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Chau Diego: la relación de Maradona con el polo

Hay momentos que marcan las vidas de las personas, instantes que jamás serán olvidados por aquel que los vive, que los experimenta, pero todo se acrecienta si nos referimos a una figura pública, a un “ídolo del pueblo”, es ahí cuando todo se sobredimensiona, quedando muchas veces grabado en la memoria de toda una nación para la posteridad.

Pocas personas se pueden congratular de ser ídolos en su lugar de origen, en su país, en su colonia, en el barrio, como se conoce vulgarmente, ser profetas en su tierra. Esa es una distinción que pocos pueden presumir, y más aun cuando con su arte logran conquistar al mundo.

Diego Armando Maradona fue y será parte de esa pequeña, pero súper venerada, legión de "arte-deportistas" capaces de desarmar las fronteras físicas y temporales.

La llegada de la noticia de su muerte, fue acompañada de un mensaje a un amigo o un click al televisor para confirmar el anunció. Ningún de nosotros escapó a ese primer golpe, e inmediatamente muchos comenzamos a recordar al mejor Diego.

Los más viejos y futboleros arrancaron a contarle a sus hijos y nietos como ese "gordo retacón¨ los hizo madrugar y llegar tarde a la escuela un invierno de 1979, para guiar a la Argentina a ganar su primer Mundial Juvenil, y como más tarde llevó a los mayores a ganar su segundo Mundial bajo el calcinante sol mexicano.

Los más polideportivos prefirieron ir por el lado de su aliento incondicional a cada deportista que vistiera la celeste y blanca; bancando desde las tribunas a las leonas del hockey, los pibes del voley o los Nalbandian, Del Potro y Gaudio de nuestro tenis.

¿Y el polo? Tampoco los polistas quedaron fuera de su universo.

Entre el millón de anécdotas que desde hoy se volverán a contar, estarán Adolfo Cambiaso, Mariano Aguerre, el Lolo Castagnola y Lucas Monteverde, que recordarán el apoyo del ¨10¨ desde el palenque junto a Nalbandian, en la gran final del 2007. Esa que ganaron en suplementario a Ellerstina con gol de Lucas, y el abrazo con festejo interminable de Diego y Dolfi.

Con el astro de Cañuelas hubo muchos más encuentros antes y después; aunque con el polo Maradona ya había tenido su jornada super mediática, y nada menos que con Chapaleufú.

Allá por 1989, el ¨clásico del polo¨ tenía los nombres de La Espadaña e Indios Chapaleufú, más un Indios Chapaleufú II, que se sumaba a la charla.

Por esos días los hermanos Gonzalo, Horacito y Marcos Heguy, y un poco menos el muy joven Bautista, tenían un tratamiento casi de rockstars; gracias al patrocinio de una marca de cigarrillos.

Diego, llegó hasta el club Los Indios, en San Miguel, para verlos jugar. De la charla salió armar un partido de futbol 5, y de ahí el llamado de los Heguy a su "archirival" solo en el polo, Ernesto Trotz, que tenía unas canchas de futbol en Bella Vista.

En una época sin fotos por wasap, el gran back de La Espadaña pensó que era un chiste; pero por las dudas cerró el lugar y esperó. A la hora, no sólo llegaron los Heguy junto a Maradona, también la prensa y hasta la policía de la zona debió vallar el lugar para el improvisado encuentro. La avenida Gaspar Campos quedó cortada y el lugar desbordado, pero nadie les borró jamás las sonrisas a esos polistas, cada vez que contaban que ellos habían jugado contra el 10.

A veces la idolatría es tan inmensa, que uno se olvida que los tipos que llenaron tantos momentos de nuestras vidas, en el fondo son meros humanos tal cual como nosotros, y que irremediablemente mueren también.

Nos olvidamos porque la sensación de felicidad que entrega el disfrute de sus obras es tan eterno, que hasta pensamos que ellos alcanzan la eternidad. De cierta forma lo hacen, pero no de manera carnal. Se van, fallecen, aunque el acto de acercarnos a su obra seguirá siendo una forma de acercarnos a la persona misma. La obra es superior, pero recordemos que no existe sin la persona que la generó.

Chau Diego