Bryce Harper
Mitchell Layton/Getty ImagesBryce Harper ha sido el principal promotor de romper la regla de no celebrar los vuelacercas.
El béisbol es un juego de diez reglas esenciales y un entramado de más de 200 subdivisiones, acápites y enmiendas que lo convierten en un deporte de difícil comprensión para muchas personas. A eso súmenle una serie de veintitantas "reglas no escritas", que dictan el comportamiento que deben tener sobre el terreno y para sus rivales los jugadores, de respeto al juego y cuya violación lleva implícita una represalia en forma de pelotazo a las costillas.

Nunca busque romper un juego sin hits con un toque de bola; jamás intente robar una base con gran ventaja en la pizarra y no pase sobre el montículo camino hacia el dugout, después de haber sido puesto out.

Estas son apenas algunas de muchas otras normas éticas que pueden llegar a desatar la tercera Guerra Mundial si no se cumplen al pie de la letra.

Algunas de ellas son lógicas; otras, discutibles. Y en mi manera de ver las cosas, al menos una de ella, inaceptable.

¿Por qué un bateador no puede celebrar cuando dispara un cuadrangular?

El jonrón es la expresión suprema del béisbol, el clímax del juego, el acto de gloria extrema, como lo es el gol en el fútbol, el touchdown en el fútbol americano o una canasta de tres puntos en el último segundo de un partido de baloncesto.

En casi todos los deportes, el acto de anotar, de llevar puntos a la pizarra, llámese como se llame, es motivo de una celebración merecida, en ocasiones repleta de aspavientos y gesticulaciones exageradas.

Los futbolistas cuando marcan un gol casi que hacen un striptease, camiseta afuera, mientras que un touchdown se traduce en saltos y bailes que rayan con la ridiculez.

Una clavada en el aro, frente a la cara de un contrario, viene acompañada de expresiones de fuerza, donde los autores muestran sus músculos en señal de poder.

E incluso en el béisbol, cuando un lanzador poncha, digamos, al poderoso cuarto bate del conjunto rival, en situación de bases llenas, los gestos y gritos no se hacen esperar.

Entonces, ¿qué hace distintos a los bateadores, que los ata a ciertos códigos que les prohíbe celebrar sus éxitos?

En las últimas semanas Bryce Harper, Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en el 2015, ha sido objeto de severas críticas por defender el derecho a la celebración de los bateadores cuando conectan un jonrón.

Harper, los dominicanos Carlos Gomez, José Bautista y David Ortiz o el cubano Yasiel Puig son una suerte de especie en extinción, cuyos festejos por sus batazos de cuatro esquinas son mal vistos por quienes se han erigido en defensores de la moral de los pitchers.

Incluso lanzadores que tienen el raro don de batear han sido víctimas de estos moralistas.

En su último turno al bate del 2013, en que ganó el premio de Novato del Año del viejo circuito, el cubano José Fernández, de los Marlins de Miami , sacó la pelota de jonrón, primero que conectaba en su carrera.

Por dos segundos se quedó en el plato admirando su obra antes de echar a andar las bases y al llegar al home, el entonces cátcher de los Bravos de Atlanta, Brian McCann, le echó en cara ese tiempo que demoró viendo el recorrido de la pelota.

Lo peor fue que el propio manager de los Marlins en aquel momento, Mike Redmond, tiró a su joven estrella a los leones, obligándolo a disculparse públicamente en una rueda de prensa.

No se trata de ir ahora al otro extremo y que los bateadores hagan señas ofensivas a los serpentineros tras batearle un bambinazo.

No hablamos de pasar el dedo por la garganta como un cuchillo, gesto que todos entienden como una amenaza de muerte.

Pero celebrar un jonrón no debería molestar a nadie, ni debería ser objeto de un acto de represalia en el próximo turno. Mucho menos tendría el siguiente bateador que pagar los platos rotos con un bolazo en las costillas.

¿Quiere venganza? Ponche en la próxima oportunidad al mismo que ahora le botó la pelota. Esa sería la verdadera revancha.

Que vivan las celebraciones de los jonrones. A fin de cuentas, no hay nada más difícil en el mundo del deporte que reaccionar en fracciones de segundo para pegarle a una pelota que viene a 95 millas por hora.

Eso hay que festejarlo. Es un derecho de quienes lo consiguen.

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El vetusto estadio Latinoamericano, próximo a cumplir 70 años en el mes de octubre, fue escenario de un acontecimiento histórico y extraordinario.

En presencia del presidente estadounidense, Barack Obama, y del gobernante cubano Raúl Castro, los Rays de Tampa Bay se fueron a La Habana a celebrar un partido de exhibición frente a la selección cubana.

Lo de menos fue el resultado del partido, que ganaron los visitantes 4-1.

Lo trascendental de la jornada fueron las lecciones que dejó, de cara a un futuro que se ve inmediato e inevitable.

Cuando el camagüeyano Dayron Varona se paró a batear en el plato como primer hombre en la tanda de los Rays, se convirtió en el primer pelotero desertor en volver a jugar en la isla.

Dayron Varona
Joe Raedle/Getty ImagesDayron Varona se convirtió en el primer pelotero desertor en volver a jugar en la isla en un uniforme de Grandes Ligas.
Hizo bien el alto mando de Tampa Bay en incluirlo en su embajada, a pesar de ser el único de los asistentes que no pertenece al roster de 40.

Su participación sentó un precedente de algo a lo que las intransigentes autoridades cubanas deberán empezar a acostumbrarse, por muy amargo que les resulte el trago.

Ver a Luis Tiant lanzando la primera pelota, junto a Pedro Luis Lazo, fue algo extraordinario también, porque desmontó el muro que el gobierno cubano estableció en torno a sus peloteros profesionales, de quienes estuvo prohibida cualquier mención en casi seis décadas.

Seamos honestos. Varios artículos en la prensa cubana han tratado de reescribir la historia y presentar a la isla como víctima, achacándole a la política de Estados Unidos la culpa de la desaparición de una relación beisbolera fluida y natural entre ambos países.

Obama
AP Photo/Pablo Martinez MonsivaisEn un hecho sin precedentes, los presidentes de EEUU y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro, se sentaron juntos a disfrutar del partido en el Estadio Latinoamericano.
Para nada mencionan que fue Fidel Castro quien eliminó el profesionalismo en el deporte y desterró a los jugadores rentados de la memoria nacional, para poder alinearse al estilo sociopolítico de la Unión Soviética en el contexto histórico de la Guerra Fría.

Beisboleramente hablando, el juego reveló el bajo nivel actual de la selección cubana, incapaz de descifrar los envíos de Matt Moore.

No estamos hablando de Clayton Kershaw, Dallas Keuchel o Madison Bumgarner, quienes conforman la élite del pitcheo zurdo de Grandes Ligas.

Derek Jeter and U.S. President Barack Obama
Olivier Douliery/Sipa USAObama se detuvo a saludar al ex capitán de los Yankees, Derek Jeter, quien viajó a Cuba como parte de la delegación de MLB.
Moore es un pitcher por encima del promedio, que intenta regresar a su mejor forma tras pasar por el quirófano y a quien el equipo Cuba que enfrentó en 1999 a los Orioles de Baltimore posiblemente hubiera masacrado.

