago Lorenzo (4-3), para citarse en la final con el brasileño Hugo Calderano (1-4), quinto del escalafón global y mejor tenismesista latinoamericano de todos los tiempos.

“Estoy demasiado feliz, creo que ha sido mi mejor torneo individual. Últimamente he sido bastante regular en las competencias individuales por Chile, siempre he ido en avance, pero no pensé que iba a llegar a una final tampoco, no lo tenía contemplado en ningún momento”, añade Burgos, que cuando vio su llave pensó que era “bastante difícil”, por lo que se enfocó en ir “partido a partido”, y recién empezó a asimilar sus logros a partir de las semifinales.

Una de las claves para el atleta, que dirá presente en Santiago 2023, fue atreverse, ya que “no se quería quedar con ningún arrepentimiento” si llegaba a caer. “Hice todo lo que se me vino a la mente y me atreví; creo que se me dio, pero si no se me hubiera dado, si hubiera perdido, habría estado tranquilo, porque hice todo lo que pensé y lo que estimé que era lo correcto”, completó.

Dentro del torneo caribeño, el más importante de la disciplina a nivel regional, la Federación Chilena de Tenis de Mesa (FECHITEME) anunció que Burgos dejaría de participar de la competencia por equipos, luego de haber disputado muchos partidos en pocos días y pensando en los Juegos Panamericanos. Sin embargo, de cara a las etapas finales, con el elenco nacional bien encaminado, tuvo que regresar, ya que Olivares sufrió una intoxicación. “Habían pasado dos días y me sentía mucho mejor. La mente es lo más difícil de reconectar con el torneo… el físico uno se activa y empieza todo de nuevo, pero en lo mental fue difícil volver a conectar con la competición. Por suerte lo fui logrando y terminé jugando la última fase”, señaló la joven promesa criolla.

Lamentablemente, el equipo chileno no pudo lograr la clasificación a los Juegos Olímpicos: en la última serie, contra Canadá, necesitaba una victoria 3 a 0, por lo que se buscó una formación innovadora para buscar ese resultado, pero a fin de cuentas fue 3 a 2 para el conjunto integrado por Burgos, Gómez, Olave y Olivares.

A pesar del mal sabor de boca por haber quedado tan cerca de lo que Nico define como un gran objetivo, el tenismesista reconoce que “la ilusión está intacta” y que “en lo personal tiene bastantes opciones”, tanto por un torneo de clasificación como por ranking, mientras que, en dobles mixtos, con Vega, “tienen hartas opciones”, y en equipos aún hay una instancia clasificatoria.

El sueño local

Hasta fin de año, el deporte chileno pondrá sus ojos en un evento inédito para el país: los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. En su decimonovena edición, la competencia más importante a nivel continental tendrá lugar en casa. Y, claro, el tenis de mesa no es la excepción.

“Nos venimos preparando desde marzo. Yo me vine en marzo a Europa y desde ese momento que estoy entrenando acá, viajando a los torneos en América. Ahí empecé con la preparación, ha sido bastante tiempo, hacía mucho que no me venía tan seguido a Europa… Ha sido un sacrificio, pero creo que ha dado sus frutos, he entrenado bastante, con gente súper buena. Y ahora que quedan las últimas semanas, vamos a seguir haciendo lo mismo, no vamos a cambiar nada. Espero llegar a Santiago de la mejor manera”, cuenta quien pisará suelo chileno en la última semana de octubre, en vísperas del comienzo de la actividad en el Centro de Entrenamiento Olímpico de Ñuñoa, donde habitualmente la Selección Chilena se prepara para las competencias.

Respecto a los objetivos, Nico es consciente de que “en Cuba dejaron la vara bastante alta”, por lo que ahora “intentarán hacer lo mismo o superarlo”, algo “súper difícil”, aunque “si lo hicieron una vez, es posible repetirlo”.

Y añade: “El tenis de mesa es un deporte súper cambiante, un día puedes llegar a una final y al otro puedes perder en primera ronda. Lamentablemente así funciona. Hay que aceptarlo y vamos a intentar lo mejor, por llegar lo más lejos en cada prueba, de la competencia más fundamental en lo que queda del año”.

Luego, se quedará unos meses en Chile, entrenando en Ñuñoa y preparando el próximo año, para lo que deberá tomar algunas decisiones, ya que “se vienen bastantes cambios” en cuanto a dónde entrenar y vivir, por ejemplo. Actualmente, el deportista nacional se mueve mucho entre Portugal –divide tiempo en Mirandela y en Oporto–, Alemania, donde juega liga para un equipo cercano a Stuttgart, y Chile, su casa, en la que reside durante algunos meses del año.

Un ranking sin precedentes

Culminada su histórica performance en La Habana, Nico recibió una gran noticia para su carrera deportiva: subió 85 puestos en el ranking mundial, publicado por la World Table Tennis (WTT), y llegó a la posición número 51, con lo que se convirtió en el segundo mejor jugador de América –por detrás del susodicho Calderano– y en el chileno mejor posicionado de todos los tiempos. Además, escaló al top 10 en dobles masculino, con Gómez, y al top 20 en dobles mixto, con Vega.

