WEST PALM BEACH - No, no estamos hablando de los Florida Marlins de 1998, desmantelados hasta el hueso al año siguiente de ganar la Serie Mundial.

Los Washington Nationals, campeones defensores, tienen prácticamente el mismo equipo con el que derrotaron a los Houston Astros en el pasado Clásico de octubre.

Casi el mismo, menos Anthony Rendón. Pero, aun así, no parten como favoritos. No para repetir la corona. Ni siquiera para ganar la División Este de la Liga Nacional.

"Es lo mismo que decían de nosotros el año pasado, cuando arrancamos con 19-31 y nadie creía en nosotros. Cuando todo el mundo decía que la temporada se había acabado para nosotros, nunca nos rendimos y salimos cada día a jugar buena pelota", dijo el dominicano Juan Soto, restándole valor a los pronósticos.

La gerencia tuvo en el invierno la disyuntiva entre traer de vuelta a Rendón o al derecho Stephen Strasburg, ambos agentes libres.

No había dinero para los dos y decidieron asegurar a Strasburg, Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, para mantener el núcleo de la rotación que les dio el banderín del 2019, junto a Max Scherzer, el zurdo Patrick Corbin y el diestro venezolano Aníbal Sánchez, aunque perdieron los 34 jonrones, 44 dobles y 126 carreras impulsadas de Rendón en el medio de la alineación.

La dupla del brasileño Yan Gomes y Kurt Suzuki volverá a compartir las labores detrás del plato.

Lo mismo harán los veteranos Ryan Zimmerman y Howie Kendrick en la inicial, lo mismo que hicieron en el equipo campeón.

Otras caras conocidas en el infield son el veloz campocorto Trea Turner y el venezolano Asdrúbal Cabrera, mientras que se suman ahora el dominicano Starlin Castro y Eric Thames.

Estos hombres le dan flexibilidad al manager Dave Martínez, que podría usar a Kendrick como reemplazo de Cabrera o Castro en la intermedia, en dependencia de cuál de los dos ocupe la antesala que dejó vacante Rendón.

Los jardines tampoco tienen cambios, con Soto, su compatriota Víctor Robles y Adam Eaton, de izquierda a derecha, con Michael Taylor como cuarto guardabosques.

El derecho Daniel Hudson y el zurdo Sean Doolittle se rifarán los puestos de cerrador y preparador del octavo episodio (¡cómo el año pasado!) e incluso el bullpen se reforzó con Will Harris, el ex de los Astros que se pasó al otro lado de la fuerza.

Si todo está casi igual, entonces, ¿por qué no se toma en serio un equipo que protagonizó en el 2019 una de las historias beisboleras más espectaculares en lo que va de siglo XXI, comparable con la de los Marlins del 2003? ¿Raro, no?

Quizás sea porque los Atlanta Braves, campeones divisionales por las dos últimas campañas, los Philadelphia Phillies y los New York Mets, luzcan, al menos en el papel, más sólidos que los capitalinos.

Tal vez es porque desde que comenzó la actual centuria, ningún equipo logró levantar el trofeo en años consecutivos.

Pero siempre hay una primera vez y los Nacionales están dispuestos a dejarlo todo en el terreno con tal de repetir.

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Stephen Strasburg será, no por mucho tiempo, el pitcher mejor pagado de la historia.

Strasburg llegó este lunes a un acuerdo para regresar a los Washington Nationals con un contrato récord de 245 millones de dólares por siete temporadas.

El monto total del pacto supera los $217 millones que los Boston Red Sox le dieron a David Price en el 2016 y que hasta ahora era la mayor cifra para un lanzador.

Asimismo, los $35 millones por año que promedia el contrato de Strasburg es mayor que los $34.5 millones que ganó Zack Greinke en el 2019.

Los campeones Nationals estaban en una disyuntiva entre recuperar a su lanzador estrella o al antesalista Anthony Rendón, ambos héroes en la victoria de la reciente Serie Mundial.

Pero de antemano el gerente general Mike Rizzo dejó saber que sería imposible tenerlos de vuelta a ambos, así que se fueron por Strasburg para mantener intacta su rotación junto a Max Scherzer, Patrick Corbin y el venezolano Aníbal Sánchez.