Si las autoridades de La Habana no acaban de entender que los peloteros cubanos que están en las Grandes Ligas son tan cubanos como los que juegan en la isla, podemos desde ya pronosticar un fracaso estrepitoso en el IV Clásico Mundial del 2017, que podría incluso obligar a la otrora selección nacional a tener que buscar su boleto para la quinta edición de este certamen en un torneo clasificatorio como los que han celebrado este año en Australia, México y Panamá.

El convocar a Kendrys Morales, a Yasiel Puig, a José Abreu y compañía NO depende de un acuerdo previo con MLB, ni del maltrecho y casi inexistente ya embargo comercial, sempiterna excusa para justificar cualquier cosa que pase en Cuba.

Depende de que alguien allá acepte de una buena vez y por todas que el béisbol es parte de la cultura y la identidad nacional y no una bandera política, ni propiedad de una persona o un grupo específicos.
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Rays de Tampa Bay será el segundo equipo de Grandes Ligas que juegue en Cuba en medio siglo, luego de que lo hicieran los Orioles de Baltimore en 1999.

Cuba
Getty ImagesLos peloteros cubanos demostraron ante los Senadores que tenían calidad para jugar en el mejor béisbol del mundo.
Sin embargo, esas no fueron las únicas ocasiones en que la entonces poderosa selección amateur cubana enfrentó a jugadores de Ligas Mayores.

En 1977 los cubanos efectuaron en Caracas una serie de cinco juegos contra una selección de profesionales venezolanos, entre los que se encontraban David Concepcion, Tony Armas, Luis Salazar, Baudilio Díaz y César Tovar.

Armas y Díaz eran entonces bisoños en el mejor béisbol del mundo, Salazar estaba por debutar y Tovar ya estaba retirado, mientras que Concepción brillaba como campocorto en la Gran Maquinaria Roja de Cincinnati.

Cuba pasó como una aplanadora por encima de los profesionales venezolanos, con triunfos por marcadores de 9-1, 6-0, 11-2, y 5-4, mientras los dueños de casa sólo lograron llevarse un triunfo 5-4.

Pasarían 16 años para que los cubanos volvieran a enfrentar a un equipo de gran calibre.

Cuba acababa de ganar el torneo de béisbol de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se celebraron en noviembre en la ciudad puertorriqueña de Ponce y aprovechando su presencia en la Isla del Encanto, se pactó un juego de exhibición ante los Senadores de San Juan, en ese momento líderes de la liga invernal profesional.

El 1 de diciembre saltaron las escuadras al terreno del estadio Hiram Bithorn, repleto de 20 mil espectadores.

Los cubanos contaban con sus habituales estrellas como Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán y Lázaro Valle, entre otras, que hubieran sido fácilmente material de Grandes Ligas.

Acaparaban todos los títulos posibles de la Asociación Internacional de Béisbol Amateur y llevaban una cadena de 100 victorias consecutivas en eventos oficiales.

En las filas de los Senadores aparecían Carlos Baerga, Javy López, Carmelo Martinez, José Vidro, Ryan Thompson, Edgar Martínez y Carlos Delgado.

Entonces se usaba el bate de aluminio en los certámenes amateurs y se acordó para el partido de exhibición la utilización indistinta de ese o del de madera.

El derecho Lázaro Valle, de veloz recta y mortífero slider, fue el abridor por los visitantes, mientras que por los locales lo hizo Carlos Reyes, nacido en Miami de raíces cubanas.

Ambos serpentineros se enfrascaron en un duelo a ceros, hasta que en el inicio del sexto episodio, el intermedista Pacheco disparó un doblete y el antesalista Linares pegó jonrón ante el relevista Dave Telgheder.

JavyLopez
Getty ImagesEn Cuba mencionar el nombre del boricua Javy López es como decir una mala palabra.
San Juan reaccionó en el cierre de ese mismo capítulo por hits consecutivos de Lee Tinsley y John Mabry. En esa última conexión, el jardinero derecho cubano Ermidelio Urrutia, padre del actual jugador de los Orioles Henry Urrutia, cometió costoso error que permitió la primera carrera de los boricuas.

Con otro sencillo, Baerga llevó a Mabry hasta tercera, desde donde anotó por wild pitch de Valle, para igualar la pizarra 2-2. En el inicio de la novena Cuba volvió a la carga con hits seguidos de Lourdes Gourriel y Víctor Mesa ante el taponero de los Senadores, Shawn Holman.

Este intentó sorprender a Gourriel en tercera base y cometió un error que permitió su anotación, tercera de Cuba. El zurdo Omar Ajete vino a cerrar el partido por los visitantes y tras retirar a Carmelo Martínez, recibió imparable al derecho de Ryan Thompson.

Le tocó el turno a Javy López, entonces prospecto de los Bravos de Atlanta, quien decidió escoger para ese turno un bate de aluminio, de mayor bote que los de madera.

Con un poderoso swing envió la pelota sobre las cercas del jardín izquierdo para dejar al campo a los cubanos con pizarra de 4-3 y desatar una de las celebraciones más recordadas en la larga historia del Hiram Bithorn.

A pesar de la derrota, los cubanos demostraron ser capaces de medirse de tú a tú con cualquier rival, por muy capacitados que fueran.
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No importan las diferencias políticas que hayan llegado incluso al borde de desatar una guerra nuclear. De nada valen las ideologías distintas, capaces de fomentar odio entre pueblos y gobiernos.

A pesar de todo ello, los caminos de Estados Unidos y Cuba siempre han tenido un punto de encuentro, propiciado por el béisbol.

No pasaron muchos años desde que se inventara el juego en el Norte para que en Cuba, todavía colonia de España, se abrazara con la misma pasión de sus creadores.

Fue tal el furor con que comenzó a vivirse el béisbol en Cuba que las autoridades coloniales españolas prohibieron el juego, pues los independentistas aprovechaban las concentraciones de público que asistía a los partidos para conspirar.

De hecho, fue la isla en 1878 el tercer país es tener una liga organizada, después de Estados Unidos y Canadá.

Pero muy pronto el nivel de juego en Cuba superó al de los canadienses, limitados en su desarrollo por los crudos inviernos.

Desde finales del siglo XIX, los equipos estadounidenses pusieron sus ojos en la mayor de Las Antillas, donde el clima era mucho más benévolo y el rápido desarrollo alcanzado por el deporte en la isla propiciaba buenos topes con los peloteros norteamericanos.

La primera visita de un equipo estadounidense se remonta a 1879. El Worcester, que un año después sería afiliado a la Asociación Nacional, se convirtió en el primer equipo profesional norteamericano en viajar a Cuba, aunque no existen reportes de cuántos juegos celebraron, ni sus resultados.

A partir de ahí y hasta 1959, el año en que Fidel Castro llegó al poder, la presencia de novenas norteamericanas era habitual, ya para realizar sus entrenamientos primaverales o para efectuar series de exhibición ante conjuntos isleños.

