LOS ÁNGELES -- Cambian los hombres y los nombres, pero no calman las hambres de los aficionados. Ni cambian los discursos. Ni cambia la solemnidad hipócrita de los dirigentes de la FMF.

Se presentó Juan Carlos Osorio. Le entregaron el silbato, la cachucha y la cruz, de la que bajaron hace meses el cadáver de Miguel Herrera, luego del piojoso exabrupto de malandrín que tuvo en Filadelfia.

Comenzó con el chantaje emocional. La empatía suele ser un buen soborno. Y Osorio supo usarla. Y abusar de ella, al vestirse, falazmente de bracero. Un golpe bajo e innecesario.

Por lo demás, deleitó musicalmente con las promesas inofensivas que se esperaban. Pintó acuarelas melosas y empalagosas de su enorme fe en un futbol que a niveles mayores no ha ganado nada.

Resulta que Osorio -insisto mismo verso, nuevo versero-, tomó el cincel de Miguel Ángel y edificó un perfecto David en cada seleccionado mexicano.

¡Sí que nadie dude del quinto partido con esa pléyade de cracks incomprendidos que tiene el futbol mexicano!

¡Y que se trepe al cadalso, que se alborote y ensangriente la guillotina con las testuces de todos los anteriores entrenadores que han sido unos inútiles e idiotas por no haber visto las legiones de Messis y Ronaldos que abundan en el futbol mexicano, pero que el conquistador Osorio, afortunadamente, ha llegado para abrirnos los ojos!

El colombiano revela que su cuerpo técnico lo completarán dos auxiliares que ya han sido pirateados por él, como él fue pirateado por la FMF al Sao Paulo. El que entre hienas anda a comer desperdicios y a carcajear se enseña.

Además, felicidades a los futbolistas recién naturalizados mexicanos: Osorio abre la puerta para convocar a todo aquel seleccionable que pueda ser de utilidad para su proyecto supremo que es clasificar al Tri al Mundial.

¿El Quinto Partido -así, con mayúsculas, porque ya es un monumento a la incompetencia del futbol mexicano--? Nada. Obligación de nada. Ni de la Tierra Prometida del Quinto Partido, ni de ganarle a El Salvador en el Estadio Azteca y a Honduras en San Pedro Sula.

¿Tiene poco tiempo para desarrollar su proyecto? Para nada, en lo que él clasifica como "memoria operativa", asegura que ya ante Estados Unidos se vio parte de su idea futbolística para imponer en el Tri.

¿Y ante Panamá, porque jugó mal y porque apenas se pudo superar a los canaleros, ahí no vio visos de sus pretensiones, a pesar de que participó el esqueleto de Tuca en Tigres? Curioso, porque los del martes y los del sábado, entrenaron juntos. Oportunismo, pues.

En el uso de una oratoria distinta, quiso sacar ventaja. Dice Osorio que quiere ver si como seleccionador es tan bueno como suele ser como entrenador, aunque sus números negativos con Sao Paulo pueden cuestionar esa habilidad como director técnico.

Por lo pronto, ya fue ungido, no por los clubes, porque, según ha quedado claro, Decio de María no los consultó, sino que les notificó. Es decir, desde el Salón Oval de Televisa llegó la bendición.

Hay detalles particulares de Osorio, más allá de esa sutileza de rinoceronte en cristalería para romper contratos: siete de siete.

Entre esos detalles, debemos señalar su capacidad de arrullo en la demagogia y la verborrea. Se tiró 46 minutos de verso, sin comprometerse a nada, pero eligió frases que compran conciencias frágiles y neuronas caducas de villamelones.

"Osorio necesitaba más de la selección mexicana (que la selección mexicana de Osorio)", dijo el colombiano y a más de uno en la conferencia de prensa se le rodaron las prostituidas lágrimas de oficio.

Pero, el personaje, es un hombre trabajador, ambicioso, meticuloso y caballeroso en la superficialidad de los tratos, porque, por ejemplo, de su rompimiento abrupto de contratos, se ha dedicado, confidencialmente, a chismorrear e injuriar, con toda razón, pero no con la ética que proclama, a los directivos de MLS, Puebla y Sao Paulo.

Para su fortuna, tendrá que rendir cuentas ante el Supremo Tribunal: los resultados.

Ojo, con todo su conocimiento motriz del jugador, su conocimiento del confuso biotipo del futbolista mexicano, el gran problema que enfrentará, será la capacidad para sacudir, para estremecer al jugador cuando llegue el momento de matar y morir. Ahí fracasó, por ejemplo, Sven Goran Ericksson, y ahí, minando voluntades y trato, cavó su fosa el Chepo de la Torre.

Recordemos su lista de obligaciones ineludibles marcadas por la misma FMF al Piojo Herrera: Final Copa América Centenario; ganar próxima Copa Oro; Final Copa Confederaciones Rusia 2017; ganar la eliminatoria y ser cabeza de Serie del Mundial de Rusia, y ganar el quinto partido del Mundial 2018.

