Hay varias franquicias que necesitan un lavado de imagen, una reinvención que les haga salir a flote antes de seguir ocupando el fondo submarino de la NBA. Sacramento Kings es una de ellas. Ahogada en una realidad incolora e insípida, todo ha ido en su contra desde los tiempos de Maurice Stokes y Oscar Robertson. Es como si no fuera suficiente con dar brazada tras brazada, en la capital de California no nadan, bucean.
El único éxito reciente de los Kings en la última década fue la elección de Tyreke Evans con el premio al Novato del Año en 2010. Aquel verano, DeMarcus Cousins salió elegido en el draft, claro que ninguna de las dos cosas evitó una de las sequías más duraderas de la NBA.
La genética de la organización es perdedora por naturaleza. Desde la campaña 1950-51, cuando los Rochester Royals quedaron campeones, ninguna de las ciudades posteriores vio a su equipo pasar de las Finales de Conferencia, serie que vivieron en Kansas City Kings (ante Houston Rockets en la temporada 1980-81) y ya en Sacramento (ante Los Angeles Lakers en la temporada 2001-02).
Desde entonces y durante cuatro temporadas, la decadencia fue escalonada (dos segundas rondas y dos primeras). A partir de ahí, de la campaña 2006-07, los Kings no han podido despojarse de la corona de espinas.
En la actualidad, hay una brisa marina que lleva un tiempo trayendo aires de cambio al equipo. Hace tres años que la familia Maloof vendió la franquicia a Vivek Ranadivé, un hombre de negocios indio-americano que llegó con ganas de darle una vuelta de tuerca a la organización. Lejos de alcanzar su meta y de la mano del gerente general, el exjugador Vlade Divac, lo suyo ha sido optar por una política continuista. Entiéndase con esto que continuó aplicando el principio de cambiar de entrenador como de calzones. Desde que agarró la propiedad de los Kings, Ranadivé contrató a tres coaches antes incluso de poner la lavadora en marcha. Ahora le tocará a Dave Joerger ser el encargado de echar algo de detergente después de que George Karl y Tyrone Corbin se marcharan por el desagüe, igual que les sucedió a los otros seis entrenadores que engrosan una lista de nueve coaches en 10 años.
Joerger encara su primer proyecto después de pasar nueve campañas en Memphis Grizzlies (asistente desde 2007 a 2013 y coach hasta 2016). En los Kings tiene bajo su batuta a un grupo de muchas caras nuevas para la franquicia y mucha experiencia. Matt Barnes, Garrett Temple, Arron Afflalo, Ty Lawson y Anthony Tolliver cuentan con una media de 31 años de edad, además, los novatos, Georgios Papagiannis (13 en el draft), Malachi Richardson (número 22), Skal Labissiere (número 28) e Isaiah Cousins (número 59) le dan un nuevo brío a un conjunto que busca renacer de la mano de su líder indiscutible, DaMarcus Cousins.
El niño malo de la NBA es querido y odiado a partes iguales, pero sin duda es el buque insignia y la esperanza del equipo. Viene de lograr la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con Estados Unidos y predispuesto a seguir paseando su carácter inconforme por todas las duelas del país. A sus 26 años, guarda el respeto de sus rivales gracias a su soltura y a su agresividad en el juego. El ala-pívot es capaz de lo mejor y de lo peor. Lo mismo destroza la canasta después de quitarse de en medio a todo el que le intenta frenar, como es expulsado ante la desesperación de sus aficionados. Es el epicentro del conjunto y la imagen que venden al exterior.
En esta ola de cambios que viven los Kings, hay un hecho que refleja a la perfección las ansias de agradar. En septiembre se inauguró el nuevo estadio localizado en el centro financiero de Sacramento, uno de los más avanzados tecnológicamente de la liga y que ha costado la friolera de 550 millones de dólares. Además, a partir de este año, los Kings se unen a la iniciativa de Philadelphia 76ers de contar con un sponsor en la camiseta.
¿Significará que con coach nuevo, estadio recién estrenado y energías renovadas cambiará el porvenir de los californianos?
Difícil, complicado, duro, laborioso… pónganle el adjetivo que quieran, porque o demuestran que son capaces de mantener el ritmo mostrado en las tres victorias consecutivas de pretemporada ante Washington Wizards, los Lakers y Maccabi Haifa, o los playoffs serán otra quimera.