Atlas legítimo campeón, en medio de una ilegítima hermandad
Atlas escribió su nombre en el selecto grupo de bicampeones en México
Este 29 de mayo, Atlas es Bicampeón. Pero, esta vez la euforia no es nacional como aquel diciembre. Esta vez el virus del "sospechosismo" circunscribe los festejos a la feligresía rojinegra. ¿El resto del universo futbolero de México? Hace muecas y traga hiel infectada por el siempre infectado arbitraje.
No se le cuestiona al Atlas su futbol. Cierto, tacañito, deslucido, con proezas monumentales de su arquero Camilo Vargas, pero, al menos, en la cancha lo transpiró de manera pura, con fundamentos claros de sus capacidades y decisiones tácticas. Un equipo sólido.
Y no es su culpa que Pachuca, en los momentos clave, se asustó de la ventaja evidente de jugar más de 20 minutos contra sólo diez adversarios. A Guillermo Almada le siguen doliendo lo minutos importantes de los juegos determinantes. Aunque claro, se le agradece la exuberancia de futbol a lo largo del torneo.
Sin embargo, el arbitraje mexicano, propenso siempre a la estulticia, la ineptitud o el dolo --o a todas ellas juntas--, termina, en sus decisiones, bobaliconas o torvas, equivocándose a favor del Atlas a lo largo de la Liguilla. Y en ese escenario, es inevitable la ecuación, ciertamente audaz, del nepotismo y del despotismo.
Alejandro Irarragorri, cabeza de Grupo Orlegi, tiene dos alfiles en puestos clave: Íñigo "Caín" Riestra al mando de las comisiones de la FMF --entre ellas la de Arbitraje--, y a su hermano José "Caín", al frente del proyecto del Atlas. Él los sugirió a ambos, él los estudió a ambos, él los ungió a ambos, y él los protege a ambos.
Inevitable la sospecha. Si los mellizos Riestra se permiten jugar a juez y parte con un nuevo cordón umbilical, más allá del materno, evidentemente generan suspicacia y escepticismo. No es sano que los dos deban besar la misma mano de quien les condecoró con semejantes puestos.
Ojo: no se cuestiona su capacidad ni sus talentos. Deben tenerlos, más allá del oportunismo laboral de encontrar un mismo mecenas. Porque los dos tienen estudios, porque los dos tienen formación, y porque, quienes los conocen hablan de su tesón y disciplina, por encima de su intelecto.
Asegurar que han sido capaces de manejar las dos coronaciones del Atlas, es temerario. Habría que tener pruebas tangibles, legalmente válidas y aceptables. De otra manera, todo se remite a la circunstancialidad de coincidencias y de momentos, sin poder establecer un nepotismo satelital. Claro, eso equivaldría a creer en el zodiaco y sus charlatanerías.
Este domingo, el árbitro Fernando Hernández vuelve a ser el protagonista oscuro, turbio, como en sus anteriores actuaciones, especialmente en Liguilla. Un arquitecto de desastres, con habilidades de albañil en demoliciones. Pero él sólo es culpable de su ineptitud o de sus malas intenciones. Porque, la pregunta clave, es quién lo designó. ¿Fue decisión de Arturo Brizio o fue una imposición? Como sea, habrá sido su última equivocación o sumisión como jefe del arbitraje, ante las versiones de que sería invitado puntualmente esta semana a "renunciar por motivos personales".
En tanto, en un juego que fue de más a menos, conforme Atlas consolidaba su trinchera, y Pachuca era víctima de la inmadurez de su plantel, de sus precipitaciones, y, nuevamente, la incapacidad de Guillermo Almada para saber mantener el orden y la serenidad en sus jugadores. Le pasó con Santos y le ha vuelto a pasar con Pachuca. Al equipo que mejor futbol jugó en el torneo, lo llevó de la mano al despeñadero.
