Cuando Richard Williams tuvo una visión frente al televisor, mientras veía un partido de tenis, no sabía que esa tarde era la semilla de cambiaría la historia de ese deporte.

Williams, un trabajador jornalero Shreveport, Lousiana ha contado infinidad de veces la anécdota de cómo fue que decidió que sus hijas saldrían adelante en la vida como atletas.

Fue tan simple como que esa revelación llegó al observar en TV a la tenista rumana Virginia Ruzici. Ahí este padre de familia trazó el destino de Venus Ebony Starr y Serena Jameka, sus hijas menores, para las que no quería una vida de privaciones.

No falta quien piense que si Richard hubiera cambiado a la tele a una competencia de natación, las hermanas no habrían sido tenistas, pero eso ya no importa, ahora el deporte blanco es uno antes de las Williams y otro después de las Williams.

Justo es decir que el éxito de Venus y Serena fue fruto del tesón y el plan de Richard, que incluyó mudarse de Saginaw, Michigan a la problemática zona de Compton, California con el fin de que vieran que la línea que divide el triunfo del fracaso, es tan tenue como entrenar o dejarse llevar por las bandas y la vida de la calle.

De las dos Williams, Serena ha sido la más poderosa, y hoy a 20 años de su paso al profesionalismo, en el que entró a los 14, no es aventurado decir que es candidate a ser considerada la mejor tenista de todos los tiempos, algo que pronto también lo podrán corroborar las estadísticas.

La número uno del mundo, nacida el 26 de septiembre de 1981, ha ganado 21 torneos de Grand Slam, sólo uno menos que Steffi Graf, quien tiene la marca en la “Open Era” y está a tres de los 24 de Margaret Court, que ostenta el récord de todos los tiempos.

Pero sus casi 34 años de edad no son un síntoma de declive, al contrario, es ahora cuando está cerca de ganar el Grand Slam completo en un año calendario si levanta el trofeo en el US Open 2015 que inicia el lunes 31 de agosto.

La última fémina que lo hizo fue la alemana Graf, ahora esposa de Andre Agassi, quien lo engarzó en el ya lejano 1988.

Sólo otras dos damas han completado la hazaña del Grand Slam calendario: Court en 1970 y Maureen Conolly en 1953.

Aunque en la Final Femenil que se juega el 12 de septiembre no lograra el título, eso no variaría su legado de Primera Dama del Tenis.

Las 255 semanas que ha ostentado el ranking número uno de la WTA, 132 de las cuales han sido consecutivas, la colocan en cuarto lugar histórico en un club donde los nombres propios se escribieron con la tinta de las leyendas: Graf (377), Navratilova (332) y Evert (260).

De los últimos 15 torneos mayores de la WTA, Serena se ha llevado 9: un dominio que sólo destellos de Victoria Azarenka, Marion Bartoli, Li Na, Maria Sharapova y Petre Kvitova pudieron desafiar.

Entre 2002 y 2003 ganó consecutivamente los cuatro torneos grandes, en lo que se conoce como el “Serena Slam”

LESIONES

Pero no todo ha sido coser y cantar para Serena, desde que ganó su primer US Open con el que inauguró su lista de Mayores, en 1999, han pasado 16 años llenos de lesiones, sinsabores y hasta situaciones que podrían haberla llevado al retiro.

En agosto de 2003 tuvo que ser sometida a una cirugía en la rodilla que se suponía que la tendría fuera de acción seis semanas, pero no volvió en ocho meses.

La lesión se combinó con un trágico acontecimiento, que la distrajo del tenis: el asesinato de su media hermana Yetunde Price, quien fue baleada muy cerca de las canchas de Compton donde ella empezó a aprender a jugar.

La potencia que imprime en su consistente juego de fondo, con el que demuele a sus contrincantes que sobreviven a su tremendo servicio, ha transformado el tenis femenil en un deporte físico, no apto para atletas menores, pero esa furia se esfumó con los eventos que siguieron a la operación.

Serena estaba fundida, no encontraba motivos para volver, ni la fuerza necesaria para hacerlo, pero finalmente la encontró y volvió para ganar el torneo de Miami.

En 2005 fue un tobillo el que interrumpió su andar por las pistas fueron meses que la hundieron en el lugar 139 del ranking. Se dijo mucho que también la rodilla, un mal crónico afectaba su rendimiento, pero nuevamente había perdido la motivación.

La confianza volvió en 2007 cuando desde el fondo del Draw reinó en Australia, título que dedicó a Yetunde y de paso sirvió para exorcizar los demonios que le impedían sacar su mejor tenis.

Así, Serena se ha levantado una y otra vez de sus lesiones, controversias y el no ser precisamente la jugadora más querida en el circuito, a pesar de ser una amiga formidable como los puede atestiguar Caroline Wozniacki.

Pero es una mujer que no se deja y su veto al torneo de Indian Wells es una prueba de ello. Polémica con su vestimentas, abrió el camino para otras jugadoras afroamericanas y europeas que la han tomado como bandera e inspiración.

Ahora la menor de la Williams está a un paso (US Open) de escalar como la mayor de las tenistas.

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Todos los reflectores parecen apuntar a una sola dirección en la NBA esta temporada.

La última temporada de Kobe Bryant está recibiendo toda la atención mediática, y merecido lo tiene porque estamos hablando de uno de los mejores jugadores de la historia.

Es Los Ángeles y es Kobe, quien disfruta cada segundo de la prensa que recibe.

En San Antonio, mientras tanto, podría ser la última campaña del mejor jugador Latinoamericano de la historia del baloncesto.

Manu Ginóbili es nuestro Michael Jordan.

No obstante, poco se escucha al respecto. No es su estilo ni el de su equipo, los San Antonio Spurs que se han transformado en una dinastía a pesar de pertenecer a un mercado pequeño.