Los mejores peloteros de las Grandes Ligas pasaron por Cuba en las primeras seis décadas del siglo XX. Babe Ruth, Ty Cobb, Christy Matthewson, Ted Williams, Willie Mays, Jackie Robinson, Sandy Koufax, Johnny Mize, Roy Campanella y Duke Snider fueron algunos de los más encumbrados peloteros que pisaron los terrenos de la isla.

Y antes de 1947, junto a los mejores exponentes del patio, jugaban a la par las estrellas de las Ligas Negras, como James "Cool Papa" Bell, "Talúa" Dandridge, Oscar Charleston y Raymon Brown. Momentos memorables quedaron a lo largo de tantos enfrentamientos.

En 1908, los Rojos de Cincinnati efectuaron 11 partidos ante los clubes Habana y Almendares, los que mayor rivalidad despertaban en la liga profesional cubana.

Entonces se jugaba en el Almendares Park y fue ese el escenario en el que comenzó a tejerse la leyenda de José de la Caridad Méndez, un muchacho de 21 años que luego brillara en las Ligas Negras hasta llegar al Salón de la Fama de Cooperstown.

Méndez, del equipo Almendares, enfrentó tres veces a los Rojos y le propinó 25 escones, con 24 ponches propinados y apenas ocho hits permitidos.

A partir de ahí, al derecho cubano se le conoció como El Diamante Negro.

En 1910 llegaron los Atléticos de Filadelfia, campeones de la Serie Mundial, y los Tigres de Detroit, con su estelar Ty Cobb.

Con todo y su corona en el clásico de octubre, los Atléticos cayeron 5-2 ante los pitcheos del Diamante Negro, que un año después los blanqueó 4-0.

Pero Cobb fue la sensación del momento, por su tórrida ofensiva y su irascible temperamento.

En uno de los partidos agredió al cátcher del Almendares, Gervasio González, molesto porque este no soltó la pelota y lo puso outs a pesar de un duro deslizamiento en el plato.

Victor Mesa
AP PhotoFidel Castro prohibió el béisbol profesional en Cuba a partir de 1961.
El incidente requirió la intervención de las autoridades, tras lo cual el Melocotón de Georgia juró que no volvería a jugar con peloteros negros.

Uno de los equipos que más veces visitó la isla fue el de los Gigantes, que en 1911 llegó bajo el mando de John McGraw y con el estelar Christy Matthewson como as de la lomita.

El derecho de los Gigantes ganó tres juegos en la serie y perdió uno, justamente frente a Méndez, a quien la prensa estadounidense comenzó a apodar el "Matthewson negro".

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el autor de una frase que recoge la grandeza del lanzador cubano. Presumiblemente fue McGraw, el Pequeño Napoleón, quien dijo que si tuviera a Méndez junto a Matthewson, antes de septiembre aseguraban el campeonato y podrían irse a pescar mientras esperaban por la Serie Mundial.

Los Gigantes regresaron en 1920, con un refuerzo de lujo en sus filas: Babe Ruth.

El empresario y promotor cubano Abel Linares negoció pagar 20 mil dólares por la presencia de Ruth, que venía de disparar 54 jonrones con los Yankees de Nueva York ese año.

Ruth terminó la serie con promedio de .345, con diez hits en 29 veces y par de bambinazos y los Gigantes ganaron seis de nueve juegos, con dos derrotas y un empate.

Fue tal el éxito de taquilla que generó la presencia del Bambino, que Linares convenció a otro promotor, Juan Lageyre, para que le pagara tres mil dólares adicionales por un juego extra en Santiago de Cuba. En una de las dos derrotas de los Gigantes sobresalió Cristóbal Torriente, también inmortalizado en Cooperstown junto a José de la Caridad Méndez.

Torriente disparó tres cuadrangulares y un doble en un partido el 6 de noviembre. Cuando los periodistas le preguntaron sobre su gran actuación, cuentan que el cubano dijo "Señores, no me entrevisten a mí, pregúntenle a Babe Ruth que da jonrones todos los días; los míos fueron de casualidad''.

La última vez que los Gigantes toparon con equipos cubanos fue en 1937 y contaban en sus filas con dos jugadores del patio: Tomás de la Cruz y el legendario Adolfo Luque, primer latino en participar en una Serie Mundial (1919 con Cincinnati), quien se encontraba ya retirado, pero fue invitado por el equipo.

Pero ni De la Cruz como abridor, ni Luque como relevista, pudieron frenar a un equipo cubano formado por peloteros de los diferentes clubes de la liga profesional, que se impusieron 7-3 en el primer juego. Nueva York perdió dos juegos más ante Habana y Almendares, antes de ganar un choque ante el club Fortuna, de la Unión Atlética Amateur.

Volvieron a enfrentar al Almendares, que contó con el apoyo desde las tribunas del ex campeón mundial de ajedrez José Raúl Capablanca.

Los Gigantes perdieron por cuarta ocasión a manos de equipos profesionales y un día después enfrentaron a una selección de los distintos clubes.

El manager Bill Terry envió a la lomita al inmortal Carl Hubell, quien tuvo como rival nada menos que a Luis Tiant Sr., el padre del que fuera una estrella de los Medias Rojas de Boston en los años 70.

Hubell estuvo impecable y Nueva York se impuso 7-3, pero en un nuevo desafío ante las estrellas cubanas, tras 12 innings de lucha, las partes acordaron un empate a una carrera.

Los Gigantes regresarían luego a realizar sus entrenamientos primaverales y topar con otros equipos de Grandes Ligas que estaban en funciones similares, pero nunca más jugaron contra clubes cubanos. Los Dodgers, entonces basados en el barrio neoyorquino de Brooklyn, y los Rojos fueron los dos últimos equipos de Grandes Ligas en visitar Cuba para sus entrenamientos, en 1959.

La isla vivía momentos de gran efervescencia política, tras la llegada al poder de Castro, quien dos años después eliminó el profesionalismo en el deporte.

Y 40 años después llegaron los Orioles de Baltimore, que ganaron a la selección amateur cubana en el estadio Latinoamericano, pero luego perdieron cuando los antillanos le devolvieron la visita dos meses después.
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Hector Olivera
Butch Dill/Getty ImagesOlivera fue firmado originalmente por los Dodgers con un contrato de seis temporadas y 62.5 millones de dólares
Aroldis Chapman, Yoenis Céspedes, Yasiel Puig, José Fernández, Jose Abreu y así, cada año irrumpe en el firmamento de las Grandes Ligas una nueva estrella cubana.

Los equipos apuestan en grande, a veces hasta más de la cuenta, con tal de descubrir a la próxima figura de primer nivel salida de la mayor de Las Antillas.

Hector Olivera
Butch Dill/Getty ImagesOlivera fue firmado originalmente por los Dodgers con un contrato de seis temporadas y 62.5 millones de dólares
A veces las cosas salen bien y los dividendos de esa nueva sensación terminan siendo baratos, como en el caso de Abreu, convertido en uno de los mejores bateadores de la actualidad.

¿Quién, entonces, será la nueva estrella cubana en el 2016?

