Los Washington Nationals, incluso cuando se llamaban Montreal Expos, nunca ganaron una serie de Postemporada… hasta ahora.

Cuando el equipo de la capital de Estados Unidos finalmente aprendió a ganar, no se detuvo hasta levantar el trofeo, luego de protagonizar una de las historias más increíbles en todos los tiempos de las Grandes Ligas.

Washington ni siquiera era el favorito para ganar la División Este de la Liga Nacional. Tal vez, ni para aspirar a uno de los dos comodines del Viejo Circuito, y en mayo, el manager Dave Martínez estaba a punto de perder el trabajo cuando, el 23 de mayo, los Nationals exhibían un balance de 19-31.

Fue a partir de ese momento que comenzó una reacción que los llevó a ganar 74 de los últimos 112 partidos y a agenciarse el primer comodín de la Nacional.

Fue una historia comparable tal vez con aquellos Florida Marlins de 2003, que arrancaron con el objetivo habitual de completar el calendario regular e irse a sus casas en octubre a ver la Postemporada por televisión.

Getty Images/Mike EhrmannCelebración de los Nationals tras ganar la Serie Mundial.

Esos Marlins llegaron a tener récord de 19-29 el 22 de mayo, pero el manager Jeff Torborg fue despedido y Jack McKeon salió de su jubilación para hacer creer a los jugadores en sí mismos.

Esa fue la clave: créerselo.

Estos Nationals creyeron que podían ser campeones y nunca bajaron los brazos. Prueba de ello es haber anotado el 48 por ciento de sus carreras después de dos outs en la pizarra a lo largo de la contienda.

El no rendirse les permitió remontar ante los Milwaukee Brewers el Juego de Comodines, en el que estuvieron abajo en el marcador por 3-1 en el octavo episodio.

Esa actitud les valió para enfrentar con éxito dos partidos sin mañana en la Serie Divisional ante Los Angeles Dodgers y dejar en el camino a los superfavoritos del circuito y, luego, pasarles por encima como una aplanadora a los St. Louis Cardinals en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional.

Parecía que se le acaba el camino a los Nationals, después que toda la historia reciente apuntaba a que un equipo que llegaba a la Serie Mundial con tanto descanso se enfriaba y terminaba perdiéndola, pero, se burlaron de todo: de las apuestas de Las Vegas, que como nunca antes desde 2007, dieron a un equipo tan ampliamente favorito como a los Astros.

Y ya lo del Clásico de Otoño es cosa de leyenda, es inédita. Fue la serie de los visitantes, pues ningún dueño de casa ganó un partido ante su público.

Después de perder una ventaja de 2-0 y caer tres veces en Washington, cualquier equipo se hubiera desplomado, pero ir a la madriguera de los favoritos sin margen de error y, al borde del abismo, ganarle en el Minute Maid Park a los Astros, parece algo salido de la imaginación del más prolífero guionista de Hollywwod.

Lo demás es historia. O más que eso, es histórico.

No busquen razones para la derrota de los Astros. Todo el mérito para los Nacionales.

Sólo queda brindar por los nuevos reyes de las Grandes Ligas y esperar 147 días para que comiencen la defensa de tan merecida corona.

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Si los Washington Nationals terminan ganando esta Serie Mundial, el Jugador Más Valioso tiene que ser, por derecho propio, Stephen Strasburg.

Con el agua al cuello, al borde del abismo y tras reponerse de un mal primer inning, Strasburg le aguó la fiesta que ya tenían preparada los Houston Astros y estiró hasta el séptimo juego el clásico de octubre.

Y aun cuando el choque ya se había ido de un solo lado, el derecho salió a tratar de completar la faena, cuando ya tenía 102 envíos.

Como en los viejos tiempos, cuando Marichal y Spahn se trenzaban en un duelo a ceros por 16 episodios, sin pensar en el cansancio o el dolor del día siguiente.

¡Es la Serie Mundial! Aquí se permiten (o se obligan) estos esfuerzos extras.

Salió del juego con 104 pitcheos, después de sacar el primer out del noveno. Si yo hubiera sido él, habría pedido la pelota para acabarlo todo.

Termina así Strasburg una postemporada perfecta, con récord de 5-0 desde el juego de comodines y una efectividad de 1.98 en 36 y un tercio.

Stephen Strasburg lanza (Washington Nationals)
AP Photo/Matt Slocum

¿Termina? ¿Quién quita que en las postrimerías del séptimo juego salga de relevo, al estilo de Madison Bumgarner en el 2014?

