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Jesús Martínez Jr. ve muy positiva la posibilidad de que Luis Montes regrese al 'Tri'
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LOS ÁNGELES -- Obstruye. Construye. Destruye. Genera. Inventa. Inspira. Conspira. Lidera. Capitanea. Ejemplifica. Arenga. Sirve. Anota. Hay rudeza, si hay que ser rudo. Hay dureza, si hay que ser duro. Pulcritud, si hay que ser pulcro. Experto en demolición. Perito en construcción. Capitán y líder. Tres veces campeón con el León. El futbolista mexicano más talentoso desde la época de Cuauhtémoc Blanco.

Luis Montes es la cabeza visible de los Leones Verdes, pero no ha podido ser la cabeza visible de los Ratones Verdes, mal llamados e inmortalizados así por Manuel Seyde, columnista de Excélsior, como referencia directa a la selección mexicana.

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Imago 7Luis Montes celebrando el título con León, que venció a Pumas.

Una fractura de tibia y peroné lo deja fuera de Brasil 2014; una fractura en las entendederas del cuerpo técnico colombiano, lo deja fuera del Mundial de Rusia, y una fractura en la habilidad de comunicarse por parte de Gerardo Tata Martino, lo tiene, hoy, fuera del Mundial de Catar 2022. La cabeza del ratón desdeña a la cabeza del León.

Otro torneo espectacular. Otro ciclo cerrado con otro ciclo olímpico, con otra vuelta olímpica en el Nou Camp de León. El tercer desfile de la gloria para Luis Montes. Sin duda el mejor futbolista del Torneo Guard1anes 2020, y el jugador preponderante en la Liguilla.

Nacho Ambriz decidió que 17 jornadas de exquisitez eran suficientes. La Liguilla había que jugarla con espíritu de barrio y con oficio canchero. El primero en entenderlo fue Luis Montes. De capitán de orfebres se convirtió en capitán de peones. El aroma de la batalla suele ser el mismo si al final aguarda la victoria.

Durante 17 jornadas, Luis Montes hace lo que sabe porque sabe por qué lo hace. Valorarlo por la cantidad de anotaciones y pases para gol en el Guard1anes 2020 sería hacerlo prisionero de las estadísticas. Los números relatan lo que por sí solo produce, pero no lo que produce para que otros produzcan.

El Chapito es quien ordena el rumbo de navegación y el ritmo de los remeros en el León. Para su fortuna, la tripulación está en la misma sintonía. Hay una simetría pasional para jugar al futbol. Es el eje equidistante de las diferentes sociedades en la cancha. Y por eso se habla de Pedro Aquino. Y de Jean Meneses. Y de Fernando Navarro. Y de Ángel Mena. Y en su respectivo momento del Avión Ramírez o de Joel Campbell. Y de Emmanuel Gigliotti cuando fue necesario.

Y por él recupera su libertad el clan colombiano, porque son sus miembros, Andrés Mosquera, William Tesillo, Yairo Moreno, y Stiven Barreiro quienes dan solidez en el fondo y son las compuertas ocultas de salida que colaboran con Montes.

Seguramente existe la nostalgia. Aquella media cancha del Bicampeonato, con Montes, José Juan Vázquez y Carlos Peña, tenía un poderío impresionante, un despliegue demoledor. Gallito y El Gullit complementaban una media cancha que consumaba lo más difícil: hacer del futbol fácil un cometido artístico. Y claro, Mauro Boselli jalaba el gatillo.

Bajo el mando desenfadado, liberal, generoso, del hoy tan devaluado Gustavo Matosas, era un León mucho más imperativo e imperial en la cancha que esta versión campeona del Torneo Guard1anes 2020. Desenfadado en defensa, la tarea era tan simple como acogotar al adversario, asfixiarlo, con la bayoneta en la yugular.

Después de la esplendidez de su primer título, y la forma de enderezar el rumbo en el segundo campeonato, clasificando como último pasajero a la Liguilla, hacía soñar a Jesús Martínez Murguía. “¿Un Tricampeonato? ¿Por qué no?”.

La comarca leonesa aguardaba festiva. Sus héroes irían al Mundial de Brasil, y regresarían con una cosecha inusitada y a buscar un inusitado Tricampeonato. Y además, con un obsequio maravilloso de un futbol espectacular, generoso, ofensivo, letal, depredador.