La respuesta podría estar en los Bravos de Atlanta: Héctor Olivera.

Firmado como agente libre por Dodgers de Los Angeles con un contrato de seis temporadas y 62.5 millones de dólares, Olivera fue transferido a los Bravos a mitad de la pasada campaña y aunque jugó en 24 partidos en septiembre, su elegibilidad como novato se mantiene intacta.

En 79 turnos al bate conectó 20 imparables, cuatro de ellos dobles, un triple y par de jonrones, con 11 carreras impulsadas y average de .253.

Habitual defensor de la segunda base, Atlanta decidió utilizarlo en el jardín izquierdo y con esa finalidad se desempeñó en la liga invernal de Puerto Rico con los Criollos de Caguas, donde dejó promedio de .400 (20-8) en cinco encuentros.

Olivera jugó 10 campañas con Santiago de Cuba, donde bateó para average de .323, con 1,020 hits, 185 dobles y 105 cuadrangulares, con 433 carreras remolcadas.

Próximo a cumplir 31 años está maltratando la pelota en la pretemporada, donde hasta los juegos del jueves 17 encabezaba a todos los bateadores en hits con 16 y marchaba séptimo en average (.411).

A la defensa ha jugado 62 innings sin errores, muestra de que la transición de la segunda base a los jardines la ha podido hacer sin dificultades.

Superado el nerviosismo lógico de quienes debutan en septiembre, cuando se expanden los rosters de los equipos, Olivera parte ahora con la confianza de jugar todos los días y ya con cierto conocimiento del tipo de pitcheo que va a enfrentar.

"Hice una buena preparación física durante la temporada muerta y ahora aquí estoy ajustando mi bateo para cuando comience la temporada", le dijo Olivera al colega Enrique Rojas en una entrevista la pasada semana.

"Me preocupo por la técnica y golpear la bola. Mientras más juegos pasen, más me adaptaré y las conexiones serán más sólidas. Me siento bien y le estoy dando bien a la pelota, después llegarán los extrabases", añadió en esa ocasión.

El muchacho es hijo de un pelotero de igual nombre, que en la década de los 80 fue uno de los bateadores más temidos en el béisbol cubano.

Héctor Olivera padre fue el primero en batear sobre la marca de .400 desde que se instauraron las series nacionales tras la eliminación del profesionalismo en la isla en 1962.

En 1980 promedió para .459 y fue por varios años el bateador designado de la entonces poderosa selección nacional, pues, a diferencia de su hijo, no era un buen defensor y su corpulencia lo hacía un hombre lento.

Al parecer, aquí se aplica el refrán de "hijo de gato, caza ratón", aunque en este caso el Junior es un pelotero mucho más completo.

Ahora sólo queda esperar el arranque de la temporada para saber de si los números de la primavera son un espejismo o si está listo Olivera para ser la nueva estrella cubana en las Grandes Ligas.
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Los Rays de Tampa Bay hicieron bien en incluir en su embajada beisbolera a La Habana al jardinero Dayron Varona, a pesar de no estar dentro del roster de 40 jugadores de Grandes Ligas.

Pero la presencia de Varona, único cubano en la organización de los Rays, tiene un valor simbólico y político, que representa una grieta más en el muro que por años le ha impuesto el gobierno de la isla a sus deportistas.

Dayron Varona Rays Tampa Bay
Marly Rivera | ESPN DigitalVarona vendría a ser el tercer cubano en utilizar un uniforme de un equipo de MLB para un juego de exhibición en suelo cubano.
Pero el pelotero que jugó siete temporadas en las Series Nacionales con el equipo de Camagüey no será el primer cubano que vista un uniforme de Grandes Ligas para jugar en la isla.

Antes que él, otros dos compatriotas lo hicieron en el lejano 1937, cuando viajaron a su país natal como parte de los Gigantes, que aún no eran de San Francisco y tenían su casa en el Polo Grounds de Nueva York.

Tomás de la Cruz abrió el primer partido de los ocho que celebraron los Gigantes entre febrero y marzo de ese año y fue relevado en el cuatro episodio por el legendario Adolfo Luque, primer latino en participar en una Serie Mundial (1919 con los Rojos de Cincinnati), quien se encontraba ya retirado, pero fue invitado por el equipo.

Pero ni De la Cruz, ni Luque, pudieron frenar a un equipo cubano formado por peloteros de los diferentes clubes de la liga profesional, que se impusieron 7-3.

Nueva York perdió dos juegos más ante Habana y Almendares, las dos novenas más encumbradas del circuito profesional cubano, antes de ganar un choque ante el club Fortuna, de la Unión Atlética Amateur.

Volvieron a enfrentar al Almendares, que contó en las tribunas con el ex campeón mundial de ajedrez José Raúl Capablanca.

Los Gigantes perdieron por cuarta ocasión a manos de equipos profesionales y un día después enfrentaron a una selección de los distintos clubes.

El manager Bill Terry envió a la lomita al inmortal Carl Hubell, quien tuvo como rival nada menos que a Luis Tiant Sr., el padre del que fuera una estrella de los Medias Rojas de Boston en los años 70.

Hubell estuvo impecable y Nueva York se impuso 7-3, pero en un nuevo desafío ante las estrellas cubanas, tras 12 innings de lucha, las partes acordaron un empate a una carrera.

Finalmente, los Gigantes celebraron dos partidos más en tierras cubanas, pero ante los Cardenales de San Luis, con los que dividieron honores, 4-3 el primero para los pájaros rojos y 5-4 en 12 episodios para los neoyorquinos en el segundo.

Esta fue la tercera y última visita a Cuba de los Gigantes, que ya habían ido en 1911 y 1920.

En esa segunda ocasión, fue incluido como invitado nada menos que Babe Ruth, por gestión del promotor deportivo Abel Linares, quien acordó pagarle al Sultán de la Estaca 20 mil dólares por diez partidos.

Fue tal el éxito de taquilla que generó la presencia del Bambino, que Linares convenció a otro promotor, Juan Lageyre, para que le pagara tres mil dólares adicionales por un juego extra en Santiago de Cuba.

En aquel entonces eran frecuentes los choques de exhibición de equipos de las Mayores por Cuba y por allí pasaron los Atléticos y los Filis de Filadelfia, los Tigres de Detroit, los Dodgers de Brooklyn, los Rojos y los Piratas de Pittsburgh.

Entonces Cuba tenía la segunda mejor liga del mundo y los topes servían de preparación para la temporada de Grandes Ligas, además de reportarles un considerable dinero extra a los peloteros en tiempos en que no existía en las Mayores la figura del agente libre.
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En el 2015, Kris Bryant bateó más jonrones que nadie en la pretemporada y tras una breve controversia legal entre su agente Scott Boras y los Cachorros de Chicago, terminó ganando por unanimidad el premio de Novato del Año de la Liga Nacional.

Esta vez es el dominicano Maikel Franco, de los Filis de Filadelfia, el que está destrozando la primavera a palo limpio y aunque ya no puede ser considerado debutante, sí apunta a convertirse en la nueva estrella de República Dominicana en Grandes Ligas.

