LOS ÁNGELES — No hubo sorpresas, porque no había secretos. Gerardo Martino sólo hizo oficial una nómina manoseada y esparcida en los buscapiés de los rumores, de manera incansable, durante los recientes días. Son 31, y de ellos quedarán 26 después del amistoso ante Suecia.

Además, entiéndase, que, en la pobreza del horizonte futbolístico mexicano, simplemente, no hay para más. La cosecha 2018-2022 ha sido paupérrima. Una sequía, casi. Acaso se escapan dos nombres: el portero Carlos Acevedo y el mediocampista Alfonso González. ¿Marcarían diferencia? Ni ellos, ni los rehenes de la lista de vetados por Martino lo harían.

El anuncio, sobrio, austero, dejó sin duda una sensación de aspereza vigente entre los tres protagonistas, más allá de que Gerardo Martino ya no disimula –ni tendría porqué-, el hartazgo hacia cualquier protocolo mediático. Pero, el lenguaje corporal ni siquiera tenía un dejo de hipocresía, entre el Tata, Yon de Luisa y Jaime Ordiales. La mímica del desprecio.

Pero, aún quedan hogueras encendidas y hachas enterradas. La guerra más intensa, apenas comienza. Entre esos 31 citados, todos querrán una de las 26 camisetas disponibles. En cada entrenamiento, cada interescuadras, cada balón, cada orden, se agazapa el destino. Y ellos lo saben. Ya nadie puede quitarles nada, sólo ellos pueden perderlo todo.

Las 26 visas para Qatar no tienen dueño, aunque tienen preferidos. Dos de esos sitios dependerán de milagros médicos: Raúl Jiménez y Tecatito Corona aparecen en la convocatoria, pero con serias desventajas. Dependerán más de las veladoras que de la cancha.

Gerardo Martino lo ha dejado en claro: llevará a quienes estén en condiciones plenas para competir desde el partido ante Polonia. No hay treguas, ni concesiones, ni plazos, ni amparos médicos. En la caravana no habrá una ambulancia itinerante.

Lleva a tres de los porteros más confiables. Todos experimentados. Un veterano con numerosas cicatrices, que asistirá a su quinto mundial y que ser perfila como titular, más allá de la grotesca pifia que perpetró contra su América en la Semifinal ante Toluca. Guillermo Ochoa se multiplica en mundiales, y difícilmente Alfredo Talavera o Rodolfo Cota podrán desplazarlo.

Si ese error mayúsculo ante Toluca, y sus fobias para el juego aéreo, desatan preocupación en torno a Ochoa, los estremecimientos crecen cuando se revisa la lista de los zagueros centrales. Una trinchera que se fragiliza con el ocaso de Héctor Moreno, la inexperiencia de César Montes, Johan Vásquez y Jesús Angulo, hasta caer en el despistado Néstor Araujo.

En carriles laterales, Kevin Álvarez es hoy mejor que Jorge Sánchez, mientras que Gerardo Arteaga se relega ante la evidente preferencia de Martino hacia un Jesús Gallardo de más decepciones que ilusiones con Rayados.

Sólo hay un sitio en el Tri donde hay tranquilidad, es con Edson Álvarez esperando que ya muestre en el Tri, sus momentos poderosos con el Ajax. Luis Romo ha desaparecido desde aquel torneo en que Cruz Azul fue campeón, y hoy Erick Sánchez muestra mejores condiciones.

Dos de las obsesiones y esperanzas ciegas del Tata, son la explosividad y el talento de sus jugadores habilitados para funcionar como interiores. Sí, esos factores que nunca aparecieron en 2020, 2021 y 2022. Su problema es que, por derecha, Héctor Herrera fue a asilarse a la MLS y Charly Rodríguez no pudo sostenerse de manera consistente con Monterrey. Por izquierda, es de esperarse que Luis Chávez sea el relevo directo cuando flaqueen las rodillas de Andrés Guardado, sin soslayar el nivel de Erick Gutiérrez en el PSV.

