Un núcleo imprescindible que lleve a crear una nueva dinastía en la franquicia más emblemática del deporte estadounidense.
Andújar es un Yankee original, firmado como agente libre internacional en el 2011, mientras que Torres llegó a la Gran Manzana en un canje en el 2016 por el cerrador cubano Aroldis Chapman.
Pero debutó en las Mayores con el célebre uniforme de rayas y debería echar raíces allí, en lo que se augura será una carrera brillante.
Discutible que ninguno de ellos haya ganado el premio de Novato del Año en la Liga Americana.
El dominicano lo merecía más que nadie, por intangibles que no se miden en numeritos.
Sus estadísticas fueron extraordinarias, las mejores entre todos los debutantes en varios departamentos como hits (170), dobletes (47), jonrones (27), extrabases (76), carreras anotadas (83) e impulsadas (92).
Además, en estos tiempos donde cualquier pelotero se toma más de un centenar de ponches con la misma tranquilidad de quien consume un vaso de agua, Andújar quedó en 97 en 573 turnos al bate.
Eso significa que abanicó en el 17 por ciento de sus veces al bate, mientras que el japonés Shohei Ohtani, ganador del premio, abanicó en 102 ocasiones de 326 turnos (31%).
Pero más allá de eso, cuando Judge se perdió 50 juegos por lesión y Giancarlo Stanton entró en un profundo slump, el dominicano, se echó sobre sus hombros a los Yankees y fue parte fundamental en las más de 100 victorias de su equipo.
Andújar y Torres habrán perdido en la votación ante Ohtani, pero desde ya le llevan una ventaja: ambos arrancarán saludables su segunda campaña, mientras que el japonés, sometido a una operación Tommy John, no podrá lanzar una pelota hasta el 2020 y no se sabe si estará disponible como bateador para el inicio de la próxima temporada.
En otras palabras, ellos son el futuro de los Yankees, en tanto el pelotero de Los Angeles Angels tiene un signo de interrogación sobre su cabeza.
Y mientras el venezolano Ronald Acuña Jr. ganó merecidamente el galardón en el viejo circuito, ya nos frotamos las manos esperando el inicio de la venidera contienda para ver la segunda parte de la competencia fraternal que estableció con el dominicano Juan Soto, segundo en las votaciones.
Acuña, de 20 años, y Soto, de 19, tenían números merecedores del premio, más que Walker Buehler, el fenomenal lanzador derecho de Los Angeles Dodgers, quien terminó tercero en los sufragios. El venezolano de los Bravos de Atlanta y el quisqueyano de los Nacionales de Washington pertenecen a la misma división del Este, por lo que se verán las caras 19 veces en el 2019, para retomar la rivalidad entre dos de los mejores peloteros jóvenes de todo el béisbol.
Y siempre quedarán dos preguntas pendientes hasta que comiencen las acciones del 2019:
¿Cuál de estos debutantes estelares, Ohtani, Andújar, Torres, Acuña, Soto y Buehler, atravesará por la maldición del segundo año?
¿Cuáles seguirán cimentando su camino hacia la consagración definitiva y reafirmándose como el futuro inmediato del béisbol?
A fin de cuentas, los premios no lo son todo.
Desde que se instauró el galardón para ambos circuitos, a partir de 1949 (en 1947 y 1948 se otorgó un solo premio para las dos ligas), 12 peloteros latinos lo han ganado en la Americana y nueve en la Nacional.
Pero nunca han coincidido dos jugadores hispanos para llevarse el galardón el mismo año...hasta el 2018.
En el viejo circuito, el venezolano Ronald Acuña Jr., de los Bravos de Atlanta , y el adolescente quisqueyano Juan Soto, de los Nacionales de Washington , llevan la pulseada de tú a tú.
El dominicano Miguel Andújar y el venezolano Gleyber Torres, ambos de los Yankees de Nueva York, se lo disputan en el joven circuito.
Lo de Acuña ha sido extraordinario como hombre proa en la alineación de los Bravos.
Sus 25 cuadrangulares son la cifra máxima entre los debutantes, cinco de ellos abriendo juegos de manera consecutiva.
El joven de 20 años batea para average de .290, con 24 dobletes, tres triples, 68 carreras anotadas, 53 impulsadas, 14 bases robadas, promedio de embasamiento de .368 y slugging de .575.
Ha sido la bujía principal en el ataque de Atlanta, equipo que está a un paso de colarse, contra todo pronóstico, en la postemporada como campeón de la división del Este.
Y todo esto lo ha logrado en apenas 95 partidos.