No lo descarten, aunque a su agente Scott Boras le dé un síncope cardíaco, justo ahora que puede salirse de su actual contrato y buscar un mejor pacto en el mercado.

ARBITRAJE DA VERGÜENZA

Y eso que Ángel Hernández no está en la Serie Mundial.

Lo del arbitraje en este clásico de octubre ha sido sencillamente vergonzoso.

Errores garrafales en el conteo de bolas y strikes, con zonas demasiado amplias o estrechas, ha sido la constante del cuerpo de oficiales que está trabajando en la serie, lo cual ha empañado un tanto el buen espectáculo que han brindado los Washington Nationals y los Houston Astros.

Cada vez me convenzo más de la necesidad de implementar el conteo automatizado de bolas buenas y malas, que, ojo, no es como muchos creen que será un robot como R2D2 decretando qué envíos pasó o no por la zona de strikes.

El umpire humano estará detrás del plato con un audífono en la oreja, donde recibirá la sentencia que decretará.

A él le quedarán como funciones aplicar reglas, decretar jugadas en el home, batazos fouls o fair.

No quedará, como creen algunos, como un invitado de piedra, pero dada la mediocridad para definir la zona que han mostrado todos, ¡TODOS! los árbitros a lo largo de la postemporada, es hora de traer a la MLB el “robot” que se puso en una prueba piloto en la liga independiente del Atlántico.

La tapa al pomo la puso la polémica decisión de Sam Hoolbrook sobre jugada en la que Trea Turner fue decretado out por supuesta interferencia y que pudo haber tenido un peso definitorio en el sexto juego, en el que los Nationals le empataron la serie a los Astros y forzaron el séptimo partido.

No hubo interferencia. Después de ver la jugada más de diez veces, estoy convencido de que Turner iba corriendo dentro de la línea reglamentaria.

Cualquier bateador derecho, como el campocorto de Washington, cuando sale corriendo hacia la inicial, lo hace por la hierba interior.

Pero Turner rápidamente enmendó el rumbo y ya a varios pies de la primera base iba justo por el medio de la línea reglamentaria.

Si le tumba accidentalmente el mascotín a Yuli Gurriel es porque el tiro de Brad Peacock iba justo en dirección al corredor.

Si el disparo de Peacock hubiera sido hacia el otro lado de Turner, la jugada hubiera sido probablemente un out, apretado quizás, pero out.

Lo cierto es que la bola se escapó, Gurriel perdió su guante y quedaban corredores en segunda (Turner) y tercera (Yan Gomes), sin outs: el rancho ardiendo para los Astros.

Pero Hoolbrook, el umpire principal, decretó out a Turner por interferencia y retornó a Gomes a la inicial, en una decisión infame, sólo superada por aquella de Don Denkinger en 1985, que le costó la Serie Mundial a los St. Louis Cardinals ante los Kansas City Royals.

Ello motivó un conato de Dave Martínez que le costó convertirse en el primer manager en ser expulsado de un juego de clásico de octubre desde Bobby Cox en 1996.

Afortunadamente para Washington, la polémica decisión de Hoolbrook no tuvo consecuencias, pues Anthony Rendón se encargó de enmendarla con un palazo que enfrió las tribunas del Minute Maid Park.

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Justin Verlander tiene un pie dentro del Salón de la Fama de Cooperstown. Sus 225 victorias con 129 derrotas, efectividad de 3.33 y 3,006 ponches a lo largo de 15 temporadas son números suficientes para la gloria eterna. A sus 36 años no da señales de declive, por lo que sus estadísticas engordarán aún más para cuando llegue el momento, cinco temporadas después de su retiro, de recibir la ansiada llamada del Templo de los Inmortales.

Sin embargo, Verlander tiene una asignatura pendiente, que hasta ahora representa una mancha en su rica y extensa trayectoria: ganar un juego en Serie Mundial.

Este martes, en el sexto choque del clásico de octubre, tiene la oportunidad de redimirse y llevar a los Houston Astros a su segunda corona en tres campañas.

El supersónico serpentinero ya está en los libros de récords como el único abridor con cinco derrotas en Series Mundiales, tras caer en el segundo partido ante los Washington Nationals.

Verlander ha ido de más a menos en postemporadas. En series divisionales ostenta balance de 8-1 en 13 encuentros, con promedio de limpias de 2.52. Ya no ha sido tan dominante en series de campeonato de liga, con registro de 6-4 y efectividad de 3.13 en 11 desafíos. Y en clásicos de otoño exhibe un pobre 0-5 y 5.73 en seis aperturas.