Ginóbili firmó un contrato de dos campañas esta temporada baja, aunque la segunda es una opción del jugador, que en caso de "apagarse el fuego" podría decidir abandonar la actividad.

Por lo pronto, los Spurs siguen invictos jugando en casa y son uno de los dos equipos (Warriors) que en este momento están hombros y cuello por encima del resto.

Ginóbili está promedio poco menos de 20 minutos por partido, y se sigue adaptando a su nuevo rol. Lejos de quejarse, lo disfruta más que nunca y admite "estar jugando mejor de lo que esperaba".

Cuando uno piensa en Ginóbili, piensa en magia, en pases que generan que uno se agarre la cabeza sólo para después aplaudirlo, el Euro-Step que él trajo a la liga y hoy imitan Dwyane Wade y James Harden entre otros. Ginóbili es baloncesto sin filtro.

Al menos lo era. Esta temporada, el escolta argentino se está enfocando en tomar riesgos y como sucede con todo jugador cuando pasan los años, en reinventarse como jugador.

Lo más difícil para un jugador consagrado es saber editarse.

Cuando alguien es como Ginóbili, que estuvo en lo más alto del deporte, piensa que podrá jugar con esa misma intensidad durante toda su carrera.

El propio Bryant tuvo que apoyarse más en su lanzamiento perimetral cuando ya su explosividad no era lo mismo.

Manu está haciendo algo similar, siendo increíblemente efectivo encestando el 46 por ciento de sus lanzamientos a los 38 años de edad.

Ginóbili siempre ha sido alguien que impacta el juego de distintas maneras, y eso no ha cambiado. Actualmente es parte de la segunda unidad de San Antonio, y al ser Patty Mills un base que piensa en tirar primero y pasar después, Ginóbili generalmente cumple la función de armador con ese grupo. Es por diseño que Gregg Popovich le está dando menos minutos a Ginóbili; de hecho a principio de año tenía ya la idea de no arriesgarlo en partidos en días consecutivos.

El secreto de los Spurs es que se fueron pasando el testimonio mientras seguían siendo relvantes. De David Robinson, pasó a Tim Duncan, que compartió estrellato con Ginóbili, de allí llegó Tony Parker, y ahora todos observamos como Kawhi Leonard se transforma en una estrella frente a nuestros ojos.

Como si fuera poco, llegaron David West y Lamarcus Aldridge, y mientras el equipo se prepara para sus tiempos sin Ginóbili ni Duncan, siguen siendo uno de los máximos candidatos al título.

Eso no es fácil de conseguir hoy en día, donde lo único que parece importar es el dinero y quien tiene un contrato más alto.

Producto de una actitud poco egoísta y un sentimiento de pertenencia, los Spurs son lo que son.

Por eso no van a escuchar mucho acerca de la que potencialmente podría ser la última temporada de Ginóbili en la NBA.

Pero mientras todos se enfocan en Kobe Bryant, yo me voy a dedicar a disfrutar los últimos partidos --ojalá juegue otra campaña más-- de otro ícono del baloncesto.

De un tal Ginóbili que no quiere la atención pero la merece, y que seguramente cuando a San Antonio le toque cerrar partidos importantes, volverán a tocar su puerta.

Y allí estará Manu, siempre listo para enaltecerse en la más difícil y para buscar otro título más y terminar de ponerle la frutilla en la torta a una carrera inolvidable.

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Los Reales de Kansas City son como las Naciones Unidas. Los flamantes campeones de la Serie Mundial son una gran ensalada mixta con jugadores de disímiles latitudes, todos en función de un objetivo supremo: ganarlo todo y regalar un espectáculo inolvidable.

Los hay estadounidenses con diferentes orígenes étnicos, como los anglosajones Chris Young, Alex Gordon y Wade Davis, afroamericanos como Lorenzo Cain y Jarrod Dyson, Mike Moustakas, con raíces griegas, Luke Hochevar, con ancestros austríacos o Eric Hosmer, cubanoamericano de Miami.

De otros lares llegaron dominicanos como Edinson Volquez, Johnny Cueto, Kelvin Herrera y Yordano Ventura, venezolanos como Alcides Escobar y Omar Infante, el cubano Kendrys Morales o puertorriqueños como Alex Ríos y Christian Colón, héroe inesperado en el último partido.

Incluso desde Brasil, nación de fútbol, aportó Paulo Orlando, mientras que uno de los más entusiastas en el dugout, animando siempre a sus compañeros aunque no recibiera la oportunidad de salir al terreno, estaba el jovencito Cheslor Cuthbert, mostrando orgulloso su bandera de Nicaragua.

Y presidiendo esta ONU beisbolera con un liderazgo indiscutible estaba, de Venezuela, Salvador Pérez.

El cátcher de los Reales fue un titán, tanto detrás del plato, conduciendo a un cuerpo de lanzadores que en el papel no se veía tan poderoso y que él, con su maestría, supo hacer grande, como con el madero en la mano, con sus batazos oportunos y abundantes que le valieron el premio de Jugador Más Valioso de la Serie Mundial.

Pérez tiene la imagen de un niño grande, con una sonrisa perenne que suaviza sus seis pies y tres pulgadas de estatura y 240 libras de peso.

La sonrisa se trastoca en expresión de dolor cuando recibe una y otra vez duros golpes en su posición, la más difícil de todo el béisbol y que él ha llegado a dominar como pocos en todas las Grandes Ligas.

No por gusto suma ya dos Guantes de Oro (2013 y 2014) y está nominado para el galardón en el 2015.

Su presencia detrás del home es una garantía para su equipo, pues los serpentineros pueden lanzar la pelota con confianza plena, con la tranquilidad de que su cátcher detendrá cualquier envío, por desviado que sea, aunque para ello tenga que exponer su físico.

"Él nunca va a decir nada", dijo su manager Ned Yost, quien conoce bien los riesgos de la posición, pues jugó seis temporadas detrás del plato entre 1980 y 1985.