Ah, y claro, no estorbar al Potro Gutiérrez para que intente revalidar el Oro Olímpico en Río 2016.

Comienza la cuenta regresiva para Juan Carlos Osorio. Recuerde, insisto, en los dos últimos procesos, bajo las mismas manos torpes de Decio de María, se necesitaron cuatro entrenadores.

Osorio ya es el tercero en este nuevo proceso. ¿Quién le gusta como cuarto para la repesca ante Asia? ¿Aguirre? ¿Tuca? ¿El Piojo? Apuesten.

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LOS ÁNGELES -- Juan Carlos Osorio se apoltronó en el palco F21 del Rose Bowl de Pasadena. Iba a desfilar ante él la odalisca en turno, la que eligió abandonando abruptamente a la anterior: Sao Paulo.

Hombre de hábitos o de manías o de supersticiones o de apoyos psiquiátricos o de sabiduría, sacó su libreta y su esfero (pluma o bolígrafo en Colombia).

"Mi padre me enseñó que es mejor un lápiz corto que una memoria larga", dijo el colombiano Osorio alguna vez.

Con su impulsividad rauda para cambiar de equipo y romper contratos, no necesita más. Veremos qué es más corto, su lápiz o su estadía con la Selección Mexicana.

Y ahí, en ese lujoso palco, con un bar surtido y comida que le hizo fruncir la nariz, Osorio comenzó la epopeya de poner por escrito lo que le agradaba y le desagradaba de su nueva faena.

No hay problema de objetivos: México necesita ir al Mundial de Rusia y Osorio quiere ir al mismo torneo. Claro, lo que para uno es una odisea, para el otro es una aventura.

No es lo mismo querer que deber. Osorio quiere, el Tri debe. Dicho está: México es un medio, no un fin para el entrenador.

¿Qué recibe Osorio? Los incondicionales de pasaporte y bandera de Osorio sacan paraguas y sombrilla, lo que haga falta, para aseverar que el Tuca Ferretti le dejó la vara muy alta.

Y esos comprometidos lo hacen con un tonito compadecido, abnegado, lastimero, lastimoso, como pobreteando el destino del técnico colombiano.

1.- ¿La vara muy alta al vencer el Tri el domingo pasado a los despojos y vestigios que deja Jürgen Klinsmann de lo que fue un proceso inteligente de Bora, Sampson, Arena y Bradley?

2.- ¿La vara muy alta con un grupo de jugadores que sólo necesitan el discurso exigente y nacionalista para que salgan a embarrar el pellejo en la cancha?

Porque la entrega del mexicano bajo el esquema del #MasSiOsare es incuestionable. Especialmente si es de la intrascendencia del futbol.

3.- ¿La vara muy alta con un esqueleto sólido de forma de juego con Miguel Herrera que le alcanzó a Tuca Ferretti hasta para improvisar sobre él ante EEUU?

4.- ¿La vara muy alta si se declara apóstol de la doctrina de Marcelo Bielsa y en el Tri los dos capitanes provienen de ella: Rafa Márquez y Andrés Guardado?

Dice que su otro padre putativo es Sir Alex Ferguson. Bueno, ahí que tiemble Chicharito Hernández, porque el Sir fue el que le bajó el pulgar al final en el Manchester United.

5.- ¿La vara muy alta si el mismo Osorio dejó entrever el horizonte cómodo de México en la eliminatoria de la Concacaf, seguramente olvidando que cayó y calló en estado de coma en los dos anteriores procesos eliminatorios?

¿Se le olvida a Osorio que en su propio país están mejor cotizados técnicos mundialistas como Bolillo Gómez y Jorge Luis Pinto que él mismo, que apenas busca colarse a una Copa del Mundo, porque ni su propia selección colombiana le ha tenido fe?

No. Ricardo Ferretti no le dejó la vara muy alta. Lo que le dejó fueron los compromisos lógicos de cualquier entrenador que se meta a ese festín corrompido y corrupto en el que han transformado al Tri.

1.- Debe clasificar al Mundial de Rusia.

2.- Debe ganar la próxima Copa Oro.

3.- Debe ser finalista al menos en la Copa América Centenario, habida cuenta que México juega de local en Estados Unidos.

4.- Debe ganar la Copa Confederaciones, esa misma que ya México ganó una vez en 1999. O al menos semifinales, a donde la llevó La Volpe en 2005. O hasta la Final, a donde llegó EEUU en 2009.

5.- Debe llegar a Cuartos de Final en el Mundial de Rusia.

¿La vara muy alta? En absoluto. Sigue estando a la misma altura de lo que ha estado para otros entrenadores.

¿No puede cumplir con todos esos objetivos? Bueno, será un fracaso más de quien lo eligió y de él mismo, claro.

El problema es que Osorio llega como una medida extraordinaria, como una elección buscando que sus experiencias ¡en la MLS, Colombia y Brasil! marquen diferencia en México.

Bueno, hasta le vanaglorian que fuera uno de los preparadores físicos del Manchester City y que se escapara por momentos a ver cómo entrenaba el Manchester United, al que no le interesó contratarlo como auxiliar de Ferguson.

