Setenta y tres años de pasión

El choque entre Roma y Lazio, que el próximo domingo cumplirá su partido número 119 liguero, fiel a su cita desde hace casi 73 años vuelve a traer pasión y colorido a la Ciudad Eterna

ROMA -- El "derbi" futbolístico romano, que el próximo domingo cumplirá su número 119 liguero, fiel a su cita desde hace casi 73 años vuelve a traer pasión y colorido a la Ciudad Eterna, que se divide claramente entre el "águila" del Lazio y la "loba" del Roma, los símbolos de ambos clubes.

Un duelo entre "la loba", que representa y figura en el escudo del Roma, y el "águila", que hace lo propio con el Lazio, que se inició sobre el campo en un ya lejano 8 de diciembre de 1929, concluyendo con una victoria "foránea" del equipo romanista (0-1).

El partido, entonces, se disputó en el desaparecido campo de la Rondinella, el sitio que hoy en día ocupa la zona de aparcamiento del estadio "Flaminio", ahora dedicado al fútbol femenino y al rugby, pero donde el Lazio jugaba sus encuentros hasta que decidió trasladarse al "Olímpico".

El primer gol en el "derbi" romano fue obra de Rodolfo Volk, quien nació en una localidad de Fiume que, entonces, formaba parte de Italia, pero que tras la Segunda Guerra Mundial paso a la ex Yugoslavia, y hoy a Croacia.

Volk es, además, el tercer máximo goleador liguero de la historia del Roma, con el que sumó 161 partidos y anotó 105 tantos. Delante de él sólo figuran Amedeo Amedei (125 tantos) y Roberto Pruzzo (106).

El primer "derbi" capitalino se jugó, pues, apenas dos años y cinco meses después de la fundación del Roma, que llegó el 22 de julio de 1927 con la fusión de tres clubes romanos. El Lazio, en cambio, ya vivía desde el 9 de enero de 1900, cuando nació como club de atletismo, con esporádicas actividades futbolísticas hasta 1906, que ya se convierte club de fútbol.

La rivalidad entre ambos clubes nació el mismo día del nacimiento del Roma. No en vano, el club romanista adquirió tanto los colores de la ciudad (rojo y amarillo) como su símbolo (la "Lupa" que amamantó a Rómulo y Remo, los fundadores de la ciudad).

Esto hizo que el Roma entrase en el corazón del "pueblo" y era la clara contraposición con un Lazio que mucho antes se había decantado por unos colores (celeste y blanco, presentes en la bandera de Grecia) que evidenciaban la admiración de sus fundadores al mito griego de Olímpia. Además, el Lazio utilizó como símbolo el "aquila", que era la enseña de las legiones romanas.

Estaba claro, pues, que la convivencia entre ambos iba a ser dura y, sobre todo, pasional pues ya desde el primer momento el Roma pasó a ser el equipo del "pueblo romano" y el Lazio el de una cierta "elite social".

Hablar de un "derbi" romano es hacerlo de pasión por unos colores, de orgullo local, de odio entre vecinos y amigos, y de un colorido sin par.

La ciudad de Roma entra en ebullición. Sus calles, la céntricas y las más populares se engalanan con los colores "rojo y amarillo" del Roma, mientras las más elitistas del "celeste y blanco" del Lazio. Y es que romanistas y laciales no dudan en hacerse notar, engalanando sus negocios y domicilios con banderas, bufandas y todo tipo de símbolos de su amado equipo.

Pero mucho más impactante es la escenografía que se vive en las respectivas curvas del estadio "Olímpico" mientras los jugadores saltan al campo. Y es que una parte muy importante del "derbi" se juega en los días previos con la puesta en marcha de la coreografía que ponga en liza cada una de las aficiones.

La rivalidad es tal que tanto los aficionados del Lazio como los del Roma se "encierran" en lugares secretos, donde se idea y se da vida a lo que luego se plasmará en el estadio en los minutos previos del partido. Se intenta impactar y sorprender a la afición rival y el secretismo de los preparativos es tal que incluso no se duda en intentar espiar las pruebas.

Y la verdad es que casi siempre la coreografía ideadas por ambas aficiones impacta hasta al espectador más imparcial. Es digno de vivir al menos una vez, pues esos escasos minutos previos al partido no tienen parangón con lo que sucede en otros duelos de la máxima rivalidad ciudadana en Italia (Milán, Turín, Génova y Verona).

Lo que acontece en el derbi romano queda bien patente en el libro "Ultimo Stadio. Diario de dos enfermos de fútbol", del romanista Mattelo Maffucci y el lacial Sergio Colabona Así, Maffucci no duda en escribir: "La semana que precede el derbi está marcada por la paranoia. Hasta el miércoles no se habla, primer mandamiento mostrarse superiores a los adversarios. Del jueves al sábado, adelanta, todo se desbloquea, se construyen palcos de discusión en cada ángulo de la ciudad".

"Los bares se convierten en monarquías absolutas, el propietario sería capaz de envenenar minuciosamente a ciertos clientes (equipo rival). El domingo está fuera de discusión, no existe otra cosa ni otros problemas, mi esposa se resigna, mis padres no aficionados debe desaparecer", añade Maffucci.

Sergio Colabona, por su parte, dice: "Todos los romanos perdemos la postura fatalista y pasamos a la excitación. El lunes no se pasa por los lugares frecuentados por los rivales, el martes se piensa en ritos propiciatorios que han dado suerte la última vez, el miércoles se va a los lugares romanistas para lanzar el desafío, los jueves para alejar la mala suerte se vuelve a los mismos sitios para decir que ellos son los más fuertes".

"El viernes se entra en trance y se busca la concentración; el sábado ya se está en el clima-partido y se da libertad a todos los ritos posibles para atraer la buena suerte; el domingo finalmente se juega, se llora, se ríe...", apunta Colabona.

Luego, quien gane vivirá "las mejores semanas del año", pero quien pierda "las peores", pues deberá sufrir las acometidas de su rival hasta el próximo derbi. Y este próximo es en la noche del domingo.

- EFE-

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