Tuve la buena suerte de jugar por dos temporadas en la pelota invernal de Puerto Rico con los Indios de Mayagüez. Pude tener buenos números. Gané un premio al Jugador Más Valioso, estuve en dos Juegos de Estrellas, fui parte de un equipo campeón, e incluso estuve en el equipo que le ganó al 'Dream Team'. Hasta me gané el premio al hombre más veloz. Sin duda fue un punto clave para mi carrera. Llegué ahí como un prospecto cuya promesa se desvanecía. Y regresé a casa proveniente de Puerto Rico como alguien que podía jugar a diario en Grandes Ligas.

Pero los números no eran lo más importante.

He estado preocupado con respecto a las críticas hechas al equipo puertorriqueño en el Clásico Mundial de Béisbol, acusándolos de celebraciones excesivas e incluso prematuras. Más preocupante aún es la idea que los jóvenes peloteros no deberían tomar a estos jugadores boricuas como modelo a seguir. Por ende, permítanme por favor compartir unas ideas como alguien que, con agradecimiento, jugó por dos años en Puerto Rico como importado estadounisense.

Es simplificar en exceso el tratar de resumir las emociones a una serie de reglas. Tuve una buena carrera en Grandes Ligas y yo apoyo el tener límites de respeto por tu oponente y por este deporte. Eso lo puedo comprender. Sin importar lo sumamente expresiva que una cultura pueda llegar a ser, hay líneas dentro de esa cultura que delimitan lo que es el respeto y el honor. El béisbol de Grandes Ligas se supone debe ser una fusión de culturas y el Clásico Mundial de Béisbol es un evento en el cual cada cultura comparte de forma honesta su sabor con el mundo. Después de todo, están jugando para su países, sus hogares.

 Puerto Rico infielder Javier Baez
Orlando Ramirez/USA TODAY SportsLa jugada de Javier Báez, en la que puso fuera a Nelson Cruz en intento de robo sin mirar en la intermedia, fue una de las jugadas más alabadas y criticadas del Clásico Mundial.
Cuando a la estrella del equipo de Países Bajos Wladimir Balentien le fue arrojada una pelota cerca de su cabeza por el cerrador de Puerto Rico, Edwin Díaz , este se molestó muchísimo. Lo más probable es que haya visto ese pitcheo como represalia por todo el daño que le había infringido a su equipo ofensivamente; pero fue el puertorriqueño Yadier Molinaquien lo calmó, asegurándolo que entendiese que no fue intencional. Molina tenía reglas, honor y respeto. Pero cuando llegaba el momento de expresar alegría por las muchas jugadas grandes que ejecutó Molina para Puerto Rico en el torneo, saltaba como un joven emocionado. El receptor boricua llevó sus emociones a flor de piel en los buenos momentos, y también en los malos.

Cuando uno juega para un equipo que realmente se convierte en familia, uno que no está circunscrito a un contrato o la dirección de un estadio o incluso la historia de una organización, sino por la cultura, por las amistades de niñez, su legado, el vecindario (sin importar si uno viste un uniforme diferente fuera de su país o no), las rivalidades son más intensas y los significados son distintos. Aprendí muy rápidamente que no solo jugaba para los Indios de Mayagüez, sino para todos en el país que amaban el béisbol y querían fuese celebrado. Incluso sentí que tenía que representar a mis oponentes ya que todos parecían conocerse muy bien, sin importar los clubes con los cuales jugaban. Era como jugar contra tu hermano. Quieres ganar, quieres tener derecho a presumir lo que hiciste, pero al final, se abrazan, cenan juntos y se van a casa, juntos.

Mi actuación en Puerto Rico estuvo al más alto nivel. Regresé con muchos trofeos. Pero esos premios no fueron el mejor obsequio. Varios trofeos están envueltos en cajas y puestos a un lado en mi casa porque lo más importante para mí ahora son mis cuatro hijos, mi familia es ahora la que ocupa el espacio más importante en mi estantería de trofeos. El verdadero regalo vino porque pude sentir que validé que podía pertenecer allí. Se me dio la bienvenida como hijo, una relación que no fue marcada simplemente por mi raza o color. Conexiones que duran hasta el día de hoy. Recuerdo haber regresado años después de haber ganado el campeonato y haber visto los mismos fanáticos en el partido, saludándome como si el tiempo no hubiese transcurrido. Es algo que todos deseamos, el ser recordados, el poder encontrar un espacio en el que sientes que los mejores momentos se mantienen congelados y no se pierden.

La orquesta sonaba, anunciaron mi nombre, los fanáticos me aplaudieron, las mismas familias que había visto en partidos años atrás me abrazaron. Sí, jugué muy bien durante mi tiempo allí, conseguí muchas cosas por las cuales celebrar, pero sigo escuchando de gente que conocí por lo que se creó fuera del terreno. Esas temporadas nunca me han dejado y, afortunadamente, nunca dejaron al pueblo de Puerto Rico.

Team Puerto Rico fans
Alex Trautwig/WBCI/MLB Photos/Getty ImagesLos fanáticos de Puerto Rico, con sus instrumentos y cantando el ritmo de la plena, se dejaron sentir en cada uno de los partidos del Clásico Mundial.
Siempre he amado al béisbol desde el momento que mi hermano me lo presentó. Es un deporte que me ha dado tanto. El poder cumplir un sueño, el honor de competir con los mejores, el poder de hacer historia, las recompensas financieras por haberlo jugado por tanto tiempo, la lista sigue y sigue. Pero mi tiempo en Puerto Rico fue singular. Me sentí realmente querido allá, más allá de los números, más allá del uniforme, más allá de mi identidad, quizás ellos lo puedan explicar mucho mejor que yo, pero imagino tiene que ver con el hecho de darlo todo par a representar su equipo, su ciudad, su país y ser uno junto a la familia puertorriqueña. Caminé por las calles de Joyuda, bailé al ritmo de la Puerto Rican Power y Jailene Cintrón durante la celebración del campeonato, brinqué con la música de Johnny Rivera, Marc Anthony y El Topo, amé la comida y por supuesto, el coquito, derramé una lágrima cuando la inspiración más grande de Mayagüez, El Indio, se retiró. Fue un hogar. Fue una lección de pensar en colectivo y no en primera persona; y por ello, les debo todo.

Han pasado casi 20 años desde la primera vez que llegué a Puerto Rico. Mis amistades permanecen. En mi última visita hace un par de años, me apresuré a ver tres personas con los cuales no me había encontrado en años y no hablamos de los trofeos de Más Valioso, sino que hablamos de nuestras familias, de momentos fuera del terreno, hablamos del viaje hacia los partidos escuchando al Grupo Manía, nos preocupábamos de la crisis de las hipotecas, nos preguntábamos por nuestros padres o discutíamos con respecto al hecho que el béisbol necesita un impulso en Puerto Rico.

Durante mi época allá, fui adoptado por familias, invitado a los hogares de extraños, hice amistades duraderas, incluso me gané una maravillosa familia con una adorable señora a quien llamo 'abuelita'.

Así que, dejen que el equipo de Puerto Rico celebre. La situación en Puerto Rico es muy dificil. Fue bueno ver a los Estados Unidos poder cohesionar un equipo para ganar el Clásico Mundial de Béisbol. Se ganaron su victoria con un equipo talentoso de peloteros que posiblemente no jueguen juntos otra vez. Es un momento mágico, sin duda, pero a fin de poder entender a Puerto Rico, debemos recordar que su equipo estuvo armado mucho antes del Clásico Mundial y se mantendrá armado por mucho tiempo así. Su intimidad no es temporal, las relaciones interpersonales permanecerán mucho después de los resultados finales. Tienen vidas familiares interconectadas por este deporte en su patria y cuando compite tu familia no solo arrojas champaña, sino que bailas y tienes que bailar con todos quienes lo hicieron posible. Ganes o pierdas.