Olvídense de Miguel Sanó, de los Mellizos de Minnesota. O de Manny Machado, de los Orioles de Baltimore. Esos, de alguna manera, ya tienen varios pasos de ventaja.

Maikel Franco
Cliff Welch/Icon SMIUn Franco saludable podría alcanzar los 30 jonrones y las 100 impulsadas en una temporada para los Filis.
Pero el hombre es Franco, el que explotará hacia un nivel superior en el 2016 y pasará a encabezar la nueva hornada de dominicanos que irá sustituyendo a la generación gloriosa de los David Ortiz, Adrián Beltré, José Bautista y Nelson Cruz, que ya va de salida.

No se trata solamente de los números en sí que pueda poner el antesalista de los Filis, quien podría rondar la treintena de cuadrangulares y el centenar de impulsadas, a juzgar por las cifras que dejó en el 2015, cuando una fractura lo dejó fuera a mitad de temporada en su juego número 80.

Al momento de recibir un pelotazo en la muñeca de su ahora compañero de equipo Jeremy Hellickson, sumaba 14 bambinazos y 50 remolques, por lo que no es descabellado proyectar los 30-100 para un Franco saludable.

Pero además de estadísticas, es también el papel de líder de una novena de Filadelfia en proceso de reconstrucción.

Es el dominicano de 23 años la figura en torno a la cual deberán aglutinarse las otras jóvenes figuras de los Filis, que ya salieron de veteranos como Jimmy Rollins, Cole Hamels y Chase Utley y sólo les quedan el cátcher panameño Carlos Ruiz y el primera base Ryan Howard de aquel equipo que ganó la Serie Mundial en el 2008.

"Estoy creciendo como persona y pelotero y me siento bien que la gente ya conozca mi nombre, pero al final, lo que importa es que haga el trabajo. Si no ejecuto, entonces todas las proyecciones y los análisis no importarán. Si el equipo no gana, tampoco importará mucho lo que haga", dijo Franco recientemente en una entrevista con el colega Enrique Rojas.

Por lo pronto, en los primeros 11 juegos de la pretemporada, ya ha despachado seis vuelacercas y empujado 14 carreras, para liderar en ambos departamentos a todos los peloteros de las Mayores, tanto en la Liga de la Toronja en la Florida, como en la del Cactus, en Arizona.

Sin que haya que tomar estas estadísticas tan al pie de la letra, por tratarse de los entrenamientos primaverales, sí nos permite tener una idea de que estamos en presencia de un pelotero que tiene las herramientas para ser la próxima estrella dominicana en Grandes Ligas.

Mención: Luis Severino, el lanzador derecho de los Yankees de Nueva York. Puede que el manager Joe Girardi haya exagerado un poco (o bastante), pero el simple hecho de que lo haya comparado con Greg Maddux ya habla por sí solo del diamante por pulir que es el dominicano.

En la rotación de los Yankees, llena de signos de interrogación por la salud de la mayoría de sus integrantes, Severino es la única pieza sana y parece listo a superar con creces sus números del año pasado, cuando ganó cinco juegos con tres derrotas y efectividad de 2.89 en 11 aperturas.
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Cuba
Ronaldo Schemidt/AFP/Getty Images
Podrán decirle histórico, extraordinario, excepcional y cuanto epíteto grandilocuente se les ocurra, pero el partido que los Rays de Tampa Bay jugarán el próximo 22 de marzo en La Habana ante la selección cubana es simplemente eso, un juego.

Por eso es que no se explica esa manía de las autoridades cubanas de tratar cada asunto de la vida nacional, por muy insignificante que sea, como un secreto de Estado.

Por cuarta vez en la temporada, la Serie Nacional recesa, para concentrar a un grupo enorme de peloteros, de donde saldrá el equipo que enfrentará a los Rays.

El grupo está compuesto por 41 peloteros: cuatro receptores, 12 jugadores de cuadro, ocho jardineros y 17 lanzadores, que a esta hora nadie sabe quién los va a dirigir.

Hace una semana se suponía que se anunciaría el manager de esa selección, que a todas luces no será Víctor Mesa, involucrado en un escándalo de agresión a un fanático en la occidental provincia de Pinar del Río.

La lista la componen los catchers Frank Camilo Morejón, Yosvani Alarcón, Osvaldo Vázquez y Olber Peña.

Figuran también los infielders William Saavedra, Yordanis Samón, Alexander Malleta, Dainier Gálvez, Andy Sarduy, Juan Carlos Torriente, Rudy Reyes, Yurisbel Gracial, Yunior Paumier, Yeniet Pérez, Yorbis Borroto y Yordan Manduley.

En los jardines aparecen José Adolis García, Yoandry Urgellés, Stayler Hernández, Guillermo Avilés, Dayron Blanco, Roel Santos, Denis Laza y Rubén Paz.

La relación la completan los pitchers Vladimir García, Jonder Martínez, Yosvani Torres, Freddy Asiel Álvarez, Yoanni Yera, Frank Monthiet, Leandro Martínez, Miguel Lahera, Vladimir Baños, Yaifredo Domínguez, Liván Moinelo, Noelvis Entenza, Danny Betancourt, Yunier Cano, José Ángel García, Héctor Ponce y Alexander Rodríguez.

Pero mientras los muchachos ya entrenan a todo tren, 15 de ellos participantes en la reciente Serie del Caribe, el eventual director todavía brilla por su ausencia.

Tanto secreto para un juego de unas tres horas de duración es incomprensible y una muestra más de que las cosas en Cuba siguen igual, más allá de las buenas intenciones de MLB de un acercamiento.

Da la impresión de que las negociaciones beisboleras entre ambos países se desarrollan en la misma tónica que las diplomáticas y políticas, con una parte ofreciendo y cediendo en todo y la otra pidiendo y no cediendo en nada.

Está bien que los cubanos quieran ganar el partido, pero el resultado es lo de menos.

La excepcionalidad del encuentro está en su entorno y no en el juego en sí.

El presidente Obama presente, posiblemente haciendo el lanzamiento de honor, glorias pasadas como Luis Tiant, José Cardenal y el capitán Derek Jeter como invitados y lo que pueda sacarse de la visita en términos de un acercamiento aún mayor es lo que de veras hace histórico el momento.

Una pena que no se haya incluido en la embajada beisbolera a Orlando "El Duque" Hernández, quien, pueden apostarlo, recibiría la ovación más estruendosa que se haya visto jamás en el vetusto estadio habanero, inaugurado en octubre de 1946.

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Goose Gossage es un tipo amargado, que anda repartiendo improperios por el mundo, algunos merecidos, otros desacertados.

En una conversación de diez minutos con ESPN, Gossage la emprendió en duros términos con media humanidad, con palabras soeces y groseras, innecesarias, por muy miembro del Salón de la Fama que sea.

El ex lanzador de 64 años, que pasó 22 temporadas en Grandes Ligas, con 124 victorias y 310 salvamentos, la emprendió sin ton, ni son, contra el dominicano José Bautista, toletero de los Azulejos de Toronto, a quien calificó como ''una desgracia para el deporte''.

