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El regreso de Sean McVay a Georgia como entrenador para el Super Bowl LIII

LOS ANGELES -- El génesis de la clarividencia de Sean McVay se remonta a diciembre del 2003, cerca de la línea de gol de un partido en los cuartos de final estatales, en tercera oportunidad, su equipo de preparatoria estaba cinco puntos abajo con sólo un par de minutos por jugar.

McVay, ahora entrenador en jefe de Los Angeles Rams, era un mariscal de campo de triple opción pequeño y fornido en la Marist School en Atlanta, que esa noche estaba siendo golpeada por el poderoso equipo de Shaw mientras trataba de responder con una formación a la que llamaban "Wham".

Pidieron tiempo fuera.

McVay, quien había pasado la mayor parte de esa semana estudiando detenidamente videos de su próximo rival, reunió a los entrenadores. Quería ejecutar una jugada que el equipo nunca antes había ejecutado, correr sin protección para la "Wham", lo que requería que McVay simulara entregar el balón al corredor, quedárselo, después correr con él, sin bloqueadores enfrente.

"Simplemente tenía esta habilidad de sentir las jugadas", declaró el compañero de preparatoria de McVay y buen amigo, Chris Ashkouti. "Lo sabía. Es decir, nunca había visto algo así. Caminó a las diagonales".

Quince años después, los que conocieron a McVay entonces todavía se maravillan con esa jugada. En el exterior engañó a un defensivo con un corredor que no tenía el balón. Otros jugadores celebraron lo que pensaron era una tacleada que sellaba el partido. Un estadio abarrotado poniéndose de pie cuando el mariscal de campo dobló la esquina. El coraje que mostró McVay como adolescente.

McVay nunca jugó en la NFL y en realidad no se destacó a nivel colegial, pero fue una leyenda de preparatoria en Georgia. Se convirtió en el primer jugador en la historia del programa y correr y lanzar para 1,000 yardas en años consecutivos. Llevó a su equipo a un campeonato estatal en su año senior en el 2003, jugando la segunda mitad del partido por el título con un pie fracturado.

Después que terminó, McVay superó al ex receptor abierto de los Detroit Lions, Calvin Johnson, un futuro miembro del Salón de la Fama, por el premio al Jugador Ofensivo del Año en Georgia 4A, un dato bastante curioso del que muchos se ríen al día de hoy. McVay lo define "más un premio de equipo que algo más, porque no hay duda de eso cuando veías a los reclutas. [Johnson] era un receptor de cinco estrellas, era especial, y yo no tenía su calibre".

Otros dirán que McVay está siendo humilde.

Todd Holcomb, editor del Georgia High School Football Daily, quien ha cubierto los deportes de preparatoria para el Atlanta Journal-Constitution desde el 2001, dijo que McVay "podría haber sido el jugador de fútbol americano más valioso" en el 2003.

"Había prospectos colegiales mucho mejores", escribió Holcomb en un correo electrónico, "pero nadie tuvo un impacto mayor en un juego de preparatoria que él".

McVay no tenía el brazo más fuerte, pero era rápido y explosivo, y era más duro e inteligente que todos en el campo. El entrenador veterano de Marist, Alan Chadwick, recuerda un acarreo diseñado en particular en el que la responsabilidad de McVay era leer al defensivo de técnica-3 y decidir dónde ir con el balón. Corrió hacia la brecha-B y explotó el hueco "como si hubiera salido disparado de un cañón", después corrió 60 yardas casi sin ser tocado.

Las jugadas favoritas de Ashkouti venían inmediatamente después de las intercepciones, en noches en las que McVay también jugaba a la defensiva.

"Todos nos parábamos y mirábamos", expresó Ashkouti, "porque tenía la misión de aplastar al tipo que lo interceptó".

McVay llegó a Marist como un destacado jugador de fútbol soccer con gran linaje en el fútbol americano. Su abuelo, John, era un ex gerente general de los San Francisco 49ers que hizo equipo con Bill Walsh para cinco Super Bowls. Su padre, Tim, fue un mariscal de campo estelar en Ohio que jugó como back defensivo en Illinois. Después de iniciar como esquinero su año sophomore, McVay fue el mariscal de campo para Marist como junior y senior, finalizando su última temporada con 1,128 yardas terrestres, 1,107 yardas aéreas y 375 yardas despejadas.

McVay recibió ofertas de beca para jugar como mariscal de campo de opción en Rice, Air Force y la Naval Academy, indicó Tim, pero eligió asistir a Miami (Ohio). Se rompió el tobillo a principios de su primer año y nunca fue el mismo.

"Es una de esas cosas donde miras a los médicos y te dicen, 'puedes arruinar esto a largo plazo'", refirió McVay. "Tenía un enfoque realista de que quería estar involucrado en el fútbol americano y esa oportunidad se fue".

McVay fue contratado por Jon Gruden, un amigo de la familia, para ser entrenador asistente con sus Tampa Bay Buccaneers en el 2008. Terminó entrenando alas cerradas en la United Football League en el 2009, después pasó sus siguientes siete años con los Washington Redskins, trabajando con alas cerradas y eventualmente convirtiéndose en coordinador ofensivo. Ahora, en su cumpleaños N° 33, es el entrenador en jefe más joven que llega al Super Bowl, la culminación de un impresionante lapso de dos años que vio a McVay hacerse cargo de una franquicia pisoteada y ponerla en las puertas de un campeonato.

Muchos todavía lo conocen mejor por sus días en la preparatoria.

Tim McVay se ríe de cómo su hijo solía quedarse hasta tarde en la oficina de los entrenadores que estudiaban a sus rivales durante la semana.

Chadwick vio a Sean McVay como un "tipo de personalidad vivaz, enérgica, extrovertida y madura más allá de su edad" que se sentía muy cómodo en su papel. Ashkouti se refiere a McVay como "una bestia" y un "asesino de piedra" en el campo, pero brillante para inspirar a los demás.

Ocurrió al inicio de la serie que terminó con su escapada, que terminó provocando un campeonato estatal.

Marist había permitido la anotación de la ventaja y necesitaba avanzar 82 yardas para ganar el juego, así que McVay --de 17 años-- se dirigió a sus compañeros en el campo.

"Mira a todos a los ojos y tenía esa mirada de, 'Vamos a hacer esto, vamos'", recordó Ashkouti. "Estaba muy tranquilo. Cuando lo tenías en tu equipo, lo sabías, al 100 por ciento, que ibas a ganar con este tipo. Por supuesto, que llamara la jugada fue impresionante. Pero fue su capacidad para hacer que creyeras. Y eso era todo el tiempo".