Ese hueco fue cubierto por los 12 atletas que llegaron a la Argentina, guiados por un técnico que lleva su pasión por el voley al límite de la obsesión.

EL TÍTULO QUE FALTABA
Finalmente Brasil acreditará un título de Campeón del Mundo, que servirá para seguir haciendo grande la tradición de un deporte muy practicado en un país que brilla en muchísimas otras disciplinas, pero que sin dudas cuenta con el voley entre las preferidas.

Así lo certifican las cariocas playas de Río de Janeiro, llenas hasta muy entrada la noche de gente jugando a este deporte sobre la arena, o la cantidad de chicos que lograron salir de las favelas gracias a las oportunidades que le ha dado este mismo deporte.

La final fue digno exponente del nivel de juego alcanzado en Argentina 2002. Rusia y el propio Brasil dieron una nueva muestra, como ya lo habían hecho en la final de la Liga Mundial de este año, que llegaron a la cima de este deporte con serias pretensiones de quedarse.

Cada uno con sus argumentos: Brasil dando muestras de audacia y de un plantel de lujo, lo que le permitió a Bernardinho mandar a la cancha a Ricardinho, que hacía más de un lustro venía aguardando lo que parecía imposible, que Mauricio dejara de jugar bien. Y manejó el equipo como si cada punto del Mundial hubiese estado en la cancha. Con un Nalbert alcanzando niveles de perfección en lo técnico-táctico y lugares insospechados en lo anímico, con una garra que dejó en claro que llegó a este Mundial con un solo objetivo, el título.

Lo de Rusia, acaso, fue más increíble. Se cansó de hacer que los especialistas dudaran sobre las reales chances del equipo. Casi queda afuera en la primera fase. En octavos, debió batallar los primeros dos encuentros, para llevárselos en el quinto set frente a España y a Polonia. Empezó a despejar dudas con el contundente 3-0 a Portugal. Y entonces volvieron a creer. Pasó cómodo a Grecia, y cuando parecía otra vez al borde del nocaut, apareció para cerrar una dura semifinal con Francia. Y luchó la final con denuedo, pero Brasil fue más.

SENSACIONES POST-MUNDIAL
Habrá que prestarle atención a Francia. Una agradable combinación de la escuela que en la década del 80 lideraba el armador Chambertain y que la llegada de Philippe Blain le pudo adosar una importante cuota de sacrificio en defensa, con abanderados de la talla de Henno y Antiga, un orden táctico muy importante y rendimientos individuales claves, en hombres que saltaban desde el banco. Para tener en cuenta, ya que este grupo llegará en un estado de maduración óptimo para la próxima gran prueba, los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.

También quedó en este Mundial la sensación de que Yugoslavia sobró el torneo. Y penalizó mucho este punto y también el no haber tenido rivales pesados hasta las semis. Seguramente habrá tomado nota el actual campeón olímpico, y buscará pronta revancha.

Por último, la despedida de una generación de oro. Italia había llegado hasta Argentina 2002 como tricampeón mundial. Y se dio cuenta que deberá iniciar un profundo proceso de renovación, ya que sus hombres, los mismos que ganaron absolutamente todo, excepto la medalla de oro olímpica, no tuvieron respuestas en este torneo.