La noticia del acuerdo de Strasburg con Washington debe haber sonado como música celestial en los oídos de Gerrit Cole, el agente libre más cotizado del invierno.

El contrato récord que acaba de recibir el serpentinero de los Nationals dispara automáticamente las acciones de Cole, quien es dos años más joven que Strasburg y a lo largo de su carrera se ha mantenido más saludable, con cuatro campañas de más de 200 entradas, incluidas las últimas tres consecutivas.

Ya los New York Yankees habían hecho una oferta de $245 millones por sus servicios, a sabiendas de que podrían verse obligados a aumentarla si Los Angeles Angels, el otro equipo muy interesado en contratarlo, superaba la apuesta.

El mercado dicta las pautas. Ya no serán los Angelinos o Los Angeles Dodgers, también mencionados entre los aspirantes a Cole, los que obligarán a los Yankees a subir la oferta. Fueron los Nationals de manera indirecta.

Esto quiere decir que un hombre de 28 años, que viene de la mejor campaña de su carrera, con 20-5 y la mejor efectividad de la Liga Americana (2.50), con 326 ponches en 212.1 episodios y un WHIP de 0.89, podría valer entre 280 y 300 millones.

Y otro que se frota las manos es el poderoso agente Scott Boras, quien representa a Strasburg, Cole y Rendón.

Boras sabe que tiene la sartén por el mango en cualquier negociación por el mejor pitcher de la actualidad y el que quiera conseguirlo deberá desembolsar cifras cercanas a lo irracional.

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Gerrit Cole terminará firmando con los New York Yankees o Los Angeles Angels el mayor contrato que haya recibido un pitcher en toda la historia.

Las cifras que se mencionan en los rumores para obtener a la pieza más codiciada en el mercado de agentes libres superan ampliamente los 217 millones de dólares que los Boston Red Sox le dieron al zurdo David Price por siete temporadas en el 2016.

Los números de Cole rondarán los 280 millones, de acuerdo con las proyecciones de los especialistas, algo que muy pocos equipos pueden darse el lujo de pagar en estos momentos.

Con esos truenos, la puja por el serpentinero derecho de 29 años se ha reducido a dos contendientes.

El gerente general de los Yankees, Brian Cashman, ha dicho que su principal prioridad en este invierno es Cole, cuya firma convertiría a Nueva York automáticamente en el principal favorito para ganar la Serie Mundial.

Ya el lanzador se reunió con la directiva de los Mulos de Manhattan, equipo del cual creció siendo fanático.

Esa es la parte sentimental, pero al final, lo que cuenta es el cash, como decía un anuncio comercial de moda en la televisión en español de Miami a finales de los 90.

Los Yankees le aseguraron a Cole que el dinero está, que no será un problema, sobre todo después de que el equipo se sacó el nefasto contrato de Jacoby Ellsbury, C.C. Sabathia se retiró y sólo le queda un pacto pesado, el de Giancarlo Stanton.

Nueva York tiene flexibilidad financiera ahora mismo para gastar lo que sea necesario en el as indiscutible que necesita una rotación que cuenta además con el japonés Masahiro Tanaka, los dominicanos Luis Severino y Domingo German y el zurdo canadiense James Paxton.

Pero Cole es nativo del sur de California, punto a favor de los Angelinos, cuyo dueño, el mexicano Arturo Moreno, ya anunció que superará cualquier oferta que haga otro equipo por el estelar pitcher.

Ya sabemos que Moreno no se anda con chiquitas a la hora de abrir la billetera de par en par, aunque lo haga sin el más mínimo ápice de sentido común.

El año pasado rompió la alcancía con Mike Trout, cuyo acuerdo de 428 millones de dólares es el mayor en la historia de los deportes estadounidenses.

Y todavía el equipo arrastra el pésimo contrato de Albert Pujols, a quien le restan por cobrar 59 millones entre 2020 y 2021.

Pero tanto gasto en sólo dos peloteros no ha servido de mucho y desde el 2012, cuando Pujols llegó al equipo con su contrato de 240 millones por diez campañas y Trout resultó el Novato del Año en la Liga Americana, los Angelinos han jugado para 656-640, con una única visita a la postemporada, breve, brevísima, cuando fueron barridos 3-0 en serie divisional del 2014 por los Kansas City Royals.

