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Cómo un rodado de rutina demuestra el caso de José Altuve para el JMV

Hannah Foslien/Getty Images

José Altuve apunta con su bate hacia el jardín central, lo deja colgado por tres segundos, y luego cuatro. Los Houstonianos todavía no comienzan su fin de semana, y se ve un mar de asientos verdes vacíos sobre el hombro derecho de Altuve en esta tarde de viernes a finales de agosto. Mueve sus caderas, un baile sutil en la caja de bateo - uno, dos, cha cha cha - y el pitcheo en conteo de 2-2 hace su lento descenso hacia el plato, él levanta su pie izquierdo y hace swing.

Los Astros tienen dos en base -- Alex Bregman está en primera; George Springer, a 90 pies del plato - así que cuando Altuve conecta un rodado hacia la tercera base, Evan Longoria de Tampa lo atrapa limpiamente, y lo lanza hacia la segunda base. Springer corre hacia el plato para anotar la carrera, Bregman es puesto fuera. Altuve dice en broma que él "solía" tener velocidad de clase mundial cuando tenía 16 años, pero 10 años después, sigue pareciendo una mancha desenfocada en los senderos. Así que cuando el intermedista de Tampa intenta completar la doble matanza, está cerca, pero no tan cerca.

Altuve es quieto en primera base.


Esta jugada - un rodado sin mayor importancia que salió hacia la tercera base en el juego No. 128 de 162 - es el que José Altuve marca en rojo. No la recta alta que él envió hacia el jardín izquierdo para su hit 1,000 en su carrera nueve juegos atrás, una marca que alcanzó más rápido que cualquier otro jugador activo de Grandes Ligas, excepto Ichiro Suzuki. No el sencillo que conectó entre campocorto y tercera base, cinco juegos antes, cuando logró su octavo juego de cuatro hits del año, la mayor cantidad para un jugador en una temporada en esta década. No, este rodado, junto con la cadena de eventos que le siguieron - una secuencia que comenzó con esta jugada de selección y que terminó con Altuve cruzando el plato - marcó el momento que Altuve dice que es en el que más orgullo ha sentido en todo el año. Y es aquí, en este viaje alrededor de las bases, que la sorpresa y la inevitabilidad de su candidatura al JMV en 2016 salen a la luz.

Hubo un momento, en este verano, cuando parecía que Altuve no estaba ni cerca del premio. Pero a medida que los Medias Rojas de Mookie Betts y los Azulejos de Josh Donaldson se encaminaban a los playoffs, los Astros de Altuve se mantuvieron jugando para .500 en este septiembre. Aun así, él sigue en la conversación. Al igual que Mike Trout, cuyos Angelinos están eliminados hace rato. ¿Qué es lo que sostiene las esperanzas de Altuve en esta recta final? Jugadas como esta.

"Si él no estuviera en nuestro equipo, probablemente nosotros estuvieramos en el sótano de la división ahora mismo", dijo Carlos Correa, el compañero de dobles matanzas de Altuve en el campocorto. "Si le quitas a Josh Donaldson a los Azulejos, pienso que Toronto seguiría estando bien. Si le quitas a Mookie a los Medias Rojas, ellos estarían bien. Ellos seguirían ganando. Pero ¿si le quitas a Altuve a los Astros de Houston? Nosotros no tendríamos oportunidad.

"JMV. Jugador. Más. Valioso".

Para Correa, y para sus compañeros, el impacto de Altuve en el equipo no tiene comparación. Apenas tiene 26 años y está en su quinta temporada completa en Grandes Ligas, pero ya es uno de los veteranos del camerino. Altuve jugó en los años oscuros de la franquicia, cuando las temporadas de 100 derrotas se acumulaban como basura en los vertederos. Él es uno del puñado de jugadores de los Astros que llegó al otro lado: ganó un cetro de bateo en 2014, y ahora, que está en la batalla por un segundo cetro, los compañeros de Altuve susurran sus éxitos con reverencia y seriedad, y sí, una hipérbole que haría sonrojar incluso a Chuck Norris.

"Es algo alocado que él nunca haya logrado un partido con cinco hits porque él ha logrado como 30 juegos de cuatro hits desde que está aquí", dijo el lanzador abridor Collin McHugh. (Esto es solo una exageración algo ligera. Solo tiene 20).

"Gracias a Dios que yo bateo detrás de él", dijo Correa. "Él siempre está en base". (El porcentaje de embasamiento de Altuve de 396 es el cuarto mejor en la liga).

"De alguna manera, de alguna forma, él siempre batea a donde no hay nadie defendiendo. Solo creo que él puede poner la pelota donde quiera", dijo Springer. "Una mala racha para él es cuando se va de 4-0". Springer no está muy lejos de la realidad: Altuve tiene 22 partidos con más de un hit (59) que partidos sin un solo hit (37) este año. La pelota luce como una toronja para él en la mayoría de los días; su mapa de zonas calientes luce una hermosa colección de promedios de bateo que parecen de otro mundo.

