Otra vez las hermanas doradas

La victoria de Serena Williams sobre su hermana Venus le sirvió para quitarle el trono a la ahora escolta, pero sobre todo confirmó que en el tenis femenino hay pocas que les puedan hacer sombra

DEFINICIÓN FAMILIAR
Como en Roland Garros, la final de Wimbledon fue entre las hermanas Williams
(Reuters)
BUENOS AIRES -- La familia diez. Las hermanas doradas. Cualquier calificación de ese tipo pueden caber perfectamente para las dueñas del tenis femenino.

Tal como estaba previsto antes del comienzo del tercer Grand Slam de la temporada, nada hacía suponer que las Williams no iban a verse las caras en la finalísima de Wimbledon. Volvió a ganar Serena, la menor, como ocurrió en la definición de Roland Garros y ahora le quitó el trono a Venus, que es su escolta.

¿Qué más puede pedir Richard, el controvertido padre de las hermanas deportistas más famosas del mundo? ¿Qué dirá hoy quien fue acusado en diversas ocasiones de digitar los partidos entre sus hijas? Sin dudas, es el sueño hecho realidad para el polémico hombre estadounidense de raza negra que ya disfrutaba con ambas en los dos primeros puestos del ranking y que ahora le agrega la frutilla del postre, porque las dos consiguieron alcanzar la cima.

Esta hegemonía no tiene discusión. Sin ir más lejos, hacía seis años que dos jugadoras no se enfrentaban, en la misma temporada, en las finales de Roland Garros y de Wimbledon, justamente en las superficies extremas, como el lento polvo de ladrillo parisino y el veloz césped londinense.

En 1996, la alemana Steffi Graf hizo doblete con triunfos sobre la española Arantxa Sánchez. Lo mismo logró Serena, al obtener dos de los títulos más codiciados.

Así, la flamante reina, que está por cumplir 21 años, suma tres victorias en grandes torneos ya que anteriormente había festejado en el US Open de 1999. Sólo le falta el trofeo del Abierto de Australia. En cambio, Venus, de 22 años, consiguió uno más pero aún tiene dos materias pendientes, porque se impuso en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos tanto en el 2000 como en el 2001.

LA RACHA RECIEN EMPIEZA
Como están planteadas las cosas, todo indica que ambas podrán darse el gusto, en poquito tiempo más, de juntar las copas que les faltan. Por una potencia intimidatoria, están señaladas a ser las dos mejores del circuito durante mucho tiempo. Claro, si no se cansan o bien Venus, como ya insistió en alguna ocasión, se vuelca por unos meses a los libros y decide hacer un paréntesis para rendir materias. Lo cierto es que ellas, después de algunos avisos importantes, altibajos y lesiones, ya se pusieron en sintonía: disfrutan y ganan.

Sólo un puñadito de rivales, y cuya cantidad alcanza a contarse con los dedos de una mano, están en condiciones de vencerlas. Si la velocidad del juego de las Williams ya era de temer en las superficies rápidas, lo hecho en el Abierto de Francia demostró que tampoco dieron tregua en la arcilla. Y en menos de un mes volvieron a arrasar con las que se les pararon enfrente en Wimbledon.

Hay frases de ocasionales adversarias que se repiten y son una muestra más de la diferencia con la que corre la pelota, lo que hace inevitable la brecha: "Fue demasiado fuerte y agresiva para mí" o "es tan poderosa que no pude hacer nada".

Ahora bien, si esto lo dice una jugadora que nunca estuvo entre las 30 primeras o que no pudo meterse en la segunda semana de un Grand Slam, todavía. Pero como esto viene de chicas muy conocidas, que trepan a las instancias decisivas y tropiezan contra las mismas piedras, es otra historia.

Estas sensaciones de impotencia, porque se trata de eso, sin vueltas, las vivió la belga Justine Henin, actualmente sexta en el ranking de la WTA, tras su aplastante derrota contra Venus Williams en una semifinal. Y ojo que Henin ya había sido finalista en Londres el año pasado, dos meses después de haber alcanzado una semi en París.

