Fernando Tatis Jr. le devuelve la alegría al béisbol
Desde que tenía 8 años, Fernando Tatis Jr. ha vivido para jugar el béisbol. Este año, el juego lo necesita tanto a él como él lo necesita.
Este perfil Cover Story de Fernando Tatis Jr. fue publicado en agosto a principios de la temporada de Grandes Ligas. Desde ese entonces, el dominicano de 21 años ha captado la atención de los seguidores del béisbol con su alegre personalidad, una impresionante campaña de temporada regular, y un partido de pretemporada para la historia. ESPN Deportes y FiveThirtyEight han determinado que Tatis es el jugador más digno de ser nombrado el Rostro Latino de 2020. Tatis y los San Diego Padres disputan hoy por ESPN el decisivo Juego 3 de su serie de comodines ante los St. Louis Cardinals, a partir de las 7 p.m. hora del este.
Fernando Tatis Jr. no se mueve. Más bien parece ir al ritmo del bebop, de persona a persona, de un sitio a otro; o cuando él tenía 8 años, del techo al pavimento. Intentó hacer una voltereta hacia atrás desde su casa hasta su piscina, falló y se fracturó el fémur derecho. Dentro del hospital, mientras miraba de reojo su vendaje entre cadera y tobillos, lo único que Tatis quería saber era cuándo podría volver a jugar al béisbol.
Trece años después, sigue siendo difícil limitar sus movimientos. El vástago de una dinastía, el hijo favorito de una nación, el punto de apoyo de una de las pocas franquicias que jamás ha ganado una Serie Mundial: no hablamos de alguien que desacelere su ritmo, ni por un segundo. Bien sea patrullando el campocorto de los San Diego Padres o fuera del terreno, Tatis está bailando o conversando, rebotando y gesticulando, en movimiento perenne, al punto de entender que se trata de una anomalía termodinámica. Hasta la risa de Tatis es un gesto que requiere del esfuerzo de todo su cuerpo. Su cuello retrocede, sus trenzas teñidas de rubio le siguen, sus hombros se encogen, su torso jadea. Irradia alegría.
Tatis se calibró para vivir la vida de un alma inquieta, llena de una energía sin límites, y esa vida era buena (perfecta, para ser honestos), hasta que abandonó el terreno después de jugar un partido de exhibición el pasado 11 de marzo, para ingresar dentro de una nueva realidad.
Durante los cuatro meses que han transcurrido desde que el coronavirus dejara inerte al mundo de Tatis (desde que le arrebatara tantas alegrías), pasó los días a solas dentro de su apartamento de San Diego, pensando en todas esas cosas que extrañaba. En el pollo guisado y arroz con habichuelas preparado por su tía Rosie cuando ella vivía con él durante la pasada temporada. En los abrazos de su madre María, quien siempre le recuerda a su Bebo que la familia es primero. En los entrenamientos con su papá Fernando, quien imparte consejos recibidos con gusto por su hijo mayor. En las fiestas con sus amigos, las conversaciones con sus hermanos, la intimidad de la interacción cara a cara que él daba por sentada.
"También, en el béisbol", afirma Tatis, porque estos últimos meses han sido el periodo más largo que ha pasado sin poder jugar este deporte desde su fractura en la pierna. "Simplemente, el béisbol forma parte de mi vida".
Desde el partido inaugural de la temporada de los Padres, jugado el pasado 24 de junio, lo único que Tatis ha hecho es jugar mejor béisbol que el resto de los practicantes de este deporte. Durante la primera cuarta parte de la abreviada campaña a 60 juegos del Béisbol de las Grandes Ligas, nadie ha sumado mejor registro de Victorias sobre Reemplazo (WAR) que el joven Tatis, de 21 años. Sin embargo, su excelencia no es meramente estadística. Sus jonrones son majestuosos; sus giros del bate, virtuosos; su bateo, innegable.
