EPARafa Márquez fue el líder de dos generaciones y tal vez hasta de tres generaciones de futbolistas mexicanos.

LOS ÁNGELES -- A falta de peras y manzanas (aún) en estas interacciones cibernéticas, aclaro puntualmente: fracasar no mutila ni estigmatiza a nadie como un fracasado.

El fracaso, a pesar de su rimbombancia fonética, de su estruendo fonético, es solamente la eventualidad y la posibilidad de empeñar la vida en la osadía de consumar algo.

Claro, hay niveles para fracasar. Yo puedo fracasar hoy tratando de argumentar ante Usted el fracaso de Rafa Márquez, pero mañana intentaré no fracasar argumentando algún otro tema. O al menos eso espero. Pero, si fracasan los misioneros de la ciencia en encontrar hoy la vacuna y la cura del COVID-19, se colapsa la humanidad… pero mañana volverán a intentarlo. Que yo fracase ante Usted, a lo sumo puede generarme una mentada de madre; si ellos fracasan hoy, será un día más de luto para la humanidad.

Sin peras ni manzanas, pues (de momento), en esta galaxia universal de la cibercomunicación, retomo las duras reflexiones de Rafa Márquez sobre el futbol mexicano, que son reiteraciones, tal vez más diplomáticas, porque las canas anestesian la beligerancia, ojo, sólo la narcotizan, no la aniquilan.

Alguna vez, con ellos todavía en activo, reporteé con Pável Pardo y Jared Borgetti sobre el trauma de las manos vacías de los jugadores importantes en México.

1.- Concluían algo que es totalmente irrebatible: se consideraban satisfechos con sus carreras exitosas, campeones en diferentes circunstancias, batallas y coliseos.

2.- Coincidían en algo que es totalmente comprensible: se consideraban insatisfechos, aún con sus carreras exitosas, porque muchas ilusiones, muchos sueños, muchas fantasías, quedaron truncas.

A eso me refiero al vincular a Rafa Márquez con el Síndrome del Fracaso, el cual, insisto, no lo convierte en un fracasado. Ni a él ni a quienes lo intentaron a su lado.

Además, recuerde Usted algo: Rafa Márquez fue el líder de dos generaciones y tal vez hasta de tres generaciones de futbolistas mexicanos. Tenía la autoridad de sus blasones por Europa, y, ni más ni menos, con el Barcelona, para ser, por ello, el adalid de la resiliencia mexicana.

Jugó los mundiales que quiso, y, dramáticamente, cuando regresó lastimadísimo de su funesto periplo de la MLS, y todos pensamos que regresaba a enterrar su osamenta en el retiro, escandalizó al asegurar que jugaría el Mundial de Brasil, mientras se preparaba para llevar al León al Bicampeonato.

Pero, ¿cree usted que satisfizo todos sus sueños e ilusiones y fantasías con la selección mexicana? Tal vez sólo parte de todas ellas.

De extracción rojinegra, en lo más álgido del proyecto Bielsa, cuando el Atlas le trasplantaría la medula espinal, la columna vertebral, a la selección mexicana (Oswaldo Sánchez, Márquez, Pardo y Borgetti), ni siquiera pudo alcanzar el primero de sus objetivos, ese Everest inaccesible de hacer campeón al mismo Atlas.

Pero, si en algo coincidían esos cuatro, era en trascender con el Tri. Charlas intensas e interminables sobre el quinto partido y más allá. Sueños legítimos, hambre legítima, anhelos legítimos.

Por eso, cuando este lunes, Rafa Márquez embiste –insisto sin la belicosidad de antes--, contra la forma torpe, aviesa, abyecta, corrupta, miope, negligente, bobalicona, mercenaria, suicida casi, en la que se maneja el futbol mexicano, en todos sus niveles directivos, más que poner el dedo en la llaga, ulcerada de fracasos, en realidad, en el fondo, es un desahogo de sus propios fracasos por metas rotas por manos ajenas.

Rafa Márquez, y tantos otros, otros muchos más, quisieron más, mucho más, en ese universo de sus posibilidades. En la conciencia desnuda de sus propios éxitos personales, Rafa Márquez sabe que había posibilidades de dar el gran salto, de ser mejores, de conseguir lo improbable y de atreverse a lo imposible.

