LOS ÁNGELES -- Hágame un favor: crea en Miguel Layún. No se enfangue en prejuicios por aquello de “explicación no pedida, acusación manifiesta”. ¡No, por favor!
No se ofusque por los antecedentes inmediatos. Que no se posesionen de Usted los demonios suspicaces y abyectos de la duda y el ansia de difamar. Exorcice a esos satanases de la calumnia y la maledicencia.
Él y tantos otros, incluidos Javier Hernández y Héctor Herrera, le juramentaron a Usted que aquella fiesta prolongada en Las Lomas, antes del Mundial de Rusia, con 33 señoritas de ropas ligeras y cargado maquillaje, no fue más que un encierro espiritual, una bacanal de intenciones puras, una orgía de convivencia casi monástica y virginal.
Cierto, de acuerdo, tiene Usted razón, después apareció Juan Carlos Osorio reconociendo que él concedió, apoyó y financió ese saturnal y caligulesco desenfreno, para que pudieran sacarse esos afligidos muchachotes el estrés premundialista, y que incluso él respondía por la eficiencia desestresante de las damiselas en cuestión en esos menesteres.
Pero, insisto: crea Usted en Miguel Layún. No en las fotografías ni en los videos escandalosos de ese aquelarre premundialista de arrumacos, mimos, chuchuluqueos y cariñitos en Las Lomas, con Héctor Herrera como guandajón valet y anfitrión.
Fue, ésa, una audaz e ingeniosa concentración planeada para saber cómo lidiar, en el debut del Mundial en Rusia, con los alemanes, quienes indudablemente fueron menos aguerridos que las señoritas de velos y desvelos en esa jornada. Unos genios.
Tampoco sea así de obsceno y concupiscente. No se atreva a traer entre los antecedentes la encerrona aquella en Monterrey, donde en el hotel de la concentración, concurrieron ninfas y hasta una famosa señorita de nombre Yamilé, con pelo rubio, producto de cajita de farmacia, que provocó guerra entre dos machos alfa, ambos de nombre Carlos.
Por eso, se lo suplico, crea Usted en Miguel Layún. Él afirma que sí fueron a ese lugar en Nueva York donde las bebidas, las vestimentas, los moditos, las modelos y los modales, eran de una vaporosa ligereza, fue una bobalicona casualidad.
¡Era su tiempo libre, caramba! Y decidieron acercarse a un tugurio más polifacético que el mismo jugador de Rayados. Comienza la tarde con un brunch, que normalmente arrancan de mañana y terminan al mediodía.
Después, explica, que con esa misma versatilidad futbolera de Layún, el mesón se transforma plurifuncionalmente en discoteca, en bar, y, si era necesario en una neoyorquina sucursal de Sodoma y Gomorra.
De verdad, no sea Usted un desgraciado morboso, promiscuo y mal pensado, porque Layún deja entrever que sólo estuvieron en esa sucursal mundana de la Congregación de la Vela Perpetua y el Cirio Chorreado un ratito, un ratitititito, y según sus tiempos, según su video, sólo fueron como cinco horas, y que no hicieron nada malo.
¡Cinco horas y con tantas tentaciones obsequiosas, o son unos santos o son más aburridos y faltos de imaginación que una carrera entre un caracol artrítico y Néstor Araujo! Entonces, #ImagínemonosCosasChingonas: que los canonicen, antes que salgan nuevas fotos y videos que puedan manchar su virtuosa vida.
Por eso, solidarícese con Miguel Layún, Javier Hernández y el resto del cortejo que fue cortejado por cortesanas ávidas, solamente, de una foto, de un autógrafo, de un guiño, y, como en Farolito de Agustín Lara, de un “beso friolento, travieso, amargo y dulzón”.
Y por favor no amargue el momento. Entienda las hormonas en ebullición. Sementales reprimidos.
Sí, ya sé que la más burda guía turística de Nueva York le recomienda cantidad de museos, monumentos, galerías de arte, bibliotecas, centros comerciales, que Usted puede recorrer en esas cinco horas del periplo de los seleccionados mexicanos.
Pero, ¡ojo! ¿Cuidado! Ellos eligieron el santísimo atrio y la franciscana misión de desafiar los siete pecados capitales que danzaban en ese suntuoso sitio. Ni Jesús en el desierto fue acosado de semejante manera por el Diablo durante 40 días.
Y no sea obstinado. No sea fatalista. No se sume a quienes creen que los ínclitos seleccionados mexicanos corrían más peligro de una agresión, de una provocación, de una confrontación, de un secuestro, en un sitio con almas y cuerpos ebrios, que en la santa paz de su hotel.
¿Y cómo responderán los directivos y el cuerpo técnico de la selección nacional a los reclamos de los clubes propietarios de los jugadores, por permitirles esas fugas, aunque sea, como en este caso, a labores casi monásticas, aunque el vino no fue ni bendecido ni de consagrar? La fórmula Osorio: que se desestresen.
Miguel, yo creo en ti. Y si te viste, lento, distraído, disminuido, y no ganaste un balón a los argentinos, ni metiste la pierna fuerte, no fue por excesos tuyos, sino ese exceso fogoso de testosterona de los albiceleste. Rudotes que son...
LOS ÁNGELES -- Lautaro Martínez recibió tres regalos casi sospechosos de Néstor Araujo y embalsamó de oprobio e ignominia a la selección mexicana.
Gerardo “Tata” Martino pierde la endeble virginidad conkakafkiana del Tri y con el estigma del escándalo: 4-0. Paté-Tri-co.
Y mientras Araujo se ajustaba la zalea de Judas, Argentina se vistió con la piel de la bestia cebada de ansiedad. Paciente, astuta, agazapada. Esperando el error, la estulticia y en el primer tiempo encontró cuatro: tres de Araujo, víctima de una artritis reumatoide con gota y un manotazo absurdo de Carlos Salcedo.
¿Acaso la soberbia obsesión de Tata Martino por vencer a su Argentina terminó por asfixiar, por enervar, por poner nerviosos, presionados, tensos, asustados, a sus jugadores, incapaces la noche de martes de siquiera plantar rostro de dignidad en el Alomodome?
Ha sido, sin duda, la peor exhibición de una selección mexicana ante Argentina y, además, una de las versiones menos agraciadas de los albicelestes. Vaya, el Tri ni siquiera ensució los guantes de Andrada: ¡sólo un disparo a gol!