Y Atlas Bicampeón, con asterisco o sin él por un apellido común en sitios incorrectos. Pero, que nadie denigre, o hecho por los jugadores, con un mariscal histórico como Aldo Rocha, Bicampeón con León y ahora con los Rojinegros. Ah, sí, ni con semejantes blasones, le obligan a Gerardo Martino a ojear sus actuaciones y hojear su hoja de vida.
Atlas y Pachuca, una Final entre los Capuleto y los Montesco
LOS ÁNGELES -- Trincheras contaminadas que se purifican en la cancha. Pachuca y Atlas, en la Final del Clausura 2022. Y promete tanto. Aún cuando se juegue en el estadio marchito de la indiferencia.
Dos equipos menesterosos en ratings, sin peso mediático; sin muchedumbres y sin arrastre. Atlas no pudo llenar el Jalisco en Semifinales. Y en Pachuca, la camiseta oculta frustraciones de una ciudad: debajo de ella, hay una amarilla, una rojiblanca, una azul, por hoy, colores, matices, del fracaso.
Y sin embargo, una Final que promete tanto. Porque viven en las antípodas del futbol. En esta jungla hay cazadores y carroñeros. De ambos necesita la ecósfera del futbol mexicano. Hay quien pinta murales y hay quien detiene el andamio del pintor.
1.- Los Tuzos alzan valerosamente una bandera generalmente corroída por la mezquindad: el espectáculo, el espíritu del futbol. No es jugar para ganar como sea; no es mendigar errores ajenos, sino enaltecer las fascinaciones de este deporte. A lo largo del Clausura 2022, fue el único equipo que reembolsaba con futbol el precio del boleto. Descarado, dinámico, frontal, algo que no congenia con algunas personas torvas de su propia directiva.
2.- Atlas es distinto. Y se entiende. Se rompió un ayuno ulcerado, purulento de 70 años. El fin justifica los medios y los miedos. Pero, si no hay exquisitez, hay una brutalidad y disciplina que merece ser galardonada. Porque el futbol, caritativo, humanista, cobija el esfuerzo y la devoción, y el coraje y la rabia. Ojo: lejos de su escuela delicatesen (aquellos Académicos, Los Niños Catedráticos y los Amigos del Balón), pero ha demostrado que cuando debe y quiere, porque puede y sabe, soltar a sus mastines, es tan feroz como su antagonista de la Final.
3.- Pachuca rinde homenaje al futbolista mexicano. Su armazón es de casa y los jugadores extranjeros lo fortalecen. Guillermo Almada vendió los clavos de su cruz por Kevin Alvarez, Erick Sanchez, Daniel Aceves, Luis Chavez, Micky Tapias, Víctor Guzman, Fernando Navarro y Bryan Gonzalez. En el universo fascinado del futbol mexicano, sólo un tipo los ignora: Gerardo Martino.
4.- Atlas, en cambio, tiene un andamiaje extranjero, con un ángel de la guarda (Camilo Vargas), tres luzbeles (Julio Furch, Julián Quiñones y Aníbal Chalá), y tres defensas de medio pelo, sublimados por el sistema de juego (Martín Nervo, Emanuel Aguilera y Anderson Santamaría). Pero, sin duda, el Atlas de este Atlas es Aldo Rocha, sí, otro marginado por Martino. El capitán ejerce como tal, en tiempos de crisis, arria banderas, y en tiempos de destrucción, las despliega.
Vea pues, que será una Final sin morbos (futbolísticos), y sin los rancios aranceles y linajes de clubes dominantes. No habrá marabuntas festivas ni multitudes coloreando y atiborrando avenidas. Pero, la modestia pasional no erosiona la calidad futbolística de ambos.
Cierto, hay verrugas en la nariz de esta Final que parece guapetona. Hay tipos de cuello blanco de puños percudidos, y cuyos zapatos de charol ensucian la cancha, ulceran el balón y mancillan a sus equipos.