Quiso ser un directivo genuino en el Atlas, porque entiende plenamente la mística poderosa y benditamente contagiosa, virulenta, de ese sadomasoquismo de ser Rojinegro, pero se encontró emboscado en una trinchera envenenada. Otro fracaso.

Quiso dirigir al gremio. Puso la cara y las finanzas, la voz, el mando, la imagen, para acaudillar el movimiento de jugadores en México. Lo traicionaron, lo abandonaron, fue abjurado por gente en la que confió. Porque encima, tras el problema legal con el Departamento del Tesoro de EE.UU., percibió de manera escandalosa y brutal la soledad del ex jugador, del hombre, del ídolo, que era no sólo abandonado, sino estigmatizado por ese futbol mexicano, por el que alguna vez apostó a muerte.

¿Me hago entender ante Usted, lector, ahora? Rafa Márquez, como otros, como muchos otros, ha visto cómo sus sueños, sus ilusiones, sus proyectos, sus fantasías de futbolista, fueron traficados, saboteados, mercados, saqueados, por una FMF y su sarta de dirigentes, manejando el futbol mexicano de esa detestable forma –reitero--, torpe, aviesa, abyecta, corrupta, miope, negligente, bobalicona, mercenaria y suicida.

Después de tantas vicisitudes, aún en medio de su olimpo personal de éxitos, Rafa Márquez debe entender, desconsolado, en medio de su pasión por el Tri –idéntica a la que Usted siente--, ese fragmento que inmortaliza el cuento Diles que no me Maten, de Juan Rulfo: “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar, está muerta”.

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VIDEO: ¿Por qué Atlas si y América no? John Sutcliffe responde sobre el caso Renato Ibarra
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LOS ÁNGELES -- Para desmentir la verdad, hay que mentir. Pedro Portilla (achichincle de Grupo Orlegi en el Atlas) sabe de ello. Desde el América lo hacía tan bien que lo hace muy mal. ¿Recuerda usted aquello de que “’Chaco’ Giménez no es un buen futbolista’? Así, de ese tipo.

Por eso, cuando Portilla desportilló la presentación de Renato Ibarra con Atlas, le fue fácil mentir para desmentir la verdad: “Renato es inocente”. Olvida que no fue declarado inocente, sino que la parte vejada, mancillada, ultrajada, decidió retirar los cargos.

(Permítame este acápite imprescindible. Como ya habrá intuido, el nombre de Renato significa “natus (nacido de nuevo)”, “renacido”, pues. Ad hoc, sin duda ¿o no?)

Atlas

La jueza Esperanza Medrano Ortiz lo acusó oficialmente de violencia familiar y tentativa de homicidio y aborto (desprendimiento parcial de la placenta) después de que Lucely Estefanía Chalá lo demandó por violencia doméstica. Claro, video adjunto.

La familia Chalá entendió que con Renato preso ni Lucely, ni su hijo en embrión, dispondrían de casa, comida y sustento. Lucely no lo perdonó, lo liberó; no lo indultó, se compadeció.

Cierto, alguien en ese clan Chalá, además, lucró con el drama. Mercenaria, farisea y facinerosamente, vendió entrevistas, videos, fotos, rumores, intimidades. No se escandalice lector: Usted y yo consumimos toda esa parafernalia de la abnegación, somos cómplices.

Hoy, el futuro de Renato Ibarra está en el Atlas. Llega ahí después de torpes, escabrosos y bobalicones intentos por retenerlo en América, y termina reclutado en un equipo donde la desesperación (fue campeón en 1951, hace 69 años) enquista más poderosamente que la bonhomía y la nobleza. Ojo, Atlas, que no es ni Messi, ni Cristiano… vamos, ¡ni el Berna García siquiera!

Habíamos establecido en este espacio que “segundas oportunidades implican segundas decepciones”, y que todos necesitamos de segundas oportunidades aunque no todos las merecemos. Afortunadamente, para Renato, “el renacido” le llega de inmediato.

En todo este entramado, este Teatro Guiñol, en el que Renato es el títere y bufón, quienes más daño han hecho han sido el América y sus artilugios de simulacro de plebiscito, tratando de calibrar entre la muchedumbre la reintegración del ecuatoriano.

En ese ejercicio, los medios mostraron bayonetas, y los aficionados amnesia y una alfombra roja. América se acobarda más ante las bayonetas mediáticas que ante el descontento de su prole. Y puso a Renato en el aparador.