Y sí: 56 mil rostros desencajados en la tribuna y otros más en la banca de México, pasmados, estupefactos, más turbados de lo esperado, los de arriba y los de la cancha pasaron de la festividad previa al arrobado y embarazoso silencio: 4-0 en el marcador cenizo de desgracia del Alamodome al término del primer tiempo.
Ese facineroso fantasma de manufactura chilena en el templo del terror de Santa Clara, ese 7-0, empezó a deambular, chocarrero, en la perturbada fascinación masoquista de los mexicanos.
Un 4-0 en el primer tiempo y Andrada, el portero argentino, bostezaba y se tomaba selfies. La desgracia invitaba a su hermanastra la tragedia.
En México se dice que “quien juega por necesidad, pierde por obligación”. El Tata elucubró tanto en nombres y estrategia para enfrentar a su selección Argentina, que la perfección de su obra la arruinó la más imperfecta de sus líneas: esa zona central con Araujo y Salcedo.
Más allá de las calamidades de Araujo, en una noche espléndida para mostrar todas sus torpezas inconcebibles en un defensa central, México nunca fue capaz de encontrar orden, comunión, entendimiento, y si a esto se agrega una falta de personalidad, encabezada por un frágil, displicente y distraído Miguel Layún, se explica el dominio contestatario de los argentinos.
Ciertamente, la doble trinchera de Argentina, esperanzada al zarpazo brutal de los contraataques, subyugó cualquier sublevación mexicana. Acaso, un par de jugadas del “Tecatito” Corona y un par de intentos de Chucky Lozano alertaron a los argentinos.
Entre esa devoción, disciplina y lealtad a un esquema aventurero y esperanzado a la bayoneta de Lautaro, Argentina resolvió sin sobresaltos, encontró de manera súbita esa complicidad de alta traición del alelado y entumido Araujo, secundado por las distracciones de Salcedo.
Seguramente de Milán hablaron a Scaloni y pidieron el reposo para Lautaro, quien, para bendición de Araujo, abandonó la cancha y Dybalá –de salva—ocupó el sitio para la segunda mitad. Fue también un homenaje de piedad al Tata Martino.
Y si Lautaro se vio imponente con su tercia de dagas en el pecho de Ochoa, Tata Martino se vio impotente. No esperaba la deserción de sus defensas centrales. No una sino cuatro veces.
Con el 4-0 a cuestas, seguramente, el más florido, intenso, rabioso y retórico de los discursos del Tata confirmó su inutilidad en el segundo tiempo. México había acudido a su funeral en el primer tiempo. Para el segundo, el Tri apestaba a formol.
Insisto, la soberbia de Martino de trabajar por una jornada memorable ante su selección argentina pudo terminar por asfixiar a sus jugadores. Quiso la alegría personal y le robó la alegría en el vestuario a sus jugadores.
El sopapo es brutal, pero llega el momento de sacarle provecho. Por ejemplo, Araujo, debió vivir este martes por la noche su partido de despedida y el Tata Martino vivió su partido de bienvenida a la realidad voluble y surrealista de la selección mexicana.
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LOS ÁNGELES -- Gerardo Torrado absuelve a los cinco seleccionados mexicanos que se encerraron cinco horas en una discoteca neoyorquina en plena convocatoria del Tri.
“Cumplieron con sus horarios”, explica el director deportivo del Tri. Se ampara en el reglamento interno que no prohíbe que los jugadores convocados, en sus horas libres, acudan a sitios en los que se consuma alcohol, y se expongan al trasiego natural del tipo de convivencia sui generis que les aguarda.
Gerardo Torrado no se aterra ante estos hechos. Los vivió durante sus casi 15 años como seleccionado nacional. Ojo: le apodaban 'El Borrego', pero no porque fuera un borrego recurrente que se agregara a las manadas fiesteras.
A los 20 años, por ejemplo, en la Copa América de Paraguay, con la selección hospedada en la vecina ciudad de Foz de Iguazú, se encontró con las peregrinaciones nocturnas de algunos de sus compañeros a un par de sitios con bailarinas de fantasías tubulares, y dispuestas a ejecutar cabriolas lascivas en la intimidad de sus pequeños cubículos.
Torrado se asombraba cómo el cuerpo técnico parecía no darse cuenta de esas evasiones masivas de jugadores en plena competencia, y de como algunos jugadores actuaban como carretillas humanas de sus compañeros.
O, por ejemplo, cuando en 2001, en la Copa América de Colombia, después de eliminar a Chile y avanzar a Semifinales en Pereira, algunos de sus compañeros fueron echados de sus habitaciones, porque los directivos de aquella delegación mexicana, premiaron el descomunal esfuerzo contratando a un séquito de ninfas para que, es de suponerse, que con terapéuticos masajes, reconstituyeran a los gladiadores tricolores.
O, por ejemplo, Gerardo Torrado, ya madurito, debió darse cuenta como en la Copa América de 2007, en la concentración en Puerto La Cruz, en Venezuela, sus compañeros se distribuían las salidas, especialmente con el apoyo de una taxista colombiana, a diferentes sitios donde se desarrollaban fiestas públicas o privadas.
Eran conocidas por todos, incluso el buen Torrado, las excursiones de Nery Castillo y Cuauhtémoc Blanco, al espectacular centro nocturno en una colina cercana al hotel del Tricolor. Eso sí, Hugo Sánchez, técnico entonces de México, aguardaba la llegada de sus polluelos, en la terraza del hostal, antes de irse a dormir.
O en plena Copa del Mundo, en Gotingen, a pesar de contar con habitaciones confortables y muy cómodas, algunos seleccionados se escapaban a un hotel de menor categoría, justo a un lado de la estación de trenes, apenas a unos metros del restaurante preferido de Ricardo LaVolpe.
O tal vez Torrado recuerde aquella tour tricolor por el Terma Centaurus en Río de Janeiro, en plena Copa Confederaciones 2013, con Giovani dos Santos, Javier Aquino, Javier Hernández, Aldo de Nigris, Andrés Guardado, y Francisco Javier Rodríguez, como peregrinos en busca de alivio espiritual físico a sus penas.
Estos son hechos aislados, que ocurrieron durante competencias oficiales. Hay otros botones de muestra, incluyendo en Copas Oro, juegos amistosos, y otras Copas América o Confederaciones o Mundiales, pero basten estos para exponer que Gerardo Torrado, sin ser partícipe, ha sido testigo o ha estado al tanto de esas excursiones nocturnas de otras selecciones nacionales.
