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¿Rob Gronkowski se retirará? ¿Por qué la decisión de la estrella Patriots no es fácil?

En una semana del Super Bowl ampliamente privada de relatos sustanciosos, una de las pocas historias interesantes giró en torno a la interrogante si Rob Gronkowski, el deliciosamente divertido y peculiarmente talentoso ala cerrada de los New England Patriots se retiraría este año. En los días previos al partido, los periodistas preguntaron al jugador de 29 años (al punto que terminó bromeando en un momento determinado que la había oído 50 veces), a sus compañeros e incluso hasta a su propia madre, quien se declaró ignorante al respecto en el programa matinal “The Today Show” de la cadena NBC. El día antes del Super Bowl, le pregunté a su hermano mayor Gordie su opinión. “Cada año, debe pasar por lo mismo, considera sus opciones y cómo se siente”, expresó Gordie. “Esa es su decisión”.

Para el clan Gronkowski y sus varios asociados, algunos de los cuales han terminado cobrando notoriedad como celebridad clase D entre los aficionados a los Patriots, esta semana se sintió como si fuera el final de una era: una suerte de primavera de estudiantes de último año. En la tarde del sábado, Gordie, sus hermanos y su padre estaban en medio de un círculo en una fiesta en Atlanta, disfrutando del sol mientras el resto de los asistentes brindaban bebidas y pedían fotos, con las esencias de la cerveza y el espray corporal que emanaban de la escena luchando por la preeminencia. Si han visto a Rob, probablemente reconocerán a los hermanos Gronkowski a primera vista. Los cuatro jóvenes asemejan ser duplicados de su famoso hermano: mutaciones de un cuerpo sonriente y musculoso.

Mientras uno de los amigos cercanos de la familia, un barbudo luchador profesional de nombre Mojo Rawley estaba presente, Gordie mencionó que “sería grandioso” si Rob se uniera a la WWE (un par de años atrás, el ala cerrada quien ha sufrido de lesiones de forma constante, hizo una aparición sorpresiva al lado de Mojo en el evento Wrestlemania; uno solo se puede imaginar el horrible sonido que hicieron los dientes de Bill Belichick cuando alguien le mostró el video). Gordie agregó que era probable que su hermano tuviera una especie de iniciativa ligada al mundo del fitness, algo similar a lo hecho por su padre, quien ha manejado durante décadas una empresa de equipos para entrenamiento en el área de Buffalo.

“Y probablemente se meterá en el mundo del cine”, sumó Gordie, acariciando su mandíbula con una mano mientras aceptaba una bebida con la otra. Si bien Rob ha hecho pocos cameos, han surgido informes que indican que ha trabajado con un coach de actuación y tiene asegurado un papel como pistolero de helicópteros en una cinta de acción protagonizada por Mel Gibson, aún sin estrenar.

“Será algo similar a Terminator”, dijo Gordie. “O sería como Ivan Drago”. Gordie resplandeció a la hora de pensar en ello, acercándose a nosotros. “Un papel en el cual se es una bestia absoluta”.

Típicamente, cuando un jugador de fútbol americano se acerca al final de su carrera, el momento marca la oportunidad para que la gente a su alrededor comience a reflexionar con respecto a su crecimiento a través de los años: filtrar su historia a través del lente del desarrollo personal, injertando un arco en el relato de su carrera. Sin embargo, ninguno de los miembros de la familia Gronkowski está dispuesto a participar de dichos ejercicios de revisión. Cuando le pregunté a Goose (nombre verdadero: Glenn), su hermano menor, si Rob había evolucionado desde su primer Super Bowl, me miró como si le hubiese preguntado si su hermano estaba estudiando para obtener un título en física cuántica.

“No pienso que haya cambiado en nada”, dijo. “Ha sido el mismo desde que cursaba quinto grado”.

Después del partido, cuando el reloj se detuvo y el confeti azul y rojo llovió sobre el Mercedes-Benz Stadium. Gronkowski, quien había efectuado la atrapada de 29 yardas que redundó en el touchdown de la victoria (y que podría ser considerada con argumentos como la mejor jugada ofensiva del partido), se colocó su enorme camiseta del Super Bowl encima de su uniforme y hombreras para buscar a su familia. Cuando se consiguieron, los Gronkowski comenzaron todos a saltar y a gritar algo ininteligible al unísono, una especie de canto tribal del norte del estado de Nueva York. Rob se mostraba estático.