Tatis aún no ha podido darse cuenta de lo simbiótica que es su relación con el béisbol. Si bien siente tanta ansiedad por él, de la misma forma en la que siente satisfacción gracias a él, este deporte lo necesita aún más. El Béisbol de Grandes Ligas pasó gran cantidad de los tres primeros meses de la pandemia luchando con los peloteros por cuestiones económicas. Mientras el béisbol intenta seguir jugando en medio de brotes de coronavirus, el mejor antídoto a la propensión que MLB siente por la autoflagelación es la presencia de un jugador como Tatis, cuyo único coqueteo con el fuego se produce en la forma de un emoticono.
Ver a Tatis Jr. jugando al béisbol es un viaje dentro de una máquina del tiempo, aunque no sea con destino al pasado del béisbol. Se trata de una línea directa hacia la niñez, hasta las incontables horas que pasábamos con nuestros amigos haciendo todas las cosas que los entrenadores te aconsejaban nunca hacer, como deslizarse para fildear un roletazo, o anotar desde primera, producto de un sencillo rodado por el medio; o correr desde la antesala con un elevado por segunda. Te advirtieron que nunca hicieras esas cosas porque tú no eras Fernando Tatis Jr.
"Lo hace [todo] con energía y pasión", afirma el gerente general de los Padres A.J. Preller. "Pienso que todas esas cosas son razones que te motivan a encender el televisor a las 7 y ver un partido de los Padres".
Tatis es lo más cercano en el béisbol a una programación imperdible, que bien vale la pena la dosis de cafeína a altas horas de la noche para los habitantes de la Costa Este de los Estados Unidos. Él es un jugador personalizado de videojuegos, con las prestaciones aumentadas a 99: 6 pies, 4 pulgadas de estatura; 200 libras de peso; poder por todos los jardines; veloz como un auto chocón; una fortaleza en su brazo que raya en lo risible; pies dignos de Fred Astaire. Cuenta con un armonioso grupo de herramientas y ligó para .317/.379/.590 con 22 jonrones y 16 bases robadas en 84 partidos de una temporada de novato jugada el año pasado, abreviada debido a lesiones en su corva y espalda. El OPS de Tatis fue el más alto registrado por un campocorto novato con al menos 300 apariciones al plato. Este año, los números son aún más extravagantes: .322 /.412 /.780 con siete jonrones y 16 carreras impulsadas en los primeros 15 juegos de San Diego.
"Tengo una jaula de bateo en mi casa", afirma Eric Hosmer, compañero de Tatis en los Padres. "Unos niños pequeños vinieron a batear allí con mi hermano durante la temporada baja, y uno de esos niños usaba una cinta en la cabeza. Le comenté: 'Qué banda tan bonita'. Y él respondió: 'Sí. La utilizo por Fernando Tatis Jr.' Quiero decir, que estamos hablando de un jovencito de Miami, Florida, que sigue a un pelotero de los San Diego Padres y cada uno de sus movimientos".
"Él tiene 21 años. Y no hay duda de que él es el rostro de esta franquicia. Y creo que pronto, muy pronto, se convertirá en el rostro de este deporte".
DIEZ DÍAS ANTES de Navidad, cuando vivíamos nuestra antigua realidad, la residencia Tatis rebosaba con espíritu navideño: duendes por doquier y un reno con gafas, un árbol bien arreglado, cantidades excesivas de oropel y calcetines navideños por todas partes. María Tatis adora la Navidad. Después de criar a cinco hijos, muchas veces a solas por varios meses, ahora tiene todo lo que desea.
La familia Tatis vive cerca de las playas de la población de Juan Dolio, República Dominicana, pueblo turístico ubicado en la costa sur del país, y el primogénito de María vive en un complejo de condominios a pocos minutos de distancia. Tatis pasa la mayoría de los días por el hogar familiar para compartir con sus hermanos Josh, Elijah y Daniel y su hermana María Fernanda, o para ver cómo se encuentra su mamá, o buscando a su padre, para entrenar juntos. Fernando Tatis padre jugó 11 temporadas en las Grandes Ligas y actualmente maneja una academia de béisbol para adolescentes dominicanos que desean ser como su hijo.