Rich Gossage
AP Photo/Steve JacobsRich Gossage la emprendió en duros términos con media humanidad, con palabras soeces y groseras, innecesarias.
Gossage se refería a la manera de Bautista de lanzar el bate después de conectar un cuadrangular, específicamente al que pegó ante los Reales de Kansas City en la pasada serie de campeonato de la Liga Americana.

En iguales términos se refirió al cubano Yoenis Céspedes, de los Mets de Nueva York, otro que celebra efusivamente sus bambinazos y atrajo todas las miradas sobre sí al inicio de los entrenamientos primaverales con todo un despliegue de autos exóticos.

Pero el propio ex lanzador se contradice al criticar a los nerds que dirigen actualmente el béisbol desde las oficinas de las diferentes franquicias y que según él, están acabando con este deporte.

Se trata de muchachos jovencísimos, graduados con honores de las más prestigiosas universidades, que posiblemente jamás han pisado un terreno de béisbol y que ven el juego a través de sus computadoras.

Parte y parte, Goose, parte y parte. Las cosas no son ni muy, muy, ni tan, tan.

Es cierto que estos computines, niños bitongos y bastante poco atléticos dañan el juego con su visión sabermétrica de la vida, lo vuelven aburrido al imponer nuevas reglas que le restan colorido a un deporte que ha perdido, lamentablemente, arraigo entre los más jóvenes, aunque desde el punto de vista financiero goce de la mejor salud de su historia.

La regla 7.13, que impide a los catchers bloquear el plato, se impuso de manera provisional, a modo de experimento en el 2014, pero se ha quedado, sin que hasta ahora nadie se haya pronunciado sobre su perpetuidad.

Ahora una nueva norma regula los deslizamientos en la intermedia, en lugar de enseñar a campocortos y camareros a evitar a corredores malintencionados.

Pero volviendo a Bautista, Céspedes y otros flamboyantes celebradores de sus batazos, ahí Gossage ni siquiera acercó la pelota a la zona de strikes.

Si, como él dice, el béisbol se está volviendo aburrido, debería aplaudir a hombres como estos, que con sus chispazos energizan el juego.

Ellos, el dominicano Carlos Gómez, el cubano Yasiel Puig y el estadounidense Bryce Harper, de personalidades un tanto extravagantes, son necesarios en un juego que ha caído en la peligrosa corriente de lo ''políticamente correcto''.

Ahora resulta que sólo los pitchers tienen derecho a festejar sus éxitos, con guturales expresiones, miradas desafiantes y puños en alto.

Y encima de eso, algunos se creen como encargados de mantener la ética y la justicia, como Madison Bumgarner, estelar serpentinero que casi quería asesinar a Puig cuando este lo vaciló con un enorme bambinazo tras dejarse cantar dos strikes por el medio.

Por cierto, que la respuesta del jardinero quisqueyano de los Azulejos, al enterarse de las declaraciones de Gossage, fue un acto de clase, al calificarlo de gran embajador del béisbol y restar importancia a sus opiniones.

Sin llegar a la falta de respeto o la humillación, aplausos para los festejos de Bautista, Céspedes, Gómez o Harper y disfrutemos la última campaña de David Ortiz, porque cuando se retire, lo vamos a extrañar.

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Yulieski Gourriel, el pelotero cubano más codiciado por las Grandes Ligas en los últimos diez años, tomó la decisión correcta cuando abandonó el equipo que participó en la Serie del Caribe de Santo Domingo, en febrero pasado.

Todo apuntaba a que Gourriel sería el primer jugador en firmar con directamente desde Cuba, a tenor de un acuerdo entre las Mayores y las autoridades beisboleras de la isla.

Pero a juzgar por la opinión de Tony Clark, presidente del sindicato de peloteros, el pacto demora y todavía hay muchos puntos que discutir.

Tony Clark
Matt KingClark dijo que hay muchos obstáculos, preocupaciones y temas sensibles en el caso de Cuba, pero existe un diálogo más abierto que nunca antes.
Clark estuvo de visita en el campo de entrenamiento de los Marlins de Miami en Jupiter, Florida, donde ofreció declaraciones al diario El Nuevo Herald, de la Capital del Sol, donde expuso sus puntos de vista sobre el futuro acuerdo.

El ex pelotero señaló que cualquier conversación sobre el flujo de talento de Cuba hacia los Estados Unidos está llena de retos e involucra a cuatro grupos: la asociación de jugadores, las Grandes Ligas y los gobiernos de Estados Unidos y el de Cuba.

Clark dijo que hay muchos obstáculos, preocupaciones y temas sensibles, pero existe un diálogo más abierto que nunca antes.

Asimismo, recalcó que el sindicato estará atento y listo siempre a defender los derechos de los jugadores cubanos que firmen cuando se llegue al acuerdo.

A la pregunta de si podrá el pelotero cubano elegir su agente, elegir su destino por encima del gobierno, que se manifiesta a veces como si un deportista fuera suyo a perpetuidad, Clark reconoció que todavía no se ha llegado tan lejos y que la preocupación inicial es que vengan los peloteros de manera segura, sin necesidad de arriesgar sus vidas en el mar o que caigan en manos inescrupulosas de traficantes de personas.

Reconoció que eso que parte del reto que existe, con todos los intereses envueltos, pero por encima de todo está la preocupación del sindicato por la seguridad y el cuidado del pelotero.

Como puede inferirse de las declaraciones de Clark, la cosa va para largo, con todo y la visita de buena voluntad de MLB en diciembre, el próximo juego de los Rays de Tampa Bay en La Habana con el presidente Obama incluido en el paquete para probablemente lanzar la primera bola y la posible visita de los Nacionales de Washington en el 2017.

Asimismo, Dan Halem, principal abogado de las Grandes Ligas, desmintió que haya planes de abrir una oficina en La Habana, al menos por ahora.

Mientras tanto, Yulieski y su hermano Lourdes Junior ya están en Estados Unidos, aunque todavía no se han mostrado ante los medios, que los buscan por cada rincón de Miami.

Se sabe que están entrenando, preparándose para perseguir sus sueños de firmar con algún equipo de Grandes Ligas y habrían llegado a un acuerdo de representación con la poderosa compañía Wasserman Media, información aún por confirmar.

A Yulieski le sobra el talento y la calidad para imponerse en las Mayores, pero el tiempo no, después de haber pospuesto por diez años sus sueños de jugar en el mejor béisbol del mundo.
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CC Sabathia
Kim Klement/USA TODAY SportsSabathia entrará a su temporada 18 en su carrera de Grandes Ligas física y mentalmente más fuerte que nunca.
Cuando C.C. Sabathia abandonó a los Yankees de Nueva York justo antes del inicio de la pasada postemporada, muchos fanáticos del equipo se sintieron traicionados.

¿Justo ahora? Se preguntaban. Y es que los Yankees tenían serios problemas de pitcheo y Sabathia parecía el indicado para enfrentar a los Astros de Houston en el juego de comodines de la Liga Americana.

Pero era en ese momento o nunca. Ahí se supo que el gigante de 6 pies 7 pulgadas de estatura y 285 libras de peso iba a enfrentar a un rival más peligroso que los Astros o cualquier otro que hubiera tenido delante en sus 15 años de carrera.

