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Cuidar al boxeador

Ocurrió el sábado 27 de mayo, en una de las transmisiones de ESPN KNOCK OUT.

Este periodista acompañaba los relatos de Renato Bermúdez y los comentarios de Cecilia Comunales. En la pelea de fondo, el mexicano Luis Alberto López iba a noquear limpiamente de un sólido derechazo a Michael Conlan, para retener así su corona IBF de los plumas en la SSE Arena de Belfast, Irlanda del Norte.

En una pelea coestelar se midieron el invicto de Liverpool, Nick Ball (17-0, 11 KO) con el sudafricano de Johannesburgo, Ludumo Lamati (21-0-1, 11 KO), título Silver pluma del Consejo Mundial. Arbitro, Kevin Parker.

Lamati, mucho más alto que Ball, empezó muy bien manteniendo la larga distancia, pero a cada ataque del local, la figura del sudafricano empezó a desdibujarse, a pesar de lanzar muy buenos contragolpes.

A partir del quinto round fue notorio que la fortaleza de Ball iba a rendir sus frutos: empezó a dominar las distancias y a trabajar con muy buenas manos ascendentes, a pesar de la dignidad profesional que exhibía LLamati.

Para el décimo, el dominio era amplio según nuestra tarjeta, pero ya en el undécimo si se produjo el desequilibrio para Ball, que descargó una gran cantidad de golpes combinados a la cabeza del rival. Si allá por el tercero o cuarto round habíamos dicho que la pelea parecía que iba a tener un final anticipado, lo cierto es que Lamati, con gran valentía, fue resistiendo los ataques de Ball.

Pero para ese undécimo round, la cuesta abajo se le hizo muy dura al sudafricano. Un mensaje de texto de Alberto Zacarías apareció de pronto: “Esa pelea hay que pararla ya”. Por supuesto, no solamente nos hicimos eco del comentario, sino que también lo compartimos. Y, efectivamente, cuando comenzó el último round, Ball salió con todo y aunque Lamati intentó el milagro, llegó la toalla y se terminó el combate.

Si este comentario es largo es por si usted no vio la pelea. Y porque conociendo el final, en el que Lamati se descompuso, y hubo que sacarlo en camilla del ring y luego internarlo en un hospital, el desarrollo de la pelea fue lo que se puede considerar normal, salvo en los últimos rounds, cuando el sudafricano estuvo al borde de sus fuerzas.

Su entrenador, Larry Wainstein, aseguró que la atención en el Royal Hospital fue excelente. Y que el boxeador habia llegado al peso sin problemas. Más allá de quejarse que la pelea fue muy dura, reconoció que cuando Lamati llegó al rincón reclamó por qué le habían tirado la toalla y luego se desplomó. El técnico insistió en que su boxeador había llegado en una impecable condición física.

Fue justamente el Consejo Mundial de Boxeo –ente que rigió el combate del que nos ocupamos-, el que más bregó para acortar los combates de campeonato de 15 asaltos a 12, porque esos últimos asaltos tienen una exigencia física muy grande y son los más peligrosos para la salud de los pugilistas.

Es hora de cuestionar estas situaciones con todas las letras con una pregunta demasiado elemental:

¿Los que están en un rincón tienen idea real de lo que está haciendo su boxeador?

Expuesto de otra manera: ¿Se dieron cuenta, en la esquina de Lamati, que su hombre ya había llegado al límite? Porque la tardía toalla no pudo evitar que el boxeador se desvaneciera y terminara en un hospital. ¿Era necesario demorar tanto la situación? ¿Nadie se dio cuenta de lo que ocurría? ¿No notaron indicios de que el hombre ya no estaba en situación de pelea competitiva? Según Wainstein nada de ello ocurrió.

En el rincón un técnico no está solamente para darle agua al boxeador, o decirle “Seguí así que estás bien”. Se supone –se supone, insistimos- que es el técnico quien mejor conoce al boxeador.

Sabe si llegó al pesaje muy exigido con la balanza. Si tuvo guanteos muy duros. Si hubo algún otro problema. Si se nota en el desarrollo del combate que está perdiendo fuerzas, o concentración, o foco en la mirada.

Zacarías, el mismo que retiró a su pupilo Jeremías Ponce ante Subriel Matías porque comprendió que ya no había chance de revertir la pelea, explica que “Los que suben a un ring son personas. Y pueden haber tenido un problema previo, o estar en una mala noche, o lo que sea, pero son personas y hay que cuidarlas, ante todo cuidarlas”.

Parker, el árbitro, que estaba pegado a la acción, no vio lo que sí expuso crudamente Zacarías viéndola por televisión, por ESPN KNOCK OUT, con su ojo de profesional del boxeo y que nosotros suscribimos totalmente.

Los referís –y no estamos cargándole las tintas a Kevin Parker, sino que estamos refiriéndonos a todos en general-, no están solamente para hacer cumplir el reglamento, sino también para proteger al boxeador.

El boxeador, por instinto, orgullo o lo que sea, siempre va a querer seguir combatiendo. Muchas veces porque ni siquiera logra medir lo que le puede pasar. Pero, para eso, justamente, están los técnicos, los “seconds”, los que además de analizar la pelea, los que además de darle agua a su hombre o de alentarlos, tienen que conocer sus límites.

En Argentina, por ejemplo, la Federación Argentina de Box tiene cursos “por correspondencia” para habilitar a técnicos con licencia. O sea que, una vez que se aprobó el curso, ese hombre puede subir a una esquina. Sin contar con el elemento que se llama “experiencia” y que no se hace en un día.

El problema es que este tipo de situaciones se repite. En muchos casos, no existe conciencia en muchos técnicos y árbitros de que ante todo, y por sobre todas las cosas, se hace necesario cuidar al boxeador y velar por su salud, sin pensar en el dinero a cobrar o en la victoria que, a cierta altura de la pelea, ya es una quimera.