El hogar de los Tatis sirve de depósito para su familia extendida, con personas que constantemente vienen y van, asegurándose de no pisar a los dos perros Golden Retriever que suelen reposar en medio del suelo. Fernando padre llegó a adquirir una camioneta con capacidad para 15 personas con el fin de desplazar al profuso núcleo para los eventos familiares y poco después, se dieron cuenta de que no era lo suficientemente grande. El clan Tatis necesita de un autobús.
El talento de Tatis es contradictorio con su edad, la misma de la mayoría de los peloteros elegidos en el draft del Béisbol de Grandes Ligas de este año. Durante su temporada de novato, tuvo que vivir soportando fuertes punzadas de melancolía, pensando en todo lo que los jugadores de béisbol oriundos de la República Dominicana dejan atrás.
"Siento nostalgia", expresa. "Extrañar mi cultura, extrañar estar acá, extrañar el estar rodeado de mi familia y simplemente, extrañar estar en casa... Ser dominicano es una bendición. Así es cómo la gente lo siente y lo dice aquí. Amo mi país, especialmente nuestra cultura... cómo bailamos, cómo disfrutamos la música, cómo disfrutamos salir a pasear, pasar un buen rato. Es diferente para nosotros".
Tampoco es que Tatis disfrutó de una típica niñez dominicana. Durante el año de su nacimiento, su padre ligó 34 jonrones mientras patrullaba la tercera base de los St. Louis Cardinals, imponiendo un récord en las Ligas Mayores, con dos grand slams en una misma entrada. La mayoría de los peloteros prometedores originarios de la isla abandonan la escuela y garantizan una cantidad usuraria de sus ganancias futuras a los entrenadores que los preparan para firmar contratos con organizaciones de Grandes Ligas a los 16 años. Ese no fue el caso de Tatis. Su padre insistió en que siguiera estudiando, aprendiera inglés y aprovechara sus privilegios.
A los 14 años Tatis Jr. comenzó a despertar el interés de los equipos, en mayor medida gracias a su linaje, y no por sus habilidades. En aquel momento, los especialistas en prospectos ubicaban a Tatis muy por debajo de sus colegas internacionales Vladimir Guerrero Jr. y Juan Soto. Cuando Marco Paddy, director de scouting internacional de los Chicago White Sox, vio entrenar a Tatis en 2013 y le preguntó: "¿Qué quieres ser?, éste le dio una respuesta de primer nivel: "El Derek Jeter dominicano".
"Vi todo el respeto que la gente siente por él y mi padre siempre me lo impartió: Respeto", expresa Tatis. "Cuando veo a Derek Jeter, veo respeto, y eso es lo que quiero ser. Sólo un hombre que juega por su equipo. Un hombre que asume lo que tenemos. Un hombre que cargará con el equipo, que ayudará a los demás y se consolidará, hasta convertirse en pelotero franquicia".
Se trata de algo que va más allá del respeto. Al igual que Jeter, Tatis mantiene una calma fluida dentro de un deporte que llama a gritos a los padres suburbanos. El béisbol dominicano es divertido, atractivo y estridente: el jonrón con salto de Sammy Sosa, el swing de terciopelo de Robinson Canó, los movimientos previos a los pitcheos de Johnny Cueto. La improvisación de Tatis Jr. representa el Béisbol Dominicano 2.0. Su espontaneidad parece reescribir las reglas no escritas del béisbol. Por ejemplo: la idea de que nadie debe pisar la almohadilla y anotar con un corto elevado a la intermedia. Tatis hizo justamente eso durante la temporada pasada, siendo un novato de 20 años. Tatis pisaba la tercera base. Su compañero Hunter Renfroe soltó un corto elevado de aproximadamente 165 pies, a dos pasos más allá del corte del césped. El segunda base de Pittsburgh Kevin Newman atrapó la pelota. Mientras Tatis corría hacia el plato, Newman tuvo dudas, pensando que quizás Tatis no llegaría a atreverse. Lo que no entendió es que Tatis habitualmente se atreve a hacer cosas así. Tatis se lanzó hacia el plato a una distancia de 10 pies, sacudió su brazo izquierdo para evitar el alcance del receptor Elías Díaz y se deslizó por el plato. El umpire Mike Winters cantó out a Tatis. Una repetición para revisar la jugada demostró que había quedado quieto.