Sabathia llevaba una lucha interna contra el alcoholismo, que amenazaba con descarrilar no sólo su trayectoria deportiva, sino su vida y su familia.

Esa guerra interior, que no se ve en el terreno, ni desde las gradas del estadio, la cuenta ahora con desgarradora franqueza el serpentinero en The Players´Tribune, la plataforma creada por Derek Jeter para que los deportistas expongan sus historias más íntimas, que no nos imaginamos los simples mortales.

Mi apertura más difícil

He jugado en estadios repletos. Me he sometido a numerosas cirugías. E incluso he lanzado en una Serie Mundial.

Pero nada me asustaba más que decir estas tres palabras: "Necesito ayuda".

Bueno, ni siquiera las palabras , de verdad. Las palabras son fáciles de decir, sobre todo si usted no cree que ellas. Estaba bien diciendo que necesitaba ayuda mucho antes de que realmente lo creyera. Cuando mi esposa y amigos cercanos empezaron a decirme que pensaban que yo tenía un problema, siempre les daba la respuesta correcta. Yo decía lo que ellos querían oír para que pudieran sentirse mejor en ese momento. Pero mis respuestas nunca en realidad salieron de mi corazón. En realidad nunca quería dejar de beber. Y no pensé que lo necesitaba. Pensé que tenía todo bajo control.

Sin embargo, en octubre pasado, mientras estaba sentado solo en una habitación de hotel, finalmente acepté la realidad que había estado evitando por tanto tiempo.

"Necesito ayuda."

Estaba en Baltimore en ese momento. Fue el último domingo de la temporada regular y estábamos a punto de comenzar los playoffs. Habíamos suspendido un juego por lluvia el viernes y había pasado la mayor parte del fin de semana solo en mi habitación de hotel consumiendo todo lo que había en el minibar.

Tuvimos un juego de ese día, pero yo sabía que no iba a ser capaz de ayudar a mis compañeros si me necesitaban. Había tenido problemas físicos, pero también me sentí muy mal por otras razones. Estaba cansado de sentir algo que me enfermaba y agotado por mantener este secreto durante tanto tiempo. Entonces finalmente la realidad me golpeó:

Tú no tienes que vivir así.

Después de años de lucha, es importante para mí compartir mi historia con mis propias palabras. Durante mucho tiempo pensé que estaba en esto solo.

Pero quiero que el mundo sepa que siempre hay gente por ahí que entienden. Es posible mejorar.

***

Este es mi entrenamiento de primavera número 18. En muchos sentidos, se siente como que crecí en el béisbol.

Ha pasado mucho tiempo desde que era un niño tímido de 20 años de edad, que de alguna manera ha quedado atascado en el roster de los Cleveland Indians. Yo era el chico más joven en las Mayores en el 2001. Ni siquiera era lo bastante mayor para salir con mis compañeros de equipo, pero ellos siempre me incluían en las cenas del equipo y otras actividades.

Siempre me gustó que lo hicieran, porque de lo contrario habría estado demasiado nervioso para hacerlo solo.

Ese fue un momento tan emocionante, pero también fue un reto, ya que realmente tenía que encontrar la manera de ser un profesional sobre la marcha.

Una gran cantidad de muchachos que entran en las Grandes Ligas tan jóvenes por lo general pasan mucho trabajo y al final se esfuman. Pero creo que mi personalidad y la forma en que me criaron fueron lo que me ayudó a quedarme. Me enseñaron a ser humilde. Mi mamá no lo haría de ninguna otra manera. Realmente no hablo a la gente a no ser que me hablan. Así que nunca pensaba que era "el hombre" porque logré llegar a las Grandes Ligas. Sólo traté de ser respetuoso. Desde el principio, mantuve la cabeza baja e hice mi trabajo.

En mi generación, los novatos no éramos muy bien tratados. Pero los veteranos de los Indios no fueron duros conmigo. Reconocieron que yo era un tipo reservado y respetuoso. Esa fue mi salvación. Los otros novatos no tuvieron tanta suerte.

Por supuesto, cuando eres un chico joven haciendo un buen dinero, quieres salir por la noche a los clubes. En apariencia, lo haces porque es divertido, pero en realidad mucho de lo que estás haciendo es por inseguridad . Lo que realmente quería era gustarle a la gente, para obtener la aprobación de los demás. Pero yo no soy un tipo muy callejero y salidor, así que me refugié en el alcohol para esconder mi verdadera personalidad.

Eso es por lo que mucha gente acude al alcohol. en mi caso, sentía que realmente lo necesitaba . Cada trago me quitaba la ansiedad y me hacía sentir como que no tenía ninguna preocupación en el mundo.

Mirando hacia atrás ahora, no tenía necesidad de hacerlo. La gente me acepta tal cual soy. Pero el alcohol era sólo para encubrir lo preocupado que estaba por cómo la gente me juzgaba.

Pensé que con un par de copas, me relajaba y luego me convertía en el alma de la fiesta. Pero, de hecho, después de un tiempo la gente a mi alrededor no estaba divirtiéndose cuando yo estaba borracho.

Con el tiempo, yo no estaba bebiendo porque quería ser divertido alrededor de otras personas. Yo estaba tomando una botella en un lugar tranquilo, sólo con mis pensamientos y después de un rato, sin pensamientos.

Lo que hace difícil identificar el alcoholismo es que por lo general surge lentamente. Y es estimulado por respuestas fáciles a preguntas sencillas:

"¿Otra botella de vino?"

"¿Quieres seguir hasta el final?"

"¿Una ronda más?"

Con el tiempo es sólo una parte de tu estilo de vida y parece completamente normal. Algunas noches iba a cenar con mi mujer y yo iba por mi segunda botella de vino mientras ella estaba todavía en su primera copa. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que eso es un problema. Pero durante mucho tiempo, era simplemente como estaban las cosas.

No fue hasta el 2012 en que realmente pensé que había algo malo. Pero también aprendí cuán grande es la brecha entre los que tienen un problema y pedir ayuda. Yo no busco ayuda profesional inicialmente por un número de razones. Una de las cosas más grandes era el orgullo. Pensé que esto era algo que podía controlar. Nunca pensé que en realidad tenía una adicción o una enfermedad. Supuse que sólo necesitaba un mejor juicio cuando bebía, si debía sólo tomar cerveza o diciendo que nada más sería un par de tragos (que se convertirían en 10).

Como he dicho, nunca realmente quería dejar de beber. Así que me gustaría empezar a ir a través de los ciclos en los que iba a tratar de parar de golpe sabiendo en el fondo de mi mente que me gustaría beber de nuevo con el tiempo.

Podía estar dos o tres meses sobrio y luego tenía una recaída. Tres semanas más sobrio y a continuación, otra recaída. Yo no estaba mejorando.

Y fue por eso que finalmente tomé la decisión en octubre pasado de obtener ayuda.

Honestamente, habría sido más fácil en muchos sentidos si hubiera esperado - me hubiera atraído mucha menos atención a mí mismo. Pero si no entraba en rehabilitación de inmediato, sabía que no iba a pasar luego.