"Es tan duro como el que más, uno sabe que si incluso le preguntas, él te va a decir que está bien, así que no vale la pena preguntarle", añadió Yost sobre su estelar receptor.

A veces le toca recibir más golpes que una bolsa de boxeo, pero él sigue ahí, estoicamente, aguantando dolores y liderando con el ejemplo, para aquellos que creen que los peloteros de hoy sólo juegan por el dinero.

El venezolano, a pesar de su excelencia, es todavía un jugador mal pagado, según los estándares salariales de estos tiempos, pero con su entrega y resultados, va pavimentando el camino para grandes contratos en el futuro.

En el 2015 su salario fue de apenas un millón 750 mil dólares, una cifra inferior al sueldo promedio de las Grandes Ligas, que este año rondó los cuatro millones.

Pérez es, además, una advertencia y un freno para los corredores rivales que intenten alcanzar una base extra, pues la potencia de su brazo y la certeza de sus tiros cortan de golpe muchas amenazas.

La diferencia se vio en el clásico de octubre con su homólogo de los Mets de Nueva York, Travis d´Arnaud, a quien los jugadores de Kansas City le perdieron el respeto y le corrieron libremente por las bases.

A d´Arnaud le salieron siete corredores al robo en la Serie Mundial y todos llegaron a la siguiente almohadilla, mientras que con Pérez lo intentaron tres y dos murieron en el camino.

Eso es respeto, presencia y maestría. Eso es liderazgo, reconocido hasta por sus rivales.

"Él es un caballo", dijo el manager de los Mets, Terry Collins, tras concluir la Serie Mundial. "Pone sus números ofensivos, a pesar de estar detrás del plato en 150 juegos o más y eso es impresionante. Quiero decir, yo sé que él es un jugador fuerte y grande, pero ese cuerpo grande recibe muchos golpes. Ya había recibido algunos golpes fuertes en la primera parte de esta serie, lo que hizo preguntar a más de uno sí iba a poder volver. Y lo hizo. Es un caballo".

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LOS ÁNGELES -- Las maneras de Stephen Curry son de genio con los pies en la tierra. Ese genio no tarda en aparecer durante su calentamiento previo a los partidos. Tras realizar ejercicios de estiramiento agarra dos balones y los bota a una velocidad estratosférica. Se los pasa de una mano a otra, por detrás de sus piernas y entre ellas. El talento se prepara para otra noche brillante, de liderazgo innato.

El ser humano con los pies en la tierra y humildad incuestionable también aparece pronto a escena. Saluda a sus rivales, a los árbitros y a sus propios compañeros. En la distancia corta, Curry es un tipo afable, con aires tímidos pero seguro de sí mismo. Verle desplegar un básquetbol tan espléndido y comprobar su sencillez cuando más allá de la duela engrandece más aún su figura.

El Jugador Más Valioso de la temporada pasada sirve de inspiración - Damian Lillard se mira en el espejo de Curry y se ve con posibilidades de ser el tercer armador en lograr el galardón desde Steve Nash hace 10 años. Y mientras otros observan a Steph con los ojos bien abiertos, él se prepara para otra temporada en la que quiere repetir éxitos. Y ahí vuelve a reflejar una seguridad fruto de la confianza en sí mismo y en el equipo. El sábado pasado comentó en ESPN Digital que está convencido de que Golden State Warriors marcarán una era similar a la de otros equipos como San Antonio Spurs, Miami Heat o Los Angeles. Cuando al base se le mete una idea en la cabeza, no hay quién se la quite.

El último juego de pretemporada de los Warriors fue ante Los Angeles Lakers. No tuvieron piedad los vigentes campeones de la NBA y dejaron entrever que el plantel ya está en modo temporada regular. Hasta 39 puntos de diferencia sacaron los Curry, Klay Thompson y compañía a los angelinos. El armador alcanzó 24 puntos en 28 minutos gracias a 9-14 en tiros de campo y 4-8 en triples. Cuando Curry empieza, no para. En constante comunicación con el coach, el interino, Luke Walton, tiene un muelle en su muñeca. Le entran casi todos los lanzamientos y a base de rachas de infarto y asistencias imposibles consigue que sus compañeros estén conectados en todo momento.

La paciencia ha sido una de las claves del éxito de Curry, que con 27 años de edad está en el momento más dulce de su carrera. Las dificultades para ascender fueron varias, sin embargo todo sirvió para que creciera como jugador y forjara un ímpetu de lo más singular. Durante su primera temporada en los Warriors (2009-10), quedó a las puertas de ser el Novato del Año. En su lugar, Tyreke Evans acabó llevándose el premio. En la campaña 2011-12, la lesiones lastraron el año del armador. Pasó por quirófano para tratarse el tobillo en dos ocasiones y tan solo participó en 26 de 66 juegos en la temporada del 'lockout'.

Al año siguiente, los directivos de los Warriors le hicieron sentirse querido. Un contrato de cuatro años y 44 millones de dólares le colocaban como una de las piedras angulares de un proyecto que buscaba la consecución de un campeonato. Luego llegó su primera aparición en el Juego de las Estrellas (2013-14), el récord de la franquicia de mayor número de triples anotados en menos intentos y la consecución de un anillo y un JMV.

En una liga que sirve como tierra de grandes, el pequeño Curry ha sabido no sólo sobrevivir, sino también despuntar en una posición poco agraciada. Llegar a lo más alto no es fácil, pero menos aún es mantenerse. Él ha tenido madera para tocar la cima, y por carácter y calidad también la tiene para quedarse donde está.

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DALLAS -- Para Ron Rivera, las cosas parecen fáciles en la NFL. Pero ha sido todo lo contrario rompiendo, incluso paradigmas para el único entrenador en jefe latino en toda la liga.

Cuando llegó a los Carolina Panthers en el 2011, tomó a un conjunto que sólo había ganado dos partidos la campaña anterior, para apenas un par de años después convertirlos en eternos contendientes a la postemporada.