Y agrava todo el escenario el que Atlas, para desmentir la verdad, lo declare inocente, en los afanes leguleyos de Portilla. Mentir en casos así, es estercolarse agregando estiércol a una situación ya estercolada. No hay que ser inteligente para entenderlo, apenas un ápice de sentido común.

Ir del América al Atlas es enviarlo de paseo al purgatorio. Dueño de una historia fascinante de romanticismo e hidalguía (algo que no entienden sus más recientes directivos), el Atlas goza de una afición que ha hecho del sufrimiento un apostolado genuino. Ney Blanco lo resumía así: “Le voy al Atlas hasta cuando gana”.

Pero, obviamente Atlas tiene un problema: ya no se trata de si está herrumbrosa su sala de trofeos, sino de saber dónde está o si hay sala de trofeos todavía, o incluso si ese magnífico ejemplar de Jurassic Park aún existe 69 años después.

No crea usted que a Renato Ibarra le espera una fiesta. Está obligado a tener sólo notables actuaciones. Cada partido lo jugará bajo la lupa. Será sometido a escrutinio desde todos los balcones del morbo.

Si de repente lo embarga ese Jürgen Damm que lleva dentro (el de los centros a la tribuna, no el de TikTok), la propia tribuna rojinegra lo llevará al paredón. Si por el contrario, engarza a la perfección, júrelo, no querrá regresar al América, como son los planes.

No parará ahí. En la cancha, hay depredadores verbales, y Renato, “el renacido”, será puesto a prueba. Ha habido jugadores con alfileres u otras mañas para azuzar al adversario, en especial a los atacantes. No va a falta uno, de su misma ralea, que le musite carraspeadamente al oído, en un tiro de esquina: “Te manda saludos Lucely...”.

Ciertamente el ecuatoriano se salvó de un infierno, porque los agresores de mujeres, en los penales de todo el mundo, reciben un trato muy especial, de noches agitadas. Pero, le espera un infiernillo cada jornada cuando se enfrente a alguno de esos adversarios malasangre. La penitencia, leve, pero continúa...

Atlas sale ganando, por eso mismo, no había necesidad de desmentir la verdad mintiendo, dejando Portilla un portillo en la credibilidad de la institución.

Insisto: gana un buen atacante, obligado a matarse en la cancha. Por él y porque tiene obligaciones de paternidad pendientes. Y está en un equipo en el que la afición, o “la aflicción”, es incondicional del jugador, hasta de este tipo de pelaje.

Quedan dos dudas, pero preguntarle al Atlas es exponerse a una mentira como respuesta. Pronto tendremos la verdad para que la desmientan:

1.- ¿Es cierto que parte del trato con el Atlas es que Renato Ibarra no debe jugar contra el América?

2.- ¿América paga el 100 por ciento o sólo el 50 por ciento del salario de Renato? Pésimo negocio para El Nido de Coapa. Hábil negocio de Irarragorri por su “Ibarragorri”.

Recuerde que América lo ofreció en Brasil, porque en Ecuador hay resquemor hacia Renato, pero el jugador no puede abandonar el país.

Que disfrute Renato, “el renacido”, este segundo nacimiento, porque estuvo muy cerca de la muerte deportiva. Insisto, las segundas oportunidades encierran segundas decepciones, y las segundas oportunidades todos las necesitamos, aunque no todos las merecemos...

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LOS ÁNGELES -- Llegó a 700. Cobró a lo Panenka. Lionel Messi enciende el pebetero de su ego, pero languidece la esperanza del Barcelona. El altar de Lío resplandece con las ascuas del crematorio catalán. La Liga se ha escapado.

Real Madrid tiene una tarea compleja, pero ante Getafe puede escanciar la Copa y derramarla luctuosamente sobre la escotilla del sarcófago catalán. Ya puede poner sus manos en el delicioso contorno de la musa de la gloria. El acérrimo, tenaz y magnífico adversario, ha claudicado.

2-2. Sí, Atlético de Madrid debe masticar dulce y tragar amargo. Sofocó la fiesta en Barcelona, pero le regaló una doncella de metal, esculpida con el odio al Real Madrid.