Esa es una lección maravillosa para nuestros hijos, así que me muestro agradecido al permitirle a Puerto Rico enseñarle a mis hijos como bailar, no solos en una habitación, sino con su familia completa y quizás, un día, con un país.

Sin importar lo que haya ocurrido.
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Doug GlanvilleRosa Ortiz/Indios de Mayagüez"Ser un campeón te cambia, te deja saber que uno puede lograr todo, que tú puedes ser el mejor en lo que uno hace"
Al traer a casa otro campeonato, el éxito de los Indios de Mayagüez esta temporada me trae a la mente un montón de buenos recuerdos. Más allá de la fiesta en el Palacio y los bailes en la calle durante la celebración, sé que esos momentos pasan la prueba del tiempo. Fue casi 20 años atrás que derramé champagne sobre las cabezas de mis compañeros en el camerino... y todavía se siente como si hubiese pasado ayer.

Ser un campeón te cambia, te deja saber que uno puede lograr todo, que tú puedes ser el mejor en lo que haces. Cuando llegué a Mayagüez en 1995, estaba luchando por encontrar mi juego. Había finalizado un año duro en Triple A y estaba en un momento de su carrera en el que hacía o deshacía.

Desde el primer minuto que llegué a Puerto Rico, sabía que mi mánager, Tom Gamboa, creía que yo podía contribuir. También me dí cuenta rápidamente que las cosas estaban a punto de cambiar. Aprendí que ser exitoso va mucho más que mejorar tus herramientas. Es acerca del apoyo, de sentirse en casa y bienvenido, de las relaciones que uno hace, de encontrar un ambiente que te permita creer en ti mismo.

Con esos elementos se hace más fácil, y quizás más que eso, todo se hace posible. Yo nunca imaginé que podía jugar en Puerto Rico y salir con un premio de Jugador Más Valioso y un campeonato. Yo ni siquiera sabía que eso podía ser una meta. En ese momento, pensaba en qué tenía que hacer cada día para mejorar, el panorama general iba a ser el resultado final de las piezas del rompecabezas juntas, un día a la vez.

Encontré que hay una diferencia cuando estás sonriendo de camino al estadio. Hay una diferencia cuando tus fanáticos están dispuestos a pelear por ti o cuando tus compañeros te ofrecen un sitio para ir cenar y una mesa para compartir con ellos en el día de Acción de Gracias, cuando saben que estás lejos de casa.

Cuando regresé a Nueva Jersey luego de mi última temporada en Puerto Rico, estaba en una misión. Ahora no deseaba estar en un equipo de Grandes Ligas; quería ganarme una posición titular. El camino a las Grandes ligas es una escalera de puestos de control y debido a la naturaleza del juego, no es fácil tener una visión de lo que viene adelante. Uno está tan preocupado sobre cada lanzamiento, sobre cada día, que uno olvida que uno tiene que mirar hacia arriba y disfrutar el sueño. Uno tiene que recordar la meta son muchos escalones hacia arriba y que está bien agregar más al ascenso cuando uno gana la confianza de motivarse aún más uno mismo.

Doug Glanville
GFR Media/ArchivoEn Puerto Rico, se me concedió la más poderosa forma de libertad de tener éxito, la libertad persona
Aprendí a mirar hacia arriba en Puerto Rico, a conquistar las dudas, a entender que la persona que más se interponía en mi camino era yo mismo, aún cuando podría culpar a la injusticia, el discrimen, el odio o la incomprensión. Siempre y cuando se me diera el don de ponerme un uniforme y competir, tuve la oportunidad de cambiar las mentes y dar un giro a mi trayectoria.

En Puerto Rico, se me concedió la más poderosa forma de libertad de tener éxito, la libertad personal. El tipo de libertad que viene con la aceptación, con ser capaz de jugar tu juego a tu propio estilo y mirar los hits caer.

La temporada después de mi año de campeonato en Puerto Rico, hice el equipo de las mayores desde el entrenamiento primaveral. Era un Cachorro de Chicago desde el día inaugural hasta el último día de la temporada de ese año, bateando .300 y poniéndome en el mapa como jugador de Grandes Ligas.

La explicación fácil para mi próximo nivel de éxito fue que trabajé en mi swing en la pelota invernal, que mejoré mi enfoque en el plato, que tomé una mejor visión de la zona o que aprendí a cómo usar todo el terreno. Es cierto, pero ninguno de esos ajustes mecánicos puede dar a ningún jugador la confianza de ser validado como un jugador de metas más altas, con esperanzas y sueños desde donde partir para sobrepasar la expectativa anterior. Eso es importante en la ecuación del éxito, tanto como la habilidad de batear una curva o un pitcheo en la esquina adentro.

Así que brindo por Mayagüez esta temporada, porque la ciudad, el equipo, los fanáticos moldearon mi mundo en Puerto Rico. Un mundo que no solo fue para desarrollar habilidades, sino para transformar la posibilidad en realidad. Y no hay nada como una temporada de campeonato para hacer que una gran historia pase la prueba del tiempo.

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Durante las dos temporadas que pasé en Puerto Rico, hice grandes amigos, me trataron como familia y pasé momentos inolvidables que afortunadamente pude captar en fotografías. Aquí, comparto un escogido de ellas, en las que se puede apreciar lo feliz que fui en mi estadía en la Isla.

Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleJuego de Estrellas: Aquí, practico mi bateo previo al partido en Ponce
Doug GlanvilleColección Doug Glanville Don Carlos Cabañas: Aquí fue donde viví mi primer año. Me quedaba en la parte de abajo en el apartamento de Don Carlos y su familia, cerca deTony's Restaurant.
Doug GlanvilleColección Doug Glanville En Rincón: Mi compañero de equipo y amigo, Josean 'Eric' Torres en una playa de Rincón. Juntos guiamos largas millas para llegar a los partidos
Doug GlanvilleColección Doug GlanvillePan dulce: En el lugar donde iba todo el tiempo para el desayuno. Finalmente me di cuenta de que se quería pan suave, debía decir 'pan dulce'.
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleGonzando en la Isla: Habían muchas razones para celebrar y yo no perdía ocasión para bailar. En esta, tuvimos lechón
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleEl Médico: Mi viejo amigo y 'trainer' del equipo, Steve Meléndez, quien cuidaba de todos los jugadores tanto dentro como fuera del terreno

Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleJuan: Mi amigo Juan fue de gran ayuda porque nos ayudaba a manejar hasta los partidos
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleLa familia de Juan: Era su familia y se convirtió en la mía. Me trataban como a un hijo. ¡Abuelita!
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleEl Indio: La legendaria mascota de los Indios sin su disfraz. El tipo siempre daba un buen espectáculo, siempre.
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleCoco Cordero: Wil Cordero, su esposa de entonces y su hermano bailando en una fiesta del equipo
Doug GlanvilleColección Doug Glanville¡El Polloooo Crioooollloooo!: La mascota de Caguas, que a su vez era el enemigo número 1 de Alex Díaz
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleEl Más Valioso: Recibí este gran honor, que atesoro con mucho cariño
Doug GlanvilleColección Doug GlanvilleObservando: En el Juego de Estrellas, mientras veía a los boricuas de Grandes Ligas sacar bolas del parque
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En mi primera temporada completa que jugué en Puerto Rico, logré integrar el equipo de las estrellas, y eso fue un honor increíble. Nunca había integrado un equipo de estrellas como profesional y, luego de un año arduo en Triple A, lo sentí como un reconocimiento. Cuando me enteré de que el partido de las estrellas era más que un partido, me entusiasmé. Era una competencia de destrezas, era una fiesta gigantesca, con cantantes de merengue coreando "A Bombazo... ¡Sí!". (Grupomanía).

