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De Ronaldo a Neymar, y el renacer del fútbol brasileño 15 años después de la gloria

Neymar llegará como la gran figura de Brasil al Mundial de Rusia 2018 EFE

Eran las 10 de la noche en Yokohama, Japón, y el público estaba expectante. Cafú, para muchos el mejor lateral derecho de la historia, sonreía de oreja a oreja con la medalla colgando de su camiseta número 2 mientras otra leyenda como Pelé le entregaba la preciada Copa del Mundo junto al por entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Eran las ocho de la mañana a 18,583 kilómetros de distancia en Río de Janeiro, pero todos estaban más despiertos que nunca con una alegría de esas que no se pueden describir, solo se pueden sentir. Brasil, su Brasil, era campeón del mundo por quinta vez.

Lo que nadie se imaginaba en plena fiesta sería que, 15 años más tarde, aquella sería recordada como la última vez que la Verdeamarelha se coronaría como tal. La pregunta que todos nos hacemos ahora es cuánto tiempo más habrá que esperar para el “Hexa”, y si acaso ese plantel que arrasó en el lejano oriente fue la última verdadera “Generación Dorada” del fútbol brasileño.

CONSAGRACIÓN INOLVIDABLE

Aquel Brasil del 2002 llegaba a su tercera final consecutiva de un Mundial y salió al Estadio Internacional de Yokohama a enfrentar a Alemania con Marcos en el arco, Cafú y Roberto Carlos surcando los laterales, Edmilson y Lucio en la zaga central, Edmilson, Gilberto Silva y Kléberson resguardando la mitad de cancha, y el tridente de Rivaldo, Ronaldinho y el Ronaldo original como los magos que deleitaban al mundo entero con su categoría en ataque.

Cada uno de ellos cargaba con una mochila tan pesada como distinta, ya sea por la necesidad de redimirse por el 0-3 ante Francia en la final de 1998 o, en el caso de Ronaldo, de borrar la decepción de sentirse responsable por aquella caída ante Zidane y compañía al no haber podido jugar aquel día.

El primer gol llegó al minuto 67. Rivaldo le pegó desde media distancia, Oliver Kahn no pudo contener el disparo y ahí estaba Ronaldo como buen “9” pescador para empujar el balón a la red. Su sonrisa y aquella pelada con jopo de frente incluido al servicio del equipo.

Doce minutos después, Cafú desbordó por la derecha y se la pasó a Rivaldo, quien como genio que era abrió las piernas y se la dejó servida a Ronaldo para sentenciar a Kahn y liquidar el partido. Doblete, redención y octavo gol del torneo para un verdadero Fenómeno, el goleador del Mundial que enfiló hacia el banco de suplentes para festejar abrazado junto a compañeros como un joven Kaká de apenas 20 años que no jugó en aquella final.

Es más, él nunca lo haría. Francia volvería a ser su verdugo en los Cuartos de Final del 2006, y luego Holanda haría lo mismo en Sudáfrica cuatro años más tarde.

Y ahora, tal y como aquel Brasil de Scolari cargaba con la mochila de la humillación del ’98, esta generación carga a la del 1-7 en Belo Horizonte, su propia casa, ante Alemania en las semifinales del Mundial 2014.

RECONSTRUYENDO EL ORGULLO

Esa herida jamás va a cicatrizar por completo, y no debe hacerlo. En Brasil deben decir “nunca más” y siempre recordar ese momento en el que millones de sus compatriotas lloraban de tristeza, impotencia y frustración por el sueño denegado de ver a su “Seleção” salir campeona del mundo.

Tuvieron que pasar tres años de frustraciones y eliminaciones tempraneras en la Copa América, de saber que desde aquel 1-7 se perdió una identidad sagrada y de temer que jamás volverían a encontrarla. Pero luego llegó Tité y puso la casa en orden para que Brasil actualmente vaya puntero cómodo de las Eliminatorias sudamericanas rumbo a Rusia 2018 con ocho victorias al hilo y contando, incluyendo un 3-0 brillante ante Argentina en Belo Horizonte el 10 de noviembre del 2016 que decretó el regreso del “jogo bonito” a la selección que mejor lo representa.

Su presión constante en territorio rival asfixia a su oponente, el cual paga por cada descuido buscando el balón en la red. Y por primera vez en mucho tiempo se le hace más culto a mimar a esa pelota que al dogma táctico.

Ya no estarán Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho, pero ahora Neymar es el abanderado dispuesto a llevar a su país a la tierra prometida junto a cracks como Gabriel Jesús, Paulinho y Coutinho.

Al igual que Ronaldo en 1998, Neymar carga con la bronca a cuestas de haber tenido que ver a su equipo humillado desde afuera en el 2014. Una lesión en la espalda sufrida contra Colombia en la ronda anterior lo había marginado del torneo.

Que no les quepa duda. Si aquella del 2002 era la generación dorada, la actual ya es de plata con tintes dorados. Quizás los paralelos entre estas dos historias no sean pura coincidencia.

Quizás Neymar anote su propio doblete el 15 de julio en Moscú y alce la copa que tanto anhelan más de 200 millones de brasileños a 11,500 kilómetros de distancia.