La diatriba colchonera es si mató al Diablo para quedar bien con Dios o si mató a Dios para quedar bien con el Diablo. No hay felicidad total en los ateos.

Tal vez compareció este martes el mejor Barcelona desde que La Liga rompió el toque de queda por la pandemia. Pero no era suficiente. Ya se sabe que para el Atlético, morder las entrañas catalanas es como un bocado de la sensualidad de Eva en el impúdico despertar de Adán.

Con el arbitraje y el VAR tambaleándose en el vodevil de las sospechas, desde el manchón penal se enjuagaron las injusticias. El 2-2, al final, es un tapabocas para la pandemia de sospechas que acompaña a La Liga.

Constipada la tripa festiva de Messi y sus 700, el Barcelona recuerda a Sísifo en estos tiempos en que la frustración parece ser el más reciente capullo de La Masía. Mientras más se acerca al exitismo, más se aleja de su cometido.

Ahora, en tropel, como humos y hunos de ese Atila vencido, las calamidades empezarán a abalanzarse sobre el mismo Barcelona. Sus más negros demonios le irán brotando de sus propias entrañas.

Getty Images/David RamosLa llegada de Quique Setién no parece haber tenido el impacto que se esperaba en Barcelona.

1. Quique Setién recupera el báculo del único lugar donde le obedecen, en su campiña, con la seductora sumisión de sus nostálgicas vaquillas. Ni el gol “setecientos” de Messi pudo salvarlo.

2. Y para encontrarle el sustituto genuino, en el Barcelona buscan al genuino sustituto de Bartomeu, el hombre que hizo estallar el vestidor azulgrana, con el detonante sedicioso y silencioso de la intriga.

3. Mientras, en La Sagrada Familia los barcelonistas organizan una conflagración de veladoras para que los dioses paganos del futbol, enciendan los cirios del Madrid ante el Getafe, y que exorcicen los devaneos merengues de los arbitrajes.

4. Y tras los biombos maquiavélicos de la intriga, seguramente Joan Laporta arreciará el pastoreo de los inconformes, con promesas cacareadas de obviedad, como reintegrar a Pep Guardiola, acompañado de Xavi y de Puyol.

Sí, lo peor para el Barcelona, parece ser lo mejor que le puede pasar, mientras zozobra calamitosamente, y se aferra, con manos tumefactas y crispadas de arteriosclerótico, a su último salvavidas que es un venturoso sorteo en la Champions.

Incluso, los homenajes a Lionel Messi y sus 700 parecen un parche mal cosido por guasones sastres en el obituario más doloroso desde la época del Tata Martino con el club catalán.

Para este pasaje caótico, encaja perfectamente una necrófila reflexión de José Luis Alvite: “Si bien se mira, la muerte (del Barcelona) sólo es una enfermedad en mal estado”.

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Viñeta Rafa Ramos

LOS ÁNGELES -- El futbol de México nunca fracasa, engalana sus derrotas con la mortaja de la tragedia. Algo así como: “No pierdo yo, me ha derrotado el Universo”.

1.- O viste de héroes a sus victimarios para declarar su derrota a manos de lo extraordinario.

2.- O viste de forajidos a sus vencedores para declarar su derrota como un tratado de injusticia.

3.- O elige el suicidio, sin dejar nota aclaratoria, para que nadie pida explicaciones con la Ouija.

Como metáfora agregada al vía crucis mexicano del futbol, encaja la reflexión de Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”.

Como penitencia, el futbol mexicano termina como la víctima de sus grandes victorias y como el invencible de sus grandes derrotas. Nunca falla: el sufrimiento nunca decepciona.

Este lunes 29 de junio se cumplen seis años del #NoEraPenal. México se asomaba al milagro del #QuintoPartido con gol de un rutilante Giovani dos Santos al 48’. Pero, los milagros, cuando se visten tricolor, nunca llegan al altar guadalupano de los mexicanos.

Al minuto 88. Sneijder empareja. Y después Rafa Márquez mordisquea el juanete izquierdo de Robben, quien se desploma con la gracia de Chaplin. Pero nadie ríe cuando la tragedia se carcajea. Penalti que Huntelar canjea en la red al 94’. La desgracia salta trémula de su sarcófago: seguía teniendo bajo su custodia al futbol mexicano.

