LOS ÁNGELES -- No se trata de coincidir, se trata de reincidir. Sebastián Córdova clava la tercera alcayata envenenada en el pecho, ya supurante, de Chivas.
Este miércoles, tras una andanada de zapes en la mollera y coces en el trasero, en su bienvenida a Tigres, Córdova no desperdició una nueva oportunidad de sobajar al Guadalajara.
“Estaban las dos opciones y dije: ‘Quiero Tigres’, porque el club es más grande (que Chivas), la afición es mejor y acá siempre pelean Liguilla. Llegar a Chivas era un reto de tratar de clasificar por cómo han estado en los últimos torneos, y acá es buscar el campeonato”, dijo Córdoba al programa A nivel de cancha, de Televisa.
Antes, Córdova había perpetrado dos humillaciones. Una, la de la burla, en su propio estadio. La otra, con la dolorosa bofetada del ninguneo.
Con su propio bochorno, por la forma en que el América lo echa de El Nido, Córdova buscó quién le pagara los platos rotos de esa injuria del destierro de Coapa. Y, obvio, recurrió a lastimar -nuevamente-, a su costal de papas favorito: el Guadalajara.
Porque, aparentemente, el Rebaño es la cortesana de los caprichos hormonales del ex “10” del América.
1.- FRANELAZO... Recuerde Usted aquella escena de marzo de este año. Córdova dimensiona la humillación a Chivas en el Estadio Akron con el 3-0. Como parte del festejo, extiende la camiseta 17, como estandarte americanista, y como lápida ondeante del Guadalajara.
Festejó así, como si tendiera el atuendo amarillo al sol, en aquella noche negra de Chivas, sólo “pa’ que vean quién manda”, remataría después, retorciendo ese clavo oxidado de desprecio, en el alma sangrante del Rebaño.
2.- ATOLAZO... Cuando Santiago Solari decide negarle espacio en Coapa, afanosamente, Chivas trata de firmarlo. El desterrado de Coapa, por el Indiecito, se convierte en el capricho del exchofer y exvalet de César Luis Menotti, Marcelo Michel Leaño.
Córdova llega a sembrar ilusiones en el Guadalajara. Se habla del trueque por Uriel Antuna. Uno era la manzana podrida de Coapa y el otro la de Verde Valle. Un cambio de canasta. Pero, en tema de manzanas, la de la discordia, aparece: Miguel Herrera, quien, con la cartera boyante, y mejor discurso, gana la subasta.
Verbo mata carita, y Piojo mata chofer. Lo de Córdova fue un alevoso, abusivo, despiadado, dedazo de atole a un Rebaño fervoroso, anhelante de que el heredero apócrifo de Cuauhtémoc Blanco llegaría s sus filas.
Recuerde Usted, a excepción de las Leyendas del Campeonísimo, Chivas jamás ha tenido un jugador de la alcurnia futbolera –y arrabalera– del hoy gobernador de Morelos, y que además haya sido gestado en su propia cuna. Porque, Benjamín Galindo y Ramón Ramírez fueron saqueados a billetazos de incubadoras ajenas. Y el encorvado apóstol pagano de Tepito, oriundo de Tlatilco, es de cepa americanista.
3.- PERIODICAZO... Y el tercer acto de este bullying progresivo, ocurrió este miércoles con las declaraciones mencionadas de que Tigres es más grande que Chivas. Esta aseveración hecha desde Lilliput, seguramente hirió más a la afición que a sus destinatarios puntuales.
Porque, no lo dude, este tercer rejón herrumbroso que clava Córdova,sí laceró a sus seguidores, pero poco efecto tuvo en el equipo. Ya se sabe: un propietario que le iba al Atlas; un presidente que jugó y administró al América, y un entrenador que creció en un grupúsculo futbolero como lo fueron los Tecos.
Y por supuesto que la declaración de Córdova no genera ni urticaria en un grupo de jugadores que sólo manifiestan su amor por Chivas cuando reciben la notificación en sus celulares, de que el mensual y millonario depósito ya engordó su cuenta bancaria, con la misma alegría de un proxeneta que ajusta cuentas con sus protégés. Porque así ven sus futbolistas al ex Rebaño Sagrado.
Ya se ha dicho: Chivas está en las peores manos posibles y bajo los peores mandos posibles. Mire que suena a injuria o escarnio, pero, tal vez, y sólo tal vez, hasta en manos de Angélica Fuentes estarían mejor.
¿Alguien se imagina un pasaje de estos en los años más poderosos y beligerantes de Jorge Vergara? ¿Alguien se lo imagina limosneándole, rogándole al América por la cesión de uno de sus exiliados y desterrados como Córdova? Y claro, el estremecedor capítulo de Oribe Peralta jamás habría ocurrido.
¡Ah, pero qué tal el descaro festivo por ganar de manera implacable un par de amistosos! Claro, al arrejuntado de Colima y a los Mineros de Zacatecas. En tanto, la afición rojiblanca, vapuleada y vilipendiada por el campeonato del Atlas, sigue tragando verde, viscoso y amargo.
El único consuelo que tienen los mal llamados #ChillaHermanos, es argüir que a Córdova le quedó grande el América, pero, también, es evidente que, a Córdova, le quedó chiquito Chivas.