Ayuda poco que Gerardo Torrado solape o alcahuetee a Miguel Layún, Guillermo Ochoa, Marco Fabián, Javier Hernández y Carlos Salcedo, en esa extraño periplo por un sensacional sitio, que a la hora del almuerzo, tiene más vida activa, lúdica, bullanguera, que un carnaval.
Manda un mensaje equivocado, porque ahora, cualquier indisciplina, desavenencia de otros jugadores, obligan a Gerardo Torrado, director deportivo del Tri, a tener que medir a todos con la misma vara.
Encima, Torrado premia en lugar de reprimir a sus futbolistas. Les agradece, reconoce y encomia, que llegaron a tiempo a la cena de la concentración, sin importar exactamente que estuvieran haciendo antes.
Néstor de la Torre, entrampado alguna vez por la sociedad perniciosa de Justino Compeán y Decio de María, y abusando de Rafa Márquez, explicó el reglamento de las concentraciones del Tri.
Néstor indicaba que el jugador, desde su llegada al Tri y hasta el último día, tenía prohibido frecuentar lugares que pusieran en riesgo moral y físicamente al futbolista y selección nacional, porque era responsabilidad de la FMF garantizar la seguridad durante su estadía.
Recordemos que Néstor de la Torre fue entrampado por esa perversa sociedad entre Justino Compeán y Decio de María, abusando de Rafa Márquez, para provocar su renuncia de la Comisión de Selecciones Nacionales, tras sancionar a los parranderos en aquella concentración de Monterrey.
Además, dónde queda la autoridad y el ejercicio de disciplina de Tata Martino, quien exige un control extremo de estas situaciones, si Gerardo Torrado, de manera oficial, representando incluso al técnico argentino de acuerdo al organigrama de la FMF, no sólo da la anuencia a estas fugas, sino los felicita porque, a pesar de su sufrida jornada, llegan a tiempo.
Parte de la explicación es ésa en realidad: a Torrado no le aterra lo que hoy ve en el Tri, porque como jugador llegó a ver cosas peores.
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La dominante marca de México en las eliminatorias de Concacaf
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LOS ÁNGELES -- Tienen razón: al Mundial, en este caso Catar 2022, ya no se clasifica “caminando”. Ni siquiera en el páramo futbolístico que es la Concacaf.
Tienen razón Guillermo Ochoa y Yon de Luisa. Ya no se consigue el salvoconducto a un Mundial caminando, pero tampoco se debe conseguir de rodillas, recurriendo a la mendicidad futbolística.
“Caminando”. El término lo acuñó Ricardo La Volpe, en su gestión al frente de Mexico rumbo a Alemania 2006. ¿Que en el Mundial fue un desastre en fase de grupos? Indudablemente y es tema aparte. En el proceso clasificatorio, ciertamente, cumplió.
Los números de La Volpe fueron abrumadores: 85 por ciento de efectividad; 67 goles en 18 partidos; sólo un empate y dos derrotas, una de ellas ante Estados Unidos en Columbus, y la otra en Puerto España, ante Trinidad y Tobago, una derrota, por cierto negociada, amañada.
El mismo técnico argentino reconoció que recibió la sugerencia de perder ese juego, aunque damnificara a Guatemala. “Para no tener problemas, dijimos, contra el equipo del que maneja la Concacaf (Jack Warner), mejor no tengamos problemas”, explicaría textualmente La Volpe años después.
Esa derrota envió a México como segundo de la eliminatoria de Concacaf. ¿Era necesario perder ante T&T? Sí. La Concacaf, a través de Chuck Blazer y Jack Warner, evitó la inhabilitación de México por dos años, tras los dopajes de Salvador Carmona y Aarón Galindo en Copa Confederaciones, y la posterior reincidencia de ambos.
“Les dijimos (a Justino Compeán y Alberto de la Torre): ‘Ustedes no hablen, ustedes calladitos, nos encargamos nosotros’, y salvamos a México ante el comité de FIFA en Zurich”, relató Chuck Blazer, entonces vicepresidente de Concacaf, a este reportero. Y, claro, favor con favor se paga. T&T acudiría a Alemania 2006, dejando a un lado a Guatemala.
“Caminando”, prometió La Volpe. En septiembre de 2016, al ser presentado con el América, el arrogante y polémico técnico argentino endosó el mérito de ese logro a Caty Camacho, arquitecta, especialista en Feng-Shui, mentalista y feligrés de la Metafísica, aunque los jugadores, simplemente, la llamaban “bruja”.
“Gracias a ella, a su aportación que hubo al grupo, pasamos caminando (el Hexagonal), porque también hay que ponerla a ella, porque yo veo a otros psicólogos y no llegan ni a la mitad de las metas”, dijo La Volpe.
No todos los jugadores estaban de acuerdo. Paco Palencia narraba a este reportero cómo los llevaron de madrugada, por instrucciones de Caty, a cargarse de energía cósmica a Teotihuacán, además de otros rituales que hicieron, refunfuñando y a regañadientes. O Claudio Suárez explicando que debían llevar una cadenita de sanación en un tobillo.
Jesús Arellano fue implacablemente burlesco en su cuenta de Twitter hacia esas prácticas. “Un día en la concentración nos hizo escribir nuestros miedos y después enterrarlos en un ataúd, hicimos todo un velorio, caminamos con el ataúd por todo el campo y lo enterramos. Hasta Cavaron el pozo. Jaja. Iban 2 con una campana y echando humo jaja”.
“Un día con una chamana o algo así, nos llevaron a las pirámides de México dizque a recargar energías Jaja y estábamos como 'weyes' soplando hacia el sur, hacia el norte con los ojos cerrados”, reveló el Cabrito años después.
Pero, tras el proceso de La Volpe, México tuvo dos eliminatorias funestas. Para Sudáfrica 2010 debió llegar Javier Aguirre a resucitar al muerto, y para Brasil 2014, Miguel Herrera entró de bombero al repechaje ante New Zealand.
“Caminando”, y tienen razón Ochoa y De Luisa. Para un futbol mexicano, que exuda corrupción, e invadido de extranjeros de medio pelo, con pocos clubes dedicados a formar jugadores de raza, eso de pasar “caminando” se ha vuelto una amenaza que aterroriza a los mismos jugadores, y eso explica la reacción del portero del América.
“Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco. Y la exhibición de México ante Jamaica sólo engendró dudas. El Tri tenía ausencias, algunas misteriosas, oscuras, sospechosas, como la del Chucky Lozano, y hasta la del demorado Tecatito Corona.
“Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco. Y ante Jamaica quedó en evidencia que las tres giras por Europa sirvieron de poco o nada. Gerardo Martino es el primer entrenador de una selección nacional que tiene semejante privilegio: tres periplos de preparación, y en plena pandemia, para armar un equipo competitivo. Y Jamaica, sin 12 de sus jugadores de mejor nivel, lo desnudó.
“Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco. Parte de la afición mexicana se aferra al consuelo momentáneo de ver al Tri como cabeza del Octagonal Final de la Concacaf, que, recordemos, dejó de ser Hexagonal, como parte de un subterfugio, de una trampa de la misma Concacaf, para resucitar a Canadá, debido, por supuesto, a que el presidente (que preside pero no manda) del organismo es un canadiense (Víctor Montagliani), y que este país será una de las tres sedes del Mundial 2026, junto con Estados Unidos y México.
“Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco. Porque México no ha mostrado compostura futbolística en 2021. Incluso, pierde la Final de la Liga de las Naciones y la Final de la Copa Oro ante Estados Unidos, en el primer caso ante el equipo “A”, y en el segundo ante el equipo “B” de EEUU.
“Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco. Y más allá de la cadena de vetos impuestos por Yon de Luisa y Tata Martino (Arteaga, José Juan Macias, Chicharito, Carlos Vela, Carlos Salcedo, ¿Chucky Lozano?, y otros más), para los partidos ante Costa Rica y Panamá, el técnico no viaja a esa gira y deja a cargo a Jorge Theiler, quien ha tenido desavenencias con varios seleccionados, la más evidente, al hacerse pública, con Carlos Salcedo, a quien le pega tremenda gritoniza y humillación. El auxiliar de Martino ha sido tachado como prepotente y déspota al interior del Tri.
Por eso, Guillermo Ochoa y Yon de Luisa deben entenderlo claramente: “Caminando”, no; pero de rodillas, tampoco.
Recordemos que la Federación Mexicana de Futbol recibirá un bono especial de la casi treintena de patrocinadores que tiene repartidos entre México y Estados Unidos, si, y sólo si, logra meterse como una de las ocho cabezas de grupo para el Mundial de Catar. Y como se garabatea el escenario, Estados Unidos podría comerle el mandado.
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En Catar, Memo Ochoa cataría el elíxir de la quinta Copa
LOS ÁNGELES -- México inicia su vía crucis rumbo a Catar y Guillermo Ochoa busca tenazmente su quinta Copa del Mundo. Un paraninfo al que acuden pocos: Antonio Carbajal, Rafa Márquez, Lothar Matthäus y Gianluigi Buffon.
Catar 2022 puede albergar a otros más “pentacoperos”: Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Andrés Guardado, a quien las lesiones lo amenazan día con día. Buffon, aún en activo, trata desesperadamente de ser el primero en jugar seis mundiales.
Cierto: es diferente acudir a cinco mundiales que jugar en cinco mundiales. Guillermo Ochoa jugaría en Catar 2022 apenas su tercer mundial. En Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 reposó ansias y ansiedad en la banca, detrás de Oswaldo Sánchez e, inesperadamente, del Conejo Pérez.
Ochoa llegaría de 37 años a la cita de Catar. Es, hoy por hoy, un intocable en los listados de Gerardo Martino. José de Jesús Corona ha quedado relegado, mientras que Alfredo Talavera sigue como su leal escolta. Detrás de ellos, sólo arqueros inconsistentes.
El arquero de las Águilas del América sigue al pie de la letra los secretos de la longevidad deportiva, sin olvidar pecados que pusieron en riesgo su continuidad con el Tri, como el famoso brunch neoyorquino con reverberaciones en San Antonio.
Él mismo ha dicho que en Catar espera cumplir dos ilusiones paralelas: acudir a su quinto mundial y que México, finalmente, llegue al paraíso prohibido del Quinto Partido.
“Mi ilusión es poder jugar un tercer mundial, poder estar en mi quinto mundial. Mi sueño es poder dar ese paso que no hemos podido darlo (jugar el quinto partido); tengo ganas de volver a intentarlo. Creo mucho en el equipo que tenemos, en la selección que tenemos”, declaró Ochoa a CNN.
Hay una estampa que estalla como una escenografía visual, acústica e inmortal, al citar a Guillermo Ochoa. Mundial Brasil 2014. Cuando se convirtió en la fortaleza de México en la ciudad de Fortaleza, en el Estadio Castealo (“Guardián” en Portugués).
Seis disparos a gol, a quemarropa algunos, por parte de la selección anfitriona. Pero, hubo un momento especial, sublime, tan épico que de inmediato generó la comparación con aquel salto, con aquel acto de levitación de Pelé ante Inglaterra en el Mundial México 70. El testarazo brutal de O´Rei y el lance imponente de Gordon Banks. La mejor atajada en la historia de las Copas del Mundo.
Fue un remix. Una versión actualizada. Dani Alves por derecha, al epicentro. Neymar salta, rebasa la marca de Rafael Marquez, y pepena, con seco cabezazo, un balón que llevaba el sello de entrega inmediata a la red de México.
“Instinto”, explicó Guillermo Ochoa al término del partido y tras ser declarado el mejor jugador de la jornada.
“Creo que sí viene siendo el partido de mi vida, hasta el momento. Había tenido partidos así, pero no se compara hacerlo en un Mundial, contra el local Brasil, contra el máximo ganador de Mundiales, el candidato a campeón, no es fácil, y sí, estoy contento de hacerlo en un marco así”, declaró Ochoa tras la nominación.
Debió ser algo más. Porque en esas milésimas de segundo, entre el frentazo de Neymar y la mano derecha de Ochoa, se hizo ese ruido ominoso del silencio patibulario, como en el vacío subyugante de las tragedias, como en el abismo sordo de las desgracias.
Media barriga de la pelota había rebasado la línea. La tribuna poblada de muecas. Los brasileños pasan, incrédulos, del gesto festivo al desencanto; los mexicanos, incrédulos, del desmayo a la exultación. Tras la acrobacia desesperada de Ochoa, un largo bufido, gutural, usurpa el espacio del orfeón del gol.