Sin habérmelo pedido formalmente, se esperaba que yo corriera en una competencia de sprint. No me acuerdo si eran 60 yardas o 60 metros, pero era más lejos que del plato a primera. Éramos yo, Bernie Williams y dos corredores del equipo nacional puertorriqueño de atletismo. Me preocupaba porque ese tipo de carreras suelen terminar en lesiones, así que tenía mis reservas al respecto.

Bernie Williams
GFR Media/ArchivoCon Bernie, todo un profesional, hubo división de honores
Una vez que acepté participar, decidí simplemente usar mi uniforme. Mi conjunto vino, dorado y zapatillas con clavos. Hace poco recibí un correo electrónico sobre la carrera en el que me decían que había usado zapatos prestados, pero recuerdo que simplemente corrí con zapatillas con clavos. De cualquier modo, lo mío no tenía comparación con la preparación de Bernie Williams. A él siempre se le ha conocido por su profesionalismo y su espíritu competitivo, así que se tomó la carrera con mucha seriedad. No estaba dispuesto a dejar que nadie lo venciera en su propio terreno de Puerto Rico.

Se puso un traje aerodinámico muy elaborado, que con seguridad se lo diseñó la NASA. Hizo estiramientos y calentamientos por cerca de una hora. Se paseó por los jardines haciendo levantamientos de rodillas y dando patadas. Yo lo tomé como un partido. Algunos sprints, un poco de estiramiento y listo. Pero mientras esperábamos a Bernie, entendí por qué ha ganado tantos campeonatos (aunque no pude dejar de sonreír por su traje que lo hacía visible desde Marte).

Cuando llegó la carrera, me di cuenta de que había muchas apuestas en la competencia. Llegamos a nuestra posición y partí tratando de coincidir con el sonido del disparo. Al fin, yo gané, pero no dejó de haber controversia, porque el próximo día en el partido, Bernie me susurró una pregunta retórica. "¿Así que te adelantaste al disparo?". Sinceramente, no lo sé. Sentí que corría como si estuviera robando una base. Hay que anticipar, adivinar y cuando hay alguna acción (como el sonido del disparo), se sale volando. Pensé que salí junto con el disparo, pero Bernie no está de acuerdo.

Otro corredor me mandó un correo electrónico el mes pasado; el mensaje era muy cortés, aunque me preguntó si había "robado la salida".

Yo no lo tomo a mal porque lo que sucedió en esa temporada para mí en Puerto Rico fue mágico. En lo que se refiere al juego, todo fue perfecto para mí. Desde el juego de estrellas hasta la nueva oportunidad de ser un jugador serio, pasando por ganar un concurso de velocidad. Fue más que la carrera; mi apodo, 'La Gacela', fue tanto un símbolo de aceptación como de velocidad, que era mi juego. En general, yo no corría nunca porque lo único que me imaginaba era que iba a tener un desgarre de tendón, pero pensé que tenía que correr porque todo el mundo quería ver esa carrera. No había corrido un sprint con pistola desde que tenía 11 años.

También sabía que si fuera una verdadera carrera de distancia, los corredores del equipo nacional nos hubieran hecho polvo, por lo menos a mí. Nunca he tenido la resistencia necesaria para los 400 metros, pero puedo ir de 'home' a primera de manera eficiente y rápida, y ese era mi juego.

Independientemente de lo que hayan pensado sobre la carrera, yo lo pasé muy bien en la fiesta. Bailé con una anfitriona del hotel en Ponce toda la noche. Aprendí mucho sobre mis pasos de merengue.

El partido fue un momento fabuloso, y jugué con los mejores jugadores de la liga. Tuve buen juego, y fue otro ejemplo de cuando uno pertenece a algún sitio y cuando la gente quiere verlo a uno triunfar, hace que el éxito sea mucho más alcanzable.

También sabía que el partido de estrellas era muy tarde en la temporada, por lo que no era el momento de recibir trofeos, sino de ganar todo el campeonato. Además de nunca haber conformado un equipo de estrellas en todas mis temporadas de liga menor, tampoco había ganado nada nunca. Ni siquiera una división. Yo quería ganar.

Una vez que finalmente aseguré un sitio en las eliminatorias, todo se redujo a los partidos esenciales. Cuando escuché que las finales eran al mejor de 9, simplemente pensé: "Increíble, ¡podríamos seguir jugando hasta el Día de la Apertura en las grandes ligas!"

Llovió fuerte durante algún tiempo, por lo que se produjeron muchas tardanzas en la primera ronda. Nos tocó San Juan, el equipo legendario, que para entonces tenía una alineación que hubiera puesto celoso a un equipo de liga mayor. Desde Roberto Alomar hasta Edgar Martínez, pasando por Igor. Esta alineación estaba cargada de arriba a abajo.

Por supuesto, nuestros aficionados de Mayagüez iban a hacerle pasar un mal momento a San Juan y lo hicieron. En uno de los partidos, por toda la controversia en torno a Juan González, los aficionados lo molestaron tanto que trató de trepar la red para llegar a ellos.

La estación de radio pasó una advertencia que decía que teníamos que tratar bien a esos legendarios jugadores porque estaban jugando por la salud de la liga y porque deseaban mantener su solidez. Ellos no tienen la obligación de jugar, pero optan por hacerlo. Me pareció un buen gesto, aunque como Indio, yo quería que San Juan lo pasara mal en nuestra casa.

Jose Hernandez
GFR Media/ArchivoJosé Hernández conectó el hit ganador de un partido eterno
Éramos los más desfavorecidos, pero los derrotamos en casa. Lamentablemente, cogí 'La Monga' que estaba pasando por el equipo, y cuando entramos en el 21ra entrada de un maratónico partido de entradas extra, apenas podía pararme de lo mareado que estaba. Mientras me arrastraba hacia el baño, le dije a nuestro último jugador de posición que quedaba, Armando Ríos, que tenía que alistarse porque yo no podría salir. Después Jose Hernández conectó el hit ganador del partido. Yo ni siquiera pude salir a celebrarlo. Estaba sudando y drenado de toda energía.

Pensaba que todo iba a estar bien porque teníamos un día libre antes del inicio de las Finales. ¡No! Lo cambiaron porque la liga estaba preocupada de que no tuviéramos suficiente tiempo para establecer la temporada antes de la Serie del Caribe. Llegué a casa a una inconcebible hora de la madrugada sabiendo que tenía que volver inmediatamente al estadio a enfrentar a Arecibo el mismo día.

Estuve prácticamente todo el día y toda la noche tirado en el piso. Luego, a las tres y media de la tarde, me arrastré al estadio y colapsé en la mesa de entrenamiento.

Declaré que no podía comenzar el partido. Todo me daba vueltas. Recuerdo que Adalberto 'Junior' Ortiz me gritó: "¡Esta es la Serie Mundial! Tienes que encontrar la manera de jugar!". Yo lo llamaba a él (y a José Hernández) "Payaso" todo el tiempo, así que, en general, solo me reía de sus comentarios. Pero esta vez él tenía razón, pero yo estaba verdaderamente enfermo. La Monga puede hacer que Godzilla clame por su mamá.

Finalmente dije que podía entrar al partido y logré un par de hits en nuestro juego 1 perdido frente a Arecibo. Yo solo me podía concentrar en tratar de no vomitar en los jardines. Era espantoso.

Luego de una batalla de tira y afloja, los Lobos nos ganaron, pero no sin antes yo ganar el trofeo al jugador más valioso de la liga. Alomar incluso dijo que le sorprendía que siendo él del lugar no lo hubiera ganado. A mí también me sorprendió, pero fue otro ejemplo de sentirme como si fuera parte de la familia.

Esperaba que los votantes y los aficionados apreciaran el hecho de que hice todo lo posible por aprender la cultura y ser parte de ella. Me encantó, y el sentimiento fue recíproco, y ese premio fue poderoso porque además de reconocer mi éxito personal, simbolizaba el "valor" que se aporta a un equipo, a una liga.

