Es cierto, sus expectativas estaban muy por encima de eso y motivos no le faltaban para sostenerlas. El ala-pivote, que desde hace cuatro temporadas juega en el básquetbol español, es uno de los mejores jugadores de su generación en todo el mundo, algo que demostró en cada competición que afrontó en los últimos años.

Sin embargo, a la hora de la elección a muchos equipos les pesó más el contrato en vigencia, recientemente extendido y del cual le resultará legalmente imposible librarse en los próximos dos años. A esto se suman los elevados dos millones de dólares que le exigiría como cláusula de salida su actual equipo, Tau Cerámica.

Pero se insiste: no merece verse su ubicación como un fracaso, más allá de que para el ego personal del jugador, que aspiraba con todas sus ansias ser el único argentino elegido en primera ronda, haya sido una frustración.

Su futuro le promete lo mejor, ya que durante los dos próximos años, si continúa con la proyección consistente que viene mostrando, seguirá consolidando su nivel de juego y tomando experiencia en las competencias más fuertes de Europa.

Entonces podrá sentarse a conversar con San Antonio, que hoy confía en haber hecho un gran negocio pensando en el mañana, desde una posición mucho más fortalecida que la actual.

El ejemplo más contundente y aplicable lo tiene muy cerca suyo: Emanuel Ginóbili fue elegido en 1999 en el puesto 57, casualmente también por San Antonio. Tres años después se sumará a los Spurs en condición de estrella europea, con un aceptable contrato (que se ajustará tras la primera temporada) y la firme promesa de integrar el grupo de jugadores de la rotación permanente.

Y si se hace memoria, se recordará que Ginóbili no era, a los 22 años, tan respetado como lo es hoy Scola, quien acaba de ser elegido como el mejor jugador de su edad en toda Europa.

La dirección de San Antonio sabe esto. Como no tiene apuro, esperará a que el tiempo le permita recoger los frutos esperados, cuando dentro de dos o tres temporadas comience su proceso de reconstrucción. Los Spurs apuntan a otro gran negocio, como seguramente será el de Ginóbili.

KAMMERICHS, EL TAPADO
Si de Scola tuvimos que escribir desilusión, para Federico Kammerichs podemos utilizar sorpresa. Casi nadie esperaba que este alero de 2,03 y 22 años, que recién acaba de cumplir su primera experiencia europea en el Orense de la Segunda División de España, estuviera en el draft, donde fue elegido por Portland en el 51º lugar.

Su mayor mérito hay que buscarlo en el Mundial Sub 21 del año pasado. Allí el argentino tuvo una actuación brillante, promediando 13,4 puntos y 7,2 rebotes, pero además liderando por temperamento a su equipo.

Los Blazers hicieron claramente una apuesta de futuro. Kammerichs es un alero chico con enormes y poco habituales virtudes físicas y técnicas para su talla, pero todavía en desarrollo. Este año tendrá su mayor desafío, cuando debute en la Liga de España.

Llevará encima los ojos del cuerpo técnico de los Blazers, un equipo que ya empieza a sentir que se le viene encima el tiempo de la renovación. Si el jugador termina de explotar y se instala entre lo mejor de Europa, podrá aspirar a hacerse un lugar en la NBA.

LA NBA REVOLVIÓ EL MERCADO INTERNACIONAL
En los dos últimos años la característica del draft fue la incorporación de jugadores directamente desde escuelas secundarias. Esta vez, a la sombra de los buenos resultados que dejaron los fichajes del alemán Nowitzki, el yugoslavo Stojakovic, el turco Turkoglu y más acá el español Gasol, los equipos revolvieron el mercado internacional.

De las 57 elecciones, 18 fueron jugadores extranjeros y 12 de estos no registran antecedentes en el básquetbol universitario estadounidense. Por primera vez, la NBA debe buscar fuera de su ambiente natural al número uno del draft.

Pero la tendencia no terminó con el chino Yao Ming, provocando algo inusual: tres extranjeros entre los siete mejores del draft. El georgiano Nikoloz Tskitishvili, que apenas gozó de minutos en el Benetton Treviso de Italia, salió en el quinto lugar, escogido por Denver, y en el séptimo apareció el brasileño Nene, cuyos derechos tomó New York, para traspasarlo posteriormente a los Nuggets.

Rodney Hilario Maybiner se convirtió a los 19 años, en el cuarto brasileño en ser elegido en la NBA, tras Marquinhos, en la década del setenta, y Oscar y Rolando en los ochenta.

El ala-pivote brasileño, de 2,08, era una de las piedras preciosas del draft. Considerado un portento físico para su edad, tiene todo para triunfar dentro del actual nivel de juego de la NBA, en el que la fuerza, velocidad y potencia parecen marcar más diferencia que la técnica. Al llegar a un equipo limitado como Denver es posible que encuentre más rápido los minutos de cancha y las oportunidades para hacer experiencia y ganarse su lugar.