Rafa Márquez toma el rechace y abre a su derecha. Neymar es una estatua hecha con la pesada sal de la incredulidad. Ochoa se pone de pie, palmea para sacudir sus guantes. “Venga, el que sigue”, parece decir, mientras estentórea y admirada, la muchedumbre de más de 60 mil fanáticos, contempla al arquero de azul celeste y rizada melena
La mímica de Babel ante los milagros inexplicables, serpentea entre la tribuna. La frase se repite: “No todos los héroes usan capa”.
Aquella actuación del portero mexicano escaldó a los brasileños. Tanto que, después de que el Scratch de Ouro elimina al Tri en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se desató un tsunami de memes en Brasil, sintetizados todos en uno: “Si Memo llora, yo estoy feliz”. Una espina muy clavada en el corazón amazónico.
Pero esa brújula impecable bajo el arco no funcionó mientras Guillermo Ochoa transitó por Europa. En Francia, el Ajaccio lo convirtió en un carpa de tiro al blanco. Terminó siendo el mejor arquero de la Liga, sólo detrás de Hugo Lloris, y el número en atajadas, no sólo en esa competencia, sino en todo Europa.
Descendido el Ajaccio, su paso por el futbol español fue poco benigno. Ni en Malaga ni en Granada encontró un horizonte competitivo. Antes de repatriarse en el América, cosechó varias nominaciones como el jugador del mes y del torneo en el Standard de Lieja, además de ganar la Copa de Bélgica.
Sin embargo, con la selección mexicana ha debido cargar con humillaciones. La más dolorosa, el 7-0 ante Chile en la Copa América Centenario, además de recibir cuatro ante Alemania en la Copa Confederaciones Rusia 2017, y otros cuatro ante Argentina en un amistoso. A nivel club, con el Granada cargó un 7-1 ante el Real Madrid.
Pero, en esa historia atropellada, incomprendida, martirizada, solitaria, como es el oficio de los guardametas, los desastres mencionados ocurren como reflejo del equipo, y sobreviven, por encima de esos desastres, las atajadas ante Brasil y Holanda en Copas del Mundo, además de otras heroicidades en Copa Oro.
Con ese equipaje, Guillermo Ochoa buscar acudir a su quinto mundial y jugar en una tercera Copa del Mundo. La travesía no será fácil. México arranca el escabroso camino este jueves ante Jamaica dentro del Octagonal Final de la Concacaf, con un veto impuesto al Estadio Azteca, y sin jugadores clave como Hirving Lozano y Raúl Jiménez.
Sin embargo, el arquero americanista está dispuesto a perseguir esa utopía futbolera: llegar a su quinto mundial y que México cruce el umbral vedado, semiclandestino, ese, el del Quinto Partido.
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No es posible lo que ha hecho Miguel Herrera y algunos clubes del futbol mexicano. Sabotear la oportunidad que tiene la Selección Mexicana de medirse en un nivel más desarrollado del juego y afrontar un partido ante Holanda en territorio holandés. Es una vergüenza. Acusaciones, mentiras, amenazas, viajes por grupos, futbolistas que sí estarán y otros que se ausentarán del torneo mexicano. Es una época compleja para todos, pero lo mejor es que selección y clubes encuentren la forma de convivir y apoyarse para que cada uno pueda salir adelante. Boicotear no es, sin duda, la forma...
SAN DIEGO, California.- Increíble: el futbol mexicano boicoteado por el propio futbol mexicano.
Justo cuando se ha encontrado una ventana más que interesante para probar donde está y si lleva el camino correcto para buscar una alta competitividad que jamás encontrará en su zona geográfica, las trabas han llegado desde donde menos lo esperaba el futbol mexicano. Desde la “voz cantante” de Miguel Herrera, el entrenador del América y hasta de la mayor parte de los clubes que se muestran reacios a prestar a sus futbolistas cuando la selección nacional tiene una maravillosa oportunidad de foguearse y de probarse ante la selección de Holanda en territorio holandés y otro partido, también en los Países Bajos ante el competitivo equipo africano de Argelia. Al fin y en medio de la pandemia, México ha logrado zafarse de los “grilletes” que le atan a la Concacaf y al contrato con la empresa estadounidense SUM que le “condena” a jugar, casi permanentemente, en la mediocridad de su área.
Es comprensible que los clubes estén intranquilos y hasta en cierta rebelión por los momentos en los cuales vive la Liga MX y el mundo en general. Los planteles de los equipos se han visto poderosamente golpeados por temas físicos, originados de la falta de una pretemporada adecuada y de la interminable “persecución” del covid-19. La semana pasada, el micro-ciclo (tres días de la semana) que realizó Gerardo Martino en el Centro de Alto Rendimiento de la FMF causo una gran controversia. “Los presionan de más”, acusó Herrera sobre el trabajo que ordena el cuerpo técnico de la selección.
Al no ser una fecha oficial de la FIFA y al atravesarse la jornada 13 del Guardianes 2020, los equipos pueden reservarse el derecho de ceder o no a los futbolistas. Generalmente, en las asambleas de propietarios se establece que la selección será siempre una prioridad y que debe brindársele todo el apoyo posible. Es evidente que la selección está tratando de rescatar algo del tiempo y también del dinero perdido en el año. Los clubes también están atravesando problemas en esta dificultad económica. Cada quien defiende sus propios intereses. La realidad tajante es que México tiene, finalmente, una buena oportunidad de medir su nivel y de enfrentar a un par de juegos que puede sacar lo mejor y lo peor de su selección. Y ese tipo de ocasiones no puede darse el lujo de desperdiciarlas.
Creo que Miguel Herrera miente y exagera sobre el tema de los lesionados por las cargas de trabajo que en apariencia le ha colocado Martino en la selección. Y entendemos que el momento no es el propicio para la actividad de la selección, pero insisto: no siempre se tiene la ocasión de jugar en Holanda ante la selección holandesa.
Lo peor que puede hacer el futbol mexicano es boicotear al futbol mexicano. Los clubes y la selección necesitan su espacio, trabajar conjuntamente y sacar provecho el uno del otro.
@Faitelson_ESPN
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LOS ÁNGELES -- Semana de Clásico Nacional. Las miradas ansiosas recorrerán la cancha y los escalofríos perturbadores sitiarán ambas porterías. Un Clásico de manos torpes.
