El ring era, como decían los viejos periodistas, una hoguera. En medio de una gritería infernal, producto de la pasión de los siete mil asistentes en la Arena Aconcagua de Mendoza, el local, Juan “Titán” Carrasco, estaba recibiendo un tremendo castigo.
Ante él, sangrando por las fosas nasales, pero mucho más entero, el ruso Zaur Abdullaev continuaba su tarea de demolición. La pelea, eliminatoria en la categoría de los ligeros de la FIB (Federación Internacional de Boxeo) le iba a dar al ganador la chance de medirse con Vasyl Lomachenko, ni más ni menos.
Con evidentes lesiones en el rostro, con un ojo absolutamente cerrado, Juan Carrasco escuchaba, tal vez sin oír, la voz de su técnico, el exmedallista olímpico y mundial Pablo Chacón. Su martirio tenía también, algunas razones más que el castigo de su rival.
Juan Carrasco viene soportando un infierno. Acusado de asesinar a su cuñado, Daniel Ahumada, en 2011, fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión. De hecho, estuvo dos años efectivos en prisión, entre 2013 y 2015. Padre de dos hijos, el “Titán” lleva una conducta sin aristas desde 2014.
Igual pudo seguir con su carrera profesional, que lo llevó en agosto del año pasado a una gran victoria en el Luna Park, cuando noqueó en el séptimo asalto al panameño Orlando Mosquera. Aunque iba ligeramente abajo en las tarjetas, Carrasco logró un impactante nocaut, logrando el campeonato Intercontinental de los ligeros.
Sin embargo, aparecieron nubarrones. Cuando tenía aprobada la pelea en Rusia con Abdullaev, para septiembre de este año, una disposición judicial le impidió salir del país.
“Esta pelea con Abdullaev debía realizarse en septiembre pasado en Rusia”, explica el reconocido especialista de boxeo Raúl Adriazola, del Diario Uno de Mendoza. “Al ir a solicitar a la Justicia el permiso para viajar, luego de años de tener más libertades en su vida privada y deportiva, se le impuso un estricto monitoreo con pulsera electrónica y GPS. Se logró trasladar la pelea a Mendoza. Pero aun así, no logró completar un entrenamiento competitivo. Por supuestas fallas en la geolocalización, aparecieron decenas de llamadas a todo horario desde el penal, en particular a la noche, cuando un deportista y todo ser humano debe descansar. También debía reportarse a cada hora mientras entrenaba”. De esta manera, entrenando encerrado en su casa sin poder salir a correr por las mañanas, el “Titán” afrontó la pelea más importante de su vida.
“En este contexto y con una precaria preparación física Carrasco no pudo contra una verdadera máquina, tanto en lo físico como en lo sistemático, como fue Zaur Abdullaev” agrega Adriazola.
“Con una táctica de ir de menor a mayor, contragolpear con directos, fue dominando las acciones ante un mendocino que puso su corazón y coraje para mantener una llamita de esperanza, hasta que voló la toalla que terminó con lo que era ya un suplicio”.
El ojo izquierdo totalmente lacerado debe haber sido, también, el suplicio para su técnico, Chacón, que en un combate sufrió la pérdida de una retina. Un riesgo demasiado grande, en medio de un combate extremadamente violento para un hombre deteriorado por un entrenamiento incorrecto.
Luego de haber realizado varios asaltos a puro jab, Carrasco debió ceder terreno ante un hombre que jamás cedió, apuntando también al desgaste del mendocino. Sin piernas, tal vez por las pésimas condiciones de entrenamiento, se fue convirtiendo en un blanco fijo.
El 4 de octubre la jueza Erica Sánchez determinó no solamente que Carrasco debía utilizar la tobillera electrónica, sino -además-, que su propio técnico, Pablo Chacón, fuera garantía de que no huiría. Y esto hasta el domingo 20, o sea que ya habrá vuelto el colocarse el implemento. Tal vez en el hospital Central, adonde fue derivado por las heridas recibidas.
Fue así cuando ya en el último asalto, el referí Mario González, designado por la FIB, primer argentino con licencia de la ciudad de Nueva York, detuvo la pelea con excelente criterio. Mientras que a sus espaldas, Chacón lanzaba la toalla. Carrasco había luchado hasta el último aliento. No pudo ser.
“Después de la pelea, mientras el equipo ruso festejaba en el ring, otros allegados provocaron a la tribuna y por eso volaron botellas”, explicó González, de perfecto desempeño. De hecho, el combate fue tan limpio como disputado, con un hombre entero y seguro del daño que iba provocando y otro (Carrasco) acuciado por las circunstancias.
Zaur Abdullaev, número 5 en el ranking y ahora con 21 peleas ganadas y una derrota, con 13 victorias categóricas, tiene en su haber dos victorias ante campeones como el legendario Jorge Linares y Roger Gutiérrez. Es campeón Silver del Consejo Mundial. Hizo un trabajo de menor a mayor, de total desgaste y se llevó un merecido triunfo.
Carrasco, que ahora suma 20 victorias con 12 nocauts y 2 derrotas, deberá seguramente recomponer su vida profesional. Sufrió un tremendo desgaste emocional y físico, peleó en las peores condiciones atléticas y demostró que, como su apodo, es un Titán a la hora de resistir y de derrochar coraje.
No pudo ser. Las tormentas de la vida han sido más fuertes que las sufridas en el ring y ahora para el “Titán”, a los 32, solamente queda rearmarse y pensar en el mañana.