Sosa, Cueto y Canó, gigantes de este deporte, se criaron todos en San Pedro de Macorís, la pequeña provincia de 420.000 personas que ha producido la mayor cantidad de peloteros per cápita de cualquier rincón del mundo, incluyendo a Fernando Tatis padre. San Pedro también fue el destino de la caravana de la familia Tatis en ese día prenavideño de diciembre, cuando todos pudieron reunirse. Se dirigían al Parque de Comidas Rompeola de San Pedro, un mercado al aire libre lleno de camiones de venta de comida, entre los cuales se incluye Papi Burguer, propiedad de un amigo de la familia. Mientras Bebo espera por su hamburguesa (ordenó una denominada El Big Papy, en homenaje al pelotero dominicano más querido, David Ortiz), ninguno de los presentes en las docenas de mesas circundantes se atreve a pedirle posar para una selfi. Tampoco se trata de que no lo reconocen. Entre su cabello y su estatura, se trata de una figura prominente y reconocible. La única persona que se acerca a Tatis es un niño pequeño, quien le pregunta si puede lustrar sus zapatos. Tatis dice que no; aunque termina buscando en sus bolsillos para obsequiarle al menos 500 pesos dominicanos. Mientras el niño sonríe y se aleja galopando, Tatis mira hacia la mesa donde su familia se sienta.
"Mi papá", expresa Tatis, "era un niño así".
A SUS 8 AÑOS, luego de abandonar la escuela, Fernando Tatis padre lustraba zapatos en las calles de San Pedro. Vendía pan. Lo que fuera, con tal de ganar dinero. Su padre, un pelotero altamente cotizado, se había estancado en la sucursal Triple-A de la organización de los Houston Astros, y luego abandonó a su familia cuando su hijo tenía la edad de kindergarten. Tatis padre terminó viviendo con una de sus tías poco años después.
"Mi papá salió de la nada", expresa Tatis Jr. "Y se convirtió en Fernando Tatis".
La reverencia que siente Tatis Jr. por su apellido (su derecho por nacimiento) proviene de las historias contadas por su padre. Se trata de una herencia, no de privilegios, sino de la simple idea que una persona sin padres que lo criaran, sin medios de subsistencia, sin ninguna otra cosa más allá del respeto por todo lo que no tiene, es aún capaz de tenerlo todo.
"Soñar con poder salir del lugar donde creciste", expresa Tatis padre. "Tener el sueño de jugar al béisbol y darte esperanzas, de ir con más ganas cada día. Intentar conseguir un empleo para comprar los implementos que necesitas para jugar. Ir más allá cada día, sin importar nada. Sin importar lo que sea necesario para encontrar tus sueños".
Tatis padre siempre consiguió tiempo para nutrir ese sueño, el de jugar al béisbol. A los 17 años, sin aspavientos, firmó con los Texas Rangers con una bonificación de $8,000 después de un campamento de tryouts. Veintitrés años después, específicamente el 2 de julio de 2016, Fernando Tatis Jr recibió la cantidad de $825,000 para firmar con los White Sox; convirtiéndose en su Derek Jeter dominicano. En aquél entonces, nadie pudo haber proyectado que crecería hasta convertirse en todo un ejemplar físico. Tatis Jr. tenía 6 pies de estatura. Su padre apenas alcanzó los 5 pies y 11 pulgadas. Su tía Rosie, hermana de María, sigue llamándolo mi flaco. Tatis Jr. era, de muchas formas, un clásico prospecto dominicano, más proyección que habilidades presentes.
Cada vez que salta al terreno, solo tiene un [pensamiento] en mente: ganar el partido. Y va a ganar juegos a todos los niveles. No puedes pestañear con él enfrente, porque te va a retar. Te va a alcanzar.