La gente dice todo el tiempo: "Es un honor", pero verdaderamente, el premio MVP y esta liga fueron más que un honor para mí, cambiaron mi carrera y mi perspectiva sobre cuestiones de raza y sobre Estados Unidos. Así de importante fue para mí.

Los Lobos nos ganarían en el juego 8, una noche que ni siquiera sentí cuando me picaban esos mosquitos que parecen buitres. Había liderado a la liga en unas cuantas categorías y tenía el trofeo, pero no tenía el trofeo más importante. El del campeonato. Tendría que volver el año próximo por eso. Algo por lo que no podía esperar...

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Como mi padre era de Trinidad y Tobago, sé de mosquitos. En mis visitas a su isla natal, dormíamos bajo una red y no nos molestaban. Así que cuando llegué a Puerto Rico, no quedé pasmado por la cultura del mosquito.

En el restaurant de Tony en Cabo Rojo yo hacía mis llamadas telefónicas afuera por la noche y me picaban como si fuera una galleta, pero cuando tienes que hacer una llamada, tienes que hacerla.

Y entonces llegó Arecibo.

Alex Diaz
Getty Images/Todd WarshawEra notable el odio que sentia Alex Díaz por el 'Pollo Criollo'
Todo mi reconocimiento a los Lobos porque nos vencieron en las finales en mi primer año en Puerto Rico. Eran un equipo duro y tuvieron algunas temporadas excelentes gracias a los jugadores que contrataron de los Estados Unidos. También tenían la ventaja de los mosquitos. Sé que ellos también tenían que lidiar con los mosquitos, pero siendo miembro del equipo visitante, estaba seguro de que escondían un atractor de mosquitos en el dugout. Estaba convencido de que un mosquito de Arecibo podía tragarse entero a un coquí.

Para cuando se estaba comenzando a reconocer a Arecibo como un equipo que iba a llegar lejos en los playoffs, yo estaba mejorando bastante mi dominio del español. Estaba comenzando a soñar en español, y sabía que esto era una buena señal de aprendizaje de un idioma. Comprendí algo que me habían dicho en el transcurso de ese año, que antes no había comprendido.

Solo conducía a veces para llegar a los juegos de visitante (donde todo está lejos de Mayagüez). Juan, un amigo de mi joven compañero Josean Torres, ayudaba conduciendo de vez en cuando. Para entonces, él conducía mucho y tenía una familia genial que nos permitía quedarnos en su casa tarde por la noche. Ellos solían ir a los juegos y yo llamaba "abuelita" a su abuela. Un día, Juan tenía dificultad para encontrar un empleo (el trabajo en "Starkist" había terminado) y mi amigo dijo "Pobre Juan, no tiene dónde caerse muerto". No pude captar el sentido en ese momento (en inglés sería: "Juan doesn't know where to fall dead"), pero después me reí, y por supuesto, usé esa expresión con otra persona.

Hablando de caer muerto, estaba seguro de que mi compañero, Alex Díaz, estaba tratando de asesinar a la mascota de los Criollos de Caguas. No estoy seguro de si aún lo tienen, pero ese pollito siempre estaba trayendo problemas. No era extraño que Alex lanzara bolas, bates y hasta cascos al pollo durante el tiempo previo al juego. Quizá la paga que la mascota recibía lo hacía más tolerable.

Pero los viajes hasta lugares lejanos como Caguas implicaban que debíamos hacer paradas al regresar. Descubrimos algunos lugares repartidos por toda la isla, sobre todo durante las fiestas. La 'parranda' era similar a la tradición de carnaval de Trinidad. Una fiesta ininterrumpida que iba de casa en casa. Así que la comida era abundante y, si no me detenía para probar las costillas en Isabella, podía pasar por la casa de alguien en ese momento del año.

Después de que el pitorro me quemó la mitad de los pulmones, permanecí en coquito y me preparé para mi viaje a casa a New Jersey para compartir las fiestas con mi familia. Fue difícil estar en Puerto Rico para el día de Acción de Gracias al principio, pero después de pasar un buen rato con Roberto Hernández y su familia, consideré seriamente quedarme en PR para Navidad, pero después cambié de opinión.

Cuando estaba en casa, extrañaba Puerto Rico. La comida, la nueva familia que había conocido. También estaba jugando el mejor béisbol que había jugado en mucho tiempo y no quería perder el ritmo. Una vez que un jugador entra en una buena racha, no quiere que termine, y los días sin actividad no suelen ser algo bueno. Forma parte de lo que tienes que hacer como profesional, seguir mejorando, sacrificar el tiempo que quisieras disfrutar con familia y amigos para vivir tu sueño. Aunque en Puerto Rico era feliz, sabía que estaba lejos de mi familia y que sus vidas seguían adelante.

Jugar en Puerto Rico implicó que, por primera vez en mi vida, jugara al béisbol por un año seguido sin interrupción. Pasé de la Liga Instruccional a la liga de invierno, a entrenamiento de primavera, a la temporada regular, y de nuevo a la liga de invierno. Es el compromiso que han asumido muchos jugadores de Puerto Rico, pero para mí era algo nuevo y fui afortunado de asumir este compromiso en un sitio que me dio tanto apoyo.

Doug Glanville
GFR Media/Archivo"Para ese momento, me sentía muy orgulloso del uniforme de Mayagüez. El más desfavorecido, el equipo de Aguas Puras"
Cuando regresé de los Estados Unidos, disfruté de todas las fiestas y el entusiasmo del Año Nuevo. Mucha gente de Mayagüez iba a "El Holi", el apodo del Holiday Inn. Solía quedarme mirando a la gente bailando salsa y esto me ponía inmediatamente en un estado de trance. No hay nada como bailar salsa y ver una sala entera llena de gente bailando.

Mi colección de CDs estaba en plena expansión. Agregué a Rey Ruiz (Vi La Luna Negra), más de Victor Manuelle (Como una Estrella), Rubén Blades y El Gran Combo a mi extensa lista anterior (Marc Anthony, Johnny Rivera, Tony Vega...) así que, para entonces, eso era lo que escuchaba cuando estaba de viaje y en casa.

Cuando llega Año Nuevo en Puerto Rico, sabes que es el momento de ponerse las pilas como equipo. No queda mucho tiempo de la temporada y las divisiones pueden ganarse o perderse en una semana buena o mala. Así que era importante divertirse, pero más importante era llegar a ser un mejor jugador y un ganador.

Para ese momento, me sentía muy orgulloso del uniforme de Mayagüez. El más desfavorecido, el equipo de Aguas Puras. El campo contra la gran ciudad. Es nuestro momento.

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En ese momento de la temporada, descubrí que Puerto Rico era un lugar muy pequeño. De muchas maneras, era eso lo que me encantaba de la isla, era una gran familia, una gran fiesta. Las personas se conocían entre sí y debías aceptar el hecho de que era muy difícil guardar un secreto.

Durante un viaje por carretera, un compañero y yo estábamos conduciendo hasta un juego cercano en la costa sur. Hay una parte de la carretera alrededor de Yauco donde es posible conducir a 194 km/h (120 millas/h). Era una parte recta y lisa, y en el horario en que conducíamos hasta los juegos no había nadie en la carretera.

Un día durante estos viajes por carretera, mi compañero, que estaba sentado en el asiento del pasajero, vio una mujer atractiva y decidió grabar con su videocámara. En la ventanilla trasera, había una calcomanía de cosméticos Mary Kay Cosmetics. La conductora se puso nerviosa ante la cámara, se adelantó y se alejó a toda velocidad. A mi compañero le preocupó que de alguna manera pudiéramos meterla en problemas, así que borró el video que había grabado. Entonces, dejamos de hablar acerca del tema.