1.- Esa cofradía sanguínea de Caín José Riestra y Caín Íñigo Riestra destiñe la credibilidad, cuando se acentúan los errores arbitrales en favor del Atlas, y porque se acumulan de manera insalubre e insana. ¿Habrían cambiado la historia un VAR y un arbitraje menos miope y menos torpe? Dilema de los ociosos. Porque lo que Atlas hace en la cancha, embellezca o no, seduzca o no, ha sido serio, más allá de guarradas, como la de sacar un balón de la hielera y arrojarlo a la cancha ante Tigres.
2.- Si bien no hay morbo deportivo, hay, sin embargo, una perturbación institucional. Los Capuleto y los Montesco. Desde la inocua tribuna de medios y redes sociales, Alejandro Irarragorri (Grupo Orlegi) y Jesús Martínez (Grupo Pachuca), se destazan moralmente a verdadazos. Como sus equipos, confabulan desde recintos diferentes. Uno, es el preferido del amo y señor del futbol en México, es su dedo meñique, o el dedo índice acusador si es necesario, o el dedo mayor increpador. El otro, es el juanete, la fascitis plantar, de Emilio Azcárraga Jean, que ha incomodado su autocracia, su dictadura, aunque ha sido confinado al silencio desde el #TuzoGate difundido a horario estelar a nivel nacional.
¿Qué puede ocurrir en la cancha? La bendición para el espectáculo sería que Atlas recibiera un gol en los primeros minutos de juego. Obligaría, insisto, a que le soltaran las cadenas a sus mastines, sobre un equipo que se defiende con la pelota, y que exhibe fragilidad ante un acoso masivo.
Pachuca no modificará su forma de juego. Lo ha dicho su propio entrenador. Y motivos no tiene. Con tres tipos explosivos como Nico Ibáñez, Romario Ibarra y un furioso Avilés Hurtado, además del soporte ofensivo de esa pirámide de mexicanos, sólo sabe ver al frente. No recupera para especular, sino para atacar. Los kamikazes oran desde sus tumbas.
Así, esta Final no es para los obtusos feligreses de camisetas, clubes o jugadores. Es para quien gusta del futbol, aún cuando uno ataca con dos espadas, y el otro se defiende y contrataca con dos escudos. La definición de ofensivo y defensivo, aquí, es una formalidad, porque, al final, la historia hablará estrictamente del vencedor. Hay dos rutas: el elevador de los Riestra o el sudor puro y purificante del futbol.
Y, claro, saber si el delfín aspirante al trono de Emilio se consolida como tal, o si el insurrecto, desde los pasadizos de la intriga, recupera fuerzas en su lucha contra la monarquía que le ha quitado hasta el control legítimo del Salón de la Fama.
Ojo, si Irarragorri sigue sumando bonos, el más preocupado debería ser Yon de Luisa, que tras la maltrecha versión de la Selección Mexicana, ha dejado de ser el favorito del Salón Oval de Televisa.
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3-0 (4-1, global). Y debieron ser más. Pero los postes de Guillermo Ochoa se sublevaron para proteger del escándalo el ocaso de la #TanoTesla de Fernando Ortiz.
Un partido cargado de momentos chuscos. Que pudieron modificar la historia, pero que agregaron elementos de circo, maroma y teatro.
1.- Al minuto 2, Diego Valdés, solo ante el portero Óscar Ustari falló tres remates consecutivos, en un balón mal regresado por la defensa tuza. El jugador más técnico del América, siendo epítome de la torpeza.
2.- Sí, claro, los buitres y bufones con calzoncillo y silbato. Fernando Hernández perdona dos rojas. La primera era para Nico Ibáñez por una plancha a la pantorrilla de Richard Sánchez. La segunda para Bruno Valdez. Y el VAR, ese cómplice silencioso. ¿Por qué chusco esto? Porque ya tratarlos de delincuentes, al juez y al VAR, es concederles demasiada inteligencia.