Pero, en un amistoso ante Ecuador, el 31 de mayo de 2014, a días de que la selección mexicana dirigida por Miguel Herrera viajara a Río de Janeiro, en una jugada inocente, en el ombligo del Cowboys Stadium, todo se trastocó.

Se derrumbaron, en un segundo, todos los castillos. Segundo Castillo y Montes chocan yendo tras el balón. Fractura de tibia y peroné. Nadie se imaginó en ese instante dantesco, aterrador, lamentable, el monumental desplome masivo de tantas ilusiones y proyectos.

Luis Montes tardó más de un año en volver a su nivel de juego. Gullit Peña, con un potencial totalmente europeo, nunca volvió a ser el mismo, afectado aún más psicológicamente que el mismo Chapito. Gallito Vázquez se quedó huérfano y el peso fue excesivo.

El Tricampeonato soñado por Montes se demoró hasta este 2020. Encontró los socios que buscaba. Con una variedad de opciones. Un Navarro más maduro, e insolentemente ladino. Meneses, Aquino y Mena recrearon la fantasía de Nacho Ambriz, y el León llevaba ya protagonizando varios torneos, mediante el embeleso y los resultados.

Faltaba el título. Ambriz desnudó a sus jugadores. Les quitó la vestimenta de gala, y los invistió de obreros. Primero, a picar piedra, y después a satisfacer el gusto para desarrollar el valor genuino del futbol: disfrute y espectáculo.

Vencer en la Final a Pumas de la UNAM tiene una ironía. El técnico universitario, el argentino Andrés Lillini, fue el primer buscador de talentos maravillado por Luis Montes. Irónicamente, Lillini no pudo debutarlo, pero en su debut como entrenador, quien termina por amargárselo fue precisamente El Chapo, comandando a La Fiera.

En charla con Javier Alarcón, Luis Montes revela que Lillini lo descubrió a los 15 años, en esos despiadados y casi suicidas campos de tierra y laja en Ciudad Juárez, y lo llevó a probarse con Monarcas Morelia. Pero no había habitación vacante en la casa club. El jugador debía esperar seis meses o rentar un sitio para vivir.

“Ya cuando estamos en Morelia él (Lillini) me dice: ‘Mira, dame seis meses en lo que se abre un lugar en la Casa Club, y te vienes para acá, o renta un apartamento’, pero yo le dije: ‘¿Y con qué (dinero) lo voy a rentar?’”, recuerda el jugador en esa entrevista.

Ante la indecisión de Morelia, y la impotencia de Lillini, El Chapo acude a probarse a una Escuela de Pachuca, quien le ofrece casa, comida y sustento en sus instalaciones. Lillini y Morelia se arrepentirían después.

“(Fui) A una escuela (de futbol) de Pachuca en Ciudad Juárez, y ahí es donde me invitan a un torneo en Pachuca, me ven los visores, y me dicen que les gustaría que me quedara. Andrés Fassi habla con mi papá y le dice que me van a dar alojamiento y comida en la Casa Club, que me van a dar estudios”, relata.

Montes sería asignado al comando de emergencia para ascender al León. La epopeya comenzaba. Hasta que el más reciente abrazo, el del reencuentro, entre Lillini y El Chapo, tenía un podio y un trofeo de campeón de por medio.

El título parece haber modificado algunas cavilaciones de Luis Montes sobre la selección mexicana, quien se había negado a acudir, harto, pero más por el maltrato en la época de Juan Carlos Osorio, específicamente de Pompilio Páez, y enfadado tras una sensación de frialdad por parte de Tata Martino.

Pero, Luis Montes ha tirado un mensaje al técnico del Tri. Es una epistolar reconciliación. La confió a través de ESPN, y seguramente el técnico argentino le prestará atención.

“Mis hijos me han dicho: ‘Papá, te queremos ver ahí otra vez’, yo nunca descarto volver a estar ahí. Es una situación que le pensado mucho y no lo descarto”, reveló Luis Montes.

¿Cambiará este escenario la historia? ¿Permitirá esta petición nacida de su prole, de su sangre, que finalmente la cabeza de los Leones Verdes sea también la cabeza de los Ratones Verdes, dixit Manuel Seyde?

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