Su primer viaje a la Serie Mundial fue en el 2006, con los Detroit Tigers. En aquella ocasión abrió dos partidos ante los St. Louis Cardinals, el primero y el quinto. En el primero fue castigado con seis limpias y siete hits en cinco entradas, en el juego que los Cardenales se impusieron 7-2. En el quinto volvió a tomar la lomita, con su equipo debajo en la serie 3-1 y en seis episodios aceptó tres carreras, dos de ellas sucias, para cargar con su segunda derrota, esta con pizarra de 4-2, que le dio a St. Louis la corona.

Tim Warner/Getty ImagesJustin Verlander lo ha logrado todo en el béisbol de las Mayores... menos ganar un partido de Serie Mundial.
Seis años más tarde regresó al clásico de octubre, nuevamente con los Tigres, frente a los San Francisco Giants. Y en su única salida recibió la que posiblemente haya sido la más humillante derrota de su carrera.

Apenas pudo sostenerse cuatro innings sobre la lomita y permitió cinco limpias y seis hits, dos de ellos jonrones del venezolano Pablo Sandoval, para archivar su tercer fracaso en esta instancia y dejar efectividad de 11.25.

En el 2017 volvería a la Serie Mundial, pero con Houston, equipo que lo adquirió el 31 de agosto, último día para hacer intercambios vía waivers en la temporada. Esa vez inició dos partidos, pero la fortuna siguió sin sonreírle. En el segundo juego ante Los Angeles Dodgers no lo hizo mal, pero se fue sin decisión, tras permitir tres limpias en seis innings.

Dejó el choque perdiendo, pero los Astros consiguieron empatar la pizarra en el noveno y ganaron 7-6 en 11 entradas.

Abrió también el sexto encuentro y no pudo mantener una ventaja mínima de una carrera que le dieron sus compañeros, al tolerar dos limpias en seis capítulos y cargar con su cuarta derrota en Series Mundiales, esta vez con pizarra de 3-1.

Y por último vino la derrota del miércoles pasado en el Minute Maid Park, al aceptar cuatro limpias y siete imparables en seis tramos, en el juego que terminó por paliza de 12-3 favorable a Washington.

Veremos entonces si consigue reivindicarse en esta nueva oportunidad que le da la vida o si vuelve a fracasar y la Serie Mundial se extiende a siete juegos.

Para alguien de su talla, ya es hora.

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Tuvieron que pasar 95 años para que un equipo de Washington D.C. volviera a ganar una serie de Postemporada en las Grandes Ligas, desde que los desaparecidos Senators se coronaron campeones mundiales en 1924.

Por primera vez desde que se convirtieron en los Washington Nationals, la franquicia que surgió en 1969 como Montreal Expos consiguió ganar una serie de Playoffs y ahora irán ante los St. Louis Cardinals en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional y un hombre que no debió estar en el Juego 5 ante Los Angeles Dodgers, al final, se convirtió en el héroe: Howie Kendrick, cuyo grand slam en el décimo inning enmudeció a Dodger Stadium.

Kendrick cometió varios errores defensivos en jugadas elementales a lo largo de la serie, admeás de que tampoco había sido productivo con el madero y pocos entendían por qué en extra innings, el manager Davey Martínez no lo había reemplazado en segunda base por Brian Dozier.

Sin embargo, el veterano de 36 años disparó el que posiblemente haya sido el batazo más importante de su carrera y así será recordado: como el hombre que de un solo swing frustró, una vez más, a los aficionados de Dodgers.

Rob Leiter/MLB Photos vía Getty ImagesHowie Kendrick celebra el grand slam que envió a los Nationals a la antesala de la Serie Mundual y con el que sepultó las aspiraciones de Dodgers.

Dave Roberts no se equivocó, cosa rara, al poner a Clayton Kershaw de relevo por Walker Buehler. Simplemente, le salió mal. Kershaw entró en la séptima entrada con dos outs y con solamente tres envíos ponchó a Adam Eaton.

En el octavo inning permitió los dos jonrones consecutivos de Anthony Rendon y Juan Soto que igualaron las acciones, pero a lo largo de su historia, como relevista, Kershaw lo había hecho muy bien en Postemporada. Su problema era como abridor. Ahora, parece que el problema se hizo extensivo a la función de apagafuegos.

Podrá llegar hasta el Salón de la Fama de Cooperstown, pero, hasta ahora, Kershaw sigue como la versión moderna de Don Newcombe, aquella estrella que tuvieron los Dodgers en los años 50, cuando jugaban aún en Brooklyn, y que nunca pudo ganar un partido en Postemporada.