¿En el ataque? Entre chiqueadores, cataplasmas, curanderas, tecnología avanzada y los rosarios de las Damas de la Vela Perpetua y el Cirio Chorreado del Santuario de la Virgen de Luján, Martino espera que Tecatito y Jiménez se levanten de su lecho de dolor y estén listos ante Polonia. A él no le sirven para hacer planes ante Argentina o Arabia Saudita. No, le urgen ante Polonia.

De la salud de ellos dependerá el destino de Uriel Antuna, Diego Láinez y Santiago Giménez. Si los dos, Corona y Raúl, sanan, estos tres quedarían fuera. Quede claro, ninguno de los cinco, hoy, garantiza marcar diferencia. Funes Mori es inamovible, y Henry Martín se ganó por derecho propio un sitio. Por izquierda, el Chucky Lozano deberá dejar de lado esa obsesión de ser el héroe de todos los juegos, y su escudero será la interrogante sobre la mejor versión de Alexis Vega. ¿El Piojo Alvarado? Sólo que alguno de estos dos se quede en el camino en Girona.

Ahora, Gerardo Martino y sus elegidos, viajarán a su lujoso reclusorio en Girona. Se aislarán del universo tóxico que se ha originado entre las tristonas actuaciones del Tri, y ese pesimismo tan mexicano, propenso a la tragedia, más aún cuando dos adversarios tienen a ejecutores como Lionel Messi con Argentina y Robert Lewandowski con Polonia.

Vendrán jornadas intensas en la encerrona. Martino está convencido, en medio del pesimismo generalizado, que en ese enclaustramiento y a marchas forzadas, podrá restablecer el mejor nivel de sus jugadores, para restablecer también el mejor futbol de la selección mexicana, como se insinuó en 2019.

Y más allá de las asignaciones desesperadas de Martino, queda una promesa abierta, hecha por el aparente líder del grupo, y que estará en su quinto mundial, Andrés Guardado: “Al final, en el momento importante, el grupo cerrará filas y haremos historia”. Algo similar dijo el mismo Tata.

Sólo, será necesario, que ese juramento colectivo, la conviertan en su Credo.

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Martino lleva manejando en su reporte desde hace varios meses la falta de gol en el Tri
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LOS ÁNGELES — Gerardo Martino anunciará este miércoles a sus Once del Patíbulo y a sus respectivos caballerangos rumbo a Qatar 2022. A bordo de una frágil barcaza con el atlas abierto, una brújula y un compás, con rumbo a Utopía: El Quinto Partido.

“Vendrá la muerte y tendrá tus letras”, escribió Mauricio Montiel. Tiene la bellísima y siniestra ternura de un epitafio. Digno de un nuevo apocalipsis futbolero para Martino y su Selección Mexicana.

Los vientos, de negros desalientos, que empujan la endeble balsa aventurera, hieden a pesimismo. Hasta las míticas sirenas han huido de esa ruta suicida que garantiza encallarse en la fase de grupos. Poseidón y el destino ceban a dos bestias (Argentina y Polonia), y una rémora babeante y jadeante (Arabia Saudita).

Al final, el fracaso, el naufragio, tan inminente y cíclico como parece evocará esa sentencia: “Vendrá la muerte y tendrá tus letras”. Esta vez con las letras de Gerardo Martino, como antes las de tantos otros.

El técnico argentino sorprende. No puede precisarse si se automedica de un alucinante ilusionismo, o de una fe guiada con la mala fe de un lazarillo deshonesto, o en verdad cree en un milagro, tan imponente que espera más una transfiguración bíblica, que una transformación humana. En Qatar no se escuchan las campanas de Belén sino las voces de Babel.

Gerardo Martino ha sido, al menos, sincero. México ha ido en un proceso degenerativo de su futbol. 2019 se llenó de fiestas patrias, pero 2022 ha sido un 2 de noviembre en Comala. Él lo acepta. “Habíamos jugado muy bien, ahora jugamos muy mal”.