Burgos, que no termina de caer en lo conseguido, afirma: “Siempre he ido día a día, torneo a torneo, pero que pase esto… Siempre que tengo dudas sobre todo lo que he hecho, llega un resultado y me dice que estoy haciendo las cosas bien. Que haya pasado esto ahora me motiva bastante, por eso tengo que hacer bastantes cambios, para enfocarme al 100% en esto, buscar todas las formas posibles de avanzar, de mejorar, y de poder llegar al nivel de Hugo, al top 30, top 20 del mundo, y poder competir de igual a igual con ellos. Esa es la meta, ser de los mejores, intentar todo por estar ahí. No sé dónde estarán mis limites, no tengo idea, pero lo voy a intentar”.

“Aún no me lo creo tanto la verdad. Es extraño, porque en mi día a día no ha cambiado nada, todo sigue igual. Pero es raro, tenía metas en mi vida, quería llegar a este top, pero no pensé que sería tan rápido, yo le estimaba más años. Siempre he sido muy de calcular las cosas, saco los cálculos, estoy viendo los torneos que voy a jugar, los puntos que puedo obtener, y pensaba en tres o cuatro años más, a los 24 o 25, pero jamás pensé que a los 21 iba a pegar el salto al 51°. Y ojalá seguir avanzando”, profundiza.

En esa trayectoria, que lo tiene posicionado en la élite del tenis de mesa mundial, aparece un nombre clave para Nico: Freddy, su padre, quien falleció a fines de 2021. “Fue la relación más importante, porque siempre confió, siempre supo, siempre decía que yo iba a hacer o ganar esto, aun sin ganarlo, faltando años para hacerlo, me decía que iba a estar en estas posiciones... Yo siempre he sido de calcular, pensaba que no entrenaba lo mismo que otros jugadores, o en los mismos lugares y condiciones, pero con el tiempo, confiando más en mí, se han dado todas estas cosas”, asegura.

“Estoy súper feliz de que se esté dando, triste por un lado, porque él no lo está observando, no está presente físicamente en lo que está sucediendo ahora, porque sé que estaría feliz, estaríamos disfrutando esto como locos, sería una locura estar juntos, pero sé que de alguna manera lo sabe”, señala el maipucino.

Una vida ligada al tenis de mesa

Cuando Nico empezó a jugar ping-pong, en su colegio, no le gustó. Previamente lo había hecho con su papá en la casa de su abuela, pero ahí sí le causaba interés, a diferencia de lo que sucedía en la escuela, por lo que cambió la paleta por la raqueta y practicó unos meses tenis, aunque, admite, “tenía cero talento”, por lo que volvió a intentar de nuevo con el tenis de mesa, que “se le daba bien” y para el que “tenía facilidad”, a los 8 o 9 años.

Y ahí se fue “encantando” de este deporte. Comenzó a entrenar dos veces por semana después de clase. Luego tres, todos los días, doble turno, y llegaron los títulos nacionales en categorías de menores, un paso previo a viajar por primera vez a Alemania, específicamente a un pueblo cercano a Leipzig, cuando tenía 13 años. En ese punto comenzó su periplo entre Chile y Europa, cruzando el charco cada vez con mayor frecuencia.

“Fueron tres meses sin mi familia, pero yo quería solamente jugar, eso tenía en mi mente: jugar, entrenar, jugar con gente nueva y mejor que yo, solo pensaba en eso, como un niño de 13 años quizás no asimilaba que estaba lejos de mi casa. Fue súper positivo, después quedé con muchas ganas de volver, y empecé a hacerlo, cada vez por más meses, hasta ahora, que viajo más seguido, porque tengo más competencias, además de la Selección”, relata Burgos.

A diferencia de otros atletas, Nico no se crió en una familia de deportistas, aunque su papá, hincha de la Unión Española –el tenismesista no es muy fanático del fútbol, pero sí recuerda haber alentado al elenco hispano en el Santa Laura– jugaba al fútbol de forma amateur y ping-pong, al punto de entrenar y competir con él en sus inicios.

Un juego vistoso

Con el paso de los años, el circuito mundial –y los nacionales– fue tornándose algo homogéneo en cuanto a estilos de juego. A diferencia de otras épocas, en las que convivían por igual estilos ofensivos y defensivos, el tenis de mesa contemporáneo viró hacia el ataque, con golpes, en algún punto, similares entre los mejores del planeta.

Aunque Nico no se sale de esa norma, sí tiene en su repertorio distintos recursos, con efectos laterales y ‘chops’ como parte de sus entrenamientos y partidos, algo que viene desde hace muchos años, según narra: “Cuando niño, siempre lo hacía mucho, pero en los entrenamientos. Me gustaba hacer cosas así, pero nunca lo llevaba a lo competitivo, me ponía serio y jugaba más normal. Pero me di cuenta de que todos hacían lo mismo, todos jugaban igual y yo estaba jugando igual que ellos”.