Luego, tuvimos un juego en Caguas y después del juego la nueva novia de uno de nuestros compañeros estaba esperando. El nos la presentó y cuando empezamos a saber más cosas acerca de ella, nos enteramos de que trabajaba para Mary Kay Cosmetics. ¡Era la misma mujer!

Imagínense que eso sucediera en Nueva York. Imposible. Pero en Puerto Rico, todos se conocen entre sí.

Es por eso que sabía del chupacabras y por supuesto, acerca de Toño Bicicleta. Las leyendas y las historias podrían convertirse en hechos, ya que toda la isla compartía su versión de las mismas. Luego alguien haría una canción acerca de eso. "Mataron a Toño, lo mataron en Lares, murió de un escopetazo... debajo del cinturón..." me recordaba a Trinidad, el país natal de mi papá. En cuestión de días después de las noticias, tocarían en la radio una canción en ritmo de 'plena' acerca de eso.

Doug Glanville
Getty Images/ArchivoEl tráfico es caótico alrededor de San Juan...
Cuando alguien tenía una apariencia poco usual, se le llamaba el 'chupacabras'. Recuerdo que el entrenador de Ponce era un hombre alto y fornido. En una ocasión, uno de los lanzadores resultó lesionado en el campo, por lo que tuvo que correr a revisarlo. Estaba vestido de negro y era un juego nocturno. Así que desde nuestro punto de vista desde el dugout, parecía una cabeza flotante corriendo por el campo. De inmediato, nuestros fanáticos gritaron "¡Mira! ¡El chupacabras!"

Las historias hacían que los largos viajes desde Mayagüez hasta San Juan fueran mucho más llevaderos. Durante esos viajes uno llega a conocer algo acerca de todos. Fueron las mejores y las peores clases de español que podría haber tenido, ya que no tenía ningún otro lugar a donde ir. Me sabía todos los comerciales, todas las historias "calientes" y toda la música. ¿Juan González y Olga Tañón? Listo. Tito Rojas que no se dio cuenta que estaba en San Sebastián cuando gritó a la multitud "¡Hola Añasco!" Listo. ¿La India comiendo pollo en el escenario durante un concierto? Listo. ¿Carlos Vives asistiendo a un juego en Mayagüez? Listo. ¿Víctor Manuelle ganando otro concurso de la mejor y más rápida letra de una canción? Listo.

En una ocasión, cuando estábamos contando las historias, la camioneta todoterreno se descompuso prácticamente en la estación de peajes cerca de San Juan. Todavía nos faltaban dos horas de viaje para llegar a Mayagüez y era la 1:00 de la mañana. Mientras estábamos esperando, nuestro entrenador, Steve Melendez pasó conduciendo, así que agitamos frenéticamente los brazos para hacerle saber que la camioneta se había descompuesto. Él solo pudo saludarnos y encogerse de hombros. Porque su auto estaba repleto y no podría ayudarnos aunque quisiera. Así que esperamos.

Llamamos al papá de uno de nuestros compañeros (Josean Torres) para que nos recogiera. Llegó más o menos a las 3:30 de la mañana. Regresé a mi departamento a las 5:15 de la mañana. En las semanas siguientes, cuando viajamos a San Juan, su camioneta todavía estaba ahí a un costado del camino. Nadie se la llevó. Es posible que todavía se encuentre ahí.

El tráfico era caótico alrededor de San Juan. Recuerdo la canción "Tapón", la tocaban en la radio en ese tiempo. Deberíamos tratar de llegar temprano, ir al centro comercial y esperar ahí. La gente conducía por los carriles de emergencia solo para poder moverse.

Eso era lo bonito de Mayagüez. Era mucho más silencioso en los alrededores. Conducía desde el estadio, por la Ruta 2 y me detenía en Pon Wei, uno de mis restaurantes favoritos de comida china. Luego iba a la playa. Era tan relajante. Es cierto que el centro tenía sus desafíos, pero como en cualquier otra ciudad, solo debías saber a qué lugares acudir, y tenía muchos amigos que me ayudaban a saber cuáles eran los lugares seguros y cuáles no lo eran. ¡Gracias Ricky! (policía de Mayagüez).

Doug Glanville
Getty Images/SGranitzTito Rojas en San Sebastián: "¡Hola, Añasco!"
Por supuesto, me dijeron que debido a que me encantaba el 'coquito', debía probar 'pitorro'. Cuando me lo describieron, se parecía a Moonshine, por lo que entendí la idea. En Puerto Rico, estaba dispuesto a probar de todo, así que ¿por qué no? Solo tardé un segundo en darme cuenta de que era lo que obtienes cuando mezclas vino, vodka, fluido para frenos, líquido lavaplatos, ácido clorhídrico, y jugo de manzana. Sé que hay un pleito en los tribunales acerca de si la bebida debería ser legal y cuándo puedes tomarlo. Todo lo que puedo decir es que deben asegurarse de estar sentados cuando vayan a tomar un sorbo.

Siempre valoré que todos los amigos que hacía en las fiestas de fin de año, el centro comercial, los restaurantes, el club y la estación de servicios fueran a los juegos. A decir verdad, fueron a muchos de los juegos. Nos apoyaban tanto a mí como al equipo. Solo debía pedirles una vez, esa clase de lealtad es algo que hace que cualquiera se sienta increíble.

Las fiestas de fin de año se acercaban y el equipo (Juan López) organizaría una fiesta de Navidad en Combate, una playa de Cabo Rojo, municipio al sur de Mayaguez. Fui con una chica y cuando mi dirigente, Tom Gamboa, trató de hablar con ella en inglés, ella solo se quedó mirándolo. Entonces él dijo, "Vaya, ¿así que no hablas inglés?" Y ella respondió, "No". Luego él me miró y preguntó "¿Qué has estado haciendo todo este tiempo Puerto Rico?" Y le respondí, "Vivir la vida. Vivir la vida".

Era el motivo por el cual casi no volví a Nueva Jersey en Navidad, pero luego decidí ir a visitar a mi familia, y de camino al aeropuerto, presencié seis accidentes de auto. Seis. Fui uno de esos accidentes, ya que estando en la cabina de peajes, alguien no me vio y chocó contra mi auto. No hubo problemas. Todavía pude alcanzar mi vuelo y a pesar de lo mucho que me divertiría en casa, esperaba con ansias regresar a Puerto Rico.

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Jose Valentin
Getty Images"Elegir los bates, anticipar, cómo tomar la base extra...en eso, 'Tony' era y es un maestro"
En este momento de la temporada, estaba entrando en calor. El juego en el campo iba bien y me sentía muy cómodo en cualquier situación que pusiera a prueba mi español, incluso cuando cometía errores.

El dueño del lugar donde me estaba quedando, Don Carlos, ahora podía hablarme con groserías todos los días sobre el juego sabiendo que entendía lo que estaba diciendo. Todos los días era "¡Los Cangrejeros!" Él era un fanático acérrimo de Santurce así que me aseguré de decírselo en español la mañana siguiente cuando lo encontré luego de ganarles. "¿Qué pasó anoche? "¡Los Cangrejeros han perdido una palanca!"

También estaba cansado de mis llamadas telefónicas. Como no tenía mi propio teléfono y necesitaba una manera para que alguien se comunicara conmigo en caso de emergencia, le decía a la gente que llamara a la "oficina principal" (que era su casa), para dejar un mensaje. Su esposa, Milagros, me decía "¡ay, Duglas, tantos mensajes!" Fueron muy serviciales y pacientes conmigo al respecto. Supongo que esperar a ver si alguien me encontraría en el cine no era necesariamente una emergencia.

