Este martes publicamos una lista de 10 jugadores de la NBA que necesitan remontar y los lectores astutamente se dieron cuenta en la sección de comentarios que faltaba un jugador en particular: Roy Hibbert, el gigante invisible de los Indiana Pacers.
La razón por la que él no formó parte de esa lista fue que Hibbert no solo debe remontar, sino que se tiene que reinventar como jugador y como persona esta temporada ante la inesperada lesión que marginará a su compañero Paul George por toda la campaña venidera y la partida de Lance Stephenson a Charlotte.
De repente Hibbert no solo debe intentar dejar atrás lo que fue una pesadilla en pleno día para él personalmente la temporada pasada, sino que ahora se ve forzado a ponerse un traje de líder y de pilar de la franquicia que francamente le queda dos tallas demasiado grande.
Tic, toc. Tic, toc. El reloj sigue avanzando, la nueva temporada se acerca y Hibbert sigue buscando respuestas mientras él sabe mejor que nadie que todo Indiana depositará sus ojos en su capacidad para ponerse al equipo al hombro ante la ausencia de George a partir del miércoles 29 de octubre, cuando los Pacers debutan oficialmente en casa contra los humildes Philadelphia 76ers.
Su contrato no expira hasta el 2016 y cuesta 14.8 y 15.5 millones de dólares por temporada respectivamente, así que los Pacers no cuentan con la posibilidad de librarse de él. La situación es la siguiente: Hibbert sale de su bajón y se convierte en un pivot titular legítimo o la temporada de Indiana se hunde rápidamente junto a él.
Los problemas de Hibbert no son físicos; él no arrastra ninguna lesión. ¿Demasiado viejo? No a los 27 años. Tim Duncan tiene 38 y juega 20 veces mejor, así que la edad no es ninguna excusa. Su barrera es psicológica, él es un pensador, un jugador analítico que está demasiado al tanto de lo que ocurre alrededor suyo.
Wilt Chamberlain, Shaquille O´Neal, Kareem Abdul-Jabbar, Hakeem Olajuwon, Patrick Ewing y Moses Malone fueron algunos de los mejores pivotes de la historia de la NBA. ¿Saben lo que tenían en común? Todos ellos estaban al tanto de las críticas apuntadas hacia ellos día tras día, pero una vez que entraban a la cancha esas críticas se convertían en motivación para romperla dentro de ella. Los que sufrían eran los rivales.
De alguna manera, ellos siempre estaban convencidos de que eran el regalo de Dios al básquetbol y de que absolutamente nadie era mejor que ellos sin importar lo que nadie más diga. Hibbert, por otro lado, es todo lo contrario y las críticas se instalaron en su mente después del Juego de las Estrellas de este año. Eso sucedió hasta tal punto que tú y yo podríamos haber sido tan productivos como él en algunos partidos.
Hibbert mide 2.20 metros (7 pies y 2 pulgadas), lo que lo convierte en el segundo jugador más alto de la liga (Hasheem Thabeet es el más alto de todos, 2.22 metros). A diferencia de Thabeet, él percibió casi 15 millones de dólares más en salario y promedió más de ocho minutos y 1,2 puntos por partido en la temporada regular, pero a veces Hibbert se las arreglaba para ser todavía menos productivo que su colega tan alto como ignoto.
¿Se acuerdan de la serie en la primera ronda de los playoffs de este año contra los Atlanta Hawks? Bueno, en el segundo encuentro de esa serie Hibbert anotó exactamente la misma cantidad de puntos y bajó la misma cantidad de rebotes en 12 minutos que el simpatizante en la sección 402 de la tribuna. Cero y cero. Uno pensaría que durante sus 12 minutos en cancha le hubiese caído un rebote de pura casualidad.
Eso volvió a suceder en el primer juego de la serie de las semifinales de la Conferencia Este contra los Washington Wizards, y en el cuarto juego de las Finales contra el Miami Heat (el único equipo capaz de hacerlo parecerse a Shaq) él contribuyó cero puntos y cinco rebotes durante un partido que su equipo debía ganar sí o sí para no hundirse en la serie.
Cada vez que el pivot de los Pacers le daba alguna señal de vida a su entrenador Frank Vogel, ya sea sus 13 unidades y siete rebotes en el séptimo juego contra los Hawks, sus 28 y 9 en el segundo contra los Wizards o 12 y 13 en el segundo partido contra el Heat, el mismo Hibbert se las arreglaba para autodestruirse y demostrar que más que una constante eso había sido un espejismo.
Su crisis de confianza era tan evidente que oponentes 20 o 25 centimetros más bajitos que él como Kyle Korver y Dwyane Wade, los escoltas de los Hawks y el Heat respectivamente, se aparecían desde atrás para robarle la posibilidad de un rebote defensivo. Mientras tanto, Hibbert no reaccionaba.
El grandote producto de la Universidad de Georgetown es un pensador, por eso se juntó con Abdul-Jabbar este verano para que él lo ayude a salir de este mal momento y le envía mensajes de texto a Duncan para conocer como se manejan los San Antonio Spurs.
En realidad no hay mucho que ni Duncan ni Abdul-Jabbar probablemente le puedan decir o enseñar antes de su séptima temporada en la NBA. Solamente dependerá de él desatar a toda esa angustia, esa furia que lleva dentro por no haber podido ayudar a sus compañeros para revertir la situación durante la segunda mitad de la temporada regular y los playoffs.
Pase lo que pase, digan lo que digan, él debe convencerse de que es el mejor jugador de la cancha noche tras noche, todo lo demás deja de importar a partir del salto inicial.