La fama impone sacrificios. Mientras cualquier mortal puede hacer y deshacer sin aparentes consecuencias, las figuras públicas están bajo escrutinio constante. Cada detalle de sus vidas es de dominio del populacho y cuestionado cómo si ellos carecieran del derecho a ventilar sus problemas en la intimidad.
Si alcanzas la fama, dejarás de ser común. Serás elogiado, pero también criticado hasta el hastío. Te guste o no, nunca serás juzgado con la misma vara que los demás.