PHOENIX -- El 6-0 a Cuba reduce las urgencias, pero aumenta las obligaciones, las exigencias, para Miguel Herrera y la selección mexicana.

Entre la escandalosa perfección del marcador (6-0), son insoslayables las imperfecciones del funcionamiento del Tri. Especialmente, la capacidad fehaciente, evidente, para desperdiciar oportunidades de hinchar el morbo de esa pizarra beisbolera o tenística.

1.- DESFILE PRECIPITADO... Ahora, ante Guatemala, vapuleada por Trinidad y Tobago, entre la ansiedad ciega de la afición, se entenderá el reclamo de un silogismo desmesurado.

Al final, el fanático paga porque se hagan realidad sus fantasías, no para que lo abofetee la realidad. Para esto último, le basta la rutina de su vida. Por eso mismo elige el escapismo de su selección de futbol.

Queda claro que la versión más próxima a la Guatemala de este domingo será la que dio patadas de ahogado en el segundo tiempo, y habría podido llegar a la orilla, pero su legendario #NoTeMeMuerasNunca Pescadito Ruiz, dejó escapar, al 78y al 88, la lombriz y el anzuelo a centímetros de la línea de gol.

¿A esa Guatemala del segundo tiempo le puede hacer México seis goles o más? Por supuesto, porque los chapines salieron desesperados y sin recato defensivo. Los huecos que dejaron atrás y que los trinitarios perdonaron, México podría sacarles factura.

Pero Guatemala será distinta. Ni tan desaliñada ni distraída como en el primer tiempo, como tampoco tan obsesiva de gol como en la segunda parte. Con el compromiso del complemento y la concentración lógica de un juego que será para ellos de vida o muerte, alcanzará para complicarle al Tri su quehacer.

2.- AUTOMPLACENCIA... Cuba y su epitafio de 6-0, deben ser vistos por México como un inesperado entrenamiento agregado, al que ninguno de los otros diez de la Copa Oro ha tenido acceso.

Ningún otro adversario esperará resignado. Los otros saldrán a morder, en todos sentidos. La tolerancia de espacio y de tiempo que tuvo el Tri no la encontrará en otro contrincante, porque ninguno otro se refugiará como guajolote resignado a que el machete lo despescuece.

México cojeó ante Honduras. Los catrachos fueron con dureza y rudeza, que es un código de juego casi oficializado en la Copa Oro, y al que el Tri debe estar acostumbrado. Guatemala jugará con la misma vehemencia y sin ningún prejuicio.

El espacio y la paz que Cuba le dio a México no la va a encontrar ni en el túnel de vestidores cuando este domingo se midan en Phoenix a los guatemaltecos.

3.- 'ÓDIAME MÁS'... Históricamente, las goleadas, narcotizan, adormecen. Marcadores escandalosos, en torneos cortos, aletargan, anestesian.

La transición de la fantasía del 6-0 a la realidad inmediata, necesita hasta de bofetadas. Y deben darse dentro, para no recibirlas fuera.

En ese sentido, sabemos que El Piojo tiene la sangre liviana y la mano pesada. Porque, aunque lo niegue el mismo Miguel Herrera, sus jugadores sí se dejaron llevar por ese delirio de grandeza que inflama de manera cínica un marcador abultado. O de otra manera, comprometidos, conscientes, voraces, el marcador pudo, debió, tener dos dígitos.

Y al Tri le va a sentar bien que le aprieten la pierna. Que el vaho caliente de desprecio le entibie la nuca, como seguramente lo hará Guatemala. No hay peor amenaza que la que no se hace, sino que se siente.

La afición y la prensa chapinas le perdonarán a sus seleccionados el dislate y la dislexia ante T&T, con un resultado favorable ante México, que además podría restablecer la ilusión de ir a Cuartos de Final del torneo estelar de la menesterosa Concacaf.

Las seis cucharadas de miel que se sirvió ante los antillanos pueden convertirse en hiel amarga. La diferencia estará en entender que Cuba fue un oasis, porque, por delante, le espera el desierto.

Por eso, si el 6-0 a Cuba parecía reducir la presión y la tensión, en realidad se incrementa, especialmente por el desfiguro chapín ante los trinitarios.

El beneficio para México será que Guatemala pondrá de nuevo en perspectiva el verdadero coliseo en el que se juega la Copa Oro. Es decir, un hábitat despiadado, ajeno al que presentó Cuba, que sabe que su más duro invierno, su más duro infierno, lo vive fuera de la cancha.

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