Moreno le prometió al nuevo manager Joe Maddon mejorar el equipo, pero en honor a la verdad, Cole no hará mucha diferencia en una novena con demasiados huecos por tapar.

Habrá que ver cuál es la prioridad del lanzador a la hora de decidirse: si regresar a su terruño y asegurar el futuro de varias generaciones de su familia, aunque tenga escasas posibilidades de ceñirse un anillo de campeón o recibir igualmente mucho dinero y de paso aspirar sólidamente a ganar una Serie Mundial.

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Cuando los Washington Nationals salgan en el 2020 a defender su título de Serie Mundial, lo harán con un equipo muy distinto al que conquistó la corona en octubre pasado.

Ryan Zimmerman, el jugador más emblemático de la franquicia desde el 2005, ya no estará, mientras es difícil que la gerencia pueda traer de regreso como agentes libres a Stephen Strasburg y Anthony Rendon, dos de los héroes de la victoria sobre los Houston Astros.

Tampoco estarán Howie Kendrick, Brian Dozier o los venezolanos Asdrubal Cabrera y Gerardo Parra, el Baby Shark, que se irá a jugar a Asia.

Cuando un equipo gana la Serie Mundial, sus fanáticos sueñan con que ese triunfo signifique el inicio de una dinastía.

O al menos, que sea capaz de defender con éxito la corona obtenida un año antes, algo que hasta ahora nadie ha podido conseguir en lo que va de siglo XXI.

La gerencia encabezada por Mike Rizzo tendrá que trabajar intensamente en el invierno para tapar los huecos que dejaron la partida de los peloteros antes mencionados y armar un equipo competitivo, como corresponde a un campeón defensor.

El primer paso ya lo dieron los Nacionales la pasada semana, al firmar por otros dos años al veterano receptor brasileño Yan Gomes.

Con ello garantizan una sólida defensa detrás del plato, con Gomes haciendo tándem con Kurt Suzuki, tal como resultó en el 2019. Y el trío de jardinero se mantiene incólume, con los jovencitos dominicanos Juan Soto y Victor Robles en el izquierdo y el central, respectivamente, junto al veterano Adam Eaton en el derecho.

Pero en el cuadro interior, solamente Trea Turner tiene su puesto seguro en el campo corto.

Todo parece indicar que el equipo apostará por el jovencito Carter Kieboon, prospecto número uno en la organización, para defender la intermedia y formar combinación de doble matanza con Turner.

Kieboon, primera selección de los Nacionales en el reclutamiento del 2016, se tomó un café en Grandes Ligas en el 2019, pero apenas ligó cinco hits, dos de ellos jonrones, en 39 turnos, para average de .128 y 16 ponches.

Pero es un hombre que en AAA maltrató a los lanzadores rivales, con una línea ofensiva de .303-.409-.493 en 109 partidos, con 16 bambinazos y 79 impulsadas.

Para la primera base, una opción viable sería traer de vuelta al menos por un año a Zimmerman, quien no parece decidido a retirarse, pero sólo quiere jugar en el único equipo que ha conocido en las Mayores.

El problema de Zimmerman es que apenas jugó en 85 partidos en el 2018 y 52 en el 2019, por lo que necesitará ayuda en la inicial y ahí podría beneficiarse Jake Noll, un novato que tendrá 26 años para el inicio de la temporada y que no parece estar llamado a convertirse en una estrella.

En la antesala, si Washington no logra recuperar a Rendón, una posibilidad sería firmar por uno o dos contiendas al veterano Josh Donaldson, de 34 años, quien revivió su carrera en el 2019 con los Atlanta Braves.

O pactar por tres o cuatro campañas con Mike Moustakas, de 31, quien también tiene la capacidad de desempeñarse en la intermedia y ha promediado 33 vuelacercas y 89 remolques en las tres últimas temporadas.

El problema se complica aún más cuando se trata de reemplazar a Strasburg, ganador de 18 partidos y hombre que se comió 209 episodios en 33 aperturas, al mantenerse saludable durante toda la campaña por segunda vez en su carrera.

Ahora mismo, la rotación sólo tiene tres hombres asegurados: el estelar Max Scherzer, el veterano venezolano Anibal Sanchez y el zurdo Patrick Corbin.