Para México, no hay historia sin histeria en el futbol. Su ángel de la guarda se colapsa ante el drama. Ocho años antes, en Alemania, ante Argentina, Maxi Rodríguez tuvo una epifanía. Se posesionó de él el espíritu guerrero pero avejentado de Maradona.

Hoy, Maxi, aún no se explica cómo mulló el balón con el pecho y su habitualmente errática pierna izquierda se convirtió en la bazuca de Rambo e hizo estallar la trinchera de Oswaldo Sánchez. “Lo he intentado muchas veces, en juegos, en entrenamientos, y no, nomás no…”, reflexiona en ese diván glorificado de los héroes accidentales.

Si el futbol mexicano regenteara el infierno, estaría poblado de las vicisitudes ajenas. Goza santificándose en la satanización de sus verdugos. Insisto en Octavio Paz: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”.

Es decir, ni en 1986 fue culpa de sus federativos, ni de los calambres misteriosos de Hugo Sánchez, ni de los penaltis errados, sino del árbitro colombiano Jesús Díaz, que le hurtó un gol al Abuelo Cruz, y del arquero Schumacher. Vea pues: el héroe ajeno y la injusticia al propio.

Y del Mundial de 1990 no lo exilió la intriga tramposa de los cachirules, sino la maldita prensa que difundió las actas de nacimiento adulteradas. La traición de la verdad. Sí, entre la eutanasia y el suicidio, sólo cabe la mala fe.

Y para Estados Unidos 1994, no es que Mejía Barón se guardara los cambios, o si Hugo quiso entrar o no, o si desde el palco de la FMF, bloquearon su entrada, ni los tres cobros fallidos en la tanda de penales. No, todo fue culpa del arquero Mikhailov que jugó el mejor partido de su vida.

Y así, desde los desaciertos en los enroques de Manuel Lapuente en Francia; la alocada agresión de Rafa Márquez a Cobi Jones y sacar a Ramoncito Morales de la cancha ante EE.UU., y otros funestos capítulos más, hasta Rusia 2018, cuando México no sobrevive a su victoria sobre Alemania, para claudicar con los delirios napoleónicos de Juan Carlos Osorio ante Suecia.

Es decir, la fascinación del futbol mexicano en sus grandes derrotas, consiste en explicarlas con la mitificación de lo increíble. El fracaso lo acepta sólo como la confabulación siniestra de la adversidad y el infortunio.

Por eso, en este 29 de junio, el #NoEraPenal es un onomástico humorístico para que el mundo del balompié entienda que México, su futbol, como tal, desde esa tumba eterna del cuarto partido, nunca pierde…

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LOS ÁNGELES -- “Miedo”. En distintos matices. Y no son voces aisladas. Son voces representativas.

“Miedo”. No son arrebatos, son reflexiones. Guillermo Ochoa, Alfredo Talavera, Uriel Antuna, Emanuel Aguilera, Rafael Baca. Miedo a jugar al futbol en los tiempos del cólera del coronavirus. Y no hablan sólo por ellos, hablan por el resto, por todos y cada uno de ellos.

Este sábado, a la pandemia de zozobra, Cruz Azul agrega ocho casos positivos de COVID-19. Ocho casos que convivieron al menos 48 horas con el plantel completo, en la Ciudad de México y en la concentración en Querétaro. Ocho casos con ocho familias.

Nuevos exámenes, nuevas incertidumbres, nuevos sobresaltos, entre quienes dieron negativo pero convivieron 48 horas con positivos asintomáticos. Y entre sus familias. El contagio por COVID-19 es un círculo vertiginosamente crítico aún en México. Aunque se le disfrace falazmente como “neumonía atípica”.

Cuidado: estamos a menos de cuatro semanas de que arranque el Apertura 2020. ¿En ese lapso tendrá el futbol mexicano un hábitat sanitario confiable para regresar a las canchas?

La realidad es que México no tiene control sobre el caprichoso coronavirus, sino que el coronavirus tiene bajo sus caprichos a México, aún cuando por decreto presidencial sólo se contagien los malos y los mal alimentados.

Guillermo Ochoa lo advirtió a principios de mayo: “No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”.

Ismael Valdez, portavoz de la AMFpro, ha sido contundente: “¿Le han preguntado al futbolista si quiere regresar?”. El problema es que el futbolista en México vive en el desamparo: sin voz y sin voto.

