Rob Manfred
AP Photo/Bebeto Matthews
A veces, Rob Manfred hace que me ponga paranoico y lo vea como alguien que quiere destruir el béisbol desde dentro, desde su cargo de comisionado de Grandes Ligas.

Es como si quisiera ser recordado como el peor que haya desempeñado ese puesto desde que se creó en 1919, cuando el juez Kenesaw Mountain Landis fue designado para poner orden después del escándalo de los Chicago White Sox.

Obviamente, Manfred NO es un hombre de béisbol y para él todo es dinero.

Entonces cree que como MLB es una maquinaria inagotable de producir millones de dólares, basta con que la caja contadora suene indeteniblemente para que todo esté bien.

Y ahora tiene un plan para generar más plata por la vía del ahorro, cuyas consecuencias serían nefastas no sólo para los jugadores, sino para miles de personas que viven de una manera u otra del béisbol.

El proyecto buscará eliminar 42 equipos, en su mayoría pertenecientes a las Ligas de Novatos de New York-Pennsylvania, Apalaches, Pionero y Noroeste, a partir del 2021, lo que equivale al 26 por ciento de la totalidad de los conjuntos de las Menores.

Si las Rookie Leagues dejan de existir, cada franquicia de Grandes Ligas quedará limitada a un máximo de 150 jugadores en los diferentes niveles de las Menores, desde Clase A Baja hasta AAA, lo cual significaría que muchos jóvenes quedarían fuera del sistema de ascenso hacia las Mayores.

Asimismo, el plan recortaría a 20 rondas la selección del reclutamiento colegial, que se movería de junio a agosto.

Ya por ahí se estarían cortando los sueños y las oportunidades de cientos de muchachos justo en el inicio del camino profesional hacia el mejor béisbol del mundo.

Según algunas organizaciones económicamente pobres, esos equipos del nivel Rookie conllevan muchos gastos para mantener a jugadores que posiblemente nunca se acerquen a las Grandes Ligas.

Y puede que tengan razón, desde el punto de vista financiero, pero cuando una persona o un grupo deciden invertir en un negocio, ello conlleva una responsabilidad fiscal para con sus asociados y empleados. Quien no sea capaz de entenderlo y asumirlo, que no se lance a la aventura de emprender.

Pero no se trata solamente de jugadores. En los pequeños pueblitos donde tienen sus sedes esos equipos que el plan de Manfred pretende eliminar, la vida gira en torno al estadio, que constituye una fuente de empleo fundamental de muchos de sus pobladores.

Son comunidades rurales de Idaho, Montana o Iowa, por ejemplo, estados que no cuentan con una franquicia de Grandes Ligas y donde esos equipos lo son todo.

Y para los propios dueños de esas novenas, el golpe sería demoledor, pues muchos de ellos invirtieron los ahorros de su vida en pos de un sueño.

Siempre quedaría la posibilidad de inscribirse en alguna liga independiente, pero sin el apoyo de todo el sistema de Grandes Ligas, lo más probable es que la mayoría de esos equipos no sobrevivan al infarto económico.

Según datos que publica el Daily News, se estima que los propietarios de ligas menores cuyos equipos serían eliminados perderán 300 millones de dólares.

Las cosas podrían terminar feas y los perdedores no se quedarán de brazos cruzados, con una ola de demandas que podría poner en peligro la exención de la ley antimonopolio que protege a la MLB.

Los reclamos vendrán de esas pequeñas ciudades que han construido o restaurado estadios con dinero de los contribuyentes, que ven cómo ahora el sistema les da la espalda.

Y no sólo los equipos de ligas de novatos están en planes de desaparición. También los hay en otros niveles, como el Chattanooga Lookouts, afiliado de AA de los Cincinnati Reds, un equipo cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, por sólo citar un ejemplo de novenas ancestrales amenazadas por el comisionado, que en total sumarían dos mil años de historia.

Dos mil años que Manfred quiere tirar al inodoro.

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Getty ImagesCon St. Louis, en 2018 y 2019, Marcell Ozuna ha sido un buen bateador, por encima del promedio, pero no ha podido llegar a las cifras que logró en su estancia en Miami.
El lanzador derecho Jake Odorizzi y el primera base cubano Jose Abreu fueron los únicos que aceptaron la oferta calificada de sus equipos, los Minnesota Twins y los Chicago White Sox, respectivamente.

Diez jugadores recibieron la oferta, pero el jardinero dominicano Marcell Ozuna, los antesalistas Anthony Rendon y Josh Donaldson, los lanzadores zurdos Madison Bumgarner y Will Smith, y los derechos Gerrit Cole, Stephen Strasburg y Zack Wheeler dijeron que no y se fueron a probar el mercado.