Difícilmente Rizzo salga al mercado a comprar a esos dos que necesita para completar su rotación, pero al menos uno deberá buscar para reemplazar a Strasburg, que bien podría ser el zurdo Dallas Keuchel, mientras que el derecho Wil Crowe podría recibir finalmente su oportunidad de debutar en Grandes Ligas como quinto abridor.

La pregunta es: ¿Por quién vale más la pena apostar, a sabiendas de que el equipo no tiene la capacidad de traer de vuelta al mismo tiempo al antesalista Rendón y al serpentinero Strasburg?

Rendón ha sido un jugador con un rendimiento estable, con promedio de 25 jonrones y 100 carreras impulsadas en los últimos cuatro años, aparte de ser un defensor de altos quilates en la esquina caliente.

Strasburg tuvo en el 2019 su mejor temporada y apenas la tercera con al menos 30 aperturas. Por segunda ocasión superó los 200 episodios de labor y sus 251 abanicados fueron la mayor cantidad en su carrera para una campaña.

No por gusto Rendón y Strasburg aparecen en los lugares dos y tres, respectivamente, de los agentes libres más cotizados, sólo superados por Gerrit Cole.

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La vida es “timming”. No pudo llegar más oportunamente el momento en que el contrato de Stephen Strasburg le permite salirse y buscar un nuevo pacto.

Viene de su mejor temporada, cuando lideró la Liga Nacional en victorias (18) y entradas lanzadas (209), además de lograr la mayor cantidad de ponches en su carrera (251).

Además, tuvo una postemporada de ensueño, con cinco triunfos sin derrota, una efectividad de 1.98 y el merecido premio de Jugador Más Valioso en la Serie Mundial.

Strasburg debería salirse de su contrato, aunque ello no signifique necesariamente que abandone las filas de los Washington Nationals.

A sus 31 años, el derecho mostró estar saludable y perfectamente podría conseguir en la agencia libre mucho más de los 100 millones de dólares que le restan de su actual pacto con los Nacionales hasta el 2023.

Con Scott Boras como agente, la movida parece lógica y podría representarle un nuevo acuerdo por seis o siete campañas y entre 150 y 200 millones.

Pero da la impresión que Strasburg se siente a gusto en Washington, donde ha jugado la totalidad de su carrera desde que fue escogido como número uno en el draft del 2009.

Él sabe —y Boras también— que tiene el sartén por el mango y puede sentarse a pedir plata a granel.

Podría hacer un descuento a la casa si los Nacionales quieren retenerlo, pero en caso contrario, no faltarán ofertas para hacerse de sus servicios y complacer sus exigencias financieras.

El serpentinero tiene tres días desde el final de la Serie Mundial para decidirse.

O se mantiene dentro de su contrato, que le pagará 25 millones en el 2020, 15 millones en el 2021, otros 15 en el 2022 y 45 en el 2023.

O prueba el mercado por primera vez en su vida y le asegura el futuro a varias generaciones de Strasburg con mucho más dinero del que ya tiene garantizado.

Parecería que el arreglo sería similar al de Clayton Kershaw con Los Angeles Dodgers, cuando se salió de su contrato y volvió a firmar con el mismo equipo por 93 millones entre 2019 y 2021.

Ya pasaron las primeras 24 horas y en los próximos dos días, muchos gerentes generales, incluido Mike Rizzo, el de Washington, estarán pendientes de la decisión de la estrella, con la mano en el bolsillo lista para sacar la chequera.

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Un solo pitcheo puede hacer la diferencia en un juego. Una mala decisión arbitral sobre un envío puede cambiar por completo la decoración de un partido.

Así ocurrió este sábado en el cuarto juego de la Serie Mundial, en el que los Houston Astros apabullaron a los Washington Nationals 8-1, para igualar las acciones a dos triunfos por bando.

El inning siete, en el que los Astros se despegaron finalmente en la pizarra con un grand slam de Alex Bregman, debió terminar sin anotaciones, pero el árbitro principal, James Hoye se equivocó en un lanzamiento de Tanner Rainey que era el tercer strike para George Springer.

Kyle Tucker corría en primera y salió al robo de segunda. De no haber errado el umpire y cantado el ponche a Springer, el cátcher Yan Gomes, lo hubiera puesto out en la intermedia, pues soltó un láser que llegó con mucho tiempo.