El sábado circularon versiones en redes sociales que todo el plantel de Cruz Azul quería romper filas. La Copa por México parece ahora una copa contra el futbolista mexicano. Una copa con cicuta.

Lo saben todos: La Copa Por México es una copa escanciada por la codicia, estrictamente. La desesperación de los fariseos es implacable aún ante la desesperación de los futbolistas. Para ellos, aquello de Yupanqui de “que nadie escupa sangre, pa’ que otro viva mejor”, es poesía que no cotiza en la caja registradora.

Cruz Azul debe resolver este domingo su futuro. Puede –y debe-- renunciar a jugar la Copa por México. Habrá algún equipo desarrapado y desesperado por ocupar su sitio por una limosna. Se habla de Puebla y Necaxa.

¿Es legítimo que el jugador se rebele y se niegue a jugar la Copa por México? Absolutamente. No sólo es su vida, sino la de quienes ocupan su vecindario afectivo.

¿Se atreverá a hacerlo? ¿Se atreverá el futbolista en México a montar una trinchera? La historia dice que no. La historia lo expone como un pusilánime.

Ha soportado todos los rituales de la esclavitud que prohíja la Industria del Futbol: pacto de caballeros, vetos, tianguis de piernas, directivos coludidos con promotores y entrenadores coludidos con promotores, etcétera…

La FMF debe despertar ante este bofetón de la realidad en Cruz Azul. De ser necesario, debe cancelar la Copa por México. Es una obligación civil, moral, sanitaria y principalmente humana.

Puntualmente, a cuatro semanas de que inicie el Apertura 2020, debe entender que es mejor sacrificar la Copa por México, que el torneo oficial. Dejar de rasguñar miserablemente centavos, para, tal vez y sólo tal vez, rescatar su liga.

A horas de que seguramente Cruz Azul renuncie a la Copa por México, a petición de sus propios futbolistas, parece el momento oportuno, coyuntural, para que el resto de los equipos se plantee la misma pregunta.

El jugador tiene miedo, y así lo han dicho, insisto, no voces aisladas, sino voces representativas. Pero no sabe pelear ni por sus miedos ni por sus derechos. Y la pasividad silenciosa es la forma más cobarde de traición.

Vamos, no hay respeto ni en tiempos de crisis. Una mancha cancerosa e histórica para el gremio será aquella cuando Tigres, ante la protesta de Veracruz por falta de pagos, abusó carroñeramente para marcarle dos goles, arengados por Tuca Ferretti. Esa noche, para Tigres eran más importantes los tres puntos que el hambre de las familias de sus rivales, y la injusticia. Fueron cómplices de Fidel Kuri.

¿Cómo esperar una reacción del jugador mexicano si su mayor miedo es a desafiar todos sus miedos? Y esa noche de Tigres contra Veracruz quedó claro que mientras más opíparamente comes menos conciencia gremial tiene.

Las consecuencias del temor empiezan con el temor a las consecuencias. Y se paralizan. No saben que unidos, tienen el control absoluto de la Liga Mx.

Por eso, los mencionados Guillermo Ochoa, Alfredo Talavera, Uriel Antuna, Emanuel Aguilera y Rafael Baca, saben que aunque son la voz de todos, el miedo del resto, los convierte en voz de nadie.

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LOS ÁNGELES -- La vida lo confirma así: abrir la puerta a segundas oportunidades es abrir la puerta también a segundas decepciones.

Cuatro meses después del pandemónium en su departamento, convertido en un energúmeno, amenazando a su pareja preñada, Renato Ibarra ofrece disculpas. Las redes sociales se han convertido en el infierno y en el purgatorio. La turba acciona la guillotina o indulta.

Renato Ibarra
Imago7Renato Ibarra fue cortado por las Águilas luego del escándalo.

Obvio, Renato Ibarra no decidió salir al balcón del lloriqueo, lo enviaron. Un modus operandi rudimentario del futbol mexicano. Tira el anzuelo... y del tamaño de la pesca será el tamaño de tu almuerzo.

El América se lava las manos: que lo absuelva o lo condene su propia prole. La voz del pueblo ha dejado de ser la voz de Dios, pero, en este caso, la voz del pueblo, de su pueblo, ha pasado a ser –comodinamente– la voz de Emilio Azcárraga Jean.