Smith, un relevista de 30 años y quien se veía como el menos encumbrado dentro de ese grupo, ya aseguró un nuevo pacto con los Atlanta Braves por tres campañas y 40 millones, con una opción además para el 2023.

Así, desde que surgió la oferta calificada, 90 peloteros la han recibido y solamente ocho la han aceptado, incluidos Odorizzi y Abreu.

Del cubano ya habíamos hablado. Aceptó quedarse en Chicago una temporada más por 17.8 millones de dólares, pero tendrá 33 años cuando vuelva a probar el mercado, ya sin opción de recibir una nueva oferta calificada.

El tiempo conspira en su contra y basta con que tenga un pobre rendimiento o la salud no lo acompañe, para que se convierta en una odisea su intento de encontrar empleo más allá del 2020.

El que sí debió aceptar el ofrecimiento de los St. Louis Cardinals fue Ozuna, quien ha tomado malas decisiones anteriores, aconsejado por su representante, el poderoso Scott Boras.

Primero, rechazó una oferta que le hicieran los Miami Marlins en el 2014 para una extensión contractual de unos 40 millones, que habría retrasado un año su llegada a la agencia libre.

La cifra habría sido casi el doble de los 26 millones que ha ganado hasta ahora en su carrera. Matemática simple.

Pero Boras lo convenció a él y al difunto José Fernández de que ambos podrían conseguir pactos de tres dígitos de millones cuando llegaran a la agencia libre.

José nunca llegó y el panorama de Ozuna no luce tan prometedor como entonces.

Y desde que fue canjeado a los Cardenales, nunca más ha tenido los números que logró en el último año que estuvo en Miami, con average de .312, 37 jonrones y 124 carreras impulsadas, con un OPS de .924.

Con St. Louis, en 2018 y 2019, ha sido un buen bateador, por encima del promedio, pero hasta ahí. Nunca más 30 bambinazos, nunca más siquiera 90 remolques. Ni hablar de average sobre .300 o de OPS superior a 800.

Si Ozuna hubiera aceptado la oferta, tendría la oportunidad de realizar una mejor preparación en el invierno para tratar de tener su temporada-carrera, como hacen muchos peloteros ante la inminencia de la agencia libre.

Pero con sus números actuales, le será imposible conseguir aquel contrato que le prometió Boras.

Posiblemente lo que logre no diferirá mucho de aquel que le ofrecieron los Marlins cuando apenas despuntaba en su segunda temporada.

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Hace dos años atrás, Aaron Judge parecía destinado a convertirse en la nueva cara de las Grandes Ligas.

Sus 52 cuadrangulares como novato, su carisma y el hecho de jugar para el equipo más emblemático de todo el béisbol, los New York Yankees, lo colocaban en camino para ser el sustituto mediático de Derek Jeter.

Era el líder indiscutible de aquel manojo de muchachos inexpertos que en el 2017 tomaron por asalto el mundo del béisbol y merecieron el apelativo de Baby Bombers.

Sin embargo, las lesiones limitaron a 112 partidos su tiempo de juego en el 2018 y su cifra de jonrones se redujo a 27, casi la mitad de los que disparó en su año de debutante.

Y nuevamente en el 2019 su salud lo traicionó en los comienzos de la campaña, al punto de participar solamente, hasta el domingo 18 de agosto, en 69 de los 126 encuentros disputados por los Yankees, con la consiguiente disminución de sus números.

Getty ImagesHace dos años atrás, Aaron Judge parecía destinado a convertirse en la nueva cara de las Grandes Ligas.

Hoy ha perdido aquella presencia imponente en el plato y es simplemente uno más en la alineación, hecho del que quizás no nos damos cuenta por la gran temporada que ha tenido el equipo, que ostenta el mejor récord de ganados y perdidos de todo el béisbol.

Vamos a los números: el Juez tiene una línea ofensiva de .265 de average, .387 de promedio de embasamiento y .455 de slugging, con un OPS de .841.

Solamente ha sacado 12 pelotas del parque, la misma cantidad que Aaron Hicks en 59 juegos y el debutante Mike Tauchman en 71, por detrás de Gleyber Torres (29), Gary Sanchez (27), D.J. LeMahieu (21), Luke Voit (19), Gio Urshela (18) y Brett Gardner (17).

Asimismo, tiene 33 carreras impulsadas, menos que otros diez jugadores del equipo, algunos como Clint Frazier, Didi Gregorius y Hicks con menos partidos disputados.