Como mariscal operativo del Tri-tanic, él es el principal responsable. ¿Es también el principal culpable? Tal vez no tanto: él creyó, como muchos, como tantos, en el espejismo que deslumbra, hacia afuera, el futbol mexicano. Hamelín para principiantes.

Martino ha insistido en un razonamiento que lo exculpa, pero, también, lo condena. Poco después de las agonías ante Estados Unidos y Canadá, deslizó suavecito, la llaga del Tri: “hay una baja de juego en algunos, que afecta al equipo”.

No hay duda. Andrés Guardado, estoico, masoquista, le agrega kilometraje a unas rodillas que envejecieron antes que su corazón rojinegro. Héctor Herrera se ha jubilado como futbolista. La tragedia de Raúl Jiménez ha prolongado su inquina. Tecatito Corona invoca a los chamanes de Bahía de Kino, mientras los médicos del Sevilla y del Tri golpean el reloj de arena. Y así, contando.

Pero, por su parte, Martino no reaccionó a tiempo. No supo, no quiso o no pudo. O no lo dejaron. O todo junto. Recuérdese que se apoltronó casi un año sabático en 2020, y en 2022, oreó pañales con la ternura de un abuelo, mientras la Liga Mx reanudaba feroces zafarranchos.

Hoy, él, como muchos, descubre apenas a un notable Luis Chávez y a Kevin Álvarez, mientras hay una guerra mezquina entre el técnico y la FMF, para no domar la soberbia y acelerar la “repatriación” de Alejandro Zendejas. A Alfonso González, lo desdeña por ser Ponchito, y con su lista de vetados, el Tata podría armar una selección paralela.

Tal vez, en uno de los actos más genuinos, humildes e inútiles, pidió clemencia desde la investidura lamentablemente más desprestigiada en el futbol, la del ser humano. “La gente no me conoce, no sabe cómo soy como persona, seguramente si me conociera nada de esto pasaría”, dijo después de agresiones verbales, bautizadas con líquido caliente.

Una pifia de Martino. Nadie lo firmó por ser un franciscano, sino por un objetivo, que él mismo asumió como propio al ser presentado: ese Quinto Partido, ése, el Santo Grial del hereje futbol mexicano.

¿Qué viene? Ejercer el mando. Rescatar futbolistas, y, especialmente, rescatar a esos tipos atrincherados, trémulos y recelosos, detrás del jugador.

A Martino y a México los alcanzó su destino: una generación que entra en la decrepitud competitiva, y otra generación que apenas asoma, inmadura, sin importar las edades, a ese macrosismo mundialista, de enormes exigencias y de fantásticos cadalsos. La leña verde, con el Tri, arde mejor.

Tendrá poco más de dos semanas y dos partidos (Irak y Suecia), para hacer monumentales ajustes. A saber: devolverles el futbol a los decadentes; integrar al maremágnum a cabecitas jóvenes; empezar desde la “A” y llegar a la “Z” en el funcionamiento del equipo. Recorrer del Alfa al Omega del futbol esencial en el tren bala de la desesperación.

Gerardo Martino se ha quejado frecuentemente de la falta de intensidad de sus jugadores. Es su obligación imbuirla. Y si no la encuentra, desechar al rejego, al renegado, al desertor. El indolente es una manzana podrida.

Si en ese lapso de noviembre, antes de enfrentar a Polonia, El Tata restablece, reconfigura, resucita, a sus Once del Patíbulo y sus caballerangos, para que se acerquen a la versión 2019, habrá que labrarle una bonita lápida para el Boulevard de los Caídos en la antesala del Quinto Partido. Ahí, en la rotonda, en el paraninfo del fracaso.

Al final, tan si lo consigue como no, la fascinante expresión de Mauricio Montiel, le acompañará con letras escarlatas en su currículum vitae: “Vendrá la muerte y tendrá tus letras”.

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