LOS ÁNGELES -- Con el fabulario en la mano, el torneo mexicano tolera más cigarras que hormigas. Abundan clubes que hibernan. Pero hay otros que no tienen tregua. Equipos que están emplazados semana a semana. Afortunadamente.

Matías Almeyda llega con seis puntos de 21 posibles. A Chivas su pasado le muerde los tobillos. Está en zona de descenso, más allá de los perniciosos intentos suicidas de Dorados.

Nacho Ambriz siente el aleteo y el tufo carroñero de quienes lo quieren echar de América por su fracaso en la pasada Liguilla y su bochornoso desliz en el Mundial de Clubes al perder ante un equipo chino, dirigido por el Marco Polo brasileño que fue a esconderse del mundo, tras el 1-7 ante Alemania. La escuela de Scolari, el ermitaño exiliado e impúdico.

Condiciones diferentes entre los dos equipos más populares de México.

1.- Uno que trata de emparejar su deteriorada grandeza futbolística con su indeteriorable grandeza mercadológica, como es Chivas.

2.- Otro que se levantó de sus cenizas, pero al que, irónicamente, sus enemigos le demandan más pruebas de grandeza, constantes y consistentes, que sus mismos apóstoles. Los que profesan el "Ódiame Más" son más despiadados que los del ámame más.

Ironías, insisto. Si Chivas se tropieza, oran por él y se compadecen. Si América triunfa, regurgitan por él. Al primero se le tolera la desgracia, al segundo no se le tolera el éxito.

Y los dos, apenas en la Jornada dos, viven la paz de sus infiernos, es decir se convulsionan, en situaciones diferentes.

Chivas sigue jugando bien. Sigue desquitando el boleto. Almeyda le pone desparpajo y variantes. Mantiene el sello del Chepo cuando elegía osadía ante la incertidumbre, y no le nublaban los miedos de su desconfianza hacia su propio equipo.

Genera. Sitia al rival. Lo abruma. Pero no lo aniquila. Vencía 2-1 al Veracruz y estuvo cerca del tercero. Tenía un hombre más y el Tiburón se debatía entre el arponazo final o tirar una tarascada resucitadora. Llegó lo segundo. Secuencia de errores y fortuna de Furch: 2-2.

El Guadalajara no merecía empatar y menos con ese reflujo gástrico de derrota. Y el acumulado para un equipo que debe sacar cuentas de dos torneos para salvar la zalea: seis puntos de 21 posibles.

Ojo: Gullit Peña tiene la inmejorable oportunidad de aprovechar sus dotes, su potencia, y convertirse en el goleador. Podrá conseguirlo más fácilmente de visitante, como ante un aparato defensivo como el de Cruz Azul.

El problema es que Chivas sufre en el fondo. Ojo: no es un problema de incapacidad técnica o física. Su plantel de guaruras es magnífico, pero su defecto es la concentración, esa que evita torpezas y errores, por no estar donde deben estar, a pesar de saber dónde debe estar; y a no reaccionar a pesar de saber y poder reaccionar a las circunstancias del juego. Los Rojas y los Guerrón, pueden aprovecharse de ello.

¿Y América? Sigue siendo un hipócrita. O un voluble. O bipolar. Su cadáver salió entre honores tras la eliminación espectacular ante Pumas. El cadáver de América era homenajeado y el zombie de Pumas, iba a la Final.

¿No quedan vestigios de esa vibrante reacción ante la UNAM, de la que no fueron partícipes los Judas, los traidores, los que se lanzaron del barco en el trampolín rojo de la expulsión, como los Samudio, Aguilar, Goltz y Sambueza?

En un equipo que ha asesinado a sus cuneros, que niega y reniega de sus sembradíos, que deambula plagado de asalariados advenedizos e inconsistentes, tanto extranjeros como naturalizados, la pregunta es obligada y generalizada en El Nido.

¿Si la reacción ante Pumas fue una heroicidad del verbo, de la arenga, de Nacho Ambriz o de Ricardo Peláez, acaso les caducó ya la retórica, el discurso, la amenaza?

O si la reacción fue totalmente atribuible a los jugadores, ¿fue un ataque efímero de dignidad o fue tan sólo un acto facineroso y sucio para tratar de asegurar la permanencia un año más en el equipo? Porque si fue genuina, debió mostrarse ante Puebla, o deberá al menos consumarse de nuevo ante el Atlas.

Por eso, insisto, ninguno de los dos tiene tregua. Ni un Chivas impotente ni unas Águilas hipócritas. Ni un Chivas que no puede, ni un América no quiere.

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LOS ÁNGELES -- Daniel Ludueña se dio con una Hachita en el pie, al querer cortarse la uña. Dijo verdades pero cometió un error: generalizar. El sol sale para todos, pero a unos los alumbra y a otros los calcina.

El tema no es nuevo. Es recurrente acaso. Habló de conformismo en jugadores jóvenes que, afirma, detienen su vida "con dos pesos y un celular de moda".

El mundo está lleno de hombres potencialmente ratones, y lo sabe muy bien cada Flautista de Hamelín.