Entre 2013 y 2014, los Panthers bajo su mando lograron el primer bicampeonato de la División Sur de la Conferencia Nacional desde el 2002.

Este año, es el entrenador de uno de sólo cuatro equipos que tienen marca perfecta después de cuatro partidos de temporada regular, en la que de nueva cuenta muy pocos han apostado por ellos fuera de Carolina.

“Sólo se trata de trabajar duro”, dijo de manera reciente Rivera, de 53 años. “Hay que estudiar, entrenar y salir a competir, sin importar otra cosa que nada tenga que ver con futbol”.

En el 2011, Rivera se convirtió en uno de los muy pocos entrenadores de origen hispano en la NFL, una liga a la que ha pertenecido por más de tres décadas, primero como un gran jugador de los legendarios Chicago Bears campeones de 1985, después como un cotizado asistente y coordinador defensivo, antes de recibir su primera oportunidad como estratega en jefe.

Rápido transformó la cara reciente de la franquicia y pasó de una marca de 6-10 en su primera temporada a 7- en el 2012. Para el 2013 su récord de 12-4 valió el nombramiento de Entrenador del Año en la NFL.

Las siguientes dos temporadas conquistó el título del Sur de la Conferencia Nacional entre 2013 y 2014, año en el que llegó por tercera ocasión consecutiva hasta la ronda divisional, a pesar de que terminó la campaña regular con marca perdedora 7-9.

Rivera es considerado un gran instructor de la NFL, capaz de adaptar su sistema y plan de juego a las cualidades y habilidades de sus jugadores desde que tocan la NFL por vez primera.

Bajo su tutela, el mariscal de campo Cameron Newton y el linebacker Luke Kuechly lograron nombramientos de Novatos del Año.

Su contexto defensivo como jugador y asistente se ha trasladado a los Panthers, que terminaron las anteriores tres campañas entre los mejores 10 equipos en yardas totales permitidas de toda la NFL; algo que sólo lograron los Seahawks y los San Francisco 49ers.

HIJO DE MEXICANA Y BORICUA

Rivera, hijo de madre méxico-americana y padre puertorriqueño, siempre se ha considerado a él mismo un representante de los hispanos en la NFL, con la responsabilidad que él mismo ha reiterado lleva eso.

“Me siento muy afortunado de que muchos latinos nos sigan a nosotros”, dijo Rivera en una entrevista en Carolina. “Siempre me han apoyado y yo trato de llevar con orgullo esa responsabilidad. Estoy emocionado de representar mi herencia”.

Rivera se pronunció de manera pública en días pasado en apoyo a la iniciativa de llevar partidos de temporada regular a México, como el proyecto recién aprobado de expansión al programa de internacionalización de la NFL.

“Es interesante por mi herencia mexicana y puertorriqueña”, dijo Rivera el pasado jueves. “Como estoy bien cerca de Puerto Rico, la familia de mi papa realmente está en contacto”.

“De hecho, escuchan nuestra transmisión en español”, agregó.

Diferente a la mayoría de los muchachos latinos, Rivera de muy joven comenzó a relacionarse con el futbol americano para convivir con niños de su edad en las bases militares donde trabaja su padre, un oficial de la Armada estadounidense.

Rivera es apenas el tercer latino entrenador en jefe en la historia de la NFL, después de Tom Flores, quien fue campeón con los Raiders además de dirigir a los Seahawls, y Tom Fears, quien fue el estratega de los New Orleans Saints de 1967 a 1970.

“Simplemente quiero ser visto como un ejemplo de que cualquier cosa se puede lograr con consistencia, atención a todos los detalles y honradez en todos los sentidos”, dijo Rivera. “El ser entrenador de futbol americano en la NFL es complicado. Hay que trabajar muy fuerte todos los días para poder competir en todos los aspectos”.

Con el fin de semana de descanso, los Panthers podrán disfrutar sin preocupación alguna su marca perfecta al menos hasta el 18 de octubre cuando enfrenten a los Seahawks.

Es apenas la segunda vez en su historia que salen invictos del primer cuarto de la temporada. La ocasión anterior fueron campeones de la Conferencia Nacional en la campaña 2003 y disputaron el Super Bowl.

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Ya no queda nadie en Chicago que pueda vanagloriarse de haber visto a los Cachorros de Chicago ganar una Serie Mundial.

Desde que Frank Chance dirigió al equipo que se coronó consecutivamente en los clásicos de octubre de 1907 y 1908, el equipo ha vivido más de un siglo de frustraciones, acrecentadas a partir de 1945 con la llamada Maldición de la Cabra.

Después de Chance, pasaron 51 managers por el puente de mando de los Cachorros y todos dijeron adiós por la puerta de atrás.

Joe Maddon es el hombre que podría cambiar para siempre el curso de la historia.

Cinco temporadas consecutivas con balance perdedor entre el 2010 y el 2014 les permitió a Chicago escoger entre los primeros del draft amateur hasta ir formando un núcleo de jóvenes talentosos como pocas veces antes en la existencia centenaria del club.

Hombres como Kris Bryant y el boricua Javier Báez fueron seleccionados en las primeras rondas del 2013 y 2011, respectivamente, mientras que ya por la vía de canjes, ya por firmas de agentes libres internacionales, llegaron otros prospectos como Anthony Rizzo, Addison Russell, Jake Arrieta o, el cubano Jorge Soler, entre otros.

Faltaba entonces la persona indicada para tomar todos esos ingredientes aún demasiado verdes y mezclarlos con la sabiduría de un experto alquimista, hasta convertir ese manojo aislado de jóvenes jugadores en un verdadero equipo de pelota.

Theo Epstein, director de operaciones de los Cachorros, sabía que ese hombre se llama Joe Maddon, tiene 61 años de edad, apariencia de alguien aún mayor, pero una manera nada convencional, a veces hasta excéntrica, de andar por la vida.

