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El privilegio de asistir al dominio 'aburrido y sin emoción' de Hamilton

Hamilton liderando el GP da Francia 2019 Getty Images

Basta de quejarnos del ‘aburrido’ y ‘dañino’ dominio de Lewis Hamilton y Mercedes en la Fórmula 1. Entiendo que el Gran Premio de Francia fue un atentado contra la emoción, pero hay que poner las cosas en perspectiva.

Conozco a los aficionados de este deporte y en 15 años valoraremos esta época donde tuvimos el privilegio de ver cada 15 días al gran piloto inglés.

Hagamos memoria. Hace no mucho nos quejábamos del aplastante Michael Schumacher con Ferrari.

En 2004, Ferrari ganó 15 de 18 Grandes Premios. El 2002 fue año de 15 de 17. Hoy recordamos a ‘Schumi’ como un titán que, con el mejor auto (de eso no hay duda), escribió una era gloriosa para la Scuderia.

Hace menos, Sebastian Vettel, el mismo que hoy tiene semblante de frustración, nos mostraba con las manos el #1 que ostentó con una potencia indefendible cuatro años, pero en particular en 2011 y 2013, donde Red Bull se llevó 12 de 19 y 13 de 19, respectivamente.

Ni qué decir de 1988 cuando McLaren ganó, con la dupla Senna-Prost, 15 de 16 Grandes Premios posibles.

Son y han sido hegemonías casi dictatoriales y que sólo pudieron terminar cuando otro equipo, por lo regular basados en un nuevo reglamento que les favorecía, lograron construir un monoplaza mejor.

El que realmente ha visto F1 sabe que pasamos a través del tiempo del dominio de Brabham al de Williams al de McLaren al de Ferrari al de Brawn al de Red Bull. Se trata de hacer el mejor coche y tener al mejor piloto disponible. Es incluso cíclico.

Sí, los autos cada vez son menos difíciles de manejar, el reglamento parece hecho para evitar la competitividad y los duelos en pista, el piloto tiene cada vez menos porcentaje de crédito en la ecuación y algo debe cambiar, pero ese mínimo 10, 15 o 20 por ciento que aporta el piloto es aún la porción más importante del automovilismo.

Un Mercedes no es lo mismo en las manos de Hamilton que en las de Bottas o de cualquier otro.

Pero más allá de la obviedad de que que sin el auto ganador no hay manera de ser campeón en la F1 actual, hay que poner en perspectiva el peso histórico y cualitativo del trabajo de Lewis Hamilton.

Con frecuencia escuchamos que hay que dar “gracias” porque podemos ver en una misma época a Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Roger Federer, Serena Williams, Rafael Nadal y hasta LeBron James. Pues en esa lista, en ese nivel podemos agregar que un día le diremos a nuestros nietos, “yo vi correr a Lewis Hamilton”.

No olvidemos que Hamilton es un hombre negro y esto lo recalco, porque no sólo es el primero en la F1 , es todavía el único. Es un pionero, un iconoclasta, el hombre que rompió la barrera del color en el que quizás es el deporte más elitista del mundo.

Un piloto que surgió del esfuerzo de su familia, particularmente su padre, que destacó por talento más que por recursos desde la infancia y que así, con manos y agallas, se ganó el respeto, el apoyo de patrocinadores y equipos.

Cierto es que desde que llegó a la F1 ha contado con monoplazas capaces de recibir banderas a cuadros, que siempre ha tenido herramientas para ser contendiente, pero 79 victorias (sólo a 12 del récord de Schumacher), 87 pole positions (marca absoluta de la categoría) son el preámbulo de lo que parece la trayectoria del piloto más ganador de todos los tiempos.

Mercedes ha construido la que puede ser la dinastía más larga y poderosa de la F1, pero en lugar de culpar a los alemanes, debemos pensar que Ferrari no tiene menos recursos, que Red Bull no es un equipo pobre y que McLaren gasta lo mismo y no logra tener un auto para ganar un Gran Premio desde 2012, justo cuando se fue Lewis.

Disfrutemos lo que vemos, analicémoslo y valorémoslo, porque Lewis Hamilton sí es ya uno de los mejores pilotos de todos los tiempos, sí es especial y además es diferente, colorido, fashionista, un hombre joven de este tiempo que se codea con lo mejor de todas las épocas.