Buenos Aires fue la reina del tenis

El mejor, el más aplaudido, la decepción, el hecho insólito, la sorpresa. Todos los condimentos que hicieron de la Copa AT&T un torneo envidiable que en la mitad de la gira latinoamericana de canchas lentas marcó un pico de nivel muy importante

CAMPEÓN
El español Carlos Moyá con la Copa AT&T ganada en Buenos Aires
(Reuters)
BUENOS AIRES -- En la mitad de la gira latinoamericana de canchas lentas, el torneo de Buenos Aires, con una calidad de jugadores envidiable, marcó un pico de nivel muy importante. El balance de la principal cita sudamericana dejó mucha tela para cortar. Vale la pena el análisis de lo visto en una semana movidita. Veamos:

El campeón: Carlos Moyá fue el merecido ganador porque resolvió con categoría sus cinco partidos, aún cuando a veces no rindió como mejor puede hacerlo. Eso le ocurrió al español contra el peruano Luis Horna en cuartos de final (estuvo a dos puntos de perder), pero ahí sacó su chapa de N° 4 del mundo.

También definió con presencia nada menos que ante el brasileño Gustavo Kuerten el primer set de una semifinal con sabor a finalísima, y después lo pasó por arriba. Y puso el moño frente al local Guillermo Coria, tras marcar casi siempre su superioridad mental y de potencia, en un cierre ajustado pero a la vez claro.

El mejor: ¿Quién otro pudo serlo? Moyá, sin dudas. Es que en el tenis, por la influencia determinante del aspecto psicológico, nos guste o no, el mejor es el que consigue el título. Por eso, no necesariamente lo es el más lujoso y llamativo para la gente.

Y no se trata de una explicación resultadista, ni mucho menos, ya que la diferencia se logra por actitud ganadora y capacidad para cerrar cada encuentro. Una cosa es jugar lindo y otra muy diferente pensar que el más atractivo a simple vista resulte el mejor.

El invicto: otra perlita para Moyá, quien ganó los 10 partidos que jugó en Buenos Aires. Es que en 1995 se llevó su primer título de ATP. Eran otros tiempos, con una final contra su compatriota Félix Mantilla presenciada sólo por 300 personas en una época de vacas flacas para el tenis argentino.

Ahora, casi 6.000 llenaron el tradicional estadio del Buenos Aires Lawn Tennis Club, el más importante de América Latina, en una definición ante un anfitrión que se abre camino. Este fue el 11° torneo que obtuvo el ex rey.

La reivindicación: Willy Coria. Después de un año durísimo por el caso de doping, se volvió a llevar el justo reconocimiento del público. Su facilidad para jugar gracias a que cuenta con una mano privilegiada, su capacidad para cambiar los ritmos y su notable personalidad para sobreponerse a situaciones exigentes le permitieron meterse en la final.

Y es más: tuvo un coraje enorme, porque aún con ampollas que le sangraban en los pies, nunca tiró la toalla. Dejó en claro que va a ser grande en serio porque, si bien le falta polenta para obtener tiros ganadores con un golpe letal, posee variantes y garra.

La sorpresa: fue la inusual lesión en un ojo que marginó al chileno Fernando González, uno de los dos mejores latinos del 2002. Luego de eliminar en el debut al español David Sánchez (el campeón de Viña del Mar), recibió un pelotazo en un partido de dobles por parte de su compañero de prácticas, el argentino José Acasuso, y no pudo presentarse en octavos frente a Mantilla.

Una pena para el torneo porque, de haber superado a ese rival, se habría enfrentado a Guga Kuerten en un choque de lujo por tratarse de los cuartos de final. Un golpe inesperado para uno de los pegadores más potentes del circuito.

La deuda: David Nalbandian se despidió en cuartos. Perdió con Coria y así el primer top-ten argentino en más de 12 años se marchó antes de lo previsto. Muchos soñaron con verlo en la final y por qué no con el máximo trofeo en sus manos, pero al singlista y doblista de la Copa Davis se le escapó por dos pelotas su emotivo encuentro contra Coria.