Esa es la forma que este hijo de un inmigrante italiano (su apellido original es Maddonini) encontró para conectarse con los jóvenes que dirige, lo cual le permite romper la brecha generacional en pos de la comunicación.

Ya Maddon había probado su capacidad especial, casi única, para dirigir muchachos inexpertos en Tampa Bay, cuando obró el milagro de llevar a la Serie Mundial del 2008 a los Rays, un equipo que siempre tuvo récord perdedor desde su creación en 1998.

Sin embargo, su llegada a Chicago no estuvo exenta de polémica.

El estratega renunció a su último año de contrato con la novena floridana para convertirse en el manager número 60 en la historia de los Cachorros, en medio de acusaciones de que Epstein se lo habría pirateado a los Rays.

"Tiene un don especial de gente. Es el tipo de manager que no te presiona como si fuera un sargento y de esa manera consigue sacar lo mejor de cada jugador", opinó Kris Bryant, principal candidato a llevarse el Novato del Año en la Liga Nacional.

"Con él no tienes miedo de cometer un error, de hacer algo mal. Si tienes un problema puedes hablarlo con franqueza con él", añadió el fenomenal debutante, el más brillante de todos los diamantes aún por pulir con que cuentan los Cachorros.

"Él nos mantiene relajados y es un tipo divertido. Esa es básicamente la clave", dijo recientemente Dexter Fowler, jardinero central de Chicago.

Ese modo al que se refiere Fowler incluye llevar una pantera al terreno del Wrigley Field y aparecerse con un flamenco en una rueda de prensa.

O pintarse de negro las canas para estar a tono con sus muchachos, a quienes les habla con la pausada ternura de un padre.

O dejar crecer la barba, aunque ello le dé una apariencia de Santa Claus en agosto.

Todo en aras de la química del grupo, aunque no todos queden felices con sus decisiones, como el cátcher venezolano Miguel Montero, traído durante el invierno como titular detrás del plato.

Montero, acostumbrado a jugar al menos 140 de los 162 juegos del calendario regular, sólo ha visto acción en 107 encuentros, pues Maddon ha decidido darle trabajo también a los otros receptores.

Esa es su filosofía: involucrar a los 25 hombres que tiene en la plantilla, para que nadie se anquilose lo en la banca y resulte inservible cuando tenga que echarle mano en una emergencia.

Hasta ahora le ha dado resultado y ya dio el primer paso, al poner a los Cachorros dentro de la postemporada, una instancia que no visitan desde el 2008.

Ahora falta que logre lo que no consiguieron los 51 managers que lo precedieron.

Entonces estaría obrando su segundo milagro y quedaría listo para ser santificado en los altares del béisbol.

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A Steve Nash se le sigue viendo a menudo. A diferencia de otros jugadores profesionales que dejan atrás las duelas, canchas o terrenos de juego, el que llegó a ser dos veces Jugador Más Valioso de la NBA permanece en la palestra gracias a los eventos en los que participa, a su actividad en las redes sociales y, sobre todo, por ser una de las cabezas pensantes de uno de los proyectos más interesantes de la selección de básquetbol de Canadá.

Desde 2012 ocupa el puesto de gerente general de la selección de baloncesto de Canadá. El mismo año que probó suerte en Los Angeles Lakers como jugador en el tramo final de su carrera. No le fue bien en el conjunto angelino después de que un rosario de lesiones precipitaran su retirada, además, su cabeza estaba en otro lado. Compaginó su labor como miembro de la plantilla de los californianos mientras gestionaba parte de la logística de la selección de Canadá. No acompañó a los suyos al FIBA Américas de Caracas 2013 por su compromiso con los laguneros. Los dolores provocados por los nervios de la espalda le mantuvieron semanas en el dique seco y aquél verano todavía tenía esperanzas en recuperarse. Lo primero era lo primero.

Su presencia como el máximo responsable deportivo de la sección de básquetbol de Canadá ha tenido algunos frutos, pero todavía no están maduros, como se ha podido observar en el FIBA Américas celebrado en México. Contrató a Jay Triano para que dirigiera al equipo. Juntos lograron reclutar a la generación más prometedora del baloncesto canadiense. Dos ejemplos son las dos primeras selecciones en el draft de 2013 y 2014 llegaron del país norteño: Anthony Bennett (de discutible productividad) y Andrew Wiggins (Novato del Año durante la temporada pasada). Pero también un campeón como el jugador de San Antonio Spurs, Cory Joseph, y otros muchos.

Incluso de los convocados para la cita en Ciudad de México, nueve canadienses militan en la NBA, lo que les convirtió en el seleccionado que más representantes en la mejor liga de básquetbol del mundo presentó en liza. Pero no pudo ser. La fruta sigue sin despegarse de la rama y los de Triano no lograron el billete directo a Río de Janeiro 2016. Aún les queda la repesca para que el sueño no sea otra pesadilla más, pero los fantasmas están apareciendo de nuevo. Los del Mundial de España (cita a la que no acudieron) y los de los tres últimos Juegos Olímpicos a los que no pudieron asistir.

Nash parecía el hombre indicado para darle brío gestor a la selección de Canadá, y aunque su labor esté en duda por la cantidad de talento 'desperdiciado' (entiéndase por figuras que no han podido dar ninguna alegría más allá de la medalla de plata en los Panamericanos de Toronto), lo cierto es que de por sí ya ha aportado muchísimo al básquetbol canadiense. No sólo por ponerle al país al frente por sus actuaciones como jugador, sino por haber inspirado a coaches, padres, madres y jóvenes.