- Fernando Tatís Sr.De ninguna forma, eso hizo mella en la celebración del día de la firma de Tatis. Se disfrutó de un pastel de dos pisos (el primero con rayas negras, el otro con detalles rojos semejantes a las costuras de una pelota de béisbol), encabezado por una gorra de los White Sox. Tatis se cambió su saco deportivo blanco para vestir una camiseta de los White Sox y posó para las fotografías, incluyendo una junto a su padre y abuelo, quienes se reconciliaron cuando Tatis padre incursionó en Grandes Ligas.
Ese día, Tatis padre vistió una camiseta con dos palabras en letras mayúsculas: DINASTÍA Tatis. Su apellido es su legado y Tatis padre quería que sus hijos lo reconocieran.
"En los viejos tiempos, cuando aún tenían castillos y cosas así", afirma Tatis Jr., "solían tener un escudo grande en la fachada del castillo, representando al rey o el apellido de la familia. Así es como yo veo a mi familia. Provenientes de esa época de antaño. Todo el poder que tienen".
El escudo de armas de la Dinastía Tatis, según cuenta Tatis Jr., tendría un bate, una pelota y una Biblia. O quizás cuatro pelotas: una por su abuelo, otra por su padre, una por él y la última por Elijah, hermano de Fernando, quien juega al campocorto y tiene 18 años, firmado el año pasado por $500,000 por la organización de los White Sox.
Antes de que Tatis Jr. viajara a Estados Unidos para jugar su primera temporada, su padre se sentó a conversar con él. Hablaron de lo que significa ser un Tatis, sobre la fragilidad de este deporte, sobre lo que representa ser un pelotero dominicano en las Ligas Mayores.
"Sólo Dios puede detenerlo", expresa Tatis padre. "Sí. Él puede ser cualquier clase de pelotero que desee ser en este momento. Tiene todas las habilidades. Tiene la determinación en su juego. Cada vez que salta al terreno, solo tiene un [pensamiento] en mente: ganar el partido. Y va a ganar juegos a todos los niveles. No puedes pestañear con él enfrente, porque te va a retar. Te va a alcanzar".
FERNANDO Y MARÍA pestañearon una vez y Tatis terminó con toda una pierna enyesada. Kevin Newman pestañeó una vez y Tatis anotó con un elevado corto a la segunda base. Los Chicago White Sox pestañearon una vez y eso podría cambiar el rumbo del béisbol durante la siguiente década.
Los White Sox canjearon a Tatis a los Padres en 2016, dentro de un esfuerzo para intentar mejorar sus aspiraciones de avanzar a la postemporada, haciéndose con los servicios del veterano abridor James Shields. Hoy en día, es fácil catalogar a esta transacción como la "Brock por Broglio" de esta generación, un cambio tan desequilibrado que la historia terminó extirpando de sus anales los nombres de pila de sus protagonistas. Sólo porque Tatis dijo que quería convertirse en el Derek Jeter dominicano, no implica que cualquiera, incluso los más grandes adivinos de la comunidad de desarrollo de peloteros, fuera capaz de imaginar el pelotero que llegaría a ser.
Tatis creció hasta alcanzar los 6 pies y 2 pulgadas de estatura cuando partió de Juan Dolio, con destino al complejo de entrenamientos de los White Sox en Arizona. Seguía siendo flaco, pero los scouts que merodean tras las cercas durante los entrenamientos primaverales extendidos se dieron cuenta de su desarrollo. Todos los instintos y acciones que soñaban sus promotores se hacían tangibles. Los scouts profesionales de los Padres que visitaban el complejo de los White Sox en Glendale recibieron instrucciones de echarle un vistazo a Tatis. Los informes concordaban en una cosa: de llegarse a materializar un escenario de canje con Chicago, él era el objetivo perfecto.