Chivas tiene dos arqueros de manos inseguras, mentes distraídas y egos monumentales. América tiene un estupendo atajador, pero sale menos de casa que octogenario en esta pandemia. Y a cada balón que surca el espacio aéreo de sus áreas, sus compañeros tienen espasmos y taquicardias.
Víctor Manuel Vucetich parece abuela de arrabal: parcha sobre parche, y el equipo sigue con un boquete. Juega al albur semana a semana. Vale decirlo: Toño Rodríguez y Raúl Gudiño son unos lobos en los entrenamientos y caperucitas rojas en los partidos, en los que las despojan hasta de la canasta de la abuela.
Miguel Herrera respira menos intranquilo. Guillermo Ochoa es un atajador imponente. Pero el gol que recibe de Toluca lo inquieta, porque ésas han sido siempre de su arquero. Porque, además, cuando aparecen esos satélites flotaditos en la frontera del área chica, El Piojo se tapa los ojos, aunque no se cubra la boca.
Cierto, es el Clásico. Es ese partido típicamente atípico. Todos quieren jugarlo y todos quieren ganarlo, generalmente. Y llega en un momento en que es imprescindible la victoria. Una catarsis vivificante que urge a entrenadores, directivos, jugadores y aficiones.
Dicho está que un Clásico Nacional marca rumbos en un torneo. Una victoria lubrica la poderosa máquina de la confianza, la fe y la esperanza. Una derrota oxida los ánimos, y herrumbra el mejor discurso del mejor entrenador. El Piojo está acostumbrado a esto, para Vucetich será su primera experiencia.
El portero español Juan Carlos Unzué, aseguraba que “donde el rival pone el pie, el portero pone la cara”. Y así es, en todos sentidos, estrictamente, literal y metafóricamente hablando. Y más aún en un Clásico.
Como agravante y atenuante de los arqueros de Chivas y América, aparecen las defensas de terror con las que cuentan. Durmiendo con el enemigo. Bien decía Amadeo Carrizo: “Pude salvar pelotas de gol por que jamás confié en el defensor infalible”. Y es el caso. Ochoa y los mellizos del error y del terror, Rodríguez y Gudiño, tienen a defensas más propensas a la traición que al heroísmo.
La historia de Guillermo Ochoa está llena de contrastes fabulosos. Arquero de facultades notables, de epopeyas mundialistas, como aquel cabezazo de Neymar en Brasil 2014, pero, también arrastra pecados capitales ajenos, como el 7-0 ante Chile, y su marca de goles recibidos en el Ajaccio, pese a que fue el portero con más atajadas en el torneo francés.
Ochoa, además, ejerce liderazgo. Su palabra es ley elocuente en el vestidor, aunque evidentemente tartamudea cuando la pelota, en forma de bólido o de globo de kermese, se acerca a su feudo del área chica. Ahí se entume, y encima sus compañeros saltan menos que un hipopótamo con artritis.
Toño Rodríguez regresa a Chivas con una admirable campaña en Lobos BUAP. Se equivocaba, pero no tanto, ni tan ridículamente como le ha pasado con Chivas. Valiente aunque atrabancado, ágil aunque inseguro, parece que la obligación de ser el cancerbero rojiblanco le nubla. En Lobos nadie se daba cuenta, en el Guadalajara es tendencia en Twitter.
Raúl Gudiño pisó Europa. Lo quiso apadrinar Iker Casillas, quien alguna vez dijo que “el verdadero portero surge cuando los demás están vencidos y agotados”. La lección del histórico madridista no anidó en la cabecita del mexicano. Tiene las facultades para ser titular, pero al momento cumbre de decidir, personifica la frase del doctor en piscología Octavio Rivas (QEPD): “’Pérate, son mexicanos, están programados al revés”.
¿Experiencia? El legendario Carrizo aseguraba: “Un gran portero se hace comiéndose 400 goles, siempre que no sean en el mismo campeonato”.
América sabe que Guillermo Ochoa tiene cicatrices, abundantes, suficientes, demoledoras y necesarias. Probablemente, el mejor arquero en la historia del América. En El Nido saben que asume plenamente la dimensión del reto y del momento de este Clásico. Él, #PacoMemo, sabe que todos pueden fallar este fin de semana, todos, menos él.
Toño Rodríguez y Raúl Gudiño han sido inestables. En su carrera y en el arco. De personalidades, educación y trayectorias distintas, pero tienen sangre rojiblanca de cuna. Interpretan perfectamente el momento coyuntural para su carrera. Quien ataje puede ir del pozo al gozo o viceversa. Recordamos, en 2018, Gudiño ataja un penal a Mateus Uribe y hasta llegó a la selección mexicana, a prueba, pero llegó.
Con tanto que ganar y tanto que perder en este Clásico Nacional, los tres guardametas, Ochoa, Rodríguez y Gudiño, entienden perfectamente la ingratitud de su posición. Alex Welsh puso el balón en el área: “El futbol es un deporte de equipo hasta que el portero comete un error y entonces se convierte en un deporte individual”.
Por ello, lo saben estos tres arqueros, es mejor ser el héroe de la noche que el bufón de la temporada. Especialmente con la cadencia decadente de las redes sociales, cuando los memes serán la pesadilla supurante durante incontables días y noches, al arrojarse el saldo final del Clásico Nacional.
“El portero siempre está solo, pero cuando se equivoca se queda solo… y abandonado”, relataba Miguel Marín (QEPD) en el diario unomásuno.
Miguel Herrera tiene una ventaja: no encarará el dilema sobre quién será su portero, ya lo sabe. Víctor Manuel Vucetich aún deberá divagar entre su instinto, la almohada, su sentido común, su sabiduría y cinco días de entrenamiento, para poder tomar una decisión.
Por eso, en esta semana de Clásico Nacional, las miradas ansiosas recorrerán la cancha y los escalofríos pondrán a titiritar a ambas porterías.
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LOS ÁNGELES -- El futbol regresa en México. Mediados de junio, según urgen albaceas codiciosos de los clubes de la Liga MX. El músculo financiero se atrofia por la pandemia.
Surge una voz de alerta. El futbolista será carne de cañón en la autopsia precipitada del Clausura 2020. Los ampulosos de cuello blanco testificarán desde las alturas, donde si algo puede salpicar sólo debe y puede ser el whisky etiqueta azul.