Pero el error arbitral significó boleto para Springer y que Tucker llegara quieto a segunda.

Fue un simple pitcheo que habría terminado en doble matanza: ponche al bateador y capturado en intento de robo el corredor de primera.

Acto seguido, José Altuve elevó al jardín derecho y hubiera sido el tercer out, sin carreras.

Los errores arbitrales son parte del juego, pero a estas instancias, cuando está disputándose la corona, cada pifia se amplifica, cobra un peso específico mucho mayor y resalta la necesidad del conteo automatizado de bolas y strikes.

El pobre dominio de la zona de strikes que han mostrado los diferentes jueces a lo largo de toda la postemporada ha sido lamentable y un atentado al buen espectáculo.

En ese momento, el choque iba 4-1, luego de que Washington descontara una y mostrara señales de recuperación.

Inexplicablemente, el manager A.J. Hinch cometió la torpeza de sacar de acción al mexicano José Urquidy, quien dio una muy grata sorpresa al trabajar cinco episodios inmaculados, con apenas dos hits, cero boletos y cuatro abanicados.

Urquidy tenía apenas 67 envíos, pero Hinch lo quitó y echó mano a su tambaleante bullpen, que estuvo a punto de echar por tierra el gran trabajo del abridor.

Para fortuna del manager, Bregman le enmendó el disparate con su jonrón con tres a bordo para abrir definitivamente el juego y garantizar que la serie regrese a Houston.

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Dave Martínez se olvidó del juego pequeño y los Houston Astros tomaron una peligrosa bocanada de oxígeno, al llevarse por 4-1 el tercer juego de la Serie Mundial.

Hubo una situación que pudo haber cambiado la decoración del juego a favor de los Washington Nationals, pero Martínez prefirió jugar al batazo y le dio vida a Zack Greinke, el abridor de los Astros que estuvo sentado sobre el cráter de un volcán durante las cuatro entradas y dos tercios que trabajó.

Con la pizarra 1-0 favorable a Houston, el venezolano Asdrúbal Cabrera y Ryan Zimmerman abrieron el segundo episodio con cañonazos consecutivos ante Greinke.

Con el receptor Kurt Suzuki en turno, la jugada que parecía indicada era el toque de bola de sacrificio, para poner en posición anotadora las potenciales carreras del empate y la ventaja.

Pero en ningún momento Suzuki hizo el más mínimo ademán de sacrificio, tal vez porque el manager creyó que todos los días son de fiesta.

Es cierto que apenas era el segundo inning, pero lo que dejas de hacer al principio te cuesta al final.

Además, estamos hablando de la Serie Mundial, donde hay que aprovechar cada detalle que te permita el rival.

El enmascarado había disparado jonrón ante Justin Verlander en el segundo juego de la serie, para romper un empate a dos carreras en ese momento, pero las probabilidades de que lo volviera a ser eran escasas, tratándose de un bateador que promedia apenas diez bambinazos por año, 131 en 13 campañas.

¿Resultado? Suzuki se ponchó sin tirarle y el siguiente bateador, el novato dominicano Victor Robles, bateó roletazo que sirvió para doble matanza que puso punto final a un inning que lucía grande.

¿Qué hubiera pasado de haberse sacrificado Suzuki? Eso nadie lo sabe, pero cuando se hacen mal las cosas, por lo general salen mal.

De todos modos, crédito al cuerpo de lanzadores de los Astros, que supieron sofocar cuanta amenaza montaron los Nacionales, cuyos bateadores fueron incapaces de producir esta vez a la hora buena.

Dice un axioma beisbolero que al que no hace, le hacen. Las cosas le empezaron a salir bien a los Astros, después de haber sido silenciados en su casa, mientras que Washington parece haberse gastado todo en el juego anterior, cuando fabricaron 12 carreras.

Con este resultado, Houston evita la barrida y todos los amantes del béisbol nos aseguramos tener espectáculo al menos hasta el domingo.

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“No se vaya nadie, señores, que esto se pone bueno”, diría el inmortal Buck Canel.

Los superfavoritos Houston Astros la tienen cuesta arriba ante unos Washington Nationals inspirados que se han burlado de pronósticos y apuestas.

Nadie, ni el más entusiasta seguidor de los Nacionales o el más pesimista fanático de los Astros, vio venir lo que aconteció durante los dos primeros partidos de la Serie Mundial en el Minute Maid Park de Houston.