Pero los números de Soto son, en algunos aspectos, mejores que los de Acuña.
Tiene 61 remolques, la máxima cantidad entre todos los novatos, en tanto ha anotado 68 veces, la misma cifra que Acuña. Su OBP es superior (.417) y su slugging es de .529.
Tiene tres partidos de multijonrones, algo inédito para un pelotero menor de 20 años.
Hasta su llegada a las Mayores esta temporada, solamente su compañero de equipo Bryce Harper (2012) y los miembros del Salón de la Fama de Cooperstown Ken Griffey Jr (1989) y Mel Ott (1928) habían tenido dos juegos con más de un cuadrangular a los 19 años de edad.
Solamente Tony Conigliaro (24) y Harper (22) pegaron más vuelacercas como adolescentes que los conseguidos hasta ahora por Soto en 101 encuentros.
La lucha está cerrada entre estos dos muchachos, que han relegado a una tercera plaza a Brian Anderson, de los Marlins de Miami, quien encabeza a los novatos en hits (149), dobles (31) y anotadas (80), aunque en muchos más partidos, 144 en total.
¿Mi opción? Por ética no la revelaré, pues es el premio por el cual me toca votar este año como miembro de la Asociación de Escritores de América (BBWAA).
Prefiero esperar al último día del calendario regular para analizar las estadísticas antes de tomar una decisión.
En la Americana, Andújar y Torres van empatados como máximos jonroneros entre todos los debutantes (23), pero el dominicano va primero en hits (154), dobletes (40), anotadas (76), empujadas (79), average (.299) y slugging (.518).
Además, están los intangibles. El antesalista quisqueyano de los Yankees ha cargado sobre sus hombros la ofensiva del equipo ante las lesiones de Aaron Judge y Didi Gregorius y la inconsistencia de Giancarlo Stanton.
Se ha mantenido saludable a lo largo de la campaña, algo que no le ha ocurrido al venezolano, que ha visto limitada su participación a 108 encuentros.
Mi elección aquí sería Andújar, con el japonés Shohei Ohtani como tercera opción, detrás de Torres.
Es cierto que Ohtani ha sido una sensación, por su dualidad para actuar como bateador y lanzador.
Pero desde la lomita fue efímera su actuación, con diez aperturas y ya va a necesitar una operación Tommy John para repararle el codo, mientras que con el madero, sus cifras en 89 encuentros no llegan al nivel de los dos debutantes de los Yankees.
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Cuando un jugador sale lesionado, es una desgracia para su equipo.
Pero cuando el lastimado es alguien como el japonés Shohei Ohtani y la condición es tan grave como para sacarlo de acción por casi un año, entonces toda la industria sufre las consecuencias de la lesión. Los Los Angeles Angels anunciaron el miércoles en la tarde que una resonancia magnética en el codo derecho del novato nipón reveló un nuevo daño a su ligamento ulnar colateral y se le recomendó la cirugía de reconstrucción conocida popularmente como "Tommy John". Irónicamente, Ohtani "celebró" la mala noticia bateando de 4-4 con dos jonrones en el partido nocturno contra los Vigilantes de Texas.
Esa es precisamente la gran diferencia entre Ohtani y las casi dos decenas de jugadores de Grandes Ligas que han sido operados del codo este año y los más de 260 que tuvieron la misma experiencia en las últimas cuatro décadas.
Ohtani es un pitcher derecho que puede lanzar la recta tan rápido como el dominicano Luis Severino, de los Yankees de Nueva York, y un bateador zurdo que en su primera temporada en Estados Unidos, batea un cuadrangular cada 13.7 turnos (18 jonrones en 247 turnos al bate), una frecuencia superior a las que tienen Aaron Judge (14.3) y Giancarlo Stanton (16.4), de los Yankees; Edwin Encarnación (14.8), de los Indios de Cleveland; Mookie Betts (16.1), de los Medias Rojas de Boston, y Alex Bregman (18.1), de los Astros de Houston, quienes se encuentran entre los líderes de ese departamento este año.
De acuerdo a Fangraphs.com, 75 bateadores acumulan 2.3 o más WAR (Victorias sobre Nivel Reemplazo, por sus siglas en inglés) y 61 lanzadores 1.0 o más en Grandes Ligas esta temporada. Ohtani es el único ser humano en ambos grupos. Ohtani, quien cumplió 24 años en medio de la temporada, es un fenómeno maravilloso y único de estos tiempos y su aporte en el campo no solamente impacta a los Angelinos, sino que además a todo el béisbol. Lo mismo ocurrirá si finalmente es operado y sacado del diamante por un largo tiempo. Incluso con Mike Trout y Albert Pujols en el roster, la franquicia de Anaheim no llamará tanto la atención con Ohtani fuera.
