Antes de la pelea, Elías Mauricio Haedo, conocido como “Martillo”, lucía tranquilo, pero también seguro. “Hicimos muy bien los deberes, trabajamos con todo y me siento confiado, aunque la pelea sea difícil”, nos decía.
Iba a tener enfrente a Leonardo Ruiz, nacido en Zacatecas, México y radicado en San Bernardo, California, invicto en 16 peleas con 8 nocauts, a todas luces, el crédito de la velada, organizada en la Sala Urbana, en Naucalpan, México.
“En el equipo sabemos que se hicieron las cosas bien. Con Enrique Ferreira, mi técnico, Alejandro Ardiles, nutricionista y también con el apoyo de Juan Ledesma, que tiene mucha experiencia. Se que no va a ser fácil, pero para eso estamos…” dijo este hombre que solamente pensaba, a horas de su pelea, en la familia (“Mi vieja, mis hermanos”) en quien mucho lo ayuda (“Facundo Moyano hace rato que cree en mi”) y, por supuesto, para su gente (“Por favor, un gran saludo para todo Pilar, para todos ellos”) y que tiene un lema: “Ante todo hay que ser agradecido”.
El hombre del Barrio San Alejo, que se anotó victorias importantes ante Neri Muñoz y Ezequiel Albarenga, sabía una cosa: que si metía una mano, podría dar la sorpresa.
Se sabe que esto es boxeo, y que no existen rivales chicos. Haedo, a los 26, subió al ring con 15 peleas ganadas y 6 derrotas, con 2 KO en contra. Pero hay que agregar el detalle: de sus victorias, 11 fueron antes del límite.
Con rodaje internacional -cayó nocaut en 4 en Montreal, Canadá, el 6 de junio de este año ante el invicto ruso Movladdin Biyarslanov-, y con un gran temperamento, Haedo tenía chance. Y la aprovechó. “Estuvimos mirándolo a Ruiz y como buen mexicano le gusta la pelea y ahí está la chance, porque voy a poder meterle la mano”.
Lo demás es historia. Porque cuando recién empezaba el combate, con un Ruiz de mayor físico y bien plantado en el ring, vino el desenlace. El ataque de Ruiz, la derecha de contragolpe que chocó de lleno, la potencia de uno avanzando y encontrándose con el puño y final.
Cayó Ruiz, totalmente sentido, conmocionado y todo se terminó en 2 minutos 40 segundos. Un nocaut espectacular para seguir soñando, porque Haedo pudo aplicar la contundencia de sus manos, porque ganar afuera siempre tiene un sabor especial, porque luego de este triunfo vendrán buenas ofertas y porque seguramente, cuando vuelva a su barrio San Alejo, en Pilar, podrá abrazarse con su madre, sus hermanos y toda la gente que cree en él.
Detrás hay una historia, con momentos difíciles, con cinco hermanos que murieron, con un padre que falleció cuando él era un niño, o con haber salido a trabajar de cartonero. Pero también, como él mismo lo dijo antes de la pelea, “Hay que creer en uno, no hay que bajar los brazos, porque se puede. Si señor, siempre se puede…”
Y pudo “Martillo” que, a los 26, tiene crédito para seguir soñando.
