Con el Pichi se va una era del básquet

Si el retiro de Milanesio ya había sido un golpe para la Liga Nacional, el anuncio de que Héctor Pichi Campana, a sus 37 años, le sigue los pasos, es algo de lo que le costará reponerse al torneo

BUENOS AIRES -- Es mucho. Para la Liga Nacional argentina es demasiado perder en una misma temporada a sus dos figuras más distintivas. Ya quedarse sin Marcelo Milanesio, el símbolo de este torneo que ingresará en su 19º temporada, era un golpe esperado pero fuerte. Pero que ahora Héctor Pichi Campana, a sus 37 años, anuncie su retiro, es algo de lo que le costará reponerse al torneo.

Es que Campana fue, durante muchos años, la principal atracción de la Liga. A partir de su obstinada devoción ofensiva, de la pasión por el básquetbol desparramada en cada jugada y de sus títulos y sus premios, el cordobés fue cimentando una trayectoria única, casi irrepetible, que le permite a muchos sostenerlo como el mejor jugador de la historia de la competencia nacional.

Repasar la carrera profesional de Campana resulta tan extenso como admirable. Si bien no pudo disputar la primera edición de la Liga Nacional, después enhebró 17 temporadas seguidas, aún cuando algunas de las más descarnadas lesiones buscaron amedrentarlo.

Así, con la misma capacidad mostrada para esquivar rivales fue superando roturas de ligamentos de rodilla, de tobillo y hasta una rotura del tendón de Aquiles para sumar 663 partidos en el máximo nivel nacional.

LOS NÚMEROS DE UN GRANDE
Pero Campana también fue ejemplo de que se puede trascender individualmente al mismo tiempo que se consiguen logros de conjunto. Se sabe que los títulos certifican para siempre la trayectoria de un deportista y Pichi los consiguió. Fueron seis: 5 con Atenas de Córdoba y uno con GEPU de San Luis).

El cordobés sabía ganar, porque sabía que la gloria es completa cuando se gana. Y para alcanzarla hizo un aporte inigualable, de esos que dejan marcas eternas. Sus 16.148 puntos, a razón de un altísimo 24,3 de promedio por juego, con que se despidió son un tope casi inabordable y aquellos 62 puntos en un solo partido hoy suenan a utopía para todos.

Cuando haga el balance de su carrera no podrá quejarse el cordobés de los halagos recibidos: cuatro veces Jugador Más Valioso de la temporada y en tres oportunidades distinguido como el mejor de la serie final.

En 1991, tal vez en el punto máximo de su carrera, cuando nada parecía imposible para él, recibió una invitación para participar de un campamento de novatos con New Jersey, de la NBA, que más allá del resultado final, lleva la características de un premio.

Pero Campana representa mucho más para el básquetbol argentino. Significa espectáculo, el que brindó cada vez que entró a una cancha, haciendo cosas increíbles para un hombre de un módico 1,85 de altura en un deporte de gigantes.

Con su entrega, espectacularidad y eficacia nunca defraudó a los que pagaron una entrada para verlo. Fue permanencia, la que logró en el máximo nivel durante muchos años y ante el paso de varias generaciones. El secreto de su continuidad no fue otro que el trabajo diario, esforzado y continuo. Dio ejemplo de profesionalismo, dejando la piel en cada pelota, jugando intensamente cada partido como si fuera el último.

ADENTRO Y AFUERA DE LA ZONA PINTADA
No tiene la historia del básquetbol argentino otro anotador tan formidable como él y será complicado que aparezca otro de su jerarquía en lo inmediato. Otro que provoque noches imborrables de proezas, triunfos y conquistas.

Pocos jugandores logran influenciar tanto en un equipo o en un partido. Campana provocaba en sus rivales esa mezcla de respeto y temor que solo consiguen los indiscutidos. Es cierto, nunca logró una estrecha relación con el público. Es que ese gesto fiero, amenazante, implacable, con que enfrentaba cada juego, no era el más apropiado para relacionarse con la gente. Pero él interpretaba un personaje, el de matador frío, siempre dispuesto a cumplir su trabajo.

Claro que donde sí lo aman es en Córdoba. Allí "el Pichi" es una marca registrada, es el complemento ideal para Milanesio, pareja ligada para siempre a los títulos de Atenas y generadora de la mayoría de las alegrías de sus seguidores.

Pero Campana dijo basta. Decidió que es tiempo de estar con la familia, asentarse en Córdoba y archivar, aun a pesar suyo, la ropa de basquetbolista. Una decisión que a juzgar por la realidad de la competencia argentina, bien podría haberse postergado, al menos, una temporada. Pero decidió irse ahora y guardarse para siempre la gloria, les recuerdos y el reconocimiento eterno.

ALEJANDRO PÉREZ es periodista especializado en básquetbol desde 1986. Se desempeña como cronista del diario Clarín desde 1994. Además, es el relator de los partidos de básquetbol internacional de ESPN, columnista del SportsCenter Latino y de ESPNdeportes.com.

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lunes, 19 de agosto