Lo que nunca aprendió Roberts a lo largo de tantos años de fracasos y frustraciones es que la Postemporada no se puede dirigir de la misma manera que los juegos del calendario regular.

Ese cambio diario de alineación le ha costado demasiado al equipo bajo su mandato, sea él o los sabermétricos de la oficina quienes armen el orden al bate.

En el último juego que ganaron los Dodgers ante Washington, el tercero de los cinco, fue Russell Martin el héroe indiscutido con un jonrón y cuatro carreras impulsadas. Fue su única aparición en toda la serie, cuando la lógica indicaba que un bateador que de pronto se calentó, debería aprovecharse al máximo en un torneo tan corto.

Ese es sólo un ejemplo de tantos que pudieran mencionarse en la racha de fracasos de este manager.

La pregunta de muchos ahora es si Roberts sobrevivirá después de una caída tan estrepitosa.

Quizás el culpable no sea el dirigente. Fracasó Don Mattingly; fracasó Roberts. Tal vez sea el equipo o la manera en que se maneja desde las oficinas.

Así de grandioso es el beisbol.

La gran mayoría daba por seguro que el equipo de Los Angeles iría a su tercera Serie Mundial consecutiva, pues no se vislumbraba ningún rival capaz de atravesársele en el camino, sobre todo después de ganar 106 partidos, la mayor cantidad en la historia de la franquicia, y de dominar con suma comodidad su división.

Y de golpe, los Nationals, con su trío de serpentineros formado por Max Scherzer, Stephen Strasburg y Patrick Corbin, quien se reivindicó con buen relevo, parecen favoritos ante los Cardinals para llegar por primera vez al Clásico de Otoño.

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Luego de la paliza que los Tampa Bay Rays le propinaron a Zack Greinke para mantenerse con vida en la serie divisional, el manager de los Houston Astros, A.J. Hinch, anunció que el derecho Justin Verlander será su abridor en el cuarto encuentro, aunque con sólo tres días de descanso.

La decisión no deja de ser arriesgada, posiblemente movida por el pánico que pueda haberle provocado a Hinch la derrota de este lunes con pizarra de 10-3.

Verlander, que en el partido inaugural de esta serie realizó 100 envíos en siete innings, nunca ha lanzado con tres días de descanso.

Repito: Nunca.

Con cuatro días, a lo largo de su carrera, ha iniciado 247 partidos, en los que ha conseguido131 triunfos y 66 reveses, con una efectividad de 3.12.

Con cinco jornadas de reposo, trabaja para 77-55 y promedio de limpias de 3.65 en 166 aperturas, mientras que con seis o más días de descanso tiene17-8 y efectividad de 3.28 en 40 salidas.

¿Qué tal si forzar al veterano derecho a trabajar con poco descanso le sale mal a Hinch y los Astros pierden el juego?

Ello, obligatoriamente, lo forzaría a echar mano para el quinto y decisivo encuentro con Gerrit Cole, también con poco descanso.

A.J. Hinch y Juston Verlander (Houston Astros)
AP Photo/Charles Krupa

Cole, aunque mucho más joven que Verlander, tampoco ha trabajado jamás con tres días de reposo y tuvo 110 pitcheos en su magistral faena del sábado pasado.

Con cuatro días, en 100 aperturas tiene 55-25 y efectividad de 2.72.

Con cinco días exhibe récord de 26-18 y promedio de limpias de 3.86 en 63 partidos, mientras que con seis o más días de asueto lo hace para 13-9 y 3.66 en 29 oportunidades.

¿Vale la pena correr ese riesgo, teniendo en cuenta que los Rays ya no tienen por el resto de la serie al veterano Charlie Morton, autor de las dos victorias que tiene el equipo en la actual postemporada?

Morton ganó el juego de los comodines ante los Oakland Athletics y luego superó a su antiguo equipo este lunes.

El manager Kevin Cash echará mano del dominicano Diego Castillo, inmaculado hasta ahora en tres y dos tercios, aunque siempre de relevo.

Y teniendo en cuenta su filosofía, Cash lo levantará al primer parpadeo y apelará a su bullpen.

Precisamente, si fallaran por poco descanso Verlander y Cole, el cuerpo de relevo de Houston es su punto más débil.

Sería lamentable que por entrar en pánico temprano, el equipo más completo de todo el béisbol se quede tan pronto en el camino.

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