El mismo Altuve suele rechazar la noción de que sea el mejor bateador en todo el béisbol. Batea .338, el tercero mejor en MLB, y tiene un OPS+ de 157, bueno para el quinto lugar, pero él persiste.

"Tenemos a Miguel Cabrera. Donaldson. Un grupo de bateadores. Y entonces yo estoy detrás de ellos".

La modestia, sea fingida o real, muestra el carácter de Altuve. Quizás ese mismo impulso es lo que lo lleva a catalogar un rodado inofensivo como el mejor momento de una temporada como candidato al JMV en comparación con hits más grandes y alborotosos. Resiste a la razón... hasta que Correa afirma que ese también es su momento favorito de José Altuve de 2016. McHugh y Colby Rasmus hacen lo mismo. Y Craig Biggio, el intermedista de Houston y miembro del Salón de la Fama se hace eco de ello. Un rodado inofensivo de un hombre es la joya de otro hombre, prueba de la forma única que eleva su equipo.

Como casi todo el viaje de Altuve, todo comenzó con un rebote imprevisto.


Altuve estaba a algunos pies de la base cuando Drew Smyly, que estaba en el montículo por Tampa, lanza a Brad Miller a la primera base para mantener a raya al veloz intermedista; se ha robado 27 bases esta temporada. Parecía que habían atrapado a Altuve fuera de base, pero -- ¡oh! - el tiro de Smyly rebota contra el guante de Miller, sigue su camino a la franja de advertencia, y Altuve corre hasta la siguiente base sin problemas.

Altuve llega quieto a la intermedia.


Antes de que fuera su jugador más seguro, José Altuve era la pieza más confusa en el rompecabezas de los Astros.

Adelante: Échenle una ojeada a los archivos para encontrar los dínamos de 5 pies 6 pulgadas que puedan batear la pelota con consistencia despiadada. Encontrarán al jugador negro Hack Wilson, quien tenía la misma estatura de Altuve y se voló la barda más de 20 veces en seis temporadas diferentes... mayormente en la década de los 20. Aparte de él, el grupo no es muy abundante. Así que cuando Omar López, el cazatalentos venezolano de los Astros e instructor de bateo, viajó a Barquisimeto y observó a Altuve jugar por primera vez en un día tropical en agosto de 2006, él esperaba que Altuve no luciera tan bien bajo como se veía desde su punto de observación en las gradas superiores del estadio. López descendió a nivel de terreno luego del partido, esperando tener un mejor ángulo de observación, y queriendo confirmar que Altuve no fuera tan bajo. No podia ser, ¿verdad?

Lo era.

"Wow, es pequeño", se dijo López a sí mismo. "Es realmente pequeño".

López ni siquiera había ido a Barquisimeto para ver a Altuve; en cambio, él había llegado para echarle el ojo a un torpedero que estaba en el radar del equipo. Pero fue Altuve, nativo de Maracay, quien capturó su atención, no solo por una jugada, sino por las incontales ocasiones que llevó la pelota hacia el derecho y el central, bateando pelota tras pelota sin descanso; en el contacto que él hacía, y el sonido de su bate cuando lo hacía.

López invite a Altuve a un minicampamento en la academia de los Astros en Venezuela en Valencia un par de semanas más tarde, luego del cual Al Pedrique, el asistente especial de los Astros, le ofreció un contrato y un bono por firmar de $15,000. Pedrique, al igual que López, quedó impresionado con el bate de Altuve, la rapidez de sus manos y el poder que demostró a pesar de su corto físico. "Él no va a avergonzar a nadie", le prometió Pedrique a los Astros.

A Pedrique le gustaba Altuve. Y también a López. El dúo, junto con Ricky Bennett, director de las fincas de los Astros, abogaron por Altuve y pusieron en riesgo sus nombres y sus reputaciones por un venezolano pequeño, delgado pero mañoso. Pero su apuesta todavía era a la baja. López lo veía llegando a Doble A, quizás Triple A. Pedrique pensaba que batearía .270 o .280, y luego dejaría su huella como un ligamayorista promedio con una cantidad importante de bases robadas en su resumé.

"Nunca pensé que llegaría a ser una superestrella".

Altuve es quieto, y casi introspectivo sobre el asunto. Tiene menos resentimiento que simplemente estar consciente del hecho de los prejuicios del pasado por su estatura. El cielo es azul. El césped es verder. José Altuve es de corta estatura, y el mundo sigue girando.

"Yo me pongo en su posición", dice. "Yo sé que es realmente difícil creer en un jugador de mi tamaño".