3.- El primer tiempo del América. Fue un homenaje con retraso a la versión más pusilánime del Indiecito en el arranque de este torneo. En el 1-0, Bruno Valdez, entre la sospecha y la estulticia, se hace a un lado para que el balón llegue al remate de Romario Ibarra. ¿Jorgito Sánchez? De él no se puede sospechar. Lo suyo es malo, mental, futbolística y hormonalmente, porque contempló en primera fila, ese primer gol y el segundo. Si fuera tantititito listo, si lo fuera, se le acusaría de cómplice.
Lo de Pachuca fue reflejo de lo que ha venido haciendo en el torneo. Se venía anunciando y sólo, los ciegos, los ignorantes o los que no lo veían jugar, no lo sabían. Es el único equipo de la Liga Mx que respeta el futbol y que respeta al futbolista mexicano.
Su pirámide lo demuestra: Kevin Álvarez, Micky Tapias, Daniel Aceves, Erick Sánchez, Luis Chávez y Víctor Guzmán. Y sus relevos, Bryan González y Fernando Navarro. No, aquí no corren peligro de alineación indebida, como esos equipos donde hay técnicos haraganes que viven facilito con la cartera del club.
Claro, detrás de todo, está Guillermo Almada. El técnico uruguayo construyó un equipo dominante, espectacular, generoso, con lo que parecían ruinas, tras el pasaje dantesco de Paulo Pezzolano. Esta vez Jesús Martínez no se vio tan memo, llevando a Memo Almada.
Sobajado, zarandeado, maltratado, pero el América respetará el proyecto con El Tano Ortiz. Deberá haber limpia y una inversión fuerte. Le urge un goleador y un defensa central, para evitar esos extrañísimos errores neuronales de defensas como Bruno Valdez, que comete al menos un par de ellos en juegos clave de Liguilla.
Se habla de una lista en manos de Santiago Baños. Pero, recuérdese que hace tres años, le ofrecieron a Julián Álvarez, jugando para River Plate, pero se le hizo muy jovencito. Se habla del mismo Nico Ibáñez, de Rodrigo Aguirre y de Germán Berterame.
Con la Final establecida, inevitable ver los contrastes. Un equipo capaz de desequilibrarse, por esa venturosa obsesión de ir al ataque, como lo es Pachuca, ante un adversario, calculador, sólido, bien pertrechado y con pocas licencias para el adversario.
Sin embargo, en el caso de los Rojinegros, ya Tigres corroboró que con intensidad y velocidad, factores que son ADN de este Pachuca, se puede hacer daño al Zorro Mecánico.
Por otro lado, Pachuca tiene sus debilidades, especialmente cuando se le presiona en la salida, algo que, por ejemplo, América o no quiso, o no supo, o no pudo hacer nunca.
Sin embargo, recuerde que cuando está entero, y se le pega la gana, Atlas es capaz de transformarse, y fue evidente en los primeros 15 minutos del segundo tiempo del Juego de Vuelta ante Chivas, cuando borró al Guadalajara, hasta antes de la expulsión de Jeremy Márquez.
La gran duda será, hasta dónde esos tipos que son Doctorados Honoris Causa en impartir justicia, según su cacique, Arturo Brizio Cárter, dejarán de malograr y arruinar los pocos momentos de buen futbol en la Liga Mx. Sí, hoy, el arbitraje y el VAR, son el enemigo público número uno de la Liguilla.
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LOS ÁNGELES -- Fue un cabezazo brutal de Nico Ibáñez, un martillazo seco, con el reloj ya desangrándose en el alargue. El bólido, abajo, a la izquierda, donde sufre todo arquero, donde les rechinan las coyunturas a los guardametas, especialmente, a los que se acercan a los 37 años. Ahí, entre el milagro y el instinto, entre lo felino y lo intuitivo, apareció el manotazo de Guillermo Ochoa. El Estadio Azteca entero debió resoplar, debió bufar con ese sonido confuso del alivio y la supervivencia.