El proceso de recuperación de la cirugía "Tommy John" suele tomar un año completo para los lanzadores y alrededor de seis meses para los jugadores de posición. A pesar de que se ha convertido en un procedimiento rutinario en los últimos años y que el 80% de los lanzadores intervenidos lograron regresar en igual o parecido nivel de competencia, siempre existen riesgos de que una gran carrera termine tras la reparación del codo.
Desde que el doctor Frank Jobe comenzó a realizar la operación "Tommy John", nombrada en honor al lanzador zurdo Tommy John, quien pudo alargar su carrera 14 años más gracias al procedimiento a tal punto que ganó 288 partidos y lanzó por 26 temporadas hasta los 46 años de edad, cerca de 1,500 pitchers de las mayores y las menores pasaron por el quirófano, incluyendo John Smoltz, un miembro del Salón de la Fama.
Un estudio realizado por el béisbol entre 2012 y 2013 con jugadores activos mostró que el 25% de los lanzadores de Grandes Ligas y un 15% de los de ligas menores se había sometido a la cirugía "Tommy John" en algún momento de sus carreras.
En el 2018, 19 lanzadores y el torpedero Corey Seager, de los Dodgers de Los Angeles, han sido operados del codo. La lista de pitchers operados este año incluye al estelar derecho dominicano Johnny Cueto, de los Gigantes de San Francisco, y al prometedor zurdo Jordan Montgomery, de los Yankees.
De todos ellos, Ohtani es el único que puede aportar de manera excelsa como bateador y lanzadores a un nivel tan alto como las Grandes Ligas de Estados Unidos. Su posible partida por largo tiempo, será una desgracia para toda la industria.
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La aventura de dos vías de Shohei Ohtani en las Grandes Ligas duró lo que un merengue en la puerta de un colegio.
Nunca entendí el entusiasmo desmedido por el lanzador-bateador, cuando muchos equipos se disputaban sus servicios antes de que finalmente Ohtani se decidiera por Angelinos de Los Angeles.
Tal vez eran tantos los interesados por el precio relativamente bajo de conseguirlo. Y digo relativamente porque aunque el japonés era un agente libre con restricciones y su contrato no podía, por ley, ser exagerado, de todos modos había que soltar 20 millones por los derechos a negociar con el jugador.
Y aunque ese dinero no vaya contra la nómina, en cuestiones de contabilidad, de todos modos tuvo que salir de las arcas del equipo, en este caso de los Angelinos.
No nos engañemos. Era más marketing que otra cosa y a esta hora los conjuntos que cortejaron al nipón y fueron desdeñados por él deben estar dando gracias porque haya sucedido así.
Ahora, si acaso podrá hacer carrera en las Mayores será como bateador, pues no lo veremos más sobre un montículo por lo menos hasta el 2020.
En septiembre pasado, cuando era inminente su llegada al mejor béisbol del mundo, publiqué un blog titulado Controlen el entusiasmo con Ohtani, donde exponía mi opinión de por qué el multifuncional pelotero no podría justificar todo el revuelo en torno a él. Un año después, los hechos me dieron la razón.
La historia demuestra que la inmensa mayoría de los peloteros que llegan de la Liga Profesional Japonesa fracasan en la MLB, con todo y que aquel es el segundo mejor circuito del mundo.
Del resto de los más de 60 nipones en las Mayores, si acaso podrían rescatarse Hideki Matsui, entre los jugadores de posición, así como Hideo Nomo y Masahiro Tanaka como pitchers, aunque sin llegar a ser extraordinarios.
En el caso de Ohtani, ya su brazo había sufrido lesiones en Japón, por lo que en el 2017 su trabajo estuvo limitado a apenas 25.1 innings en cinco aperturas.
El rigor de las Grandes Ligas fue demasiado para ese brazo y aquí sólo pudo actuar en 51.2 episodios en diez partidos.
Tal vez se trate por los métodos de entrenamientos que se usan allá, que evidentemente difieren de los de Estados Unidos, o a que los serpentineros allá sean sometidos a un esfuerzo excesivo que termina pasándoles factura.
Lo cierto es que este ha sido un ciclo que se repite una y otra vez, marcado por la poca durabilidad, con un par de años iniciales buenos si acaso, antes de diluirse en la mediocridad.
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