Y ahonda: “Quizás para escalar un poco más en mi nivel, en mi juego, tenía que buscar algo diferente, para sacar todas las posibles ventajas, porque en este deporte cada ventaja es importante. Y empecé a intentar cosas así. Cuando pasé a la categoría adulta, me di cuenta de que era bastante difícil el cambio desde juvenil, y tenía que buscar un estilo, establecerme en un modo y un sistema de juego que fuera propio. Y ahí empecé a entrenar específicamente cosas así, a dedicarme más a eso, porque los golpes básicos todos los tienen: revés, derecha, saques, todo el mundo tiene eso, pero he intentado hacer cosas diferentes para aumentar la ventaja sobre otros jugadores”.

Parte de su juego se puede observar en sus redes sociales, con las que ha pasado por distintas etapas: de ser activo a dejar de utilizarlas, para “enfocarse en la vida real”, y luego a volver a aprovecharlas, tras firmar contrato con Butterfly, marca emblema del tenis de mesa a nivel global, que le pide posteos constantes, aspecto que, piensa, puede valerle para encontrar otros auspiciantes, fundamental en deportes ajenos al ‘mainstream’.

El tenis de mesa en Chile

Aun sin encontrarse en la cotidianeidad del país, Burgos destaca que el tenis de mesa en Chile “ha avanzado y mejorado bastante”, lo que lo pone “súper feliz”, como aportar en equipos y dobles, teniendo en cuenta que “singles es algo aparte”.

“También sé que en juveniles hay hartos jugadores que están intentándolo todo por mejorar, llegar arriba, vivir y hacer de esto una carrera. Y todo es posible, todo se puede hacer. Si vienen a Europa, luchan, intentan, las probabilidades de llegar al nivel alto son altas”, continúa.

En ese sentido, admite que tener experiencias en el Viejo Continente es clave para pasar al siguiente nivel: “Si no vas a Europa, es más complicado dar un salto. No estoy diciendo que se tengan que venir un año entero, porque eso a veces juega en contra para la mente, no es fácil estar acá solo, esta vida es bastante solitaria, te tenés que acostumbrar a estar contigo mismo. Pero sí estar acá, aprender cómo mejorar, para después estar en Chile o tu país y hacer tus cosas y progresar un poco más. Es mejor estar acá, obtener los conocimientos, ver a los jugadores y tener el roce de jugar contra ellos, tener esa intensidad y probarla”.

Cada vez que regresa al país, Nico intenta jugar la mayor cantidad de torneos, ya que le gusta mucho jugar allí, aunque por cuestiones reglamentarias, al formar parte de la Selección, no puede participar de los torneos nacionales.

Asimismo, cada vez nota que más chicos se le acercan para charlar o pedirle una foto. “Yo encantado si puedo entregarles un momento así… Creo que a mí me hubiera encantado ser ese niño y hablar con mi ídolo, hubiera sido súper bacán, así que si les puedo entregar ese momento lo voy a hacer”, cuenta el 51° del planeta, que de chico tenía como ídolos a los que veía jugar en YouTube, como los chinos, o incluso Calderano, a quien define como “lo más grande que hay en América”.

No obstante, con el paso del tiempo se fue dando cuenta de que podía llegar a ese nivel y competir contra ellos, por lo que fue perdiendo la idolatría, con tal de verlos como rivales.

Sueños, objetivos y una ambición sin techo

“Si me hubieras preguntado eso hace una semana, mi respuesta habría sido bastante diferente”, responde, sincero, Nico, quien sigue siendo el mismo, pero sabe que el Campeonato Panamericano puede haber sido un antes y un después en su carrera.

Y continúa: “Ahora tengo como meta llegar al top 30, si llego pensaré en un top 15, ese es mi objetivo. También mantenerme en los años, porque una cosa es llegar y otra mantenerse, y obviamente subir el nivel y seguir avanzando. Una meta sería firmar un contrato profesional en Europa, con alguna liga, como Alemania o Francia. Eso ya significaría radicarme acá completamente, cuando este año estuve varios meses en Chile también. Esa creo que sería mi próxima meta, tener un contrato profesional y venirme de lleno a jugar para acá”.

Pero no se olvida de los Juegos Olímpicos de París 2024, competencia que conoce por haber disputado, en 2018, los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires, a nivel de menores: “Ese es mi objetivo, que estoy bastante cerca… Quiero seguir sumando puntos para el ranking. Si logro la clasificación en un preolímpico de abril o mayo, también sería súper bonito, incluso sería más bonito clasificar así, pero de la forma que sea, ir a los Juegos Olímpicos tiene su mérito, y voy a intentar todo lo mejor para llegar allá”, concluye.

El crecimiento de Nicolás Burgos, quien este año también ganó el oro en el Campeonato Sudamericano de Lima, Perú, es vertiginoso. Con 21 años, ya es el segundo mejor jugador del continente, pero no se conforma y va por más, con Santiago a la vuelta de la esquina y París en la cabeza. Y la bandera chilena, de paso, se prepara para seguir flameando en lo más alto de la mano del tenis de mesa.