El exarmador de Phoenix Suns, Dallas Mavericks y los Lakers creó escuela y cada vez que salía en alguno de los televisores de los millones de hogares canadienses, a un joven se le iluminaba el rostro. El básquetbol se comenzó a tomar más en serio otra vez. Y en la retina de los más optimistas - y mayores - se reflejaba aquella época dorada de los años ochenta (cuarto y sexto puesto en los Olímpicos de 1984 y 1988) con el propio Triano, Bill Wennington o Eli Pasquale entre otros. Pero nada, al menos por ahora. A pesar del compromiso ascendente, de las academias, de los esfuerzos por crear jugadores de calidad, de los buenos resultados individuales, aún hay algo que no cuadra en el combinado nacional.

Nash ha hecho mucho por este deporte y su liderazgo no puede estar en duda. Pero para que esa mirada de líder no se debilite, el ahora gerente debe tomar decisiones. Para muchos es inexplicable que un equipo como Canadá no haya llegado a la final del actual FIBA Américas y sería una hecatombe el no clasificar a los Juegos Olímpicos de este verano. Esta generación no puede perder otros cuatro años de un plumazo. A base de JMV logró cautivar, alentar y producir jugadores únicos. Ahora necesita poner la guinda al pastel sabiendo ensamblar la maquinaria que él mismo ha creado.

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En el deporte profesional, las grandes figuras no son una constante. Nacen cada cierto tiempo con la misión de marcar una huella profunda en la historia gracias a la espectacularidad de sus proezas, pero también por la entereza de superar todas las barreras que el destino haya puesto en su camino hacia la gloria.

Ronda "Rowdy" Rousey, la monarca inmaculada de peso Gallo en la UFC y ganadora del premio a Mejor Luchador en los ESPY Awards de 2015, es una de esa figuras elegidas por el destino para cumplir con ese papel.

Ronda es parte de una obra perfecta de superación, que la naturaleza decidió construir con su existencia desde el mismo momento en que su madre, la judoka Anna Maria Rousey DeMars, la trajo al mundo el 1 de febrero de 1987 en Riverside, California. En su biografía, "My Fight/Your Fight", Ronda reveló que nació con el cordón umbilical enredado alrededor de su cuello, cortándole el suministro de aire. Se veía azul y apática, agrega en esa parte del relato.

"Mamá cuenta que los médicos pensaron que yo estaba muerta". Sin embargo, "los doctores al constatar que volví a la vida dijeron que yo era una luchadora", dijo Ronda. El tiempo por venir demostraría cuánta razón tuvieron esos médicos.

Debido a los problemas en el parto, Ronda balbuceó sus primeras palabras a los cuatro años de edad y pudo hablar a los seis. Por si no bastara, dos años más tarde la tragedia apareció en su vida para dejar una marca de dolor que, como lo confiesa en su libro, fue otra dura prueba que debió afrontar: el suicidio de su padre Ron Rousey, quien se asfixió en el garaje de la casa, mientras su esposa e hijas veían televisión.

ANN MARIA DEMARS, LA RAZON DEL ÉXITO

Bajo la presión angustiosa de ese drama familiar, Ronda Rousey encontró en la entereza materna un ejemplo que se transformó en el motor de su sobrevivencia emocional. En cada oportunidad en que debe responder sobre el camino recorrido, Ronda de inmediato le da a su madre todo el crédito por el éxito alcanzado dentro y fuera de los octágonos.

De su progenitora, Ronda Rousey no solo aprendió sus trucos en la lucha, también de ella heredó la fuerza de voluntad para alcanzar las metas trazadas. Y Ann Maria Rousey De Mars no es una madre cualquiera. Ella fue la primera mujer estadounidense en ganar un campeonato Mundial de Judo (1984).

Sin embargo, sus mayores logros llegaron cuando abandonó la competencia. Hizo una Maestría en Administración de Negocios en la Universidad de Minnesota, una maestría y doctorado en psicología educativa de la Universidad de Riverside, fundó una compañía que se esfuerza en mejorar la calidad de vida en las reservas indígenas, dirige una compañía que busca cambiar la educación al nivelar el poder de los videojuegos y en el tiempo restante dirige un programa después de clases en una escuela secundaria del sur de Los Ángeles.

Su progenitora y el resto del clan, sus dos hermanas mayores -Maria Burns-Ortiz y Jennifer Rousey- y la menor, Julia DeMars, forman el poder familiar detrás del crecimiento de la campeona invicta del UFC. Basta recordar que cuando era niña, su madre despertaba a Ronda cada mañana con una palanca de brazo (armbar), herramienta de sumisión con la cual ha ganado la mayoría de sus peleas.

LA VERDAD DE LA ESTADÍSTICA

A sus 28 años, la estadística histórica de Rousey rompe todos los moldes y es mirada con asombro y admiración. Pero también debe ser analizada como el mejor testimonio de un crecimiento meta a meta, buscando siempre que también creciera el tamaño del desafío.

Entre innumerables premios y condecoraciones, a los 17 años fue la judoka más joven en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Ese mismo año ganó la medalla de oro en el Mundial Juvenil de Budapest, en 2006 ganó la Copa del Mundo en Gran Bretaña y a los 19 años la medalla de bronce en el mundial Junior. En 2007, añadió la medalla de plata del Campeonato Mundial, la de Oro en los Panamericanos y en 2008 fue la primera estadounidense en ganar una medalla olímpica en los juegos de Beijing.

PUNTO DE INFLEXIÓN

En Judo había logrado todo, pero sentía que no había ganado nada. Su vida entró en un callejón sin salida. Le era difícil encontrar un trabajo bien remunerado y carecía de otras habilidades que no fueran las de ganar sus peleas de judo. Así lo revela en su perfil oficial a la página web de UFC.

"Era cantinera, camarera de tragos, asistente de terapia física para perros y también trabajé en el turno de la madrugada para 24 Hour Fitness". Fue un momento difícil en su vida, donde no encontraba la verdadera independencia financiera ni tampoco una razón de vida que trajera entusiasmo ni grandes objetivos por los cuales luchar.