Guillermo Ochoa lo infiltra entre sus declaraciones. Y lo imagino en el epicentro del circo totonaca, como pieza de sacrificio, en modo romano: “¡Ave, César, morituri te salutant (Ave, César, los que van a morir te saludan)!”, como parte de las naumaquias del emperador eterno.
“No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”, arrojó la piedra este insolente y casi iluso David moderno, contra la frente del Goliath de la Industria del Futbol, que además, es quien firma su depósito bancario mensual.
Ochoa no miente. El jugador tiene miedo. Miedo al regreso. Del regreso a su hábitat. A su campo de batalla. A su oficio de jornalero lúdico.
Y tiene miedo porque es hombre, porque es padre, porque es hijo, porque es hermano, porque es esposo. Porque hasta en los animales prevalece el instinto de supervivencia. Hasta pervivir es un acto de gloria ante la muerte.
Sí, el futbolista tiene miedo. Sí, y no sólo el que juega en México, sino en el mundo. COVID-19, nombre de la casi invisible bestia apocalíptica, le aterroriza más al jugador que la alquimia homicida y antropófaga de Sergio Ramos, Pepe, Luis Suárez, De Jong, Materazzi, Goikoetxea, Van Bommel, Scarone y Vinnie Jones, fundida y clonada en el paquidérmico cuerpo de un troglodita de la UFC.
Si en Europa, en un continente donde la dimensión de la tragedia no se oculta, a pesar de que el registro de contagiados y fallecidos repiqueteaba como máquina tragamonedas de Las Vegas, si ahí, el jugador, trémulamente, cuenta las horas para el regreso, imagínese Usted, imagínese entonces, en México, donde hay una pandemia de “neumonía atípica”, y un país en el que mueren más personas atropelladas por un caballo de carrusel de feria, que por COVID-19.
Interpela bien Guillermo Ochoa. No lo dice, pero lo masculla entre líneas ese temor, el de ser carne de cañón en el retorno voraz del inclausurable Clausura 2020. (“¡Ave, César, morituri te salutant!”).
El portero americanista pone su vida y la de sus congéneres futboleros en esas manos con garras despiadadas, esas, las de la Federación Mexicana de Futbol y del gobierno de México. Hay un respingo en la imputación de Ochoa, entre rebelde, abnegada y resignada.
“No importa qué hagas o a qué te dediques, todo es salud. La Federación no lo va a dejar pasar junto con el gobierno, y por supuesto que van a cuidar a los jugadores. Espero que lo hagan porque es importante, y si no lo hacen habrá un llamado de nosotros para que lo hagan”, dijo.
“La Federación junto con el gobierno deben de tener los cuidados adecuados, nos deben realizar las pruebas necesarias antes de cada concentración, y cada semana como se hace en España o Alemania, porque estamos expuestos, y no se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”, puntualizó.
Once, como el número de jugadores, fueron las palabras lapidarias de Ochoa: “No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar”, que equivale, en una traducción real, legítima, incontrovertible a: “No se vale que nos expongan solamente para que ellos (los clubes) puedan volver a ganar dinero”.
“Que nadie escupa sangre pa’ que otro viva mejor”, se plegaría con su plegaria Atahualpa Yupanqui al reclamo de Guillermo Ochoa.
En tiempos en los que lavarse las manos 20 segundos, recurrentemente, es un acto de supervivencia, los directivos lo hacen con mayor cobardía que quien inmortalizó la higiénica escena de la pusilanimidad, el mismo Poncio Pilatos.
Porque los directivos lo culpan a Usted, sí, lector, a Usted. Porque aseveran que para Usted el futbol es más importante que encontrar trabajo, que pagar el techo que lo refugia, que llevar comida a la mesa, que mantener saludable a su familia.
Sí, según los dirigentes, Usted, aficionado, es cómplice. O de hecho, ellos victimizan al futbolista para salvarlo a Usted. ¡Bésele, sí Usted, malagradecido, la mano al benefactor... y la frente a la carne de cañón!
Dante Panzieri, uno de los periodistas más polémicos de Argentina, si no el que más, sostenía hace 40 años que: “Al futbol lo prostituye mucho más el que lo mira, que aquel que lo práctica. El que pide el resultado mucho más que el encargado de producirlo. Los de afuera mucho más que los que están adentro".
Hoy, Guillermo Ochoa, lo dice a su manera, sin decirlo: “No se vale que nos expongan solamente para que ellos (los clubes) puedan volver a ganar dinero”.
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Los futbolistas mexicanos regresan a la Liga MX o van a la MLS por contratos mucho más atractivos que los que disfrutaban en el futbol europeo. La cuestión es: ¿No es esa una señal equivocada o quizá una peligrosa zona de confort, bienestar o mediocridad? No todos los casos se parecen o son iguales, pero la realidad es que, a diferencia de futbolistas de otras nacionalidades, los mexicanos tienen 'la bendición' de contar con un mercado y una industria vibrante y pujante que les otorga siempre la opción de volver a la comodidad de la casa…
SAN DIEGO, California -- Tendría que ser una 'bendición', aunque podría transformarse en un estado de comodidad, de conformismo y hasta de mediocridad.
Creo que hay un mensaje equivocado en todo este asunto. Todos los futbolistas mexicanos han regresado a la Liga MX -o bien a la MLS-, tras probar fortuna en un futbol de mayor nivel competitivo, lo hacen con un mejor contrato al que están devengando en el futbol de Europa.
Ocurrió en su momento con Carlos Vela y con Giovani dos Santos en la MLS y con Carlos Salcedo, Miguel Layún y más recientemente con Guillermo Ochoa y el propio Gio en la Liga MX. Hay mejores salarios para ellos que lo que perciben en Europa.
En teoría, ello no debería ser así, pero el mercado o la industria del futbol en México opera de esa forma y envía un mensaje, muchas veces, erróneo para el jugador. Si la aventura en el nivel más desarrollado del juego flaquea o de plano se desmorona, habrá más dinero por jugar al futbol en México o en los Estados Unidos. No sucede lo mismo en el caso de los futbolistas sudamericanos -brasileños, colombianos, argentinos, uruguayos- que saben que su única opción para mantener un nivel de sueldo es el lejano oriente o el golfo pérsico, ligas a donde generalmente se llega con avanzada edad y tras adquirir cierta categoría en el juego.