"No hicimos el cambio por Fernando diciendo: '[vamos a] garantizar con toda certeza que se va a convertir en este nivel de pelotero en el ámbito de Grandes Ligas'", afirma Preller. "Pero nuestros scouts hicieron un buen trabajo, liderados por (el director de scouting profesional) Pete DeYoung, diciéndome: Oye, creo que tenemos un chico que podría convertirse en un jugador muy importante para nuestra franquicia".
El 22 de junio de 2016, apenas 18 días después del cambio, Tatis debutó para los Padres de la Liga de Arizona y se fue de 5-0 con par de ponches. Al día siguiente, conectó su primer hit y empujó dos carreras. Cinco días después de su debut, martilló su primer cuadrangular como profesional... contra el equipo de los White Sox en la Liga de Arizona. Así empezó el rápido ascenso de Tatis hasta llegar a las Ligas Mayores. A sus 18 años, creció otra pulgada y se convirtió en el azote de la Midwest League de temporada completa, circuito donde la edad promedio superaba los 21 años. En la siguiente campaña, jugando Doble-A, retoñó otra pulgada y consolidó su estatus como fenómeno del béisbol en estado avanzado. Tatis terminó el 2018 con aspiraciones de debutar en Grandes Ligas en algún momento de la temporada 2019.
Antes de que eso sucediera, volvió a su hogar, con un propósito más profundo. Su padre había sido designado mánager de las Estrellas Orientales, el equipo de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana con sede en San Pedro. Para una ciudad con una historia beisbolística tan rica como San Pedro, las Estrellas han sido un equipo históricamente mediocre. La última vez que ganaron un campeonato había sido en 1968.
Tatis Jr. se incorporó al roster liderado por su padre y se convirtió en toda una revelación. Tatis padre brillaba de orgullo todas las noches, cuando escribía el nombre de Junior en la tarjeta de alineación. En un partido de finales de temporada con implicaciones para la clasificación a los playoffs, Junior se puso al plato en la baja del noveno inning, con corredores en primera y segunda, y la pizarra empatada a 3 carreras por lado. Su padre le instruyó a tocar la bola. Tatis falló en dos intentos de mantener la pelota baja. Enfrentándose a un conteo 0-2, hizo swing al siguiente pitcheo y fue un fuerte golpe. Mientras partía de la caja de bateo, Tatis soltó su bate con ambas manos al estilo "abuelita", arrojándolo hacia el cosmos. La pelota voló soberbia por encima de la barda del jardín izquierdo. Las Estrellas clasificaron a la serie de campeonato, jugada a un máximo de nueve partidos, y la victoria en seis partidos hizo por San Pedro lo mismo que los Cubs hicieron por Chicago y los Red Sox por Boston: todo San Pedro se volcó a las calles. Un camión de 19 ruedas ayudó a los peloteros de las Estrellas a cruzar el mar de juerguistas. Nadie quería que la celebración llegara a su fin. En el centro de todo el jolgorio, se encontraban Tatis padre y Bebo, el mánager y la estrella, padre e hijo.
"Fue el momento de mayor diversión que he vivido en el béisbol", expresa Tatis Jr. "¿Sabes? Jugar por mi terruño natal, jugar por mi familia, jugar por la gente con la que crecí... verlos ir todos los días al estadio y alentarnos, exigiéndonos. Y para mí, esa fue una sensación maravillosa, grandiosa. Nunca había visto tanta gente contenta. Fue toda una celebración".
A FINALES DE marzo de 2019, había la expectativa de que los Padres enviaran a Tatis a Triple-A para hacer una pasantía de pocas semanas. Se trata de un procedimiento operativo estándar para los mejores peloteros jóvenes, una manipulación intentando mantener el espíritu del legislador, que demora por un año la llegada de la agencia libre. Antes del 2019, el último novato de primer nivel que debutó en un Día Inaugural y jugó a diario fue Jason Heyward con Atlanta. Eso ocurrió en 2010.
Cuando los Padres le dijeron a Tatis que había hecho el equipo después del entrenamiento primaveral, María fue la primera persona a quien llamó. "Prepárate", dijo entre lágrimas de felicidad. "Nos vamos a San Diego". Cuando el clan Tatis llegó a su hotel en San Diego, armó una conmoción festiva de tal calibre que alguien llamó al personal de seguridad.