Aun así, los viejos desaires siguen causando algo de molestia. De vuelta en Maracay, ese mismo adolescente de corta estatura no fue invitado al quinceañero de una amiga. ¿Cuál fue el crimen? ¿Su imperdonable e irremediable metida de pata? Altuve utilizaba la misma camisa y los mismos zapatos todo el tiempo, sin importar el evento.

"¡¿Y ahora, y ahora qué?!", gritó, el mes pasado, con la sangre hirviéndole con la indignidad de un chico de 10 años. "¡Yo tengo muchos zapatos en mi guardarropa! ¡Tengo muchas camisas! ¿Qué va a decir ella ahora?"

"¿Si le quitas a Altuve a los Astros de Houston? Nosotros no tendríamos oportunidad. JMV. Jugador. Más. Valioso."
Tim Tebow

A Carlos Correa le encanta esa historia. No puede evitar disfrutársela cuando escucha a Altuve reviver su vergüenza pasada en un viaje a Minnesota. "Yo me moría".

Correa simplemente no puede reconciliar a su intermedista y compañero Todos Estrellas con un adolescente de aspecto triste que estaba en la parte inferior de los círculos sociales de Maracay. Correa mide 6 pies 4 pulgadas, así que a duras penas Altuve le llega a los hombros, pero Correa lo mira a la misma estatura moral. Ambos comparten un complejo ritual de estrechón de manos: mano derecha al frente, mano izquierda atrás, dos golpes, SALTO. Ellos se miden en el juego de video de FIFA con el mismo tipo de energía que suele iniciar guerras religiosas. Y se paran hombro con hombro en el camerino, compartiendo preguntas, intercambiando conocimientos. Tuve, ¿qué se debe buscar en ese pitcheo de ese lanzador? ¿Cuáles pitcheos sueles dejar pasar? ¿Por qué esto? ¿Porque lo otro? ¿Por qué?

Correa se la pasa preguntándole sin cesar, parece un satélite de 6 pies en órbita alrededor de Altuve. Jason Castro y Marwin González hacen lo mismo. Collin McHugh y el ganador del Cy Young Dallas Keuchel lo hacen también, ávidos de añadir otra arma a su arsenal: una vista desde el otro lado, cortesía de uno de los bateadores más prolíficos del deporte. El caso de Altuve para el JMV está sustentado por más que meramente su promedio de bateo, el OPS o el recién añadido poder a su bate, según dicen sus compañeros: el valor real de Altuve para este equipo de los Astros está en la visión que nos trae, el atisbo trasbastidores a su vasto conocimiento de béisbol.

"Si no lo tuviéramos aquí", dijo Keuchel, "no estaríamos en el medio de la contienda".

Así que cuando todos ellos dicen que su jugada favorita de Altuve es cuando conecta ese débil rodado por el cuadro, eso hace perfecto sentido. ¿Qué ocurre después? Altuve se despega, como lo suele hacer, cuando nadie lo espera. Cuando quizás, nadie más lo haría.


Altuve se para en la intermedia por algunos segundos, cuando Brad Miller lanza la pelota de vuelta al montículo casualmente. Un poco demasiado casual porque -- ¡oh! -- Altuve pausa por medio segundo, da un salto, gana impulso, y sale corriendo.

"¡Ahora se va para la tercera!", grita el narrador de los Astros, casi sin aliento. "¡José Altuve corre como un salvaje!"

Se lanza de cabeza a la antesala creando una nube de polvo; el tiro de los Rays a la tercera llega un poco después que él. Altuve levanta una mano hacia el árbitro para asegurarse de que venció el tiro, y recibe la confirmación.

Altuve llega quieto a tercera.


El béisbol es un juego de fallos. Pero a José Altuve no le importa.

En octubre pasado, en los minutos después que el cerrador de Kansas City Wade Davis terminara con los Astros en orden -- primero Preston Tucker, entonces Altuve, y luego Springer - para ganar la Serie Divisional de la Liga Americana 2015, Altuve entró a la oficina del manager de Houston A.J. Hinch.

Altuve todavía tenía puesto su uniforme. Sus ojos estaban llorosos. Y se disculpó. Sentía culpa, dijo por la salida temprana del equipo en la postemporada.

"Esto no tiene nada que ver contigo", le aseguró Hinch a Altuve. "Tú tuviste un gran año. Nosotros tuvimos un gran año. Hay que sentirse orgullosos".

En honor a la verdad, Altuve tuvo unos números muy poco característicos de él en los cinco partidos de los Astros ante los eventuales campeones de la Serie Mundial. Se fue de 22-3, sin extrabases, y co apenas una remolcadas. Altuve quiere, y espera, ser la diferencia en este equipo, y en la SDLA, sintió que quedó a deber.

Él necesitaba algo para quitarse el mal sabor de boca en la temporada baja.