Los que aplaudieron y gritaron por él ante Alemania se quedaron con las ganas de verlo más sólido a la hora de la definición. Algo inusual en él, no cerró con frialdad y presencia y se quedó con bronca porque tenía la ilusión de haber festejado en casa. Si lo hubiese conseguido, estaría un puesto más arriba en el ranking, con el N° 8 en la espalda.

La constante: lamentablemente para la gente y los organizadores, otra vez un extranjero derrotó en la final a un local. En el 2001, en el regreso de un campeonato importante de ATP en Argentina, Kuerten aplastó a Acasuso y el año pasado el chileno Nicolás Massú supo aprovechar las dudas de Agustín Calleri, quien lo tenía casi ganado. Esta vez, la experiencia y la decisión de Moyá, nuevamente siendo el máximo favorito, como Guga dos temporadas antes, resultaron fundamentales contra el talento y el contraataque de Coria.

La constante 2: volvieron a ubicarse cuatro argentinos en el mismo lugar del cuadro en los cuartos de final, lo que posibilitó la llegada de uno a la definición. Eso favoreció el interés de los fanáticos y también el de los curiosos para que se agotaran las entradas. La única diferencia fue que esta vez, a pesar del gran progreso de los dueños de casa en los últimos tiempos, hubo cuatro en cuartos y no se pudo igualar la marca de cinco que hubo en esa rueda en el 2001 ni los seis del 2002. Un dato a tener en cuenta: 10 de los 12 anfitriones estuvieron en el sector inferior de la llave.

La decepción: que ningún argentino se haya podido quedar con el título. Es innegable que el público disfrutó con el nivel de dos top-ten, de dos ex número uno del mundo y de dos campeones de Grand Slam (uno de ellos inclusive se adjudicó el Masters), pero no haber tenido la frutilla del postre dejó un sabor agridulce. También es cierto que Coria fue el mejor local y mostró que tiene pasta de campeón, aunque ver que otra copa se haya ido del país no es agradable. Y aún más si Argentina goza de un presente estupendo en la Copa Davis y en el circuito internacional.

El clásico: el choque entre Coria y Nalbandian reeditó un cruce caliente que viene desde que eran infantiles. Se enfrentaron cuando ambos se destacaron siendo juveniles y ahora festejó el que venía en silencio. Coria, luego de haber ganado sus dos primeros encuentros en tres sets, fue guapo y se jugó la vida en un partido aparte para ambos contra un Nalbandian que arribaba siendo la figura latina y sin haber cedido un solo set. La brecha fue corta: resolvieron el duelo en un tie-break cambiante y electrizante.

El duelo de titanes: ver a Moyá-Kuerten fue un placer que no muchos pueden darse. Y además en polvo de ladrillo, la superficie preferida por ambos ex reyes. Fue una semifinal de lujo, que tranquilamente puede ser la gran final de Roland Garros. El español se adjudicó una vez el Mundial de canchas lentas y el brasileño lo logró en tres ocasiones.

Jugaron un primer set bárbaro, con Moyá tratando de imponer su saque y su derecha y Kuerten queriendo dominar con su servicio y su revés. El campeón ganó ese parcial y luego, entre aciertos propios y errores ajenos, lo liquidó rápido. Se notó su mejor timming, porque Guga venía de actuar en una veloz carpeta sintética.

La luz de alarma: de cara al muy difícil encuentro con Rusia por la Copa Davis, el capitán del equipo argentino, Gustavo Luza, vio cómo Gastón Gaudio, uno de los singlistas de peso, no supo imponerse a Coria en semifinales. Igualmente, por la convicción con la que Gaudio muestra a la hora de jugar en equipo y en especial como local, es simplemente un llamado de atención.