En su debut en las Mayores, golpeó par de imparables. El 1º de abril, equivalente en Estados Unidos al Día de los Inocentes en los países hispanos, soltó jonrón por primera vez. A finales de abril, se ubicaba entre los 10 mejores en WAR para peloteros de posición y contaba con una cadena de 12 partidos consecutivos ligando de hit hasta que se estiró en la defensiva para hacer un out (raro es el hombre de la estatura de Tatis capaz de hacer semejantes cosas) para terminar en la lista de lesionados.
Luego de su regreso en el mes de junio, parecía que con cada nuevo día llegaba algo nuevo y asombroso, las obras maestras de Tatis revelándose a cada momento. En julio, enfrentándose a Atlanta, Tatis fue puesto out mientras se dirigía hacia la segunda base, con un envío del abridor de los Braves Mike Soroka. En vez de deslizarse de vuelta hacia la inicial, Tatis comenzó a correr. "Si alguien es capaz de salir de un embrollo", expresó el narrador de los Padres Jesse Agler en su transmisión, "ese es Fernando Tatis Jr.". Justo entonces, Tatis pareció capaz de liquidificar los huesos de su torso. Mientras se deslizaba, su tren superior se contorsionó de formas inimaginables para evitar que Sorotka le tocara con su guante. Quedó quieto. "¿Qué es lo que no puede hacer?", se preguntaba Adler. "¿Qué hace que no sea emocionante?"
Para ese momento, los resúmenes con las mejores jugadas de Tatis comenzaban a pulular por YouTube. Los parabólicos cuadrangulares hacia el jardín izquierdo, los batazos al center field, los estacazos hacia la pradera derecha. La tabla de distribución de batazos de Tatis, con la mitad de sus jonrones por todo el medio, parece ser una mancha de las láminas de la prueba de Rorschach, cuya respuesta apropiada es: "Gran bateador". El 13 de agosto, todas esas pulgadas del estirón de Tatis fueron de utilidad cuando el inicialista de Tampa Bay José Aguilar conectó una línea al campocorto. Tatis saltó, capturó la pelota en su punto más álgido, giró 180 grados y volvió a la Tierra con la bola en su poder.
No hay duda de que él es el rostro de esta franquicia. Y creo que pronto, muy pronto, se convertirá en el rostro de este deporte.
- Eric HosmerAl día siguiente, luego de hacer swing, la espalda de Tatis se cerró, producto de una reacción de estrés. Se ausentó por el resto de la temporada regular. A pesar de ello, terminó tercero en la votación al Novato del Año. En República Dominicana, no jugó con las Estrellas. Su padre tampoco pasó mucho tiempo con el equipo. En el mes de noviembre, después que las Estrellas iniciaran la temporada 2019-20 con récord 5-15, Tatis padre fue cesanteado. Junior se enfureció. Subió a Instagram una retadora publicación, expresando que las Estrellas podían cambiarle de equipo. Los aficionados en San Pedro demostraron sus sentimientos de una forma sutil y mucho más mordaz. Volvieron a las calles; esta vez, para escenificar una protesta con velas. Era una vigilia por la Dinastía Tatis. Era real, todo el poder que tenían. Bebo lo ha utilizado por su familia, por su ciudad, por su país, por los Padres.
Ahora viene la evolución natural, aunque en medio de una serie de circunstancias que jamás podía haber imaginado. La temporada 2020 también es una prueba de fuego para todo su deporte.
"Se trata de una gran responsabilidad", indica Tatis. "Simplemente, lo veo de esa forma. ¿Sabes? Este deporte ha estado presente por tanto tiempo y actualmente formamos parte de él. Debemos ser responsables de mantenerlo al mismo nivel o de elevarlo a una altura mayor. Creo que esa será la clave para nosotros, para este deporte".