Para ese momento, estaba enamorado de la comida, así que me levantaba cada mañana y buscaba un lugar para desayunar. Alguien me habló de un lugar que preparaba sándwiches de desayuno en Joyuda, así que fui allí una mañana. También tenía una estación de servicio, por lo que también podía llenar el tanque (después de entender la diferencia entre galones y litros). Recuerdo una vez que tuve que ir por combustible cerca del estadio y salir de mi auto para surtirme. Una mujer salió y se dirigió hacia el auto. Era muy atractiva, pero yo seguía tratando de entender cómo surtirme, entonces ella se me acercó por detrás, agarró la manguera de combustible que tenía en la mano y dijo: "¡No, a los clientes no se les permite surtirse de gasolina aquí!". ¿Qué? ¿Contrata Puerto Rico a supermodelos para surtir combustible? Estaba completamente confundido. Estaba seguro de que estaba en Cámara Oculta.

Surtirme de combustible o desayunar era una prueba para mi español. El pan de molde siempre estaba duro como el pan francés, que no me gustaba, así que seguía tratando de encontrar una manera de decir "pan blando". Supuse que era "suave", así que pedía "pan suave (como una almohada)". Seguían dándome pan duro. Por fin, alguien me sugirió que dijera "pan dulce". Yo estaba tratando de encontrar la manera de entender cómo el "pan dulce" terminaría siendo suave, pero con toda seguridad, era pan blando. Así que todos los días pedía huevos y salchichas en "pan dulce". Hasta ahora no entiendo el por qué.

Empecé a darme cuenta de todas las palabras en inglés que se transformaron en palabras en español. Sé que muchas personas en los Estados Unidos creen que agregar una "o" o una "a" al final de la palabra la convierte en español, pero, en realidad, toda la palabra puede usarse para hacer un verbo. "Voy a lunchear" o "Estoy parkeando", por ejemplo. Me tomó algún tiempo entender que estos eran verbos serios. Mi amiga, que era una gran estudiante, se daba cuenta de que usaba "parkear" y me decía "no vas a aprender la palabra correcta si digo parkear, así que recuérdame que diga "estacionar". En ese momento, probaba con mis propios verbos y hacía que la gente me dijera: "¡Duglas, eso es un disparate!" todo el tiempo. La práctica es difícil.

Esto también era cierto en el campo. Uno de mis compañeros de equipo fue mi profesor, Jose 'Tony' Valentín, quien tuvo una gran carrera en las grandes ligas. Aprendí mucho de él. Era un fantástico corredor de bases. Siempre tomaba la base extra.También me dejó usar uno de sus bates y lo usé hasta que me retiré del béisbol de las grandes ligas en 2005. El bate R219, de 34" y 32 oz de Louisville Slugger. Sabía que estaba aprendiendo cómo jugar el juego, pero también estaba aprendiendo las herramientas del oficio. Elegir los bates, anticipar, cómo tomar la base extra, y en eso, 'Tony' era y es un maestro.

'Tony' también amaba a Tony Vega y todavía tengo una gran cantidad de su música. Nunca olvidaré el día en que puso la canción "Aparentemente" en el vestuario. Luego puso su rostro al lado del parlante y cantó cada palabra hasta el final. "¡Si hoy te abrazas a mí, es que junto a él, no eres feliz!" Hasta hoy, ese es uno de los mejores CD de mi colección.

Doug Glanville
GFR Media/Archivo"A menudo, era un alivio para mí el hecho de que tener color fuera más bien una descripción que una opinión acerca de quién era como persona".
Para ese momento, me encantaba la salsa. Además de escucharla en el camerino, la tocaban en la radio todo el tiempo. Aprendí todo sobre Marc Anthony y me aprendí "Todo a su tiempo" y cada canción. Cantaba todo el tiempo, pero nada se comparaba con la canción de Johnny Rivera "Déjame intentarlo". Cada canción era fantástica. Ni siquiera tenía que ser salsa. Chayanne, Maná, Eros Ramazzotti...

No teníamos el equipo de baile de salsa como el que tenía Mayagüez cuando regresé de visita hace años, pero teníamos el 'Indio'. Cómico. "Wa! Wa! Wa!". Se deslizaba sobre el techo de la 'dugout' y encendía a la multitud. Cuentan que una vez se deslizó fuera de la 'dugout' y se rompió el brazo. Para eso se necesita pasión.

Esa era también la época en que las decoraciones navideñas y de Reyes llenaban el centro comercial y, ya que estaba lejos de casa, estaba feliz de ver toda la belleza de las fiestas. Ahora, después de haber mejorado mi español, me di cuenta de inmediato de que uno de los Reyes era "prieto". Aprecié eso como hombre "prieto" que soy. También valoré que en Puerto Rico hay familias del color del arcoíris. Diferentes tonos, todos compartiendo la misma familia.

En ese momento, viniendo de los EE. UU., a menudo veía cómo esto podía ser un reto e inclusive algo controversial, pero mi experiencia en Mayagüez no reflejó ese tipo de tensión en el día a día. A menudo, era un alivio para mí el hecho de que tener color sea más bien una descripción que una opinión acerca de quién era como persona. No es que fuera invisible; me di cuenta de que la dinámica del "color" de uno aparecería en la conversación en torno a la competencia de Miss Puerto Rico, que me pareció generaba una buena conversación honesta sobre la raza, el color, el matiz y la sombra. En mi caso, me ayudó porque era algo público y me agradó tener esa conversación. Eso verdaderamente me hizo sentir como si estuviera en casa.

Los Tres Reyes también significa "Coquito", una bebida que como dice el nombre, es a base de coco, pero que te hará cantar y bailar de alegría por el otro ingrediente, el ron. Ya amaba las "tostadas francesas" (que para mí es a lo que sabía...), así que esta bebida era el paraíso. Ahora que lo pienso, tengo que tomarme una en este momento.

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Doug Glanville
GFR Media/ArchivoJugar en contra de figuras como Roberto Alomar hace crecer a cualquier pelotero
Después del primer par de semanas de juego, empecé a sentirme más cómodo con el ritmo de vida de Puerto Rico. Sabía que aún tenía mucho camino por recorrer, pero podía afirmar que sabía cómo llegar hasta el banco y depositar un cheque, sabía que cuando escuchaba "!Qué wow!" era que estaba escuchando un anuncio comercial de Blockbuster Video. También empecé a sentirme más cómodo con mi español.

Ni todo el español del mundo podía prepararte para jugar en Ponce, donde tenías que escuchar tres himnos. Escuchabas el himno de los Estados Unidos, el de Puerto Rico y luego tenías que escuchar el himno de la ciudad de Ponce. Cuando llegaba el momento de jugar, por lo general tenías que hacer nuevamente los estiramientos.

Durante esta época (entre mediados y finales de noviembre), sentía que pertenecía a la liga. Los mejores jugadores puertorriqueños participaban plenamente en la liga. Roberto Alomar jugaba... Mirándolo bien, San Juan contaba con una auténtica formación de estrellas (Juan 'Igor' González, para empezar). Así, empecé a comprender lo que era ser un jugador de ligas mayores, viendo cómo estos grandes jugadores puertorriqueños nativos encaraban el juego. Me enfrentaba a lanzadores como Omar Olivares, que tenía una trayectoria comprobada en las ligas mayores, y tener éxito jugando contra ellos significaba que estaba más cerca de poder hacer lo mismo para los Cachorros de Chicago.

Todo mi juego empezaba a dar resultados, el juego que los Cubs esperaban ver en mí cuando me seleccionaron en el draft por primera vez en 1991. Necesitaba robar las bases, ejecutar toques de bola, usar mi velocidad como mi mejor recurso. En Puerto Rico aprendí cómo ser un profesional completo.