No se atrevió Ludueña, acaso, a culpar a quienes deben evangelizar a esas promesas. Los clubes que los educan en la cancha, pero no los guían fuera de ella para que al cruzar una puerta, no se asusten de lo que esconden las siguientes.

Matías Almeyda, técnico de Chivas, asegura que en este Guadalajara no hay de esos especímenes de los que habla Ludueña. Asegura que se les orienta deportiva, mental, social y psicológicamente.

Recordemos que Jorge Vergara quiso enderezar algunos troncos torcidos en un instituto especial en Bogotá. No pudo. Y tal vez el jugador no quiso. El Cubo Torres trastabilla aún. Marco Fabián, juega de sexto año, pero razona como de párvulos. y está en Alemania porque en México nadie se interesó en él. Eintracht sabrá pronto porqué.

Tal vez Ludueña habla de los cachorros que apenas se asoman, se asombran y se encandilan ante su primer gran cheque y su primer saborcito dulcemente tramposo de fama. El primer autógrafo puede ser más dañino que el último.

Recordemos una revelación de un tipo que se declaró conformista, pero nunca dejó de escalar. "Cuando me transfirieron de América a Necaxa, me dieron un millón de pesos. Pensé entonces, 'con esta lana, juego este año, cumplo contrato, y me retiro'".

Si Cuauhtémoc Blanco lo hubiera hecho, el retirarse, con ese millón de pesos, hoy habría muerto de hambre, pero, en cambio, mantuvo intacta el hambre de futbol.

Vaya, hoy, por esas ecuaciones absurdas entre mexicanos de elegir el suicidio electoral al elegir el voto de castigo, hoy el Cuau es el Alcalde de Cuernavaca.

Insisto: el pecado de Ludueña fue generalizar, porque el mismo Hachita podría preguntarse si él está satisfecho con ser suplente de Pumas durante los tres anteriores torneos. Tendría que aceptar que tiene contrato sólo porque está naturalizado mexicano.

Y Ludueña recrimina las Fuerzas Básicas que incluyen las de Pumas, esas mismas que hoy siguen esperando la consolidación de Cortés y Cabrera, y que "debutan" como titular a Eduardo Herrera, cuando ya éste, casi, revisa los beneficios de su jubilación.

Esos Pumas que por un momento exportaron a Hugo Sánchez, Luis García, Luis Flores y Manuel Negrete hace años, como pioneros. Ludueña puso el dedo en la llaga, incluso de la cual se alimenta y a la cual alimenta, porque hoy es más parte del problema que de la solución en Pumas.

Porque incluso al veterano argentino le dan la razón algunos jugadores mexicanos, proyectados para ser figuras fascinantes y hoy amenazan con ser decepciones facinerosas.

¿O cómo catalogar a un Giovani Dos Santos que a los 26 años decide jubilarse en el monumental asilo de la MLS? Vendió en millones de dólares sus sueños europeos. Y claro, tiene todo el derecho de vegetar en la opulencia, como lo demostró el cierre de torneo con el Galaxy. Y Carlos Vela ha corroborado que el futbol de EEUU le aguarda con más millones de dólares, menos exigencias, menos desgaste, menos horas de juego, menos responsabilidades, menos compromisos, menos selecciones nacionales, y más tiempo de ver su Liga favorita: la NBA.

Viéndolo de manera positiva, muy positiva, muy tolerante, puede decirse que Gio y Vela han elegido dejar de jugar y de soñar, para empezar a vegetar en la opulencia. Pero, insisto, tienen todo su derecho.

Todo esto nos demuestra que hay pájaros que eligen cortarse sus propias alas, para vivir en lujosas jaulas.

Bien lo platicaba un día, en esas charlas deliciosas, El Ruso Brailowsky: "Para el argentino elegir ser futbolista es un proyecto de vida, tu carrera, tu profesión, como para otros ser médico, modista, ingeniero o periodista. Para algunos futbolistas mexicanos, es apenas un hobby, una diversión".

Pongamos un ejemplo dramático, tal vez ya alejado de la disertación original de Ludueña. Chatón Enríquez y Héctor Herrera fueron jugadores fundamentales en la medalla olímpica en Londres. Ambos jugaron ante Brasil con las rodillas averiadas.

¿Y después? Herrera cosecha respeto en Portugal y despierta atención en Italia. Chatón es enviado al León, a préstamo, porque no quieren pagar por su carta, hasta no entender que pasa dentro de la cabecita de un jugador que parecía promesa.

En lo que se equivocan los directivos y que rehúye comentar Ludueña, es que de haber menos extranjeros y naturalizados, habría más posibilidades de ver de qué están hechos los que saltan del cunero. Afortunadamente habrá Herreras y desafortunadamente habrá Chatones. Desafortunadamente habrá Gios y Velas, pero también, afortunadamente, habrá Chicharitos y Morenos y Tecatitos.

Por eso reitero, el Flautista de Hamelín siempre encontrará clientes y encontrará renuentes.

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