No, la vara no está muy alta, y tal vez él tampoco la vea tan alta, pero los abogados espontáneos y obsequiosos, ya levantan la voz por él, y sacan, insisto, el paraguas y la sombrilla.

Por eso, al final uno se pregunta si es que la vara está muy alta como dicen los defensores a ultranza de El Recreacionista, como le gusta que le apoden, o serán voces protectoras de espíritus enanos, por parte de esos espontáneos solidarios.

Lo veremos pronto. Lo sabremos pronto. Cuando cumpla o no con la obligación ineludible e incuestionable de vencer a El Salvador en el Estadio Azteca y a Honduras en San Pedro Sula.

¿O será del montón que se refugian en el discurso de que "no estamos obligados a ganar nada, sólo a dar el máximo esfuerzo"?

Pues no, de esos mismos, está lleno el directorio de técnico fracasados y conformistas del futbol mexicano.

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LOS ÁNGELES -- En la calma, las reflexiones. Las burbujas del champaña se evaporaron. El confeti detuvo su acompasado descenso.

La sonrisa es una mueca tan genuina como anhelada en los mexicanos. Los rostros torcidos en EEUU finalmente cuestionan la incuestionable farsa de Jürgen Klinsmann.

El futbol mexicano va a Juegos Olímpicos y a la Copa Confederaciones. Lo más maravilloso es que lo consigue a pesar de sus dirigentes. EEUU está en lista de espera para Río, y Moscú deberá esperar, tal vez, a 2018.

Tuca Ferretti cumplió su palabra y su cometido. Medió un triunfo sufrido ante EEUU. Sufrido innecesariamente. Porque los delanteros de México erraron, y porque la justicia divina llegó tarde y el árbitro se negó a conceder dos claros penaltis al Tri, como retaliación a los que le fueron obsequiados falazmente en la Copa Oro.

¿Espectáculo? Fue un triste remedo comparado con la fascinante parafernalia de la semana previa. Y una vergüenza ante la estrujante y maravillosa ofrenda de los más de 93 mil aficionados en el magnífico Rose Bowl de Pasadena, que vivió una de sus mejores fiestas.

Pero del Tuca no podía esperarse más, y de Klinsmann no debía esperarse menos que recluyera asustadizo a su equipo, y rescatar la artimaña valedera del contragolpe, un artilugio legitimizado desde la academia de Bora Milutinovic, y estilizado paulatinamente por Sampson, Arena y Bradley.

1-0, de madrugada. Coreografía de Jiménez y Oribe. Y Chicharito, con su código de barras, golpea mal y la mete bien. Un juego estremecedor en el principio y el final. Sus primeros 18 minutos y los últimos 18 en la agonía alargada de los tiempos extra, erizaron sensaciones.

Cierto, una de las más lamentables versiones de EEUU... y pudo ganar. Y cierto, no una de las más deslumbrantes versiones del Tri... y le bastó para ganar.

Lecciones reiteradas para la defensa de México, que se vio amparada por un par de lances de Moisés Muñoz, y el lamento por un jugador como Héctor Herrera, que encontró su penuria táctica en el Porto prolongada en el Tri: le cortan las alas.

Irónico: el Tri sobrevivió a las ausencias de los presuntamente indispensables. Giovani y su lesión, y Carlos Vela y su antipatía futbolística con el Tuca, mientras que Raúl Jiménez, con las reminiscencias de su paso por el América del Piojo, confirma su utilidad, y sin ser el más vistoso, debió ser el más útil.

Contrastes extraños: Miguel Layún sigue carburando sin reposo, pero ante EEUU se vio confundido. Un divorcio circunstancial sin duda con Andrés Guardado impedía que conectaran a pesar de que por izquierda había espacio constante.

Y Paul Aguilar tuvo el premio a su tesón y a su tozudo proceder. Intenta todas, intenta siempre. Da un pase accidentadamente despatarrado a Oribe para el segundo, y hereda la magia de Giovani en aquel 4-2: con un soberbio gol de brutal volea, deja el 3-2 con la estampa magníficamente plástica de un pasaje de Ang Lee.

Insisto: México tenía para hacer de la fiesta un festín. Dejaba constancia por momentos de que era muy superior a su adversario. Demasiados grilletes de mesura. El 1-0 y el 2-1 le hicieron más daño en su articulación de juego, que a EEUU.

Al final, en la contabilidad pueril sobrevive el resultado. México está en Rusia 2017. EEUU, finalmente, confrontando la crisis de una mala elección de entrenador, al negarle unos dólares más a Bob Bradley.

Y el aficionado mexicano lo entiende plenamente: ese deleite distinto, prolongado, de poder, nuevamente, vencer a EEUU. Y merece saborearlo.

El boleto a la Confederaciones está guardado en un sobre hecho con la zalea del equipo estadounidense.

"No hay mejor cena que la que disfrutas sobre el cadáver de tu enemigo", reiteraría Maquiavelo en estos tiempos.

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