La culpa -si es que existe- no está en los futbolistas mexicanos. Aprovecharse de esa situación, es otra historia. La realidad es que el mercado mexicano consume y genera esa economía. El América no le está pagando a Ochoa -sin mencionar cifras por temas de inseguridad- lo que le está pagando sin tener la certeza de que puede recuperar lo invertido. Lo mismo ocurrió en las repatriaciones de Salcedo y de Layún y con la que está próxima de Diego Reyes.
El futbolista mexicano que va a Europa sabe que si algo se complica -en la cancha o fuera de ella- siempre estará el 'salvavidas' de la Liga MX o de la MLS, donde los mercados establecen grandes salarios a su vuelta -exitosa o no- del futbol europeo.
Tendría que ser, quizá, una 'bendición', pero también es una franca invitación a meterse en una zona de confort, de comodidad y hasta de mediocridad.
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LOS ÁNGELES -- Es el único ser humano que se embalsama antes de muerto. Y debe hacerlo cada siete días. El reciclaje de la inmolación como modelo de Vuittón. Los zopilotes deben estar hartos de tantas visitaciones.
Es su propio taxidermista y su propio asesor de imagen. El cuervo es un autodidacta de la supervivencia lustrosa. El árbitro de futbol, también.
De hecho, acude a una cita a ciegas. Se corta el pelo, se acicala, se lava los dientes, se corta las uñas. Se contempla en el espejo. Se aprueba.
Se viste de gala para que lo despedacen las fieras. De etiqueta al paredón. Catrín de su audición fúnebre. Un dandi de pantalones cortos y camisola fluorescente, como de mariposilla en celo.
Nadie se esmera tanto para su propio exterminio. Porque allá en la tribuna, el árbitro –este rumiante de ajusticiamiento semanal--, le esperan miles que lo han sentenciado antes del primer silbatazo.
Apertura 2019 y los patrones no cambian. Errores arbitrales. Como un mono, con un doble espresso y una ametralladora en un elevador.
Y el VAR, que debía ser aliado de los silbantes, termina, a veces siendo el Brutus que los acuchilla. Juez y parte de sus propios crímenes.
Es irrefutable: desde la llegada del VAR, los arbitrajes son más malos y las decisiones del VAR los hacen aún peores. Pretende vivir juntos, pero los dos cavan hacia abajo, buscando el fondo. Suicidio colectivo.
Ciertamente son bien pagados para no equivocarse. De hecho, los árbitros mexicanos son los mejor pagados de América (ojo: de América, no por el América).
Por ejemplo, quienes tienen Gafete de FIFA reciben dos mil dólares semanales, libres de impuestos, más viáticos.
Los asistentes del VAR no la pasan mal. Cobran 800 dólares por partido más allá de si, como asevera Miguel Herrera, técnico del América, “sólo se la pasa tragando tortas”.
Antonio R. Márquez, antes de su participación en el Mundial México 1986, decía a este reportero: “Grábeselo: se necesitan más güevos para ser árbitro que para ser jugador o entrenador”.
Y Márquez puede tener razón en algunos casos, no en todos. Está claro que cuando se generaliza, se yerra.
Ciertamente el trabajo arbitral es complicado. Es una audición para el fracaso, se haga bien o no. El Síndrome del Cohetero: si los fuegos artificiales salen mal, le chiflan; si salen bien, igual le chiflan.
En México no, pero en otros países, sí se realizan estudios y valoraciones del trabajo arbitral, que tampoco sirven necesariamente de referencia para destazar o condecorar (Síndrome del Cohetero) al juez del futbol mexicano.
1.- La Universidad de Durham, Inglaterra, llevó a cabo un estudio y los especialistas Russell Hill y Robert Barton descubrieron que contendientes con el color rojo recibía más fallos favorables que el adversario, según la revista Psychological Science.
Por ejemplo, en Tae Kwon Do, 42 oficiales favorecieron con el 13 por ciento a los que usaban distintivo rojo. Incluso, el video se trucó: a los mismos combates, se cambió el color de la cinta de los competidores, y cambiaron su fallo final, en beneficio del nuevo portador del rojo.
2.- El Journal of Sports, Science and Medicine de Bursa, Turquía, desarrolló entrevistas con cinco árbitros profesionales, con un promedio de experiencia profesional de 21.6 años, con charlas de entre 30 y 40 minutos, y alrededor de 13 temas interrelacionados.
Las confesiones fueron concluyentes. Cada árbitro responde el día del partido, desde aspectos familiares, incidencias del viaje, la personalidad de los jugadores, la tribuna, los detalles públicos previos al juego, su lugar de origen, su propia personalidad, y hasta la relación con sus jueces de línea.
Como detalle especial, el estudio señala que bastaba que los silbantes mostraran mayor personalidad e ímpetu, en las decisiones que tomaban, para de esa manera someter y casi convencer al futbolista.
3.- En un estudio de las doctoras Melissa Anderson y Sandy Wolfson para School nos Sport. Performing Arts and Leisure, ratificaron el impacto del ruido en los estadios en las decisiones arbitrales, aunque algunos aseguraron tener “estrategias para contrarrestarlo”.
El estudio se realizó con 11 árbitros de la Primer League de Inglaterra para al institución ubicada en Wolverhampton.
4.- Coincidiendo con el anterior estudio, en la Liga Premier, para el Journal of Sports and Science, se realizó una investigación a través de 857 juegos de futbol a lo largo de seis temporadas, desde el año 1996 a 2002.
Después de charlas, sondeos y referencias, hubo una conclusión similar: el árbitro aceptaba determinar sus decisiones ante una multitud en la tribuna, ya fuera para apaciguar los ánimos o simplemente por el deseo de complacer a una mayoría.
Con estas referencias, puede imaginarse Usted el entorno de su árbitro menos favorito cuando comparece ante su equipo favorito en la desfavorecida Liga MX. No hay manera de salvarlo. Está propenso al error.
Arturo Brizio Carter, jefe de los árbitros, ha asegurado que a los silbantes mexicanos se les apoya psicológicamente para enfrentar los escenarios. Parece insuficiente y sin duda ayudaría un estudio similar o más profundo a los trabajos que hemos reseñado.
Se calcula que hay más de dos mil estudios sobre el arbitraje a nivel mundial, y seguramente México es uno de los países sin este tipo de investigaciones.
Cerremos con una frase de Eduardo Galeano en “El futbol a sol y sombra”: “Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él mismo”.
Y el VAR, también…
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