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A 50 años de la gran pelea: Monzón, Mantequilla y el día después

La noche de París se había abierto, luminosa y alegre, para que Carlos Monzón festejara su triunfo ante "Mantequilla". Luego de tanta promoción y expectativa, el campeón seguía siéndolo. Retenía su corona de los medianos con gran facilidad ante un hombre más pequeño que él, que poco pudo hacer en el cuadrilátero.

Monzón se cambió de ropas como pudo y se fue del improvisado camarín instalado en el circo donde había sido la pelea, y partió rumbo a su hotel, para ir luego a la fiesta preparada en el Lido.

Mientras tanto, la gente de la Federación Francesa comenzó a buscarlo para hacer el control antidoping. No lo pudieron encontrar y siguiéndole los pasos, llegaron hasta el famoso Music-hall. De ahí hubo que replantear el encuentro otra vez en el hotel.

Finalmente se encontraron todos, y como en una película de Blake Edwards –el director de “La Pantera Rosa”- empezaron a discutir en todos los idiomas, casi como en un pase de comedia.

Estaban Tito Lectoure, Mauricio Sulaimán –futuro presidente del Consejo Mundial- y el coronel Delfor Fantón, presidente de la Federación Argentina de Box. Pero se sumaban, claro, Alain Delon, los periodistas y algunos curiosos trasnochados, incluyendo al propio Monzón que solamente quería irse a dormir.

Como hablaban todos al mismo tiempo y no había forma de ponerse de acuerdo, el gerente del hotel les pidió que se fueran a otra parte –estaban en la puerta del cuarto de Monzón- para no molestar a los pasajeros. Ya eran más de las tres de la mañana.

Finalmente, un Monzón fastidiado y deseoso de irse a domir, le entregó un vaso a Lectoure que, según se supo después, tenía champagne.

Don José Sulaimán era en ese momento un hombre fuerte del Consejo Mundial de Boxeo, como que el 5 de diciembre de 1975, pasó a ser el presidente de la entidad. Y fue esa entidad –que en ese momento era presidida por Ramón G. Velázquez- la que decidió el desconocimiento del argentino como campeón mundial.

Ya por entonces, Lectoure estaba mucho más ligado a la Asociación Mundial y entonces el WBC no encontró mejor camino que romper lanzas con el promotor, desconociendo a su campeón. Así fue que Monzón dejó de ser titular del Consejo, hasta que finalmente unificó de nuevo las coronas tras vencer al colombiano Rodrigo “Rocky” Valdes.

Monzón tenía en mente abandonar el boxeo y eso fue lo que les comentó en el avión de regreso a su técnico Amílcar Brusa y Juan Carlos “Tito” Lectoure, quien le aconsejó: “Carlos, no digas nada por ahora, ya que por cuanto más tiempo calles, más va a ser campeón y después, cuando llegue el momento, si no hay una gran oferta que te interese, entonces abandonas el cinturón y listo”

No era el único problema que esperaba a Carlos a su regreso. Su relación familiar con su esposa, no era la misma. De hecho, cuando volvió a Santa Fe decidió ir de vacaciones a La Falda, Córdoba, con su esposa, los hijos y hasta la suegra. Según confesó en su libro “Mi propia vida”, como le relató a Ernesto Cherquis Bialo, “Pelusa se quejaba de todo; si miraba a otras minas o si firmaba autógrafos… En una palabra, no había nada que le viniera bien”.

Para redondear la situación, el 8 de marzo de 1974, apenas unas semanas después de la victoria ante Nápoles, fue anunciado oficialmente el comienzo de la filmación de la película “La Mary” en el hotel Sheraton.

A las ocho de la noche apreció ella y mientras todos los fotógrafos registraban su paso, él la esperó en la cabecera del salón. Quedaron solos, uno junto al otro, rodeados del público. Se sonrieron y hubo un beso casi de compromiso.

La primera escena se rodó el 22 de marzo de 1974. Estaban ambos juntos, parados, en la puerta de la casa de ella, y él al despedirla, debía darle un beso. Fue un beso tan prolongado y genuino que, aunque gritaron el clásico “¡Corten!” ninguno de los dos lo escuchó.

Si, La Noche de Mantequilla habia quedado atrás, pero sus consecuencias duraron muchos años.

Monzón, se sabe, no abandonó el boxeo y meses más tarde combatió con el australiano Tony Mundine en el estadio Luna Park.

En aquella filmación comenzó un romance que sacudió al mundo del espectáculo.

De ahí en más, Susana Giménez no fue la misma y Carlos Monzón tampoco. Algo, en sus vidas, había cambiado para siempre.