Es cierto que esta pequeña es similar a la suiza Martina Hingis en cuanto al escaso poderío físico. Pero ni aún con su ductilidad, con una mano envidiable, pudo torcer el rumbo y sacar al menos una pequeña ventaja cambiando los ritmos. Es que hay que tener mucha potencia para tratar de equipararse con las Williams y, a partir de ahí, buscar la manera de molestarlas.

Un ejemplo: Serena apenas cedió un set en Roland Garros, contra la también estadounidense Jennifer Capriati en una semifinal, y ninguno en Wimbledon. Y en ambos campeonatos, Venus, exceptuando los que perdió ante Serena, apenas dejó uno en el camino en Londres.

POCOS RIESGOS EN EL CAMINO
La también norteamericana Lindsay Davenport es capaz de poner en serios apuros e inclusive superar a las hermanitas que hoy ejercen un monopolio del tenis femenino, siempre y cuando retome su mejor nivel cuando reaparezca de la prolongada inactividad tras una operación. Porque la grandota cuenta con tiros que también llevan mucha pimienta.

Otra que puede comprometerlas es la propia Capriati, aunque es forzada mucho sobre su revés y además se está mostrando menos constante mentalmente respecto del año pasado.

Y después aparece la suiza Martina Hingis, alejada por ahora luego de pasar por el quirófano, pero que padece el mismo inconveniente de Henin: la carencia de potencia. Estas dos son las que mejor espectáculo brindan, porque son las que juegan más vistoso como producto de sus talentos naturales.

La belga Kim Clijsters, en clara baja, y la estadounidense Monica Seles, que quiere sumarse a la pelea, tienen fuerza pero no les es suficiente para el permanente e incansable ida y vuelta que proponen las Williams en todos los puntos de un partido y sobre cualquier tipo de superficie.

¿Si esto es aburrido? Para la francesa Amelie Mauresmo, verduga de Capriati en los cuartos de final en Wimbledon y víctima de Serena, esta situación es triste para el tenis femenino y asegura que mucha gente no quiere ver más finales entre las Williams.

Y la argentina Gabriela Sabatini, de paso por Inglaterra, también comentó que no le atrae el hecho de que Serena y Venus dominen tanto el circuito por el simple hecho de pegarle tan duro. Es probable que, de continuar esto, como es previsible, los fanáticos rogarán por otros nombres que se mezclen en las grandes definiciones.

Hoy, el tenis de las chicas tiene un problema: la falta de ídolas. Porque si bien las Williams muchas veces aburren con su juego tan potente y moderno pese a que busquen tomar la red, no son muy queridas por el público.

Ya son conocidos los desplantes de Venus, no así de Serena, y la gente no compra, ingenua y rápidamente, las sonrisas de las hermanitas. Quizá sería otra la historia si mostraran un juego más lucido. Lo concreto es que, si bien deportivamente nadie las puede discutir más allá de los gustos, no cuentan con el carisma de otras figuras.

Con mejor técnica y más desarrollada físicamente, Serena está dando vuelta a su favor el clásico familiar, ya que está 4-5 contra Venus pero ganó los últimos tres partidos. Alguna vez dijo don Richard que la más chica de edad iba a llegar más lejos. El tiempo le dará la razón o no, pero a esta altura, con escasa experiencia profesional, ambas ya le cumplieron el sueño de verlas arriba de todas. Y ese mérito de ellas es algo que nadie podrá poner en discusión.

GUSTAVO GOITÍA es periodista especializado en tenis desde 1989. Se desempeñó como redactor en el diario La Nación, la revista VIVA de Clarín y el diario deportivo Olé, todos de Buenos Aires, y además fue comentarista en el canal TyC Sports. Actualmente es redactor del diario Clarín y columnista de ESPNdeportes.com.

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