Mi primer apodo en Puerto Rico era 'Alcalde'. Luego les contaré por qué. Al finalizar el primer mes de la temporada, me gané mi segundo apodo: 'La Gacela'. Estoy seguro de que una gacela vistiendo zapatillas con clavos de color azul para un equipo cuyos colores eran vino y dorado era una visión extraña, pero sentía que tener como apodo "Gacela" era mucho mejor que "¡Llorón!", el que le gritaban a mi compañero Sal Fasano.

Por supuesto, el tiempo que pasé en el colegio hizo que obtuviera la versión en español de mi nombre de pila. Mi nombre completo es Douglas, así que en la clase de español era Duglas. Pero me encantaba salir a batear en Puerto Rico, donde el anunciador convertía mi nombre completo de cuatro sílabas en uno de siete. "¡Ahoraaaa bateandooooo, Doge-ga-laaaas. Ga-lan-bee-ya! ¡Ahí vienen Los Indios! Eso sí que es amor.

Sin embargo, fue durante las prácticas de bateo donde aprendí muchísimo acerca de la cultura. En los jardines hablaba con los lanzadores. José Rosado, Julio Valera, Luis 'Mambo' de León. Recuerdo estar confundido con la publicidad de una cerveza en un cartel que decía "Tu cerveza cerveza". Me resultaba extraño. ¿Era un error de escritura? ¿Por qué tenían la misma palabra dos veces, una al lado de la otra? Pero eso era "Your beer's beer" (la cerveza de tu cerveza). Ah, ya lo entiendo.

Y también estaban los chicos del Caserío-Residencial Kennedy, el complejo de vivienda pública que había al cruzar la calle. Estos chicos eran duros y por lo general estaban en todos los jardines durante la parte previa al juego, así que durante las prácticas de bateo, cuando iba a atrapar elevados en los jardines, debía ganarles a unos 15 chicos. También hacían tratos todo el tiempo por guantes de bateo, zapatillas... lo que fuera, pero agradecía el respeto que me tenían solo por tratar de hablar español lo más que pudiera.

Doug Glanville
GFR Media/Archivo!Con el número 8, Doge-ga-laaaas. Ga-lan-bee-ya!
Para el Día de Acción de Gracias, nuestro equipo era bueno, pero aún no llegaba a su máximo nivel en mi primer año. Entonces, mi compañero de equipo Roberto Hernández, un antiguo cerrador de Grandes Ligas, me preguntó qué iba a hacer para ese día. Todavía no tenía planes, posiblemente porque no aceptaba que, por primera vez en mi vida, iba a estar lejos de mi familia. Me invitó a Cabo Rojo, donde había construido una casa en la misma manzana donde había vivido con su familia. Él hablaba con entusiasmo acerca de los "Pinchos de Tiburón". Pensé que eso decía mucho acerca de lo importante que era para él mantener a su familia junta y en casa.

El arroz con gandules y los pasteles también estaban increíbles. Con mi padre, que era de Trinidad-Tobago, aprendí a valorar los platos hechos con arroz y que nada se comparaba con la comida casera en un día festivo.

Empecé a pasar tiempo con mi amiga (y sus amistades) del centro comercial, la que saludaba todos los días. Me volví amigo de su familia. Su hermano estaba en la policía de Mayagüez y eso era de gran ayuda.

Después de un juego, la llamé para decirle que manejaría hasta casa yo mismo. El clima era horrible, llovió a cántaros durante todo el camino de regreso. Le pregunté si estaba bien que pasara por su casa antes de ir a la mía y me dijo que sí.

Me acercaba a su departamento y manejaba prácticamente ciego por la cantidad de lluvia que caía, buscando estacionamiento y entonces la vi parada en la lluvia con un paraguas, aguardando para acompañarme al interior de la casa. Me quedé absolutamente sorprendido. ¡Qué wow! ¿Esto es tener una relación en Puerto Rico?

Luego, por supuesto, iba a tener otros días que no serían tan buenos. Como un día en que mi español no estaba en su mejor momento. Estaba manejando a un juego y ella me acompañaba, yo todavía estaba aprendiendo mucho vocabulario. Ella siempre estaba contando chistes. Le contaba acerca de lo bajo que sentía el automóvil con respecto al suelo. Pensaba que teníamos un neumático desinflado o que había algo malo con los amortiguadores. Ella en broma dijo que posiblemente era porque pesaba mucho. Pero dijo algo como "porque me pesa tanto". No le entendí, así que seguía estando de acuerdo con ella y ella lo seguía repitiendo. Finalmente dijo "Ah Duglas, no me insultes". Yo dije "¿Qué?" ¡¡Oh, pesa significa "heavy" en inglés!! Oh no...

Pero fue ahí cuando supe distinguir entre aprender español "con un libro" a entender cómo realmente se habla el idioma. Por ejemplo, en Puerto Rico, la letra "d" desaparece a menudo. Así que si quieres decir "pesado" en realidad dices "pesao". En inglés suena como "Pesow".

¿A dónde caramba se había ido la "d"? En esos días, Gilberto Santa Rosa tenía una canción donde decía todas esas palabras que omitían la "d". "No quiero na' regalao...".

Ahora la entiendo muy bien.

A pesar de todo, me sentía excelente en el campo, y pensaba que mis compañeros de equipo estaban comprometidos y que el gerente y yo nos llevábamos realmente bien. Tuvo mucha fe en mí y eso es algo muy importante en la evolución de cualquier jugador. También me encantaba cuando decía "muchachos, esta noche no perdimos, es solo que se nos acabaron las entradas".

Incluso uno de los compañeros atropelló una vaca de camino a un juego. Destrozó su automóvil, pero aun así llegó al juego con golpes y moretones. Estaba decidido a jugar. Fue sencillo para mí ya que tenía compañeros de equipo que estaban así de preparados y me sentía feliz en el campo y fuera de él, tanto así que ya no me quería marchar. Ni siquiera para Navidad.

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Doug Glanville
Getty Images/Jed JacobsonLos importados van al béisbol del Caribe a volver a ser prospectos, pero allí hay que ganar.
Llegué a la pretemporada de Los Indios con mucha confianza en mi español. A pesar de que nunca había vivido en un lugar donde se hablara español todo el día, fui capaz de utilizarlo mientras crecí en las ligas menores del sistema de los Cachorros de Chicago. Ayudé a muchos jugadores que procedían de Venezuela, República Dominicana, México o de cualquier lugar donde el inglés es limitado. Utilicé el español para ayudarlos a encontrar su camino y, a cambio, fui capaz de mantener mi español fresco.

El hecho de que Puerto Rico sea bilingüe no me forzó necesariamente a tener que sobrevivir con el español; estaba la opción de salir del campamento y vivir en Rincón, en un resort donde podía hablar con mis compañeros de equipo que solo hablaban inglés. Pero después de mi estadía en Tony's Restaurant en Cabo Rojo, sabía que quería encontrar una manera de aprovechar la oportunidad de hablar español lo más posible que fuera.

Durante una práctica mañanera, obtuve más confianza en la comunicación en español cuando escuché a mi compañero de equipo José Hernández responder a un comentario dicho por Wil Cordero. Al hablar de mi velocidad, Cordero estaba impresionado, pero Hernández dijo: "Sí, pero no sabe cómo utilizarla". Entré inmediatamente a la conversación para defenderme y lo enfrenté. Se quedó en un estado total de shock. "Entiendo el español, cuidado", le dije.

Una vez que comienza la temporada, los jugadores se establecen en sus alojamientos. Yo elegí vivir en las Cabañas Don Carlos, la propiedad junto a la de Tony. Estaba en una ubicación conveniente, justo en la carretera principal que lleva directamente al estadio. El hecho de que a veces no había agua caliente, no tenía televisor, teléfono o aire acondicionado estaba bien para mí porque eso me hizo salir y hablar con la gente. Sin embargo, no era un gran fanáticos de los gallos. Su alarma de las 5:00 a. m. me hartó, pero pronto apenas los oía.