El video de la pelea debut de Gina Carano en EliteXC venciendo a Julie Kedzie, unido a la admiración que Ronda sentía por Carano, le hicieron comprender que en la MMA estaba su lugar. Ronda debutó en las artes marciales mixtas como amateur en 2010. Desde entonces no ha perdido ninguna batalla, casi todas definidas en la primera ronda. En 2011 se convirtió en profesional y no se demoró en conquistar el título femenino de peso Gallo de la ya desaparecida Strikeforce.

En noviembre de 2012 llegó a la UFC y rompió otra barrera: fue la primera mujer en firmar un contrato profesional con la misma. Tampoco allí demoró en conquistar el título Gallo, cuando venció a Liz Carmouche el 23 de febrero de 2013. Desde entonces, ha sido la figura dominante y rostro de la UFC. Acumula un récord inmaculado de 12-0 y excepto en la revancha con Miesha Tate, que llegó al tercer asalto, todas sus peleas las ha ganado en el primer episodio.

La gloria del octágono le abrió las puertas al éxito cinematográfico y en 2014 apareció en su primera película The Expendables 3, luego como la agente de seguridad Kara en la última entrega de Rápidos y Furiosos, se interpretó a sí misma en Entourage y en breve presentará la versión fílmica sobre su vida. La belleza de Ronda también le facilitó el camino hacia el modelaje y ha sido fotografiada para varias publicaciones, entre ellas ESPN The Magazine .

"LA BELLA Y LA BESTIA"

El éxito de Ronda Rousey parece intimidante, sin embargo ella es la primera en mantener los pies muy firmes sobre la tierra. Vive su vida de luchadora con la agresividad que le impone la dureza del deporte que practica. Vive su vida fuera del octágono dándole prioridad a su faceta más femenina, disfrutando de su belleza y juventud. Y por sobre todas las cosas, vive su notoriedad tratando de dar un ejemplo de vida.

Idolatrada por fanáticos de ambos sexos y admirada por seguidores del deporte sin distinción de géneros, Ronda Rousey, sin necesidad de proclamarlo, nos convence a todos de que "mujeres débiles eran las de antes" y al mismo tiempo, su actitud parece estar marcando el camino a seguir.

Con el rostro fiero frente a la Jaula o la sonrisa seductora frente a la cámara o la más pura sencillez a la hora de disfrutar el cariño de los fanáticos, ella ha demostrado que con dedicación y determinación, se puede ser todo al mismo tiempo. O como cariñosamente la definió un fanático en las redes sociales, luego de los escasos 34 segundos que necesitó para terminar con la brasileña Bethe Correia en su última pelea: "Ronda es la bella y la bestia, al mismo tiempo".

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Existen capítulos en la vida que separan a los líderes de la gente común.

Robert Kraft, dueño de los New England Patriots, actual campeón la NFL, ha construido su reputación como adalid gracias a los valores de solidaridad, humildad y generosidad mostrados en tres de los episodios más importantes que el destino le deparó.

Capítulo 1: Solidaridad

El grupo de reporteros que asistió a las instalaciones del campo de entrenamiento de los Patriots esperaban el arranque de la conferencia del coach Bill Belichick. Minutos antes, el comisionado de la NFL, Roger Goodell ratificó la suspensión por cuatro partidos al quarterback Tom Brady por obstruir con la investigación del escándalo conocido como Deflategate.

Para sorpresa de los presentes, el que apareció fue Kraft para emitir un fuerte discurso:

"Me sorprendió la decisión que tomó la Liga, máxime que para ellos es rutina acortar una suspensión tras una apelación, y en este caso ni siquiera existe evidencia clara de que alguien alteró la presión de los balones para la final de la AFC. Tom Brady cuenta con mi apoyo incondicional, pero tengo que ofrecer una disculpa a nuestros aficionados por aceptar estos señalamientos y la pena impuesta tiempo atrás. Me equivoqué al poner mi fe en la liga", dijo Kraft.

La declaración del empresario nacido en Brookline, Massachusetts, se percibió como un gesto de apoyo para Brady, de humildad ante los fans y de desafío a Goodell.

Kraft mostró congruencia. Se mantuvo del lado de su jugador estrella, a pesar de que el principal argumento de la NFL rezó que Brady destruyó el celular con el que presuntamente se comunicó con integrantes del staff de los Patriots para coordinar la manipulación de la cantidad de aire en el inflado de los ovoides del ya célebre encuentro contra los Indianapolis Colts.

El también dueño del New England Revolution en la MLS, se ha mantenido hombro a hombro con Brady pese a que la apuesta no es sencilla: los Patriots ya fueron sentenciados en el pasado por otras prácticas fuera de reglamento -caso concreto, el Spygate- por lo que la honorabilidad de su nombre está en juego, sólo con tal de defender a los suyos.

Además, la disculpa ofrecida a los seguidores de los Pats, la revirtió para que en lugar de interpretarse como una señal de debilidad, se volviera una bandera que legitime la batalla que está abriendo contra el comisionado.

Capítulo 2: Humildad

Para que los New York Giants pudieran vencer a los invictos Patriots en el Super Bowl XLII tendrían que suceder una serie de milagros inesperados. Y todos ocurrieron.

Todavía con el buqué del triunfo en el paladar y el trofeo Vince Lombardi recién entregado en sus manos, John Mara, propietario de los Giants, descendía del podio cuando se encontró a Kraft, quien aguardó al final de la celebración de los neoyorquinos para felicitarlo.

"Eso era muy difícil de hacer", comentó Mara. "No hay nada peor que perder un partido así. Ellos (los Patriots) tenían la oportunidad de ganar el título invicto, ser históricos y aun así Robert me esperó. De hecho, lo hizo dos veces (lo repitió luego del Super Bowl XLVI)."