Altuve pasó sus primeros cuatro años en la liga como uno de los mejores bateadores de pelotas malas, encontrando formas para tener éxito cuando, con toda justicia, no debía tenerlo. Le hacía swing a lanzamientos que pasaban por encima de su físico de 5-6. Se estiraba para conectar una pelota que estaba casi en la caja del otro bateador. Y usualmente hacía contacto. Entonces, en un bien documentado cambio, Altuve decidió llegar a la temporada 2016 con el propósito de mejorar su disciplina en el plato.

Un par de días después que los lanzadores y receptores de Houston se reportaran a los entrenamientos primaverales en Kissimmee, Florida, Altuve salió del camerino luego de la práctica y vio a algunos de sus viejos compañeros en las menores, Omar López, de la academia venezolana de los Astros, y Rodney Linares, su manager en Clase A alta en Greeneville. Ambos se encaminaban hacia el complejo de liga menor de los Astros, pero Altuve les pidió que hicieran un alto en la caja de bateo.

"Ponme la pelota aquí, aquí y aquí", les decía.

"En el medio".

"Ahora en el medio afuera".

Dijo que lo que quería era trabajar con su modo de batear en el plato. Lo hicieron, en esa tarde, y en las siguientes dos tardes, 20 minutos más o menos de trabajo adicional luego de los entrenamientos de los equipos. Altuve hizo sus repeticiones -- 30 a 40 swings cada día - afinando su disciplina, forzándose a sí mismo a ser lo que nunca antes había sido: selectivo en el plato.

Es algo prácticamente parecido a lo que hacía Tiger Woods, esta necesidad imperiosa de, no solo recisar, sino afinar obsesivamente un modo de bateo que está lejos de ser malo. El resultado neto de esos ajustes: su menor tasa de swings a pitcheos fuera de la zona en cuatro años (32.5 por ciento), la mayor tasa de boletos de su carrera (8.3 por ciento), un aumento en productividad que deja pequeñas sus mejores cifras previas (94 impulsadas; 66 el año pasado) y un aumento en poder (24 jonrones) que superó su marca combinada en 2013 y 2014.

"Estoy intentando llevar la pelota, no solo golpearla y conseguir hits, o ponerla en juego", dijo. "Mis ponches han aumentado, pero eso no me importa. El resto de mis números ha subido también".

Él es José Altuve, la siguiente generación: todo lo bueno del modelo viejo, pero ahora en modalidad turbo.


Altuve se limpia el sucio de sus pantalones y espera.

Él es un torbellino de movimiento casi todos los días, deteniéndose y moviéndose en los senderos, observando a sus compañeros tomar prácticas de bateo en el terreno, con pasos cortos y rápidos que dejan ver un ritmo que sólo él puede escuchar. En el camerino, él es considerado como experto en la música pop de inicios de los 2000, bailando al ritmo de Backstreet Boys o NSYNC o los Jonas Brothers. En raras ocasiones se le ve quieto, razón por la que está aquí, en la tercera base, en primer lugar.

Con Altuve mirando desde la antesala, Carlos Correa recibe boleto, así que Evan Gattis llega a la caja de bateo. Deja pasar unos cuantos lanzamientos antes de conectar sencillo que pasa por encima de la intermedia y que llega hasta el jardín central. Altuve trota de forma pausada - esta vez no tiene que apurarse - se detiene y pone su pie en el plato. Los Astros se van arriba 2-0. Altuve llega quieto al plato.


Cuando anotó desde tercera gracias al rodado convertido en extrabase, Altuve le dio a los Astros un impulse clásico en él. "Otros jugadores habrían llegado hasta la segunda, bajarían su cabeza, dejarían que el chico los trajera al plato y entonces... lo que sea", dijo Craig Biggio.

Esa carrera marcó a la postre la diferencia esta noche en Houston, y los Astros terminarían venciendo a los Rays 5-4. El suyo no fue el que ganó el juego - ese honor le correspondió a Gattis, con su cuadrangular para dejar en el terreno al rival en la parte baja de la novena. Pero una vez más, Altuve encontró la forma de ser parte del momento decisivo.

Es posible, incluso probable, que el margen de victoria de Altuve no sea suficiente al final de la temporada. Luego de arrollar en agosto, él volvió a la tierra en septiembre. Y el tiempo se les está acabando a los Astros de Houston 2016. La división ya está fuera de su alcance; por ahora, también están fuera de los puestos de comodines. Si su temporada termina el 2 de octubre - si el único tipo de logro que puede esperar Altuve este año es individual - entonces él podría haber hecho su argumento más fuerte en esa noche a finales de agosto, con ese mar de asientos verdes sobre su hombro.

Al observar a Altuve correr las bases - apresurándose hacia la primera, corriendo a la segunda, escabulléndose hacia la tercera - el narrador de los Astros Alan Ashby hizo una pregunta.

"¿Cómo luce un JMV?", se preguntó.

"Miren esa jugada".