El marcador también resoplaba. 1-1. Así permanecería, trémulo, pero quieto, luego de ocho minutos de compensación. Ochoa, el que provoca escalofríos cuando sale por balones elevados, demostró que como atajador es el número uno. Y por él, el América también resopla.
No hay nada escrito para el Juego de Vuelta. El 1-1 y el reglamento, bendicen a los Tuzos del Pachuca. Sin embargo, el América confirmó que después de su naufragio en la era aciaga de Santiago Solari, no piensa morirse en la orilla.
El veredicto tiene firmas formales de Diego Valdés y del mismo Nico Ibáñez. El chileno tuvo dos oportunidades más de marcar. Una de ellas la acunó Óscar Ustari y la otra terminó en la Calzada de Tlalpan.
América genera oportunidades, pero sigue resignado a que Federico Viñas y Henry Martín desperdicien. Y eso marca diferencia, porque Nico Ibáñez suma 14 goles en el torneo, cinco de ellos en Liguilla. Unos cazan con mastines y otros con gatos.
El trámite resultó agradable. Porque Pachuca no renuncia a esa forma generosa, osada, suicida, casi, de respetar el futbol con su esencia de embellecer el deporte. Y América decidió responderle sin temores, sin escrúpulos, pero sin descuidos.
Las Águilas han llegado a un punto de quiebra. Catorce juegos y sólo una derrota. En un paralelismo, con el #Vocholari del Indiecito, quien en sus últimos catorce partidos alcanzó sólo una victoria. Por eso, en esa brava resurrección, América no sabe lo que es claudicar.
Pachuca tiene un bono extra que debería ser ejemplar en el futbol mexicano. Una fe enorme de Guillermo Almada en el jugador nativo. A su mexicanísimo triángulo equilátero en defensa y media cancha (Álvarez, Tapias, Aceves, Chávez, Guzmán y Sánchez), le agrega sin empacho a dos más en el relevo, que cerraron acordonando y presionando a Las Águilas: Fernando Navarro y Bryan González.
En tanto, al #TanoTesla de Ortiz no le duele absolutamente nada, excepto que sus bayonetas tiene la punta roma: es más peligroso el cuchillo del juego de té de Barbie que Viñas y Henry. Acaso, también, la evidencia de que Pedro Aquino no está en su mejor forma. Acusa imprecisión y llega una milésima de segundo tarde a jugadas de alta precisión en cobertura y disputas uno a uno.
Pero, con un Roger Martínez al que le urge convencer de que le alarguen el contrato, más la devoción de Álvaro Fidalgo, Alejandro Zendejas y el mismo Valdés, el equipo discurre de posibilidades ofensivas, ya con mayor tranquilidad, tras recuperar la zaga orden y seguridad, y, sabiendo que en condiciones extremas, aparecerá Guillermo Ochoa, como lo hizo en tres ocasiones la noche de este jueves.
Para bendición del juego mismo, el trabajo de Jorge Pérez Durán fue, extrañamente, aceptable. Incluso el penalti contra el América fue una decisión quirúrgica junto con el VAR. Era evidente el contacto de Jorge Sánchez con Avilés Hurtado.
Siguen escatimándose, en algunos casos, las tarjetas amarillas para evitar rojas precipitadas. Una decisión sabia, pero que debería prevalecer en la fase regular del torneo y no sólo en la Liguilla. Pero, recuérdese que las recaudaciones a lo largo de la competencia, por amarillas y rojas, es una forma generosa de engordar el cochinito de la Comisión Disciplinaria.
Así, mientras América está obligado a ganar en la Vuelta en el Estadio Hidalgo, el empate colocaría al Pachuca en la Final. Pero, el libro sigue en blanco, aunque el bolígrafo esté en poder de los Tuzos. Lo más sensato y estimulante es que detrás del suspenso para el desenlace del próximo domingo, es que deberá llegar un juego aún más intenso que el de este jueves por la noche.
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