Pasé la misma cantidad de tiempo en el centro comercial Mayaguez Mall que el que pasé en el estadio. Rápidamente hice muchos amigos en diferentes tiendas, muchos de los cuales me ayudaron con el español. Hice todo lo posible por no hablar una palabra de inglés.

Durante una lección vergonzosa, mi amigo, que trabajaba en uno de los kioscos del centro comercial, me estaba explicando cómo decir la palabra apretado, como cuando se dice ropas apretadas, en comparación de aprender la palabra de piel más morena. Por lo que aprendí las palabras apretado y prieto al mismo tiempo. Fáciles de confundir. Al tratar de utilizar mi nueva lección, aparentemente dije que sus pantalones eran prietos y se rió tan fuerte y durante tanto tiempo que no pudo parar. A partir de ese día, entendí la diferencia.

Para comer, los jugadores examinan rápidamente las opciones ya que manejan por todos lados. No me tomó mucho tiempo para encontrar los pinchos en la parrilla después del juego. Durante mi estadía, solo la comida rápida y quizás Denny's estaban abiertos después de un juego. Intenté mantenerme alejado de KFC, principalmente porque que estaba sorprendido de que siempre se quedaban sin pollo.

¿Cómo es que KFC se queda sin pollo? Bien, entonces mi compañero de equipo fue un día a un Burger King y para beber ordenó una coca mediana, y la gente se rió mucho más que cuando dije pantalones prietos.

"Nosotros jugamos para ganar"

La mayoría de los jugadores de los Estados Unidos se van a jugar en la liga invernal, como es en Puerto Rico, para tener un gran avance en su juego. Es posible que sea porque pasaron la temporada en la lista de lesionados y necesitan jugar. Es posible que sea porque fueron un prospecto olvidado o intentaban solo convertirse en un prospecto. Sabía que tenía que encontrar mi juego perfecto rápidamente debido a mi edad y a mi mediocre temporada en la liga triple A. Mi manager en Mayaguez, Tom Gamboa, tuvo que convencer al director general, Ivan Méndez, de que yo podía ser un jugador de impacto. Me explicó que "esto no es para el desarrollo, nosotros jugamos para ganar". Así que tuve que encontrar una manera de profundizar y de encontrar las esperanzas y las habilidades que me hicieron una elección de primera ronda cinco años atrás.

Tom Gamboa
Getty ImagesTom Gamboa tuvo que convencer al dueño de los Indios de que era un jugador de impacto.
Pero, si cada equipo tenía solo seis jugadores de EE. UU., puede ser difícil si uno no quiere aprender la cultura de donde vive, especialmente cuando uno elige vivir en otro lugar distinto al que vivían los otros cinco jugadores, como yo lo hice. Yo tenía un amigo en Steve Meléndez, el entrenador en jefe, y Paul Torres, quienes se quedaban en la casa de Tony y estuvieron en el sistema de los Cubs. Aún así, me recordó lo difícil que debe ser cuando los jugadores de otros países juegan en Estados Unidos. Una cultura e idioma diferentes, y el desafío de ajustarse.

Por esa razón, mantuve una rutina. Comenzaba el día paseando por el centro comercial. A menudo, pasaba por la misma tienda de ropa de damas y saludaba a una mujer que estaba en la parte frontal. Entonces, un día, salí de un juego y ella estaba allí con un grupo de amigos. Ella me preguntó: "¿Es usted la persona que me saluda todos los días?". Sorprendido, le dije: "Sí, ese soy yo". Cuando acabaron mis primeras semanas, me enteré de que ella era la mejor estudiante en su universidad, y hablar con ella exclusivamente en español hizo que el mío mejorara mucho y muy rápido.

Los jugadores tienen que encontrar trucos para aprender cómo moverse en las primeras semanas. Atajos, restaurantes, discotecas, dónde no ir. Los compañeros de equipo nativos ayudan, pero ellos se encuentran en su hogar y, a menudo, con sus familias. Yo me apoyé en mis amigos del centro comercial y en mis compañeros de equipo. Pronto sabía dónde comprar el mejor jugo fresco de acerola a un lado de la carretera que sale de la autopista, pero tomó tiempo. Un compañero de equipo joven, Josean Torres, trajo a un buen amigo llamado Juan, quien se ofreció a ayudar a manejar en los viajes de carretera. Jugar un juego durante la noche en San Juan, que estaba a más de dos horas de distancia, hacía que llegáramos tarde y cansados, por lo que ayudó tener a un buen compañero de conducción. Tener que manejar un coche pequeño rentado, donde la cabeza prácticamente pega con el techo, mientras se batalla con la lluvia, las zonas oscuras y ventosas, o las carreteras en malas condiciones hacía que el acto de conducir fuera muy estresante.

Por supuesto que fue durante los recorridos en auto que aprendí toda la música. Grupo Manía, Johnny Rivera, Rey Ruiz, Marc Anthony, El Topo, Tito Rojas, Gilberto Santa Rosa, Tony Vega, lo que sea. Lo escuchaba todo y traje todos sus CD. Me enamoré de la salsa inmediatamente.

Luego descubrí muy pronto que jugar para los Indios de Mayaguez significaba que es mejor averiguar cómo se le podía ganar a los Senadores de San Juan.

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Por muchas razones, me siento agradecido de tener la oportunidad de escribir sobre mi experiencia en el béisbol invernal de Puerto Rico. Fui invitado por los Indios de Mayagüez por su entonces manager, Tom Gamboa, luego de una difícil temporada con el equipo Triple-A de los Cachorros de Chicago, los Iowa Cubs. Eso llegó en el punto en mi carrera en el que estaba a punto de perder la oportunidad de convertirme en un jugador regular de Grandes Ligas, y mi tiempo tenía que llegar pronto.

Doug Glanville
SuministradaGlanville jugó dos años en la franquicia de los Indios de Mayagüez en PR.
Así que llegué al aeropuerto de Aguadilla, en la parte noroeste de la isla, en el otoño de 1995, y mi carrera en el béisbol se transformó frente a mis ojos. Eso ocurrió en parte porque tuve la oportunidad dorada de demostrar que podía competir contra algunos de los mejores jugadores en el deporte como Roberto Alomar y Juan González, pero también gracias a que me aceptaron como parte de su familia, y me di cuenta que ese sentimiento de ser aceptado es la clave para poder producir lo mejor de tí.

Las personas en Puerto Rico me abrieron las puertas de su casas, literalmente. Fueron muchas las situaciones en las que sentí su calor humano, cómo cuando mis compañeros de equipo me invitaban a cenar sabiendo que yo estaba en el país solo, sin familia, o cómo me ayudaron a aprender español, o cómo me decían el mejor lugar para comer costillas mientras conducía por un atajo entre Cabo Rojo y Arecibo.

Para el momento en que terminó mi estancia de dos años en Puerto Rico, yo ya era un jugador entrenado para Grandes Ligas, había ganado el premio de Jugador Más Valioso en la liga invernal, fui parte de un campeonato de los Indios de Mayagüez, y más importante aún, encontré un nuevo nivel de validación personal al sentir la pasión de las personas que me acogieron como si fuera su hermano.

Desde que terminé mi último partido allí, me comprometí con hace todo lo posible por agradecerle a la gente de Puerto Rico y espero que estos escritos sobre mi experiencia sea otra manera de devolver un poco de todo lo que recibí allí. Quiero compartir el verdadero corazón y el alma de mi tiempo en el béisbol invernal boricua, desde mi primera práctica en Hormigueros hasta el baile con orquestas de salsa y merengue en el centro de la ciudad de Mayagüez luego de ganar el campeonato.

En estas historias, espero que puedan ver la razón por la que el béisbol en Puerto Rico me colocó en mi propia Isla del encanto, y quizás para el momento en que termine la temporada invernal, ustedes puedan sentir lo que yo sentí.

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