Con las adicciones se necesita mucho esfuerzo para convencerte a hacer algo para solucionar el problema, pero es mucho más fácil convencerse de no enfrentarlo.

Por supuesto, el momento no era el mejor para los Yankees y los aficionados, pero esa no era mi preocupación principal.

Cuando decidí pedir ayuda, estaba más asustado de lo que la gente pueda pensar. Yo tenía miedo de beber de nuevo.

Muchas decisiones importantes en mi vida, que se remontan a cuando era sólo un niño, han sido decisiones de béisbol. Pero esto fue una decisión de vida.

Ese domingo, cuando entré en la oficina de Joe Girardi y le dije que necesitaba ayuda, yo estaba definitivamente preocupado. Aquí estábamos a punto de ir a los playoffs, donde el pitcheo lo es todo. Y yo le decía a mi jefe que física y mentalmente no podía ser parte de ello.

"Estoy contigo, 100 por ciento". Cuando Joe dijo es sentía como que me había quitado un tremendo peso de encima. Yo no necesito mentir más. Fue una bendición, de verdad.

***

Pasé 29 días en rehabilitación.

Y la forma principal que ocupaba mi tiempo era pensando. En verdad pensé con claridad por primera vez en mucho tiempo.

Pensé en mi familia, pensé en cómo había llegado a este punto y pensé en mi padre.

Él murió cuando yo tenía 23 años, pero nunca había tomado tiempo para reflexionar realmente sobre el dolor que su muerte me causó. Era como si hubiera relegado ese dolor, como si hubiera pospuesto el lidiar con ello.

Mi padre y yo siempre fuimos muy cercanos. Creo que tengo muchos de sus mejores cualidades. Pero tuvo problemas con adicción a las drogas. No me di cuenta hasta que yo era mayor, porque nunca estuvo a mi alrededor mientras él estaba usando las drogas. Y se me ocurrió que él trató su problema de la manera que lo hice durante tanto tiempo: Aislarse para tratar de ocultarlo.

El día que nombraron a mi primer Juego de Estrellas, me enteré que mi padre tenía cáncer y le quedaban seis semanas de vida. Eso tuvo un gran efecto en mi visión de la vida. Llegué a creer que todo lo bueno que me ha pasado necesitaba balancearse con algo malo. Así que cuando yo estaba experimentando buenos tiempos, me era difícil apreciarlos en su totalidad.

Cuando estaba borracho no me preocupaba de sentir dolor o arrepentimiento. Bebí porque no me hizo sentir nada en absoluto. Y eso era mucho más fácil que enfrentar la realidad de mis problemas.

Empecé a leer mucho mientras yo estaba en rehabilitación.

El primer libro que leí se llamaba "Llegada temprana de las Cinco en punto", escrito por un ex lanzador de Grandes Ligas llamado Bob Welch, que me tocó increíblemente cerca. Bob se convirtió en un profesional cuando tenía sólo 21 años de edad y enfrentó una gran cantidad de las mismas ansiedades que yo había sentido, por lo que había acudido al alcohol para ganar confianza. Todo terminó en su ingreso en un centro de rehabilitación y cuando salió del tratamiento era un hombre cambiado. Él tuvo una gran carrera después de haber obtenido ayuda.

Bob fue una fuente de inspiración para mí y me encontré con un montón de otras personas en tratamiento que también me hicieron sentir que la adicción era algo que podía superar. Asistimos a las reuniones todos los días en que se empezaron a escuchar por los altavoces que habían permanecido sobrios durante años, incluso décadas. Sólo escuchar sus historias y saber que no estaba solo me dio la esperanza de que podía hacer lo mismo.

Yo estaba en rehabilitación cuando salieron las noticias sobre Lamar Odom. Eso realmente me golpeó duro. Somos de la misma edad y ambos entramos en el deporte profesional cuando éramos muy jóvenes. Era terrible ver cómo luchaba porque tenemos tanto en común. Y también me dio la confianza de que realmente había tomado la decisión correcta.

***

Si pudiera volver atrás, me gustaría decir que no debía ser tan miedoso de ser juzgado por pedir ayuda. Me gustaría entender que esta situación no era como un lanzamiento que se sentía fuera de control. No podía tratar de resolverlo por mi cuenta hasta aceptarlo.

Pero ahora que estoy en el otro lado de las cosas, me siento en paz. Me siento bien conmigo mismo. Me siento bien con mi cuerpo. Y estoy con muchas ganas de entrar en esta temporada con un nuevo estado de ánimo.

Por supuesto, entiendo que puedo recaer. Y es por eso que he intentado ser lo más abierto y público que pueda sobre esta situación. Quiero rendir cuentas. Si alguien me ve con una bebida o en una mala situación, quiero que digan algo - porque realmente no quiero beber más. Yo no quiero ser parte de ella.

Ahora, a punto de comenzar la temporada del 2016, me siento física y mentalmente más fuerte que nunca. Estoy emocionado de subir al montículo en forma, enfocado y con un aprecio aún mayor para mi equipo y el deporte.

Yo he tenido la suerte de conseguir el apoyo de los que me rodean. No hay palabras para describir lo increíble que mi mujer, Amber, ha sido a lo largo de este proceso. Y todos mis amigos y familiares extendidos han sido un apoyo increíble también.

Estoy muy agradecido por cómo mi familia del béisbol me ha acogido. Los Yankees han hecho todo lo posible para acomodarse a mí. También he recibido una gran cantidad de mensajes de otros jugadores de toda la liga que me desean lo mejor. Big Papi, Torii Hunter, David Price y muchos otros, todos se han acercado a ofrecer su apoyo y preguntar cómo pueden ayudar.

Ahora estoy con ganas de vivir la vida. Quiero estar más involucrado con el equipo. Estoy emocionado de guiar a todos los chicos jóvenes que tenemos en la organización. He sido amigo de Dellin Betances desde que estaba en las Menores y ahora que está con el club grande estamos más cerca que nunca. Ha sido genial ver a estos chicos crecer. El tiempo vuela, hombre.

Cuando yo estaba escondido todo esto, se aísla. Estaba preocupado de que nadie lo entendería. Pero ahora que está por ahí, no tengo que vivir con ese temor. Y que solo ha realmente me rejuvenecido.

Tengo cuatro niños, todos menores de 12 años, y yo quiero ser un padre increíble para ellos. Quiero estar saludable para ellos. No quiero volver a perder otro evento en sus vidas porque no puedo salir de la cama. Quiero estar para verlos crecer.

Más que cualquier otra cosa - más de contratos, premios Cy Young y trofeos de la Serie Mundial - eso es lo más importante para mí.

Si estás teniendo dificultad para llegar a enfrentarte con tus propios problemas relacionados con el alcohol, quiero que entiendas que no estás solo. Esto no es nada de qué avergonzarse. Es una enfermedad. Y hay un sistema de apoyo para ayudarle a controlarla.

Una vez que tienes que ir a través del proceso, podrás otra vez ser el verdadero tú. Y te darás cuenta de que eso es lo suficientemente bueno.

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