Juan Carlos Salgado salió del sótano para llegar hasta la cima (Luz Montero) |
Mientras su mujer esperaba en casa, al lado del teléfono a 11 mil kilómetros de distancia, Juan Carlos Salgado contenía el llanto en medio del estupor del Gimansio Yoyogi, en Tokio, donde su angustia, depresión y desesperación encontraron un punto y aparte.
Ni una lágrima quería derramar. Ni siquiera por los días en los cuales pensó retirarse por la falta de actividad en un año y siete meses, culpa de su entonces promotor Ricardo Maldonado. Tiempos malos. Cuando le aterraba la idea de abandonar los cuadriláteros por no saber otro oficio para mantener a su familia. Sólo boxear. Profesión que le permitió comprar un Vochito con el pago de su primera pelea, en marzo del 2003, contra Claudio Flores. "Si no gano -- pensaba -- se me va mi carro". Y más apretaba la mandíbula. Con su cinturón de campeón alrededor del cuello, Juan Carlos contenía el llanto mientras la esquina contraria reanimaba al campeón en desgracia. Oh... aclaro, al ex campeón mundial, Jorge Linares, que era favorito para darle una paliza al mexicano. Bueno, la supuesta golpiza para él nunca llegó porque destrozó los pronósticos al noquear en el primer round al entonces invicto venezolano. Ya tendría tiempo para hablar con la madre de su hija de tres años. Para llorar solo con ella y contarle cómo un golpe al rostro, a los 46 segundos, bastó para derribar al venezolano. Y cómo al concluir el conteo de protección, arremetió como perro de caza mientras su rival seguía herido. Victoria por nocaut. En 70 segundos se deshizo del miedo. Antes de eso, de nada valía su tatuaje en el brazo con la palabra "No Fear" porque jamás dejó de temer. Ni durante su preparación. Tampoco durante las 16 horas de vuelo hasta Japón. Y menos en los 10 días previos al combate, cuando se entrenó en un gimnasio ajeno, siempre bajo la mirada espía del hermano de Linares, Carlos. Y vaya si se asustó al conocerlo. El parecido físico lo confundió con el monarca, sólo que más alto. El silencio le dio la bienvenida al nuevo rey superpluma de la AMB. Pero el asombro de los japoneses permitía escuchar un llanto. El de otra mujer, la novia del sudamericano. Entre el público, Roberto Díaz, el representante de Golden Boy Promotions, se tomaba la cabeza sin creer lo acontecido. Nadie daba crédito. Si lo consideran suertudo, piénsenlo dos veces. Su triunfo sobre Linares se convierte en el quinto en el primer asalto y octavo antes del tercero. "El tenía que estar preparado para todo", dice Salgado a ESPNDeportes.com. "Estuvo muy rápido, pero mejor así porque no recibí golpes". Para él, se confiaron. Supo que la gente del venezolano lo vio el 24 de enero, cuando venció por decisión unánime a Cristian Favela, como parte de la cartelera encabezada por Antonio Margarito y Sugar Shane Mosley; y que le siguieron con detalles el 23 de mayo, en Monterrey, contra Ángel Reyna. Conoció mejor el estilo de su contrincante al usar de sparring a Gilberto El Flaco González, el cual trabajó con el criollo. El equipo del bolivariano jamás consideró la derrota dentro de su guión. "Si hubiera sido un golpe de suerte hubiéramos comprado un boleto de lotería para no jugárnosla hasta allá", comenta Jaime Quintana, manejador y figura clave en la carrera de Juan Carlos, quien pagó en 2008 al empresario Maldonado por los derechos de representación del púgil. "Me la iba jugando porque él nunca ha tenido el reconocimiento de la gente y de la prensa en México y sabíamos que si fracasábamos le daríamos gusto a muchos que afirman que no tenía ninguna oportunidad en el boxeo", agrega Quintana. "Pero demostramos que se equivocaron". Antes de una revancha, el mexicano tiene pautado dos combates. El primero, tentativamente, el 13 de enero contra Takashi Uchiyama. "A lo mejor no les enseñó mucho y quieren verlo pelear más para decidir si vale o no", dice Quintana, quien le propondrá al empresario Akihiko Honda que la función se monte en México. Después, una contienda más y, enseguida, se enfrentaría a Linares. "Quiero demostrar que no fue suerte", comenta Salgado. "Si ya le di una vez, le puedo dar otra vez. Si la gano de nuevo se va para abajo, perderá todo lo que tiene". Y eso lo dice sin miedo. Si no, que vea su brazo. Comentarios
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