Sin embargo, al momento en el cual se sentó para su conferencia de prensa posterior al partido, con su brazo envuelto en la masiva faja que utiliza desde 2013, se mostró más tranquilo. Cuando se le preguntó si había disputado su último encuentro, Gronkowski declinó contestar.

“Esta noche se trata de celebrar con nuestros compañeros”, expresó. “Esa decisión se tomará en una semana o dos”.

Alguien le mencionó un golpe que recibió durante el partido (en el segundo cuarto, chocó con un par de defensores de los Rams luego de una corta atrapada) y rápidamente contestó: “Sí, mi cuádriceps. Me duele mucho. Apenas puedo caminar en este momento”. Agregó, con una expresión más impasible que feliz: “Pero todo está bien, porque somos campeones del Super Bowl”.

Luego del golpe, Gronkowski, que participó en cada jugada, se tambaleaba al dejar el terreno de juego. Cada vez que sufre un impacto (ha soportado más que la mayoría de los jugadores, en parte porque su gigantesca contextura dificulta a los defensas el hacer tackle en su contra de cualquier otra manera), cojea como si fuese un monstruo de película, cubierto de flechas. El efecto rompe corazones de forma similar. Gronkowski se sometió a una cirugía en su columna vertebral antes de llegar a la NFL (lo cual explica por qué los Patriots pudieron hacerse con sus servicios en la segunda ronda del draft), y ha experimentado una letanía de dolorosas lesiones y operaciones en el transcurso de los años. En la actual temporada, se ausentó durante tres encuentros en la campaña regular porque, según informes, sufría de tendinitis en el talón de Aquiles y un disco hinchado en su espalda.

A principios de semana, reconoció lo difícil que ha sido para él en ocasiones poder volver a la acción.

“Intenten imaginarse ser golpeado todo el tiempo e intentar llegar al nivel donde uno quiere estar cada día de tu vida”, dijo. “Es complicado. Es difícil. Sufrir impacto en lo muslos, golpes en la cabeza, abusar de tu cuerpo… eso no es lo que quiere el cerebro de uno”.

Tras su conferencia de prensa en el Super Bowl, Gronkowski hizo su recorrido hasta el vestuario, donde comenzó a quitarse sus protectores. Mientras un miembro del staff de los Patriots removió la placa con su nombre de su vestidor (el cual estaba vacío, salvo por un rollo de calcetines y un sándwich a medio comer), el entrenador personal de Tom Brady, Alex Guerrero, se le acercó y comenzó a quitar la cinta adhesiva de su brazo lentamente. Mientras sus compañeros se bañaban en champaña y bailaban a un lado del salón, Gronkowski estaba tranquilo; casi solemne. Un reportero le preguntó a dónde iba a festejar, y éste murmuró respondiendo: “Ya veremos, ya veremos”.

Luego de cambiarse y envolverse con una toalla, siendo evidente la enorme cicatriz en sus hombros, brillando de sudor, también era constatable que su muslo izquierdo estaba hinchado de forma absurda, al punto que parecía estar inflado en exceso. Sus movimientos se detenían. Le pregunté si estaba ansioso por disfrutar de la temporada baja (la cual podría abarcar, potencialmente, el resto de su vida) y sonrió ligeramente para decir: “Estoy súper emocionado sólo por relajarme”.

A pesar de ser miembro principal de un equipo dinástico que es odiado (o envidiado, si les preguntan a los habitantes de Nueva Inglaterra) por una amplia porción de Estados Unidos, Gronkowski es sumamente amado. No es difícil ver por qué. El ala cerrada de los Patriots es todo sonrisas y sin nada de ego, un bufón de la corte cuyas excentricidades desinhibidas han aportado un feliz respiro de la monotonía y la oscuridad que han azotado a la NFL en años recientes. Y, aun así: No hubo nada de escapismo dentro de la experiencia de ver a Gronkowski jugar al fútbol americano. Seguro que hubo felicidad, aunque también vimos dolor, una sensación de pavor que permanecía luego de cada golpe rompe huesos, como un amargo sabor de boca. Ambos sentimientos salieron a la superficie el pasado domingo en Atlanta.

