MÉXICO -- El futbol mexicano prepara un juicio. En el banquillo de los acusados se encuentra Leonardo Cuéllar, el hombre que se ha eternizado 18 años al frente del balompié femenino del país. Hace casi dos décadas, Cuéllar se hizo cargo de ese asiento en el que, según sus palabras, nadie se quería sentar. Era el final de la década de los noventa y el futbol de mujeres era un terreno casi virgen; un pasto que poco se había pisado. Leo dio orden al grupo, comenzó a entrenarlo y lo clasificó al Mundial del 99.
El proyecto era esperanzador como un amanecer, pero ese sol nunca llegó más allá de las 10 de la mañana. Para evaluar su proceso, hay muy pocas distinciones en su currículum. El equipo de Cuéllar se clasificó a los Olímpicos de Atenas 2004 y no volvió a una competencia Mundial hasta el 2011 y repitió en 2015. Nunca en casi dos décadas pudo ganar un partido en competencia internacional de relevancia. Hoy los resultados son inexistentes y la imagen de Cuéllar ha sufrido, además, el desgaste del tiempo. La selección femenil mexicana sólo alcanzó la medalla de bronce en los pasados Panamericanos; no superó la primera ronda del Mundial 2015 y ni siquiera avanzó a la fase final del Preolímpico. Pero eso no es lo más grave.
En un país que tiene poca paciencia con los entrenadores de la selección varonil, el periodo de gracia para Cuéllar es una rareza. Es obtuso pensar que es el único culpable, pero es igualmente corto de vista deslindarlo de la responsabilidad y pensar que es el capitán de un barco imposible de manejar. La estructura del futbol femenil mexicano es muy similar a la de la mayoría de los deportes amateurs en el país. Hay pocos lugares para practicar, escasos entrenadores que conozcan la dinámica y, por lo tanto, una falta de jugadoras a la hora de elegir una selección.
El mismo Cuéllar ha dicho, y con razón, que es muy difícil pensar en una liga interna, porque no sería fácil conjuntar 10 equipos con jugadoras que tengan el nivel para atraer al público y a los patrocinadores.
En lo que Cuéllar se equivoca es en pensar que la única opción es ver más allá de la frontera. Desde hace algunos años, la selección ha tenido que reclutar mexico-americanas y ellas han sido la única opción del equipo mexicano que en el futbol femenil no critica a los naturalizados y a los nacidos más allá de los límites de nuestro país. En las preparatorias y las universidades de Estados Unidos fueron formadas un tercio de las seleccionadas nacionales y Cuéllar (aunque diga lo contrario) se dedicó a captar menos talento en las canchas del país.
Hay más elementos para su juicio. Leo empezó a tomar decisiones que se derivan de la acumulación de años en el poder. Acciones parecidas a una dictadura. Una de ellas es el nepotismo, que se ejemplificó cuando en 2012 nombró a su hijo Christopher Cuéllar como director técnico de la selección Sub 17, con un currículum que lo “avalaba” por llevar “ocho años como parte del cuerpo técnico de su padre”. En la mente del dirigente interminable no había nadie mejor que un Cuéllar para hacerse cargo de una selección de mujeres. Y los resultados tampoco le dieron la razón.
La jugadora Charlyn Corral se sienta también en el banquillo de los acusadores. Acusa a Cuéllar de ejercer un poder absoluto en el banquillo de la selección femenil. La delantera dijo poco antes de los Panamericanos de Toronto: “La verdad es que ya hemos platicado muchas. Yo creo que el profe Leonardo Cuéllar ha ayudado muchísimo a nuestro programa, pero es momento de renovarnos ya, porque ya no nos está ayudando”.
En su rotunda negativa para afrontar la crítica, Cuéllar decidió amenazar a Charlyn con dejarla fuera de la selección Panamericana, promesa que cumplió antes del pasado preolímpico, a pesar de que Charlyn es la actual goleadora de la Liga de España.
Anjuli Ladrón da más argumentos contra el seleccionador: “Es una persona difícil, agarra a una y no la suelta. Te critica y te dice que estás gorda, como si no valieras nada. Le gusta exhibir a las personas”. Anjunli acusa también que los Cuéllar han convertido a la selección en un negocio familiar.
Leo ha dominado los últimos años con la política del miedo. Ninguna jugadora se atreve a decir cómo se maneja la selección, por temor represalias. El caso de Charlyn y su ausencia en el último torneo es sólo el ejemplo más reciente. Sólo con la renuncia de Cuéllar se sabrán los verdaderos sentimientos de las jugadoras que ha dirigido. El juicio con los altos jerarcas de la selección nacional ya tiene fecha. Ellos han sido complacientes con los argumentos del todopoderoso de la selección femenil. Ahora se habla de una posible renovación, pero eso es difícil que suceda. Nadie sabe si el dictador se irá. Al fin y al cabo, dirige en el país de la dictadura perfecta.