Si el americanismo –principalmente– indulta a Renato, insulta y condena a Lucely Chalá y a una criatura en embrión. ¿Cuándo pasó a ser el embarazo de ella un elemento innecesario de juicio? ¿Loemos al victimario hasta que lo convirtamos en víctima?

Renato Ibarra es carne envenenada. Para el América y para cualquier otro club. Aunque, desde la bitácora voraz de los ratings, un capitulito oportunista de La Rosa de Guadalupe, puede cambiar el status y las circunstancias.

En redes sociales, la absolución avanza, domina. Mucha afición americanista ejerce el voto desde el anonimato y se solidariza más con las urgencias de El Nido, que con el sentido de justicia. “Pobrecito Renato, redímete goleando a Chivas”.

El cinismo de Franz Kafka lo explicaba así: “En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”. El adoctrinamiento del pusilánime. Cada voto a favor de Renato es un voto a favor de su reincidencia. La segunda oportunidad siempre entraña una segunda decepción.

Esto es coloquialmente una contradicción: ¿cuántos de los que piden una segunda oportunidad para Renato se la han dado a gente de su entorno o a ellos mismos? Hay manos más inmundas que la piedra que arrojan.

Así pues, retomemos el tema de las segundas oportunidades. Es irrefutable que todos las necesitamos, pero no todos las merecemos.

Y lleva a otra reflexión: ¿qué es más importante: la segunda oportunidad para uno o la primera oportunidad para otro? ¿Quién tiene más derecho, el que ya erró o el que tal vez no lo haga?

Renato Ibarra es un buen futbolista. No es un crack, ni un fenómeno, porque si lo fuera no jugaría en la Liga Mx. Pero, creo que a cualquier jugador, en México, le gustaría tenerlo a su lado, pero, ¿ese mismo jugador se atrevería a sentarlo a su mesa con su madre, su hermana, su esposa o su hija?

Ciertamente, Ibarra es un activo del América, pero en El Nido es obligada la reflexión: ¿es mejor rescatar unos dólares de futbol aunque se pierdan millones de dólares en credibilidad en una empresa que embiste en sus telenovelas contra la violencia de género y el aborto? De ser así, sería obligatoria una aclaración pertinente: “lo que aquí se transmite no refleja nuestra verdadera forma en que debe ser tratada la mujer”.

Sin duda, Renato Ibarra ha iniciado bien su campaña de proselitismo, obviamente –insisto–, con la asesoría del América. Promete, con la misma enjundia con la que aparece en el video donde amenaza a Lucely Chalá, dedicarse a trabajar en contra de la violencia de género. ¿El lobo cuidando al rebaño?

Primero, Renato Ibarra, éste arrepentido y redimido hombre, debería purgar su propio remordimiento, y después ofrecer disculpas. Apenado, contrito, lloroso, desesperado, hace uso del chantaje sentimental antes que de hechos puntuales para granjearse el perdón.

Ya bastante lamentable es que la justicia mexicana terminara siendo cómplice ante tantos elementos condenatorios. Aún más lamentable es el hecho de que Cléber Chalá, el padre de Lucely, transara con los abogados de Renato.

Porque, recordemos, Renato Ibarra no fue absuelto, no fue declarado inocente, sino que los cargos fueron retirados. La agresión existe... y la corrupción también

Por un plato de lentejas, el padre de Lucely traficó el derecho a justicia de su hija y su nieto en gestación. Entiendo que ese plato de lentejas jamás llegará si Renato Ibarra no hace lo que mejor sabe hacer: jugar futbol. Espero que haya suficientes lentejas en ese plato para que Cléber Chala satisfaga hasta su hambre de indignidad.

Por lo pronto, Renato Ibarra y el América deben estar satisfechos. Han logrado, tristemente, que la chusma de su afición, porque debe haber gente pensante en ella también, vote profusa aunque no profundamente a favor del regreso del ecuatoriano.

Pero el riesgo sigue ahí, ese riesgo de que abrir la puerta a segundas oportunidades es abrir la puerta también a segundas decepciones.

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Las "Bombas" de América

FECHA
30/06
2016
por ESPN Stats & Information
 
Las ESPN DatosRicardo Peláez aseguró que las llegadas de Silvio Romero, Renato Ibarra y Bruno Valdez fueron las bombas de verano de las Águlas.

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