En el 2017 tuvo .284-.422-.627, con OPS de 1.049 y el año pasado fue de .278-.392-.528, con OPS de .919.

¿A dónde entonces se fue el “Juez”?

El jardinero derecho de Nueva York ha cambiado definitivamente —y para mal— su forma de bateo.

Mientras que en sus dos primeros años utilizó todo el terreno para sus conexiones, ahora está tratando de dirigir la pelota solamente hacia la banda derecha.

De sus 79 vuelacercas entre 2017 y 2018, repartió 35 hacia la pradera izquierda, 13 por el jardín central y 31 por el derecho.

Sus 12 cuadrangulares de este año han sido, nueve por el RF y tres por el CF. Por la banda izquierda, su supuesta zona de mayor poder, cero.

El problema también es que ha bajado gradualmente el ángulo de lanzamiento de su swing, que de 15.8 en el 2017, se redujo a 12.4 en el 2018, hasta 9.8 esta campaña.

Por ello, al tratar de conectar por la izquierda, solamente consigue roletazos o líneas.

En lo que va de campaña, el Juez apenas logró dos elevados y 15 lineazos por el izquierdo, ninguno más allá de las cercas.

Sin embargo, sus batazos salen con mayor velocidad que nunca, a un promedio de 98 millas por hora, líder de todas las Grandes Ligas, casi cuatro MPH más que Christian Yelich, quien ocupa el segundo lugar.

En el 2017, la velocidad promedio de sus conexiones fue de 94.9 MPH y de 94.7 en el 2018.

La pregunta es ¿de qué le ha valido darle más duro a la pelota, si ello no se ha traducido en efectividad?

¿A dónde se nos ha ido el Juez, aquel que tenía su corte detrás de las cercas del jardín derecho del Yankee Stadium?

Ya con 27 años, aquella prometedora carrera que parecía dirigirse inequívocamente hacia Cooperstown se ha ido diluyendo gradualmente, sin mucho ruido, a la sombra de las nuevas estrellas de los Baby Bombers.

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MIAMI -- Malas noticias para los aficionados de los Miami Marlins. Don Mattingly, cuyo contrato expira al finalizar la actual temporada, podría regresar en 2020 para continuar con la reconstrucción del equipo.

En un encuentro informal con los medios antes del juego del miércoles ante Los Angeles Dodgers, Derek Jeter, director ejecutivo de la franquicia, no confirmó la continuidad del dirigente, pero tampoco la descartó.

Jeter dijo que la permanencia de Mattingly sería evaluada en las próximas semanas, aunque valoró de manera positiva su impacto en el clubhouse y en medio de un proceso como el que viven los peces desde que la nueva administración compró al equipo en el invierno de 2017.

Getty Images/Jim McIsaacDon Mattingly.

“Cuando un equipo se encuentra en este punto, es fácil para los aficionados, para la gente, concentrarse en victorias y derrotas y así es como evalúan el trabajo de alguien, pero hay muchas cosas más”, señaló Jeter. “Donnie ha realizado un buen trabajo, pero tenemos que sentarnos con todos los coaches y preguntarnos cómo podemos mejorar”.

Mattingly llegó a Miami en 2016 con un acuerdo por cuatro campañas y desde el primer día ha sido blanco de duras críticas de los aficionados por su manera de manejar, tanto al actual conjunto en remodelación, como cuando tuvo en sus manos a estrellas como Giancarlo Stanton, Christian Yelich, Marcell Ozuna y el fallecido José Fernández.

De cara al juego del miércoles, segundo de una serie de tres ante Dodgers, Mattingly tenía récord de 263-339 en su carrera como piloto en Grades Ligas y con Miami aún no tiene una campaña ganadora, sin embargo, el manager ha manifestado públicamente estar convencido de que el plan de Jeter para crear una franquicia sostenible a largo plazo va por buen camino, ya sea porque lo cree o porque quiere congraciarse con su jefe y conseguir una renovación de empleo.

“Me encantaría volver, especialmente si me quieren de vuelta”, dijo Mattingly, quien fue la estrella en la primera base de los Yankees entre la década de los 80 y la primera mitad de los 90. “Uno no desea estar en una situación que no es la correcta. Si (los Marlins) quieren ir en una situación diferente, lo discutiremos en su momento. Ya hablaremos y veremos cómo marcha todo.

“Lo he dicho desde el principio: me conformo con lo que suceda. Vine a este lugar a ayudar a mejorar las cosas y situarlas en la dirección correcta”, finalizó Mattingly.

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