Las horas pasadas a solas en su apartamento durante esta primavera le dieron a Tatis tiempo para pensar: con respecto a su deporte y sobre tantas otras cosas. Hay gente que muere. El coronavirus no desaparece. Extraña a su familia. Habla con su madre todos los días a través de FaceTime. También con su papá, con casi la misma frecuencia. Cuando Elijah y María Fernanda volaron hasta San Diego para visitarle a mediados de julio, fue la primera vez en meses que pudo ver en persona a algún miembro de la familia Tatis.
También le dio a Tatis tiempo para reflexionar con respecto a su sitial dentro del béisbol. Las aspiraciones dinásticas suelen llevar a eso. Recientemente, Tatis ha declarado que le encantaría permanecer en San Diego y ser homenajeado con una estatua, como fue el caso de Tony Gwynn. Cuando los Padres interrumpieron sus entrenamientos primaverales, varios compañeros de Tatis esperaron para ver si él decidía regresar a República Dominicana antes de comprar boletos aéreos de regreso a casa. Cuando Tatis decidió aterrizar en San Diego, sus compañeros le siguieron.
Todo el tiempo invertido por Tatis en corregir sus debilidades ha dado buenos resultados. Su promedio de swings fallidos ha disminuido en aproximadamente un 40%, comparado con su campaña de novato. Después de haber cometido 18 errores el año pasado, la mayoría de ellos en jugadas de rutina, Tatis ha entendido la idea de que no todas las jugadas necesitan ser vistosas. Ha podido ubicarse en los ángulos apropiados. Utilizar más sus pies y menos sus brazos. Ha cometido cero errores en 15 partidos disputados esta temporada. Tal como su agente Roger Tomás le dice al propio Tatis: a veces está bien ser aburrido.
Quizás esto nos dice, mejor que nada, quién es Fernando Tatis. Jr: debe trabajar activamente con el fin de ser aburrido. Se requirió de una pandemia y de una serie de protocolos cada vez mejor vigilados para evitarle desvelar nuevas series de apretones de manos coreografiados, como gesto de celebración de sus triunfos y los de los Padres. Y a pesar de lo contenido (o de su contención, en la medida de lo posible), Tatis logra hacer que el béisbol antiséptico, repleto de ruidos artificiales y con estadios vacíos, se sienta urgente.
Dos semanas después de iniciada esta extraña temporada, Tatis se pone al plato. Conteo desfavorable 0-2, el mismo conteo que tenía cuando jugaba con las Estrellas. En esta ocasión, se enfrenta a Ross Stripling, el abridor de Los Angeles Dodgers, equipo perseguido por los Padres y por el resto de la Liga Nacional. Stripling envía una recta alta. Tatis la caza. Coloca su cuerpo de una forma que nos permite ver las palabras Tatis JR. y el número 23 del dorsal de su camiseta. Luego, suelta su bate contra la pelota inconsciente de lo que vendrá. Mientras la bola sale disparada producto del choque con el madero, a una velocidad de 112 millas por hora, Tatis ni se molesta en lanzar su bate en un gesto de arrogancia. Simplemente, lo deja ir para que comience a girar de forma modesta, antes de tocar el suelo.
Para ese momento, Tatis sale caminando del cajón de bateo. No corre. No trota. Camina, porque puede hacerlo; y porque un cuadrangular de semejantes dimensiones (430 pies de trayectoria, que parece seguir en ascenso a pesar de chocar con las gradas del estadio vacío, acompañado por la frase perfecta en la narración televisiva: "¡Hacia la luna!", definitivamente merece la atención de todos.
Excepto que Tatis ni siquiera está viendo la pelota. Fija su mirada hacia el dugout de los Padres, donde los micrófonos capturan los gritos de: "¡Ohhhhhh!" El vástago de una dinastía, el hijo favorito de una nación, el eje de los Padres, el nuevo rostro del béisbol está mirando a sus compañeros. Ellos ya saben lo que todos los demás están a punto de aprender: esto es solo el comienzo.
Aseo por Erin Svalstad; Peinado por Michael Nash; jacket de cuero de Belstaff; camiseta negra y jeans de John Elliott.