Será a las 17.10, en una Bombonera que seguramente no estará abarrotada como en otras oportunidades, un poco por la crisis económica y otro por la ola de violencia que se desató en las últimas fechas, especialmente en la del domingo pasado, cuando se produjeron incidentes todavía frescos en la mayoría de los estadios.

Los equipos, que esta tarde compartieron una producción fotográfica en el diario Clarín en son de paz, saldrán juntos al campo de juego por iniciativa de los presidentes de los clubes, Mauricio Macri y José María Aguilar, para ayudar a descomprimir las tensiones externas. El arbitraje estará a cargo de Héctor Baldassi, el operativo de seguridad comprenderá a 1350 efectivos policiales y River estrenará en su camiseta la inscripción de su nuevo sponsor, la marca de cerveza Budweiser.

Como casi siempre en los últimos años, River llega mejor parado, ostentando el liderazgo en el torneo Clausura y con un juego más vistoso que el de su rival. Pero, se sabe, en este tipo de encuentros los antecedentes tienen el peso de una hoja de papel. Además, la paternidad que Boca supo alimentar en la última decada y el plus que sus jugadores suelen sacar a relucir en los superclásicos actúan como un fuerte contrapeso para el presente más dulce del equipo de Ramón Díaz. El técnico de River dijo que los cuatro puntos de ventaja que su equipo le lleva a Boca representan una presión para el bicampeón de América, que por esa razón tiene "las mayores obligaciones".

En el fondo, las palabras del riojano tienen una importante razón de ser: si River gana, se irá a siete unidades a Boca y sacará definitivamente chapa de candidato excluyente al título. Pero no es menos cierto que River soporta una pesada carga: mañana se cumplirán 2646 días de la última vez que ganó en la Bombonera (el 11 de diciembre de 1994, 3-0, con Américo Gallego como entrenador). Pero hay más: Ramón Díaz también tiene una importante deuda pendiente, ya que en las cuatro veces que pisó la cancha de Boca como entrenador se fue con el gusto amargo de la derrota.

Habrá que ver hasta qué punto la ausencia del lesionado Juan Román Riquelme resiente la estructura de Boca. Riquelme es el mejor de los que juegan en el país, pero Boca ganó muchos partidos sin sus exquisitos aportes y, además, su reemplazante, Walter Gaitán, ya entregó pruebas suficientes de que es un volante con talento, claridad y gol más allá de sus reconocidas lagunas, que suelen impacientar a muchos hinchas "xeneizes". Surgen más preguntas: ¿conseguirán Andrés D'Alessandro y Eduardo Coudet tener el protagonismo ofensivo que River necesita ante un mediocampo a prueba de las más duras batallas como el que conformarán Sebastián Battaglia, Mauricio Serna y Cristian Traverso? ¿Podrán Ariel Ortega y Fernando Cavenaghi imponer el poder de fuego que tuvieron en las cuatro fechas iniciales, en las que River consiguió un promedio de cuatro goles por encuentro?

Hay más: ¿jugará River con la predisposición ofensiva que tanto proclama su técnico o, por el contrario, será nuevamente víctima de los temores que supieron invadirlo en la mayoría de los últimos quince clásicos ante Boca? ¿Aprovecharán Guillermo Barros Schelotto, Marcelo Delgado y Gaitán los baches defensivos ya crónicos de un River que juega con tres en el fondo pero no consigue solidez como expresión colectiva? Son, simplemente, preguntas que encontrarán respuestas en la cancha, como siempre. Lo bueno es que falta poquito para que empiece el juego y la Argentina se olvide, al menos por dos horas, de sus desventuras diarias.