Tampoco se destacó Juan Chela, que perdió en cuartos ante Gaudio y ahora bien puede llegar a ser reemplazado por Coria. Y finalmente observó el flojo nivel que la dupla integrada por Nalbandian y Lucas Arnold (había ganado buenos encuentros) mostró en la final perdida ante Sebastián Prieto y Mariano Hood.

El verdugo de los campeones: Calleri, dueño de una potencia intimidatoria pero muchas veces presa de una gran irregularidad, se convirtió en el encargado de eliminar al defensor del título. Y volvió a hacerlo en la primera rueda.

El año pasado había superado a Kuerten, vencedor en el 2001, en tres sets y ahora repitió la tarea, también en tres capítulos, frente a Massú. El triunfo conseguido en esta oportunidad tuvo un sabor doble, ya que Massú lo había derrotado el año pasado y le quitó casi de las manos el principal trofeo.

El verdugo de los locales: Coria se encargó de despachar a cuatro compatriotas. A todos los superó con esfuerzo, en tres sets. Primero venció a Acasuso, un colega de su generación; luego superó a Mariano Zabaleta, un amigo que no logra recuperarse; en cuartos venció a Nalbandian, su histórico rival, y ya en semifinales le ganó a Gaudio. Con este último había tenido problemas en el choque anterior, también en Buenos Aires, en los cuartos del 2001, cuando se agredieron verbalmente. Por eso, Willy fue un verdugo. Y eliminó nada menos que a los dos singlistas titulares de la Davis.

El tapado: el peruano Horna, con una actitud positiva y tomando riesgos, dejó en claro que sin ser un superdotado se puede hacer ruido y abrirse paso. Derrotó en octavos al ecuatoriano Nicolás Lapentti, quien no mostró su mejor versión contragolpeadora, y en cuartos tuvo a Moyá contra las cuerdas.

Le ganaba 5-4 en el último set al posterior campeón, pero éste le tiró la camiseta en el momento justo y marcó la ventaja mínima. Una alegría para su coach, Gabriel Markus, de quien se había desvinculado Nalbandian una semana antes.

El más aplaudido: este rubro lo compartieron varios. Moyá, por el triunfo final y la categoría mostrada, fue muy reconocido. Lo mismo ocurrió con Coria, que accedió a su primera final en casa. También la gente le agradeció la tercera visita consecutiva a Kuerten, un verdadero monstruo que busca recuperarse después de un año atípico porque fue operado.

Y se sumaron dos peruanos: Horna, por el partidazo que le hizo a Moyá, e Iván Miranda, quien ingresó en reemplazo del Chino Ríos. Hubo aplausos al por mayor.

El más abucheado: Marcelo Ríos. Y eso que ni pisó la cancha. El chileno, nada querido en Argentina por sus desplantes, más allá de que se lo admira muchísimo por su talento, adujo un problema físico después de haber perdido la final del Abierto de su país.

El público no le perdonó el faltazo, porque mucha gente había agotado las localidades para ver en el segundo día de competencia su debut, nada menos que contra Kuerten. El ex N° 1 fue a Buenos Aires y brindó una conferencia de prensa en la que se excusó por no jugar, aunque no conformó a nadie.

La duda: quedó picando la pelotita sin saber si el año próximo, por los problemas económicos que padece Argentina, se volverá a disputar este magnífico torneo. Los dueños del mismo dijeron que necesitan 800.000 dólares para dentro de cuatro meses y, de lo contrario, no estarán dispuestos a volver a perder muchísimo dinero, pese a que el campeonato fue exitoso.

Pero justamente lo que ellos necesitan es que el triunfo sea económico. Y así, el éxito será total. Por eso, la preocupación es grande.

GUSTAVO GOITÍA es periodista especializado en tenis desde 1989. Se desempeñó como redactor en el diario La Nación, la revista VIVA de Clarín y el diario deportivo Olé, todos de Buenos Aires, y además fue comentarista en el canal TyC Sports. Actualmente es redactor del diario Clarín y columnista de ESPNdeportes.com.

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domingo, 23 de febrero