Por lo pronto, para que Usted agende en su calendario del morbo, los Tigres y las Chivas se enfrentan el 16 de febrero, en la Fecha 5 del Clausura 2022. Anótelo, tal vez Córdova perpetre su cuarto castigo, su cuarta burla, sobre el ex Rebaño Sagrado.
LOS ÁNGELES -- Había concluido el entrenamiento de la Selección Mexicana en París, de cara a la Copa del Mundo Francia 1998. Cuauhtémoc Blanco se detiene a un lado de la malla de alambre que circundaba la cancha. Ya por entonces, Manuel Lapuente comenzaba con los entrenamientos a puerta cerrada.
El Temo, aún sin saber que le esperaba un espectacular Mundial, se toca la pantorrilla derecha. “¿Duele?”, le pregunta el reportero. Con ese gesto siempre de enfado hacia los medios, Blanco responde: “Uno siempre juega con dolor”, repela. “Así es esto, amiguito”.
En la Final de los Juegos Olímpicos de Londres, en pleno partido, se lesionan de la rodilla dos de los jugadores clave, Jorge Enríquez y Héctor Herrera. “¿Cuánto dolía?”, se le preguntaría al ‘Chatón’, días después. “Un chingo, pero era una Final. Uno se aguanta y se queda en la cancha”.
Días después de la gesta, Herrera y Enríquez debieron ser operados de la rodilla. El doctor Rafael Ortega, el más calificado en México para este tipo de cirugías, explicó tras ambos procedimientos que no se explicaba cómo resistieron el suplicio.
“En ese momento, el organismo anestesia la zona, pero no para este tipo de lesiones. El dolor debió ser muy fuerte”, mencionaría Ortega.
Este miércoles, Sebastián Córdova subió a sus redes sociales una poderosa fotografía. En ella muestra la calceta rota, y la uña del dedo gordo del pie derecho dañada y ensangrentada, además de que en el zapato blanco, producto del sudor y la sangre, se aprecia una mancha escarlata.
“Gajes del oficio”, explica Córdova en su cuenta de Twitter. El americanista fue el goleador del torneo y figura del Tri en el Preolímpico.
Y retumba la frase de Cuauhtémoc: “Uno siempre juega con dolor”. Gajes del oficio.
Y la del Chatón: “(Dolía) un chingo, pero era una Final. Uno se aguanta y se queda en la cancha”. Gajes del oficio.
Tal vez una de las imágenes más emblemáticas sea la de Diego Armando Maradona en el Mundial de 1990. El tobillo izquierdo inflamado, amoratado. Cortesía del juego ante Rumania. El Pelusa jugó infiltrado el resto del Mundial. Él sabía de los riesgos. El médico Raúl Madero se los hizo saber. Y jugó hasta la Final, esa que los argentinos juran y perjuran se las estafó un árbitro uruguayo, Edgardo Codesal. Pero, antes, Diego entregó un balón con moño incluido a Caniggia para el gol sobre Brasil. “El mejor pase de mi vida”.
Gajes del oficio. Porque, queda claro, “uno (el futbolista) siempre juega con dolor”.
Como ellos, como el testimonio de Sebastián Córdova, debe haber millones en el mundo. A nivel profesional y a nivel amateur, pero, obviamente, se sublima cuando está de por medio un poderoso estandarte como es la camiseta de la Selección Nacional.
Eso, el dolor, hace a muchos claudicar. Renuncian antes que invocar a esa furia interna que puede anestesiar cualquier martirio. No todos pueden. No todos quieren. No todos saben. No todos deben.
Explicarlo como “gajes del oficio” es una simplificación modesta de todas las pasiones virtuosas que hay detrás de la decisión de seguir, de mantenerse ahí, dentro de la cancha, en el fragor del combate, donde la brega, donde el furor, termina a veces sanguinolentamente. Ni el músculo duerme, ni la ambición descansa.
Y por muchos motivos. Porque es su oficio. Porque es la camiseta de la Selección Nacional. Porque vestirla, para ellos, es el fin del principio y es el principio del fin de sus grandes ilusiones. Ninguna atalaya se conquista sin la aflicción del padecimiento. El dolor existe. Sea o no parte de los gajes del oficio.
Y después, uno se entera que un jugador de talla internacional pide el cambio porque tiene ampollas en los pies, cuando su selección mayor se juega la gran posibilidad de ir al Quinto Partido. Y su exentrenador lo exhibe: “Se lesiona y es 'me duele, me duele', y de ahí no lo sacas”.
O simplemente, algún otro, decide qué torneo quiere jugar, con qué Selección Nacional quiere jugar, y con qué técnico quiere jugar, tras años de vivir bajo el predicamento de que “el futbol no me apasiona, me gusta más el basquetbol”.
A Giovani dos Santos y Carlos Vela, entre otros, en un acto de compasión, les dejo una frase de Alvite –perdón por lo escatológico–, que describe la distancia entre ellos y tantos otros que defienden gallardamente eso de “gajes del oficio”.
“Los genios transforman en arte el dolor, del mismo modo que los cerdos convierten en jamón la mierda”, escribe Alvite.
Gajes del oficio.
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