<
>

Yo estuve allí: La deserción de Guillermo Rigondeaux

El momento cumbre en la carrera de Guillermo Rigondeaux. El 13 de abril de 2013 derrotó al filipino Nonito Donaire en el Radio City Hall de New York. Al Bello/Getty Images

Todos callábamos. Algunos le llaman instinto de conservación, otros le dicen miedo. La presunción se convirtió en realidad de la mano de una orden: "Ni una palabra a nadie".

La funcionaria perdió su habitual dulzura; ya había decodificado las señales de la jefatura e impuesto el modus operandi. "(Guillermo) Rigondeaux es un traidor. Abandonó la delegación", dijo ella, con el rostro desencajado, a los integrantes del grupo de periodistas cubanos que cubríamos los Juegos Panamericanos de Rio de Janeiro 2007.

Para un primerizo, que nunca había salido de la isla, y apenas había conseguido su pasaporte un par de semanas antes, era simplemente alucinante.

La paranoia asfixiaba. No se había extraviado un pollito. Nos faltaba el gallo más fino -único doble monarca olímpico en deportes individuales- de toda la delegación cubana, y uno de los grandes centros de atención en la urbe carioca.

Mientras, nuestras páginas languidecían en una especie de Sahara informativo. ¿La noticia? ¡Qué va! Había que reportar los triunfos de los atletas cubanos, o simplemente un intragable y soporífero encuentro con algún dirigente de la Isla.

El resto de los medios, "los de afuera", habían encontrado un oasis. De lo único que se hablaba y escribía era sobre la espectacular escapada de Rigondeaux y su colega Erislandy Lara, sí, el mismo que tiempo después se convertiría en campeón mundial del boxeo profesional y que protagonizó una polémica pelea con el mexicano Saúl 'Canelo' Álvarez.

Al regreso a La Habana tampoco hicimos mucho. Todos volvimos a callar.

Poco tiempo después, el paradero de Rigondeaux y Lara en Brasil fue descubierto. El gobierno brasileño de Lula Da Silva los devolvió a ambos a la Isla donde, apenas aterrizar en La Habana, fueron interrogados como burdos criminales.

Aquel interrogatorio -disfrazado de entrevista- se publicó en el periódico Granma y muchos rabiamos, pero... en los pasillos y sin alzar la voz.

"El atleta que abandona su delegación es como el soldado que abandona a sus compañeros en medio del combate... llegaron a un punto sin retorno como parte de una delegación cubana en ese deporte", escribió en una de sus reflexiones el entonces convaleciente Fidel Castro, quien ostentó el poder en la Isla desde 1959 hasta 2006.

El silencio, como constante, se generalizó. Rigondeaux fue expulsado de la Escuela Nacional de Boxeo, del equipo Cuba. Era invisible; pero no lo era la letra escarlata que le condenaba dondequiera que fuera cuando se atrevía a salir del modesto apartamento que el gobierno una vez le dio en Alta Habana (barrio en la periferia de La Habana); literalmente, Rigo, el doble campeón olímpico, era un apestado.

"Él es el mejor contragolpeador que he visto. Cuando hice guantes con él, simplemente no pude superar su defensa. Traté. Pero no pude. Él es uno de los mejores talentos que yo haya visto. Probablemente el mayor talento." Freddie Roach, entrenador de Manny Pacquiao y miembro del Salón de la Fama del Boxeo

"La suya era la cara más triste que yo haya visto en Cuba durante mi paso por la isla", dijo una vez el realizador Brin-Jonathan Butler que en 2007 fue a la Isla para filmar una película sobre los boxeadores cubanos. "Y ese país tiene muchas caras muy tristes", agregó.

Solo el tricampeón olímpico de boxeo, Teófilo Stevenson, intercedió por él públicamente. El resto preferimos callar y no meternos en problemas (de lo que me avergüenzo). Simplemente... seguir la corriente.

Cuando las puertas se cierran... ábrelas.

Rigondeaux tuvo que marcharse sabe Dios cómo, sin su esposa y sus hijos. No quiso ser devorado como los hijos de Saturno, precisamente en la tierra de Saturno. Lo dejó todo atrás para perseguir el sueño americano y dejar lo que para él era una pesadilla.

Dijo a sus allegados que visitaría Santiago de Cuba para ver a su mamá*; y terminó en Miami.

Entonces llevaba en sus dientes las medallas olímpicas que había ganado en Sídney 2000 y Atenas 2004 ("Hice derretir mis medallas olímpicas para que las pusieran en mi boca", contó Rigondeaux en una ocasión), y la ilusión de perseguir su sueño.

Sueño que convertiría en realidad un 13 de abril de 2013, hace exactamente siete años, cuando dio una clase magistral de boxeo al filipino Nonito Donaire, quien había sido premiado días antes como Peleador del Año 2012 por la Boxing Writers Association of America. Aquel día salió del Radio City Hall de New York con los cinturones absolutos de peso súpergallo de la Asociación Mundial de Boxeo, la Organización Mundial de Boxeo, The Ring Magazine y un puesto en el Top 10 del ranking libra por libra.


* La madre de Rigondeaux falleció y él no pudo ir a Cuba a darle el último adiós.

Damián L. Delgado Averhoff: Fue jefe de la sección de Deportes de la Revista Bohemia en Cuba entre 2007 y 2011. Cubrió como enviado especial los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 y Guadalajara 2011, así como los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Abandonó la delegación cubana tras los Panamericanos en México.