José “Mantequilla” Nápoles nunca tuvo muchas chances ante Carlos Monzón. La pelea -realizada hace 50 años, el 9 de febrero de 1974 en París- fue muy bien promocionada, porque al estilo elegante, clásico y efectivo de “Mantequilla”, se le oponía la fortaleza sin variantes de Carlos Monzón. Pero uno era un welter y el otro un mediano.
En esos tiempos, 1975, los pesajes eran efectuados el mismo día de la pelea, por la mañana. Mientras Monzón registró el límite de los medianos, con 72,574 Kg., Nápoles dio 69,400 Kg., o sea más arriba de los welters (66,678 Kg.) pero lejos del físico de Monzón.
El santafecino tenía como cábala y costumbre tomarse un litro entero de caldo de gallina apenas terminaba el pesaje, lo que lo hacía sentir más fuerte todavía. Con 1,81m de altura, diez centímetros más alto que el cubano-mexicano, “El Macho” era lo que se decía un “mediano grande”. Con el sistema actual de pesaje, un día antes de la pelea, seguramente Carlos habría podido subir cómodamente en medio pesado.
Demasiado para Nápoles.
Monzón, con 31 años, subió al ring con 81 peleas ganadas, 3 perdidas y 9 empatadas; Nápoles con 77 victorias y 5 derrotas, y a los 33, no era el favorito.
En su caminata al ring, el santafecino fue acompañado por la voz inimitable de Carlos Gardel entonando el tango “Silencio”. Nápoles optó por un clásico Mariachi.
En el ring side estuvieron Anthony Quinn, Jean Paul Belmondo, Jean-Claude Lelouch, y dos celebridades de la moda: Jean Cacharel y Pierre Cardin. Total, unas once mil almas aguardando el gran choque.
Ya desde el primer asalto el argentino impuso su largo de brazos. Dirigido por Amílcar Brusa, no cambió ninguna herramienta de su estilo: zurda larga, detrás el recto de derecha, luego alguna izquierda en cross, paso atrás y volver a empezar.
Nápoles, menor en alcance y tamaño, prácticamente nada pudo hacer. Se quejó amargamente el cubano que Monzón le había metido un dedo en el ojo, cosa que, conociéndolo, no era tan ilógica. Pero además, “Mantequilla” sufría mucho los cortes. Así que en su esquina estuvo un especialista como Angelo Dundee.
Lo cierto es que fue un monólogo de Carlos y solamente un profesional como Nápoles pudo soportar semejante castigo, porque si algo caracterizaba a Monzón, además de su sangre fría, era que marraba pocos golpes. Lo que tiraba, lo pegaba. Nápoles impotente para encontrar un escudo a las manos de Monzón, hizo lo que pudo.
La destrucción duró seis asaltos, ya que cuando comenzaba el séptimo, Dundee decidio retirar a Nápoles, indicándole al referí Raymond Baldeyrou que la pelea había terminado.
Fue un gran festejo, imaginable sobre todo por la jerarquía de semejante rival. Noche exitosa porque los dos sparrings de Carlos también ganaron. Daniel González noqueó en 2 vueltas a Jean Pierre Younsi y Norberto Cabrera le ganó por puntos en 6 a Michael Chapier.
Cuando los dirigentes de la Federación Francesa empezaron a buscar a Monzón, para registrar una prueba de orina, se encontraron con que Carlos había regresado ya al hotel Meridien. Y cuando llegaron allí, se enteraron de que el campeón estaba en el Lido, por lo cual decidieron esperarlo hasta las 2 y media de la mañana como máximo.
Lo cierto es que en el ring fue una tarea fríamente ejecutada, con un triunfo inobjetable.
Por ahora lo dejamos en París, festejando su victoria, que fue patentizada luego con un cuento del gran Julio Cortázar, llamado “La noche de Mantequilla”
Si, Monzón había ganado, el mundo del boxeo estaba a sus pies y como tituló Ernesto Cherquis Bialo en la revista El Gráfico, el momento podía resumirse un una estrofa de tango: “Morocho y argentino, Rey de País”.
Luego vendrían dos hechos que serían muy importantes en su vida deportiva y profesional. Efectivamente, luego de su victoria ante “Mantequilla”, Carlos ya no pudo ser el de antes. Lo esperaba una nueva aventura. La filmación de “La Mary” con Susana Giménez.
Y de todo ello nos ocuparemos en la próxima nota.