Entonces, ¿por qué Gronkowski seguiría jugando? Para comenzar: por el dinero. Si Gronkowski se retira, dejaría de percibir aproximadamente $10 millones, asumiendo que New England tuviera intenciones de pagarle semejante cantidad (podrían rescindirle a un costo de apenas $2 millones). Hasta para una humilde súper estrella que ha vivido durante años dependiendo de sus patrocinios (Gronkowski ha ganado más de $50 millones jugando al fútbol americano, los cuales habrían sido destinados a inversiones), esa cifra no es nada despreciable, aunque probablemente no lo sea todo. También está el miedo de saltar a lo desconocido. Todos los que le conocen afirman que Gronkowski no sólo ama este deporte, también disfruta de la camaradería que acompaña al deporte, esa clase de nexo ritual que se desaparece para la mayoría de nosotros al llegar a ser adultos y cuya ausencia podría crear un enorme vacío en su (probablemente masivo) corazón.

Si Gronkowski se retira ahora, con apenas nueve temporadas de experiencia, sus estadísticas en volumen no causarán mayor impresión. Sin embargo, debería ser una fija para su exaltación al Salón de la Fama. En su momento cúspide (y dicha cúspide duró varios años, razón por la cual fue All-Pro en cuatro ocasiones), se sentía como si la posición de ala cerrada fue inventada a la medida de sus raros dones, el singular matrimonio de poder y elegancia que Gronkowski ha aportado a este deporte. El mismo hombre que arrollaba apoyadores como bloqueador tomaba pases con la suavidad de una pluma, como si fuera un niño que cazaba hojuelas de nieve con su lengua. Ningún otro receptor de los Patriots ha sumado mayor cantidad de yardas con Brady a su lado.

Y esa, creo yo, es la razón por la cual Gronkowski es tan adorado. No se debe a sus chistes de “Yo soy fiesta” o su amor por el número 69 o el Gronk Cruise o el Gronk Bus o el Transbordador Espacial Gronk (invente ese último, pero ¡imagínense los chistes con Urano!), sino porque él brilló en su oficio sin sacrificar nada de él, con la excepción, obviamente, de su cuerpo. Para mortales como nosotros que pasamos la semana sentados en nuestras oficinas y los domingos postrados en sofás, Brady, con su estilo de vida abstemio es un ícono, pero probablemente no sea alguien en quien aspiramos en convertirnos. Soñamos con ser Gronk.

Goose tenía razón cuando dijo que su hermano no había cambiado, en lo mental, desde su llegada a la NFL. El pasado jueves, cuando le hice la misma pregunta a algunos de sus compañeros, todos se burlaron. “Sigue siendo exactamente la misma persona”, expresó el veterano profundo de New England Patrick Chung, quien agregó, de improviso: “También es muy inteligente, para que ustedes sepan”.

Matthew Slater, jugador de equipos especiales que ha estado al lado de Gronkowski durante sus ocho temporadas, estuvo de acuerdo. “Con todo lo que ha logrado como jugador, ha mantenido esa alegría infantil”, expresó. “Creo que hay algo que aprender en ello, para todos los adultos serios que hay en la habitación. Tales como yo”.

Mientras hablaban, Gronkowski galopó al ingresar al salón de baile del hotel, saludando a todos sus compañeros. Cuando se sentó frente al podio, se le preguntó inmediatamente con respecto a su decisión pendiente sobre un posible retiro: “Hoy, es un ‘quizás’”, respondió. Además, respondió a las interrogantes respecto a cómo se sentía después de una temporada tan exigente.

“Es una lucha, tanto mental como físicamente, pero he estado haciéndolo durante toda mi vida”, indicó. “Lo he estado haciendo ahora, jugando al fútbol americano, cada año desde que cursaba séptimo grado. No conozco nada distinto”.

Un reportero indicó que Chung usó una gorra con las iniciales “DILF” y Gronkowski se iluminó, sonriendo por primera vez. Respondió a una pregunta con respecto a si alguna vez se había metido en problemas alguna vez debido a su personalidad desinhibida sacudiendo su cabeza.

“He sido muy extravagante en algunas ocasiones… pero siempre he aparecido y hago el trabajo”, indicó.

En otras palabras: No ha sido un jugador de New England en el sentido tradicional, más siempre ha seguido los preceptos de la forma de hacer las cosas en los Patriots.


Alguien preguntó si Gronkowski había recordado sus travesuras del pasado y llegado a cuestionarse por qué actuó de esa forma.

“No”, respondió. “Todo está muy bien”.

Luego rio con una de sus características carcajadas de “huh huh huh”, alzando su voz al menos una octava.


“Quizás vengan otras muy pronto”, indicó.