Dichos actos retratan otra de las facetas que fortalecen el liderazgo de Kraft: es catalogado como una buena persona, que cumple modestas labores altruistas, dándole seguimiento a la obra iniciada por su extinta esposa Myra, o bien se involucra en negociaciones tan importantes de la liga como lo fue el acuerdo laboral alcanzado el 25 de julio de 2011.

Jugadores y directivos aceptaron que el rol de Kraft durante dicho conflicto fue decisivo para firmar el nuevo contrato colectivo, a lo que él responde: "Quiero que a la NFL le vaya bien porque, si así ocurre, a los Patriots les irá bien".

Capítulo 3: Generosidad

El episodio ocurrió a tres días del arranque de la temporada 2011: Tom Brady se vio involucrado en un grave accidente automovilístico del que milagrosamente salió ileso.

"Debemos estar muy agradecidos", dijo Kraft a ESPN después del choque. "Fue un verdadero milagro".

Tres días más tarde, Kraft citó en su oficina a Brady para firmar su extensión de contrato con los Patriots por cuatro años y 72 millones de dólares, que lo convirtieron en ese momento en el jugador mejor pagado de la liga.

Dicho gesto ejemplifica otra de las virtudes de Kraft: la generosidad, la cual le llevó a ofrecer 172 millones de dólares para adquirir la franquicia de los Patriots en 1994, pese a que el costo era menor.

Y así, provisto de solidaridad, humildad y generosidad, Kraft espera salir avante de la batalla que librará en contra de la NFL en pos de rescatar la honra de Brady y la de su franquicia.

¿Qué podría derivar de esta guerra? Algunos mencionan que Kraft podría convertirse en un nuevo Al Davis, considerado en vida como un permanente rebelde a los designios de la liga.

Se sabe que Kraft tiene a un buen número de dueños de su lado (Jerry Jones, propietario de los Dallas Cowboys es uno de sus mejores amigos) por lo que podría con facilidad abrir un flanco que desestabilice a la administración de Goodell.

Vendrá, entonces, una nueva prueba para Kraft: aquella en la que tendrá que mostrar la templanza necesaria para no generar un movimiento que debilite al comisionado y afecte a la liga, pero en el que tampoco deje de lado la lealtad que le dicta pelear por los suyos.

Dependerá, entonces, del liderazgo de Kraft que el conflicto tome un rumbo positivo.

Así, estamos a punto de presenciar el capítulo 4...

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A Rob Manfred le tocó la tarea de sustituir al controversial Bud Selig, el impopular, pero al mismo tiempo más innovador de todos los comisionados que han tenido las Grandes Ligas en su historia.

En un principio, se pensó que Manfred sería una extensión del reinado de Selig, quien lo moldeó a su imagen y semejanza.

Pero desde que llegó al cargo el 25 de enero pasado, el nuevo comisionado se ha encargado de dejar su propia huella de liderazgo, abierto a ideas novedosas, aunque no siempre complazcan al gran público o a la prensa especializada.

Manfred asumió el mandato en un momento en que las Mayores gozan de la mejor salud económica de su historia, con ganancias netas que superan los varios miles de millones de dólares, gracias a jugosos contratos televisivos.

Ya por ahí tiene algo menos de qué preocuparse, pues en ese sentido, la industria camina sola.

Tócale a él mantener y reafirmar la política antidopaje instaurada por su predecesor, a quien se le critica el haberse beneficiado cuando el consumo de esteroides era un secreto a voces, para salvar al béisbol de la crisis post huelga 1994.

Limpiar el béisbol de sustancias prohibidas tiene también sus consecuencias negativas, en dependencia del cristal con que se le mire.

Al disminuir el uso de esteroides ha decrecido la ofensiva en sentido general y la cifra de cuadrangulares en particular.

Como un buen líder, Manfred está abierto a escuchar propuestas, vengan de quien vengan.

El comisionado sabe que más ofensiva se traduce en mejores entradas de taquilla, aunque sus ideas para levantar el bateo no necesariamente parezcan las más adecuadas.

Reducir la zona de strike o prohibir las formaciones especiales del cuadro interior frente a ciertos bateadores no parecen soluciones ideales, pero al menos está dispuesto a buscar una.

También se ha enfocado en acelerar los juegos de pelota y lo ha conseguido. Ya el promedio de duración de los partidos bajó de las tres horas y sin necesidad de aplicar multas a peloteros como David Ortiz, que desafió inicialmente las medidas.

Cuestionable es su idea de reducir de 162 a 154 los juegos del calendario regular para cada equipo, sobre todo, porque parece inviable.

Es cierto que el cronograma es largo y agotador, sobre todo desde la instauración de los juegos interligas, que obliga a realizar viajes extra no contemplados cuando no existían los enfrentamientos entre equipos de ambos circuitos, pero recortar ocho partidos no va a hacer una diferencia significativa en cuanto a descanso.

Pero quizás eso sea lo de menos. Lo que hace más difícil de asimilar la idea de Manfred es la cantidad de dinero que se dejará de ganar en esos ocho partidos por franquicia, tanto por concepto de entradas a los estadios, consumo y venta de mercadería, como el que dejarán de ingresar las televisoras por anuncios comerciales.

El comisionado, además, se ha mostrado dispuesto a revisar el castigo que pesa de por vida sobre Pete Rose, algo a lo que Selig se negó una y mil veces.

El dejarle aparecer en el Juego de las Estrellas de Cincinnati ya es un paso, no obstante las revelaciones más recientes que complican el caso del líder de hits de todos los tiempos.

Manfred asimismo luce comprometido con expandir el béisbol más allá de las fronteras de Estados Unidos y Canadá, sobre todo por la popularidad y apoyo con que cuenta este deporte en el norte mexicano.

Y le tocará, tarde o temprano, fomentar las nuevas relaciones beisboleras entre las Grandes Ligas y Cuba, como parte del deshielo entre Washington y La Habana.

Él lo sabe y está listo para lo que se viene, como un buen líder que puede adelantarse visualmente a los acontecimientos.

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