El objetivo más realista de Washington, como siempre pasa en estos casos, era arrancarle un triunfo al rival para viajar con empate cuando las acciones se trasladasen a la capital.

Pero barrer en los dos choques como visitante y en uno de ellos de una manera tan contundente, se salió de todo presupuesto, sobre todo, porque enfrente tendrían a los dos candidatos al premio Cy Young de la Liga Americana.

Por la teoría de las probabilidades, a Gerrit Cole ya le tocaba perder, después de una racha de 19 triunfos en forma consecutiva.

Pero por esa misma teoría, ya era hora de que Justin Verlander ganara un juego en Serie Mundial, después de cuatro derrotas anteriores.

Sin embargo, la teoría no siempre se convierte en práctica. Cole perdió y Verlander sigue en deuda con los clásicos de octubre, en los que ahora exhibe un récord de 0-5 en seis aperturas, con 5.73 de efectividad.

Seguimos con la teoría de las probabilidades, porque eso es a lo que más pueden aferrarse ahora mismo los Astros, heridos de gravedad y obligados a jugar casi de manera perfecta.

Zack Greinke, abridor del tercer partido, ha tenido una postemporada para el olvido, con tres aperturas en las que ha permitido 15 hits y diez carreras limpias en 14 entradas, para una efectividad de 6.43.

Esos números no se corresponden con su calidad. Estamos hablando de un ganador de más de 200 juegos en su carrera, con un promedio de 3.35.

Entonces, parece que le tocaría ya dar el salto adelante y jugar a su verdadero nivel, justo cuando su equipo más lo necesita.

Y volvemos a las probabilidades. El venezolano Anibal Sánchez, un buen lanzador que no ha gozado nunca del estatus de superestrella, está inmerso en una postemporada de lujo.

En dos salidas ha trabajado 12.1 episodios y solamente ha aceptado una limpia y cuatro imparables, con 14 ponches y una efectividad minúscula de 0.71, números mucho mejores que su nivel real.

Entonces, ¿le correspondería fallar ya?

Esa es la teoría. En la práctica, los Nacionales han demostrado tener otras intenciones.

Remontar la serie después de un 0-2 inicial y hacerlo en territorio enemigo es difícil, pero no imposible.

Ya lo hicieron los New York Yankees de 1996, que perdieron los dos primeros encuentros en la Gran Manzana ante los Atlanta Braves y luego ganaron cuatro seguidos, tres de ellos como visitantes, para coronarse campeones.

Por supuesto que hay intangibles que no se miden en cifras. Hay jugadores promedio que se crecen en momentos definitorios, mientras que la vida está llena de casos de peloteros con carreras de Salón de la Fama que se achican y hasta se multiplican por cero.

¿Alguien dijo Clayton Kershaw?

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El dominicano Fernando Rodney es un sobreviviente del beisbol, capaz de reinventarse año tras año para seguir lanzando flechas al cielo.

Cuando salió a la lomita del Minute Maid Park en el segundo juego de la Serie Mundial, Rodney logró una rareza histórica: estar presente en todas las instancias de la Postemporada para equipos de ambas ligas.

Sólo el zurdo Jon Lester había estado presente en todos los niveles de Playoffs, desde juegos de comodines hasta clásicos de otoño, con novenas de los dos circuitos., pero mientras Lester lo ha hecho con sólo dos equipos, los Boston Red Sox en la Liga Americana y los Chicago Cubs en la Nacional.

El quisqueyano de 42 años y 17 temporadas en las Mayores lo ha conseguido con varios uniformes, pues ha pasado por 11 franquicias desde que debutó en 2002 con los Detroit Tigers.

Estuvo con los Tigers en la Serie Divisional de 2006, la Serie de Campeonato de la Liga Americana y el Clásico de Otoño, mientras que en 2013, con los Tampa Bay Rays, participó en el Juego de Comodines del joven circuito.

En 2015 pasó a los Cubs y con ellos estuvo en el partido de comodines, serie divisional y Serie de Campeonato de la Liga Nacional. Sólo le faltaba lanzar con un equipo del viejo circuito en la Serie Mundial, lo cual consiguió el miércoles con los Washington Nationals en el Juego 2 ante los Houston Astros.

Además, Rodney se convirtió en el lanzador más viejo en actuar en una Serie Mundial desde Joe Niekro en 1987. En total ha estado presente en 11 series diferentes de Postemporada con seis equipos distintos, pues además de Tigers, Rays, Cubs y Nationals, ha participado en Playoffs con los Arizona Diamondbacks y los Oakland Athletics.

Para añadir más lustre a su carrera, Rodney estuvo también en una final del Clásico Mundial de Beisbol, en la que República Dominicana se coronó en 2013.

Luego de la victoria de Washington en Juego 2 sobre los Astros, el veterano relevista necesita dos triunfos más de su equipo para conseguir lo único que le ha sido esquivo después de tantas flechas lanzadas hacia el cielo, su distintiva señal cuando salva los partidos: un anillo de campeón de Serie Mundial.

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Si los Washington Nationals logran coronarse contra la mayoría de los pronósticos en esta Serie Mundial ante los superfavoritos Houston Astros, el dominicano Juan Soto podrá finalmente celebrar con champán, cerveza, ron Barceló o mamajuana.

Para cuando eso pase, sea en el mínimo de cuatro juegos o el máximo de siete, Soto ya habrá cumplido los 21 años, edad legal para beber alcohol en Estados Unidos.

Por ahora, con 20 años y 363 días de edad, acudió a su cita con la historia y respondió como un consagrado.

El jardinero izquierdo de los Nationals se convirtió apenas en el tercer pelotero menor de 21 años en aparecer como cuarto bate de la alineación en un partido de clásico de octubre, uniendo su nombre nada menos que al legendario Ty Cobb y al futuro miembro del Salón de la Fama, Miguel Cabrera.

Como si no se conformara con eso, fue el cuarto pelotero más joven en conectar un cuadrangular en una Serie Mundial y el de menor edad desde que Cabrera le botó la pelota a Roger Clemens en el 2003.

¿Los otros dos? Andruw Jones, en 1996, con 19 años, y un tal Mickey Mantle, con 20, en 1952.

Soto no sólo bateó un cuadrangular solitario que sirvió para empatar el juego 2-2 en el cuarto inning, sino que añadió un doblete remolcador de dos carreras que a la postre resultaron las decisivas del encuentro.

También sumó un sencillo y solamente le faltó el triple para completar el ciclo, algo que nadie ha hecho jamás en la historia de las Series Mundiales.

Sobre el jonrón que le bateó a Gerrit Cole, un apunte que ilustra la capacidad del jovencito para hacer ajustes de turno en turno, como si se tratara de un experimentado veterano.

En su primera visita al plato, Cole lo ponchó con tres rectas en la parte alta de la zona de strikes, con velocidades entre 96 y 98 millas por hora.

En su segunda oportunidad, con un envío similar, le depositó la pelota sobre las cercas entre el left-center, para silenciar el Minute Maid Park.

Por cierto, su biangular remolcador de dos en el quinto frente a Cole fue también hacia la banda izquierda, otra muestra más de su extraordinaria capacidad para usar todo el terreno para su beneficio en estos tiempos de formaciones especiales y sabermetría.

FIN DE UNA RACHA

¡Qué mal momento encontró Gerrit Cole para poner fin a su racha de decisiones victoriosas consecutivas!

Fueron 19 triunfos en fila en 24 aperturas sin conocer la derrota desde el 22 de mayo, cuando fue castigado por los Chicago White Sox con seis limpias y siete cohetes en cinco entradas.

Ya en su salida anterior frente a los New York Yankees en la Serie de Campeonato de la Liga Americana mostró señales de que la seguidilla podía acabar de un momento a otro, al regalar cinco bases por bolas, algo que no había hecho en todo el año, además de ponchar “sólo” a siete bateadores, luego de una cadena de 11 partidos con diez o más abanicados.

Aun así, se las agenció para tirar siete entradas en blanco y agenciarse el éxito, aunque se dejó ver las costuras y exhibió, si se le puede llamar así, signos de flaqueza.

Y es que así es el béisbol, un deporte que se basa como ningún otro en la teoría de las probabilidades.

Sencillamente le tocaba, aunque a los seguidores de los Astros les duela el hecho de que haya sido justo en la Serie Mundial, a las puertas de la suprema gloria.

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